El regalo divino de la Soltería

Los solteros posadolescentes son probablemente el grupo social más ignorado en la iglesia occidental contemporánea. Si bien las congregaciones más grandes suelen tener ministerios de «universidad y carrera» (algunos de los cuales parecen funcionar, al menos en parte, como servicios de citas patrocinados por la iglesia), y aunque el tema de la soltería ocasionalmente genera un breve capítulo en un libro sobre el matrimonio y la familia (obsérvese el ejemplo actual), en su mayor parte los solteros han sido marginados dentro de la iglesia moderna.1 Para la mayoría de los cristianos occidentales parece evidente que el matrimonio es el estado normal. Por lo tanto, cuando un soltero posadolescente se encuentra dentro del cuerpo de Cristo, muchos creyentes bien intencionados ven como su deber cristiano encontrar una pareja compatible para ese individuo.

Además, cuando alguien permanece soltero hasta bien entrados los veinte o los treinta, ya sea por elección o por las circunstancias, muchas personas comienzan a tratar de diagnosticar el problema (ya sea la orientación sexual, la apariencia física, la capacidad intelectual, la ineptitud social, los estándares excesivamente altos, u otros factores) que ha atrapado a la persona soltera en la condición antinatural e indeseable de no estar casada. Probablemente no sea exagerado decir que la idea de que la soltería podría ser un estado permanente aceptable ni siquiera se le ha ocurrido a muchas personas en nuestras iglesias hoy. Es más, la única llamada de Dios que los cristianos occidentales temen más que la llamada a las misiones es la llamada a la vida del celibato.

Dado el hecho de que el 46 por ciento de la población de los Estados Unidos mayor de quince años era soltera a principios del siglo XXI2, el descuido y la distorsión del estado de soltería por parte de la iglesia occidental está todo menos justificado. Aun que la mayoría eventualmente se casará, las estadísticas indican que un número creciente nunca lo hará, y muchos de los que lo hacen se encontrarán solteros una vez más debido al divorcio o la muerte de un cónyuge. Por estas razones, y en vista del hecho d e que muchos de los héroes de la fe cristiana han sido solteros (incluido Jesús)3 — sin mencionar la enseñanza bíblica de que la soltería puede ser un don de la gracia de Dios (Mateo 19:11-12; 1 Corintios 7:7), la Iglesia contemporánea necesita urgentemente reevaluar su postura sobre la cuestión de la soltería.