Levítico 1 – Leyes sobre el Holocausto

Comenzamos con el libro de Vayikrá «Levítico» adentrandonos en el contexto del Tabernáculo y de los oficios que se llevaban acabo en El…

Dios había prometido que cuando se terminase de levantar el tabernáculo, se comunicaría con Moisés desde el santuario. Hasta entonces le había hablado desde el monte, pero ahora hablaría desde el propiciatorio – (Exo. 25: 22).

En esta ocasión, Dios cumplió su promesa y le pidió a Moisés que se acercara, para que por su intermedio pudiera instruir al pueblo acerca de la forma correcta de aproximarse a Dios y al santuario.

El pueblo necesitaba urgentemente recibir esta instrucción. Israel no tenía más que un concepto vago de la santidad de Dios y de la pecaminosidad del pecado. Se le debía enseñar los principios elementales de reverencia y culto. Debía aprender que tanto Dios, como su casa, y aun los alrededores de la casa, eran santos. Debía aprender que sólo el que es santo puede acercarse a Dios y entrar en su presencia.

Por lo tanto no podían atreverse a entrar en la morada de Dios, sino que sólo debían llegar hasta la puerta del atrio, y allí entregar su sacrificio con humildad y contrición. Este sacrificio sería recibido de su mano por los sacerdotes como si Dios lo recibiese; los sacerdotes entonces llevarían la sangre al lugar santo y quemarían allí incienso.

Ni aun los sacerdotes podían entrar en el santuario interior para oficiar en él. Esto estaba reservado para el sumo sacerdote quien, luego de un profundo autoexamen,
tenía acceso al lugar santísimo durante unos pocos minutos, una vez al año, en
el gran día de la expiación.

Concluida esta ceremonia, el lugar santísimo permanecía cerrado durante otro año. En verdad, Dios es santísimo. Israel debía aprender a acercarse a Dios mediante el cordero sacrificado; mediante el becerro, el carnero, el macho cabrío, los palominos, las tórtolas; la aspersión de la sangre sobre el altar del holocausto, sobre el altar del incienso, hacia el velo, o sobre el arca; mediante la enseñanza y la mediación del sacerdocio.

No debía quedar en la desesperanza frente a la condenación de la santa ley de Dios. Había una vía de escape. El Cordero de Dios moriría por ellos. Por fe en su sangre podrían entrar en comunión con Dios. Gracias a la mediación del sacerdote podrían entrar vicariamente en el santuario, y, en la persona del sumo sacerdote, podrían aun entrar en la misma cámara de audiencias del Altísimo.

Para los fieles israelitas esto prefiguraba el momento cuando el pueblo de Dios entrará sin temor «en el Lugar Santísimo por la sangre de Yeshua haMashiaj» – (Heb. 10: 19). Dios deseaba enseñar todo esto a Israel mediante el sistema de sacrificios.
Para ellos representaba el camino de salvación. Les daba esperanza y ánimo.

Aunque la ley de Dios, los Diez Mandamientos, apuntaba la condicion pecaminos del hombre , el hecho de que el Cordero de Dios moriría por ellos da esperanza. El sistema de sacrificios era el Evangelio para Israel. Señalaba la forma de
lograr la comunión con Dios.

Hay cristianos profesos que no consideran de gran importancia ni valor para ellos los servicios del templo divinamente instituidos. Sin embargo, el plan evangélico de salvación, revelado más plenamente en el NT, resulta más claro cuando se entiende el AT. En verdad, quien entiende el sistema levítico presentado en el AT, puede entender mejor y apreciar más el Evangelio expuesto en el NT. El primero prefigura al segundo y es símbolo de él.


Levítico 1:1-7 – «…Y llamando YHVH a Moisés, le habló desde el Tabernáculo de Reunión, diciendo: (2) Habla a los hijos de Israel y diles: Cuando alguno de vosotros presente una ofrenda a YHVH, aproximaréis vuestra víctima de animales del ganado o del rebaño. (3) Si su ofrenda es un holocausto del ganado, ofrecerá un macho sin defecto. Lo hará acercar a la entrada del Tabernáculo de Reunión, para que sea acepto en favor suyo ante YHVH. (4) Apoyará su mano sobre la cabeza de la víctima, y le será acepta para hacer expiación por él. (5) Luego deberá degollar el becerro ante YHVH, y los hijos de Aarón, los sacerdotes, ofrecerán la sangre y rociarán la sangre alrededor sobre el Altar situado a la entrada del Tabernáculo de Reunión. (6) Después desollará la víctima y la partirá en trozos, (7) y los hijos de Aarón, los sacerdotes, harán fuego sobre el Altar y acomodarán leña sobre el fuego…»

vs1 – «…Y llamando YHVH a Moisés, le habló desde el Tabernáculo de Reunión…» – Como resultado del pecado, el hombre había sido expulsado de su hogar en el paraíso, donde gozaba de la comunión directa con su Hacedor. Por causa de que el hombre ya no era apto para vivir con Dios, el Eterno se dignó descender y habitar con el hombre. De acuerdo con esto, le había mandado a Moisés: «Y harán un santuario para mí, y habitaré en medio de ellos» – (Exo. 25: 8). Moisés había hecho esto, y «la gloria de YHVH» había llenado «el tabernáculo» – (Exo. 40:34). ¡Maravilloso amor! Dios no podía estar separado de los suyos, y en su amor había formulado un plan para que pudiese vivir entre ellos. Dios los acompañaría en su peregrinaje por el desierto, y finalmente los guiaría a la tierra prometida.


“…En realidad este versículo es la continuación de Exodo 40:35, donde leemos: «Mas no pudo Moshéh entrar a la Tienda de Reunión, pues se había posado sobre ella la nube … «. Es por eso -dice el comentarista izzekunique D’s tuvo que llamar a Moshéh concediéndole una suerte de permiso para poder ingresar al recinto sacro del Santuario. Esta opinión del comentarista está basada en él Targúm Ierushalmi correspondiente al primer versículo de nuestro libro. Rashi nos explicará que la voz del llamado fue oída y percibida solamente por Moshéh, por eso reza el versículo: » …le habló Adonai … »


“… Llamó a Moshé…» – Los últimos capítulos del libro de Shemot relatan la edificación del Tabernáculo y cómo este se había convertido en apropiada residencia perpetua de la Shejiná, la Presencia de Dios, y en lugar permanente para el servicio de los sacrificios. La gloria de Dios que iluminaba el Tabernáculo era tan intensa y sobrecogedora que incluso Moshé temía ingresar al mismo. Por este motivo, Dios tuvo que llamar’, es decir convocar, a Moshé [para asegurarle que el Tabernáculo había sido edificado para beneficiarlo a él y a su pueblo, no para excluirlos de nada] (Rambán et al.). Los Sabios explican que la mención de este llamamiento a Moshé viene a enseñar que, toda vez que Dios quería impartirle un nuevo mandato, primero lo llamaba afectuosamente diciendo: «Moshé, Moshé”. Y Moshé respondía: estoy a Tu servicio”. Como lo implica el versículo, ese llamamiento estaba dirigido exclusivamente a Moshé pues aunque la voz de Dios es lo suficientemente poderosa como para derribar arboles y ser oída en todo el mundo, era la voluntad Divina que fuese oída sólo por Moshé (Rashi; Sifrá). Los Sabios enseñan que Dios le hablo a Moshé con una voz estentórea y fortísima, mas sólo él podía oírla. Empero si no se tenía la intención de que la voz fuese oida por el resto del pueblo. ¿Porque era necesario que hablase tan fuerte?. Los Sabios quieren enseñar que aunque conocemos los mandamientos solo por medio de Moshé, la voz de Dios es lo suficientemente sonora como para que la oiga todo el mundo. Era la gente la que carecía del mérito suficiente para percibirla. Por consiguiente, debemos considerar como si Dios nos impartiera personalmente órdenes a cada uno de nosotros. Por la misma razón, todas las almas judías estuvieron presentes en Sinaí cuando fueron entregados los Diez Mandamientos. No obstante que las almas sin cuerpos no están obligadas a cumplir los preceptos, Dios quería hacerle saber a todas las futuras generaciones que la Tora estaba tan dirigida a ellas como a quienes salieron de Egipto (Rabí Moshé Feinstein)».


“…Desde la Tienda de Reunión…» – Es decir, desde el Tabernáculo. Este es el momento en el que Dios quería que los Hijos de Israel tomaran conciencia de que eran ellos y no Moshé quienes tenían la responsabilidad de hacerse merecedores de profecía; ello efectivamente constituyó la primera revelación en el nuevo Tabernáculo, que había sido edificado con sus donativos como el lugar en el que la Presencia de Dios residiría entre ellos. Por este motivo, era importante que comprendieran que sobre sus hombros recaía la responsabilidad de mantenerse en un elevado nivel de santidad. Y de ahí el énfasis que se pone en el hecho de que esta profecía tuvo lugar en la Tienda de Reunión (Beer Itzjak)».


“…El término «diciendo» suele connotar que se le ordenó a Moshé transmitir la enseñanza de Dios a la nación toda (Rashi; Ibn Ezra, et al.). Mas en nuestro versículo tal interpretación no es muy convincente, debido a que en el versículo inmediatamente posterior se le ordena a Moshé explícitamente transmitir estos mandamientos (Malbim). En tal caso, ¿qué es lo que debía decir a la gente? Dios quería que Moshé transmitiese el mensaje inspirador, y a la vez aleccionador, de que su asombroso nivel de profecía le había sido concedido únicamente en aras de pueblo y sólo mientras éste fuese digno del mismo (Rashi)…»

vs.2 – «…Habla a los hijos de Israel y diles: Cuando alguno de vosotros presente una ofrenda…» – La palabra para ofrenda es la palabra Hebrea qorban, del verbo qarab, «acercarse», «acercarse a».

Había dos tipos de holocaustos: los obligatorios y los voluntarios. Algunos de los holocaustos obligatorios debían ofrecerse en determinadas ocasiones y eran presentados por los sacerdotes para beneficio de toda la nación. Entre éstos están el holocausto diario (Exo. 29: 38-42; Núm. 28: 3-8); el holocausto sabático (Núm. 28: 9, 10), y los holocaustos de las fiestas de luna nueva, de pascua, de Pentecostés, de la fiesta de las trompetas, del día de expiación, y de la fiesta de los tabernáculos (Núm. 28: 11 a 29: 39).

Otros holocaustos obligatorios eran de naturaleza ocasional, y eran presentados por las personas afectadas. Tales eran los holocaustos en ocasión de la consagración de un sacerdote (Exo. 29: 15-18; Lev. 8: 18-21; 9: 12-14), del nacimiento de un niño (Lev. 12: 6-8), de la purificación de un leproso (cap. 14: 19, 20), de la purificación ceremonial (cap. 15: 14, 15, 30), y cuando se tomaba el voto del nazareato (Núm. 6: 13-16).

Los holocaustos voluntarios podían ser presentados por una persona en cualquier momento, pero debían ceñirse siempre a los mismos reglamentos que regían los holocaustos obligatorios (Núm. 7; 1 Rey. 8: 64). Los reglamentos de Lev. 1 atañen específicamente a los holocaustos voluntarios, aunque el ritual también era similar para los otros.

No hay manera de poder acercarse a HaShem sin sacrificios. El sacrificio es necesario para poder acercarse a Él y estar en su presencia, como está escrito en Éxodo 23:15b; 34:20b y Deuteronomio 16:16b:

“…Y nadie se presentará ante mí con las manos vacías…”

La ofrenda de ascensión es voluntaria y puede ser ofrecida por cualquier hombre o mujer, israelita o gentil.

La idea de sacrificio hacia los dioses no era particular de Israel. Otras naciones y culturas practicaban el sacrificio, a menudo involucraban sacrificios humanos como algo definitivo. La universalidad del sacrificio es evidencia de que el concepto era conocido al hombre antes del diluvio, y fue llevado a distintas culturas por los sobrevivientes del diluvio de los días de Noé.

Reglas generales de las ofrendas – Este versículo es una introducción general a la temática de las ofrendas de animales, y los Sabios derivan del mismo muchas leyes respecto de la clase de animales que no son aptos para ser ofrendados en el Altar (véase Rashi y Sifrá).


“…Hablales… y diles…» – Los comentaristas toman nota de la obvia redundancia. Rabí Hirsch explica que en este contexto “hablar” expresa brevedad y concisión, lo que alude a la Torá Escrita, la que representa la Palabra Revelada de
Dios. Mas la Torá Escrita sólo puede ser entendida de manera correcta por medio del “decir” de la Torá Oral, la que es más esclarecedora, y por medio de la cual Dios explicó la Torá Escrita a Moshé».

vs.2b – «…Cuando alguno de vosotros (persona)…»

“..Un hombre…» – Por lo general, la Torá se refiere a una persona que ofrenda un sacrificio como, “varón”. Nuestro versículo, sin embargo emplea, Adam, nombre del ser humano en general y del primer hombre en particular, para implicar que de la misma manera que Adam no utilizó animales robados como ofrendas, puesto que el mundo todo le pertenecía, así tampoco nadie debe servir a Dios con algo que haya sido adquirido de manera deshonesta (Rashí)».


“..Un hombre…» – «Traducimos el término»אדם «, «adám», como «persona», basados en el comentario de Minháh Beluláh. El Midrásh interpreta estas palabras: «אדם מכם «, «adám miquém» como queriendo decir que en el Santuario se aceptaban » קרבנות «, «korbanót» ofrecidos por todo ser humano, sea hijo de Israel, prosélito o gentil, ya que estas tres categorías están incluidas en el concepto» אדם «, «adám». Empero-siempre de acuerdo con el Midrásh-la palabra» מכם «, «miquém» -de vosotros-quiere significar, más que un concepto étnico, un concepto ideológico-espiritual; en efecto, no se aceptaba un «korbán» que fuera ofrecido por un apóstata judío. Pues el hijo de Israel para ser merecedor de este derecho espiritual debía pertenecer a la comunidad de fe de Israel En este caso, el hombre gentil estaba en clara ventaja con respecto al apóstata. El profeta Isaías había plasmado esta idea con las siguientes palabras: «Yo los traeré hacia la montaña de Mi Santidad, los haré regocijarse en Mi Casa de oración, sus holocaustos y sacrificios serán aceptados sobre Mi altar; ya que Mi Casa, Casa de oración será denominada para todos los pueblos» (Isaías 56:7)».

vs.2c – «…Ofrece ofrenda a YHVH…» Ya que el sacrificio era conocido por parte de Israel, estas instrucciones hacia los sacerdotes no eran particularmente nuevas, en su mayoría se requería simplemente dejar en claro lo que ya era conocido a Israel a través de las tradiciones de sus padres.

Dios escogió un buen tiempo para presentar la ley del sacrificio. Antes que el Tabernáculo de Reunión fuera construido, no había ningún lugar para el sacrificio y los procedimientos para el sacrificio no podían codificarse. Pero ahora, con la realización del Tabernáculo, Israel podía traer sus sacrificios hacia un lugar y seguir los mismos procedimientos para cada sacrificio.

i. Los primeros siete capítulos de Levítico lidian con ofrendas personales, voluntarias. Los Capítulos 1 al 5 son en su mayoría instrucciones hacia el pueblo que trae la ofrenda y los capítulos 6 y 7 son en su mayoría instrucciones hacia los sacerdotes en cuanto a las ofrendas.

“…Una ofrenda…» – El lexema de la palabra -ofenda, es acercarse, debido a que una ofrenda es la manera de acercarnos a Dios, elevándonos (Rabí Hirsch). Por tal razón el vocablo “sacrificio», como comúnmente se le traduce, no captura la esencia de esta idea».


“…El autor de Minhaáh Beluláh insiste en la idea que «el sacrificio de animales»  קרבן», «korbán» es sólo una transmutación de lo que debió ocurrir, pues la persona que ha errado ante D’s debe acercarse ella misma a D’s, cambiando su proceder y dominando sus pasiones. En palabras del Salmista, los sacrificios ante Elohim son: el espíritu abatido, pues un corazón contrito y sufriente no será menospreciado por D’s (Basado en el Salmo 51). Pero, como el Vulgo no puede imaginarse la actitud mental que no esté acompañada de una acción, la Toráh prescribió entonces los «קרבנות», «korbanót». Esta idea está basada en el Midrásh Ialkút Iehezkél donde leemos: «Se le preguntó a la Sapiencia:;Cuál es el castigo del pecador? Y ésta respondió: «‘A los pecadores los perseguirá el mal» (Proverbios 13:21). Se le preguntó a la profecía: ¿Cuál es el castigo del pecador? Y ésta contestó: «La persona que pecare habrá de morir» (leJy,ezkéI18:4). Se le preguntó a la Toráh: ¿Cuál es el castigo del pecador? Y ésta contestó: «Que ofrezca un sacrificio y le será perdonado». Le preguntaron al Santo Bendito El: ¿Cuál es el castigo del pecador? Y El contestó: que retorne (que haga»תשובה», «teshuváh»), que reconozca su error y le será perdonado, pues así está escrito’ «Tomad con vosotros palabras y retornad hacia Adonai» (Hosheah 14:3). Y esto es lo que dice el versículo: «Bueno y recto es Adonai, por ello El orienta a los pecadores hacia el camino» (Salmos 25:8)…»

“…A Hashem…» – «En toda la Torá, cuando a ofrendas se reffiere, sólo se emplea el Tetragrámaton o Nombre de cuatro letras de Dios, el que conlleva Su Atributo de Misericordia, y nunca el nombre Elohim, que connota Su Atributo de Justicia (Sifrá). Ello se debe a que los antiguos idólatras creían que eran necesarios sacrificios animales para aplacar la ira de “dioses” vengativos y sedientos de sangre. Sin embargo, esto se contrapone plenamente a la creencia judía, pues la Torá nos
enseña que las ofrendas constituyen medios para acercamos a Hashem, el Dios Misericordioso (Rabí Hirsch). El versículo empieza hablando de una ofrenda a Hashem y concluye diciendo su ofrenda, omitiendo toda mención de Hashem. A través de la exégesis homilética, esto nos enseña que si las ofrendas a Dios vienen “de ustedes mismos”, es decir de nuestra humanidad esencial, simbolizando el esfuerzo sincero de acercarnos a El, entonces tal ofrenda posee el elevado estatus de ser una ofrenda a Hashem. Mas si sólo se limitan a los gestos rituales del servicio de los sacrificios, lamentablemente no será sino su ofrenda (Shelá; Tania)»

vs.2d – «…aproximaréis vuestra víctima de animales del ganado o del rebaño…» – Esto significa que un adorador Israelita no podía traer un animal “salvaje”. Solamente podrían traer ganado doméstico de sus animales. Esto muestra que una ofrenda hacia Dios debe costar algo.

“…Por ser estos animales los que se hallan con mayor frecuencia al alcance de la mano del hombre y no así las fieras del campo, por eso la Toráh  limita estos sacrificios solamente a estos animales». (Minháh Beluláh). Rashi comenta al respecto que de los animales arriba citados había que excluir aquellos que ya hubieran servido para ritos y cultos idólatras o aquellos que no fueran sanos. Por otra parte, y en el campo de la alegoría, leemos en el libro: Likuté Toráh que el hombre debe sacrificar lo bestial que tiene dentro de sí. Quiere decir que la persona deberá inmolar sus instintos animales, además de sus instintos de violencia y agresividad. En este enfoque alegorista, el ovino sacrificado estaría representando la indolencia misma, que también tiene que ser erradicada de entre nosotros».

vs.3 – «…Si su ofrenda fuere holocausto…» – Tanto las ofrendas de ascensión como las oblaciones, son llamadas korbanot, plural de corbán, y sirven para acercarse a HaShem.

Este texto enseña que el que entrega esta ofrenda voluntaria está obligado a llevar la ofrenda él mismo a la entrada de la tienda de la cita. La palabra hebrea que ha sido traducida como “holocausto”, u “ofrenda de ascensión”, es olá. La raíz de olá es alá, que significa “subir”, “ascender”, “escalar”, “remontar”, “levantarse”, “alzarse”, “brotar”, “surgir”, “crecer”, “disiparse”, “engrandecerse”, “aumentar”, “dirigirse”, “inmigrar a la tierra de Israel”.

Un olé es uno que hace aliyá, es uno que sube para leer la Torá en la sinagoga o, uno que inmigra para Israel. Ambos son llamados olé, en plural olim. De esto aprendemos que el sacrificio llamado olá es un sacrificio que sube hacia el cielo y también eleva al que lo sacrifica. Por lo tanto tiene que ser hecho con fuego. El sacrificio de olá, ascensión, es para los ricos, y el sacrificio de minjá, oblación, es para los pobres – (5:11).

En Génesis 4:3-5 está escrito:

“…Y aconteció que al transcurrir el tiempo, Kayin trajo a HaShem una ofrenda (minjá) del fruto de la tierra. También Hevel, por su parte, trajo de los primogénitos de sus ovejas y de la grosura de los mismos. Y HaShem miró con agrado a Hevel y a su ofrenda (minjá), pero a Kayin y su ofrenda (minjá) no miró con agrado. Y Kayin se enojó mucho y su semblante se demudó..”

En este texto aparece la palabra minjá[que significa “don”, “presente”, “regalo”, “ofrenda”, “sacrificio”, “oblación”. Normalmente la palabra minjá es usada para ofrendas sin sangre, pero en este caso vemos que también puede significar una ofrenda con sangre.

¿Cuál es la diferencia entre la olá y la minjá?

La olá se da de los animales y la minjá, normalmente, se da de los productos del campo. La olá y la minjá son las primeras ofrendas que son mencionadas en la Torá. Un ejemplo es Kayin y Hevel que ofrecieron minjá. La palabra olá aparece por primera vez en Génesis 8:20, donde está escrito:

“…Y edificó Noaj un altar a HaShem, y tomó de todo animal limpio y de toda ave limpia, y ofreció una ofrenda de ascensión en el altar…”

Lo más destacado de la olá es que se quema todo el animal. Hay tres clases de olá presentadas en este capítulo:

  • 1:3  – Del ganado mayor.
  • 1:10 – Del rebaño.
  • 1:14 – De las aves.

El valor de la olá va de lo más caro a lo más barato. Luego HaShem sigue dando la oportunidad para los que no tienen dinero ni siquiera para una cría de una paloma. Ellos podrán dar harina, aceite de oliva, incienso y sal, (2:1, 4, 13). Esto nos enseña que el estado económico no puede ser un impedimento para dar ofrendas por medio de las cuales podemos acercarnos a HaShem. El rico da más y el pobre da menos, pero HaShem mira el corazón y sabe cuando una persona ofrece según sus posibilidades o cuando no lo hace, como está escrito en Lucas 21:1-4.

Una ofrenda que no ha sido dada con generosidad, no es aceptada por HaShem, porque Él ama al dador alegre – (2 Corintios 9:7).

Si su qorban [vers. 2] fuese ‘olah«. ‘Olah es la palabra hebrea común para designar el «holocausto«, y significa «lo que asciende».

Otro vocablo, usado solamente dos veces, es kalil, que significa «entero«. Estas palabras se derivan del hecho de que los holocaustos eran enteramente consumidos sobre el altar y que, al ascender el humo, en forma figurada ascendía la ofrenda hacia Dios. La palabra «holocausto» viene del griego y significa «lo que se quema todo«.

Esta palabra describe bien al sacrificio quemado por fuego. No se comía ninguna parte del holocausto, como ocurría con algunos otros sacrificios; todo se quemaba y ascendía a Dios en llamas como «olor grato» (vers. 9). No se retenía nada. Todo era entregado a Dios. Indicaba una consagración completa.

Se mencionan por primera vez los holocaustos luego el diluvio, cuando Noé
«ofreció holocausto en el altar» – (Gén. 8: 20). Luego se menciona en la orden
dada por Dios a Abrahám de que ofreciese a su hijo «en holocausto sobre uno de
los montes que yo te diré
» – (Gén. 22: 2).

El libro de Job, quizá el más antiguo de la Biblia, registra que Job «se levantaba de mañana y ofrecía holocaustos… porque decía Job: Quizá habrán pecado mis hijos, y habrán blasfemado contra Dios en sus corazones» – (Job 1: 5).

Evidentemente Job creía que sus holocaustos servirían para apartar la ira de Dios, aunque sus hijos no ofreciesen sacrificios ellos mismos y quizá no se habían dado cuenta de su pecado. Los rabinos tenían un dicho: «Los holocaustos hacen expiación por las transgresiones de Israel«.

Los holocaustos fueron los más antiguos de todos los sacrificios, como también los más característicos y completos; reunían entre sí los elementos esenciales de todos los sacrificios. Su importancia resulta evidente al considerar que, durante siglos, fueron los únicos sacrificios realizados. Más tarde, cuando se ordenó la presentación de otros sacrificios, se declaró expresamente que no debían reemplazar al «holocausto continuo«, sino que debían ofrecerse además de éste – (Núm. 28: 10; 29: 16; etc.).

Aunque el sacrificio diario, de mañana y de tarde, era obligatorio aun en el gran día de la expiación, era ofrecido por la nación, también tenía un propósito bien definido en beneficio de cada israelita. Cuando finalmente se hubo instalado el servicio del santuario en Jerusalén, Dios mandó que en adelante todos los sacrificios debían ser llevados allá, y que los sacerdotes sólo debían oficiar en el altar. Aunque de este modo se centralizaba el culto y se lograba la uniformidad, y esto era útil, se creaban ciertos problemas para los que vivían en lugares distantes del santuario.

Un viaje desde Galilea hasta Jerusalén podía llevar varios días, especialmente si se llevaba el animal para el sacrificio. En su viaje de regreso a casa, el hombre podía pecar de nuevo, y podía necesitar hacer otro viaje al templo. Por supuesto, esto era
impracticable. Para una persona, el sacrificio diario, de mañana y de tarde,
ofrecía una feliz solución.

Los animales que debían ser usados como sacrificio diario eran comprados con dinero aportado por todo el pueblo. Todas las mañanas se ofrecía en el altar del holocausto un cordero en favor de toda la nación, y a la tarde se repetía el mismo servicio. Este holocausto proporcionaba expiación temporaria y provisoria para la nación, hasta tanto el pecador pudiese comparecer, llevando su propio sacrificio.

Estos sacrificios nacionales tenían el mismo propósito en beneficio de la nación que los sacrificios ofrecidos por Job, quien decía: «Quizá habrán pecado mis hijos, y habrán blasfemado contra Dios en sus corazones» – (Job 1: 5). Job no sabía si sus hijos habían pecado. Pero existía la posibilidad de que así lo hubieran hecho. Por lo tanto, a fin de «cubrirlos» hasta que pudieseis ofrecer sus propios sacrificios, Job actuaba en lugar de ellos.

De la misma manera, el holocausto diario, ofrecido por la nación, protegía a Israel hasta que cada uno pudiese traer su ofrenda individual. El Talmud enseña que el sacrificio matutino expiaba los pecados cometidos durante la noche, y el sacrificio vespertino, los pecados del día.

Los holocaustos diarios eran quemados en el altar, pero con fuego lento, para que un sacrificio durara hasta que fuese colocado el próximo – (Lev. 6: 9). El sacrificio vespertino duraba hasta la mañana, y el sacrificio matutino duraba hasta la tarde. De este modo, siempre había una víctima sobre el altar para proporcionar expiación provisoria y temporaria para Israel. Cuando un hombre pecaba, aunque no pudiese comparecer inmediatamente en el santuario, o aun por semanas y meses, sabía que había un sacrificio sobre el altar que se consumía en su favor, y que él estaba «protegido» hasta que pudiese presentar su propia ofrenda y confirmar su arrepentimiento.

Esta misericordiosa medida hecha en favor de los pecadores de antaño constituye una gran esperanza para el pecador de hoy. Hay veces cuando pecamos pero no nos damos cuenta de ello hasta más tarde, y por lo tanto no hacemos una confesión inmediata. Qué consuelo es saber que Cristo está siempre listo a «cubrirnos» con el manto de su justicia hasta que nos percatemos de nuestra condición; saber que Yeshua nunca nos deja ni nos abandona; que aun antes de que nos acerquemos a él, ya ha hecho la provisión necesaria para que seamos salvos.

¡Gracias a Dios por esta maravillosa provisión!

Sin embargo, nadie debiera aprovecharse indebidamente de este beneficio y demorar la confesión. Aunque los holocaustos mencionados en Lev. 1 son todos voluntarios y personales, el ritual a seguirse debía ser preciso y estricto. De esta manera se enseñaba a los israelitas la obediencia implícita. Dios puede perdonar, y Dios perdonará, pero debe haber una adhesión absoluta a las instrucciones divinas. El que desea acercarse a Dios, debe hacerlo como Dios manda. El único culto aceptable ante Dios es aquel que está de acuerdo con su voluntad; no el que nos parezca mejor y más efectivo, no el que nosotros pensemos que sea más adecuado a la ocasión, no el que pareciera traer los resultados más rápidos o mayor cantidad de dinero, sino sólo el culto que Dios aprueba y sobre el cual puede derramar su bendición.

Se usaban cuatro clases de animales como holocaustos: becerros, ovejas, cabras y aves. El que presentaba la ofrenda podía escoger. El rico naturalmente prefería presentar un becerro. El pobre podía presentar solamente un palomino o una tórtola, si no tenía más recursos. Es significativo que María, la madre de Yeshua, presentara dos tórtolas como ofrenda luego del nacimiento de su Hijo – (ver Lev. 12: 8; Luc. 2: 22-24). José y María eran pobres. El león y el águila, reyes de las fieras y de las aves, no podían ser usados para los sacrificios puesto que eran animales inmundos; en cambio se usaban el cordero y la paloma. Dios no puede tolerar un espíritu altivo, pero acepta a los mansos y humildes.

El holocausto voluntario era una dádiva de amor, de dedicación y de consagración. Se ofrecía con un espíritu de alegre sacrificio a Dios. Era más que un presente; significaba darse uno mismo, en sacrificio vivo. Hoy no ofrecemos holocaustos, pero haríamos bien en aplicar a nuestra vida diaria ese espíritu que impelía a ofrecer holocaustos. Dios todavía se agrada del servicio gozoso y voluntario – (2 Cor. 9: 7).


“…Una ofrenda de elevación…» – Una olá u ofrenda de elevación puede ser traída por alguien que cometió intencionalmente un pecado por el cual la Torá no prescribe castigo, por alguien que dejó de cumplir un mandamiento activo, por
alguien que planeó hacer un pecado mas no lo llevó a los hechos y por todos los que ascienden a Jerusalén en las tres festividades de peregrinaje. Por analogía, puede ser ofrecida por todos aquellos que deseen elevar su nivel espiritual.

Existen varias acepciones de o/á, vocablo cuyo lexema, denota ascenso”. Según Rashi y Radak, el término olá se refiere a una ofrenda que es incinerada del todo -al parecer porque la misma asciende en llamas hacia Dios. Rambán, Ibn Ezra y Rabenu Bejaie sostienen que el nombre se refiere al pecado por el cual generalmente se trae esta ofrenda, pues expía por ideas o intenciones pecaminosas, las que irrumpen en la imaginación o mente de la persona como
si súbitamentebrotaran en el espíritu del hombre.

Rabí Hirsch comenta que el nombre de la ofrenda refleja su propósito, que es elevar a su dueño de la condición de pecador a un estado de espiritualidad superior. Midrash Tanjuma (Tzav 1) afirma que se llama olá debido a que es superior a todas las demás ofrendas [ya que se trae voluntariamente y se consume en el Altar del todo]. Nuestra traducción, “ofrenda de elevación», es literal y Permite todas las acepciones anteriores».


“…La legislación referente al culto de los sacrificios enumera cuatro categorías, a saber: a) «עלה», «holáh -holocausto-en este caso, todo el animal era consumido por el fuego del altar. En realidad, en el Tanáj, a veces figura con el nombre de «עולת כליל», «holat calíl» holocausto total-o La» עולה», «holáh» podía ser ofrecida voluntariamente o por algún error cometido. Los sabios de Israel entienden que este sacrificio era ofrecido cuando alguien había abrigado un pensamiento malo o negativo. Esa sería la razón por la cual la Toráh habría empezado la enumeración de los «קרבנות ,»korbanót», con la» עלה», «holáh», ya que el pensamiento es el que genera toda acción buena o mala. b) El «קרבן שלמים «, «korbán shelamím», que era un sacrificio ofrecido voluntaria y generosamente por un voto formulado o como acción de gracias: «תודה «, «todáh». También se ofrecía el «korbán shelamím» en ocasión de las fiestas de peregrinación a Jerusalém. Por último, el » קרבן שלמים»,»korbán shelamím», era ofrecido por el nazareo, cuando concluía su período de abstinencia. Algunos sabios de Israel entienden que la palabra «שלמים «, «shelamím» deriva de » שלום», «shalóm» paz-, ya que de este sacrificio llegaba una parte a todos los participantes, a saber; al que lo ofrecía, a los» כהנים «, «cohaním» sacerdotes-, y al altar (pues una parte de este sacrificio se inmolaba en el altar). e) El» קרבן אשם «, «korbán ashám» era un sacrificio que se ofrecía como expiatorio de culpa, cierta o dudosa. Por lo general, este sacrificio se ofrecía para expiar la culpa de sacrilegio o robo. También, ante la duda de un pecado cometido o no: » אשם תלוי «, «ashám talui». d) El» קרבן חטאת «, «korbán hattát» se ofrecía como expiatorio por el pecado de error cometido involuntariamente: בשוגג», «beshoguég», o sea, por error o inatención. Este sacrificio debía ser ofrecido, ya sea por el ciudadano común, como por el rey, por los miembros del Shanhedrín o por el Sumo Sacerdote mismo…»

En los próximos versículos leeremos minuciosamente los detalles pertinentes a dichas categorías de sacrificios…

vs.3b – «…Macho sin defecto…» «Para que sea aceptado será sin defecto»(Lev. 22: 21). Esto hace resaltar el hecho de que Dios exige lo mejor que tenemos. Posiblemente no seamos ricos, ni podamos presentar grandes ofrendas a Dios pero lo que demos debe ser perfecto. No debemos presentar nada que sea inferior a lo mejor que tengamos. No debemos dar a Dios lo que sea de valor inferior: una moneda defectuosa, una propiedad imposible de vender, restos de tiempo libre. En cambio debemos servir a Dios con lo mejor que esté a nuestra disposición.

Hay incontables anécdotas e historias chistosas que ilustran la tendencia de dar a Dios cosas de menos valor. Esto incluye la historia del granjero cuya vaca dio a luz a gemelos, y juró que daría uno de los terneros a Dios, pero un día uno de los terneros murió. El granjero dijo a su esposa: “¿Adivina qué? ¡El ternero que juré darle a Dios murió hoy!

Israel no siempre vivió en este estándar; mucho después el Profeta Malaquías reprendió a Israel por ofrecer a Dios sacrificios fuera de lo especificado:Y cuando ofrecéis el animal ciego para el sacrificio, ¿no es malo? Asimismo cuando ofrecéis el cojo o el enfermo, ¿no es malo? Preséntalo, pues, a tu príncipe; ¿acaso se agradará de ti, o le serás acepto? – (Malaquías 1:8)

Yeshua cumplió este estándar perfectamente al ser un sacrificio puro, sin mancha y sin pecado – (Juan 8:29, 8:46, 14:30 y 15:10).

1 Pedro 1:18-19 – “..sabiendo que no fuisteis redimidos de vuestra vana manera de vivir heredada de vuestros padres con cosas perecederas como oro o plata, sino con sangre preciosa, como de un cordero sin tacha y sin mancha, la sangre del Mesías…”


“…Sin defectos…» – Los defectos que descalifican a una ofrenda están estipulados en 22:17-25. El perfecto estado de salud de la ofrenda simboliza que, cuando un judio desea acercarse a Dios, debe hacerlo con todas sus facultades y sin omitir ni reservarse nada. Y a cambio de ello, la Tora promete una vida en la que incluso el dolor y la muerte dejan de causar ansiedad en exceso (Rabí Hirsch)».

vs.3c – «…Lo hará acercar a la entrada del Tabernáculo de Reunión…» – De su voluntad. Mejor, «para que sea grato ante el Señor» (BJ). Debía ofrecerlos «a la puerta del tabernáculo«, y de ese modo sería aceptado ante el Señor. La misma palabra hebrea que aquí se traduce «de su voluntad«, se traduce «aceptado» en el vers. 4.

Los sacrificios se hacen delante la entrada del santuario. Esto nos enseña que Yeshúa fue sacrificado delante de HaShem. Es imposible que el Mesías haya sido colgado detrás del templo, porque no se cumpliría esta profecía. Todos los sacrificios fueron hechos a la entrada del santuario, nunca detrás.

Por lo tanto, quedan descartados tanto la iglesia del santo sepulcro como el jardín de la tumba, como lugares donde ocurrió la crucifixión. Tenía que ser delante de la entrada del Templo, es decir, en una línea recta desde la entrada del templo hacia el altar de la vaca roja, ubicado en el Monte de los Olivos. En esa misma línea, un poco más arriba, fue colgado Yeshúa en un madero, juntamente con dos ladrones.

Posiblemente fue en la misma higuera que Yeshúa había maldecido unos días antes – (Marco 11:21). Adam tomó las hojas de una higuera para cubrir su desnudez y por eso es posible que esa clase de árbol haya sido un instrumento para la redención del hombre.

Es muy probable que el lugar donde estaba ubicado el árbol de la vida fue donde luego se construyó el templo. El árbol de la ciencia probablemente estaba puesto en el Monte de los Olivos, donde murió Yeshúa. En el caso de que fuera así, en el mismo lugar donde el pecado fue introducido en este mundo, fue expiado.

La viga horizontal en la que Yeshúa fue clavado posiblemente fue hecha de cedro, según Levítico 14:4, 6.

De este versículo también aprendemos que un sacrificio sirve como entrada para acercarse a HaShem. El mismo sacrificio es como una puerta, un medio de acercamiento. Por lo tanto tiene el nombre de corbán. Cuando un sacrificio es dado según las normas de la Torá, y con un corazón sincero, gozoso, puro y entregado, siempre produce agrado delante de HaShem. No todas las ofrendas son agradables para él.


“…El oferente deberá demostrar, por sus actitudes, que está haciendo un acto consciente y de introspección y no un acto rutinario; por eso la Toráh le pide que él mismo conduzca el animal hasta la entrada de la Tienda de Reunión y por eso, también deberá hacerlo» de su propia voluntad» y de buen grado. (Basado en Ibn Hezra. Minháh Beluláh)».

“…Ofrendará…» – literalmente, acercará. El término ofrendar puede referirse tanto a la consagración del animal como al servicio de los sacrificios en general. No obstante, puesto que el servicio está descrito más adelante (v.5), el vocablo ofrendar debe referirse en este versículo a la obligación de que un animal consagrado como ofrenda debe ser santificado en su estado inmaculado (Sifrá)».

“…Voluntariamente…» – Nadie puede ser forzado a traer una ofrenda. Por ello, si alguien está jurídicamente obligado a hacerlo, una corte rabínica puede coaccionar a tal persona hasta que exprese la voluntad de allanarse a cumplir esa obligación (Rashí; Sifrá). Rambam (Hiljot Guerushín 2:20) explica ese curso de acción, aparentemente incongruente, mediante el cual alguien puede ser “forzado a querer hacer algo”, sosteniendo que el alma judía, en la intimidad a veces insospechada hasta por el propio hombre, desea hacer el bien pero las influencias y tentaciones externas le obnubilan el buen juicio. Por ello, la coerción aplicada por una corte rabínica no hace sino contrarrestar tales influencias externas, posibilitando que la rectitud innata del alma se exteriorice».

vs.4 – «…Apoyará su mano sobre la cabeza de la víctima…» – Lo que simbolizaba el poner las manos sobre su cabeza es que estaba haciendo una transferencia, se ponía la mano sobre el animal y la persona confesaba sus pecados, y esos pecados eran transferidos simbólicamente al animal y después era sacrificado y en ese momento se cumplía la justicia divina de Dios. Algo muy importante aquí es que la persona tenía que confesar sus pecados. Esto no era para que Dios escuchara tus pecados, pues Dios ya conoce tus pecados. Dios está listo para perdonar nuestros pecados, El ya proveyó el medio, pero Él no puede hacer nada con nuestras escusas. No puede hacer nada con nuestras justificaciones. Pero una vez que tú confiesas tus pecados, y confesar significa es estar de acuerdo con Dios, aceptar que hiciste lo malo y no buscar justificaciones ni culpables sino aceptar tu culpa. Y por ello había que pagar la culpa y era ese animalito quien pagaba el precio en estos sacrificios. Los pecados de la persona eran transferidos al animal.

No era suficiente con que la víctima simplemente muriera. Quien recibía la expiación se tenía que identificar con el sacrificio. De la misma manera, no es suficiente con saber que Yeshua murió por los pecados del mundo, aquel que recibe Su expiación debe “alcanzar” e identificarse a sí mismo con Yeshua haMashiaj.

La imposición de las manos implica principalmente estas tres cosas:

  • Identificación – el animal representa al que impone las manos, son uno.
  • Transmisión – el pecado es transmitido al animal.
  • Reemplazo – el animal muere en lugar del hombre.


“…Apoyará su mano…» – El vocablo puede aludir a la fuerza de la persona. Por consiguiente, a pesar de que el término está en singular, en realidad la persona debe apoyarse con ambas manos con toda su fuerza (Menajot 93a). Y mientras el oferente se apoya, confiesa el pecado o la falencia que le motivó a traer la ofrenda (Rambam, Hlljot Maasé HaKorbanot 3: 13-15)».

“La razón de esta acción es, que a través de ella, el oferente va a establecer un contacto entre la idea del perdón y la acción concreta que conduce hacia ello. De no mediar esta acción concreta, podría ocurrir que la persona transgresora piense que su camino del mal es irreversible. (Basado en Minháh Beluláh)».

vs.4 b – «…y le será acepta para hacer expiación por él…» – La idea detrás de la palabra Hebrea para expiación (Kopar) es ¨cubrir¨. La idea es que cada pecado individualmente es cubierto por la sangre de la víctima del sacrificio.

El animal presentado como sacrificio era considerado como sustituto por el pecador. Debía aceptarse «para expiación suya«, es decir en su lugar. Por cuanto el sustitut era símbolo de Cristo, también debía ser perfecto (cap. 22: 25).

La colocación de la mano del que ofrecía el sacrificio sobre la cabeza de la víctima era parte solemne y esencial del ritual. La palabra samak, «poner«, significa «apoyarse» con el peso del cuerpo. Este acto pues representaba la total dependencia del pecador en su sustituto. Respecto al significado de este rito, los comentadores, antiguos y modernos, entienden que representa la transferencia simbólica a la víctima de los pecados del que ofrece el sacrificio, o la sustitución del pecador por la víctima que así muere en su lugar. «La imposición de las manos sobre la cabeza de la víctima es un rito común por el cual se efectúan la sustitución y la transferencia de lospecados«.

«En todo sacrificio existe la idea de sustitución; la víctima ocupa el lugar del pecador humano»

(Jewish Encyclopedia, art. «Atonement, Day of» [Expiación, Día de la], tomo 2, pág. 286).

Después de haber seguido las indicaciones dadas por Dios, el pecador arrepentido podía estar seguro de que la víctima era aceptada en su lugar. Así también nosotros podemos tener la seguridad de que, al seguir las indicaciones de Dios, podemos ser aceptos en Cristo, nuestro Sustituto, sabiendo que él ocupa nuestro lugar en el altar: lo que, en verdad, ya ha hecho en la cruz. Cristo murió por nosotros, en nuestro lugar, y porque él murió, nosotros viviremos.

Levítico es un libro totalmente acerca de la expiación. La palabra “Kipper” (el realizar una expiación) es utilizada aproximadamente cincuenta veces en Levítico…. Y es usada casi cincuenta veces más que en el resto del A.T.¨ (Harris)

Pero existe una diferencia en la idea de la Expiación del Antiguo testamento a la del Nuevo Testamento. En el Antiguo Testamento el pecado es “cubierto” hasta que la redención fue hecha completa por Yeshua en la cruz. En el Nuevo Testamento el pecado es quitado y realmente la “expiación” fue cumplida por el sacrificio de Yeshua.

Simbólicamente el holocausto habla más de una total rendición ante Dios que del pecado. Esto nos muestra que cuando venimos ante Dios totalmente rendidos debemos estar seguros de haber tratado con el pecado.

El libro de hebreos dice que los sacrificios no quitaban el pecado de las personas, entonces ¿cuál era el propósito de este sacrificio? El que cada una de las personas que hiciera este sacrificio tuvieran fe en un futuro sacrificio que SI iba a quitar ese pecado del mundo. Y estos sacrificios eran como un símbolo temporal hasta que viniere el sacrificio perfecto.

El animal era un símbolo de lo drástico de ese sacrificio para que cuando viniera el Mesías lo pudieran entender mejor y que cuando vieran al Mesías morir entendieran que ESE era el sacrificio de Dios que iba a quitar el pecado del mundo. Ese era el único propósito.

En el año 70 d.C se destruye el templo y a partir de ese momento ya no hay un lugar en el que puedan llevarse a cabo los sacrificios. ¿Por qué Dios habría permitido que en ese año se destruyera el templo, por qué seria? Ya no era necesario.


“El verbo»  כפר» «cappér», que traducimos como «expiar», es usado en el lenguaje bíblico en varias oportunidades con el sentido de «cubrir». En realidad, parece ser que la acción meritoria del hombre hace el efecto de cubrir la mala acción anterior. Con el transcurso del tiempo, este verbo ha pasado a significar expiación, o simplemente, perdón»

vs.5 – «…Luego deberá degollar el becerro ante YHVH…» – Es imposible suponer que una persona normal pudiese sentir placer al clavar el cuchillo en una víctima inocente, aunque esa víctima fuese solamente un animal.

Y, sin embargo, Dios exigía esto del que ofrecía el sacrificio. En épocas posteriores, los sacerdotes degollaban las víctimas, aunque el plan original de Dios había sido que el pecador mismo lo hiciese. Esta experiencia debe haberle resultado penosa y un tanto angustiosa al pecador, porque sabía que era su pecado el que hacía necesaria esa muerte. Debe haberle inculcado la determinación de no pecar más.

En forma vívida veía ante sí los resultados del pecado. No sólo significaba la muerte, sino la muerte de un ser inocente.

¿Qué otro efecto podía tener esta ceremonia sino el de crear en el transgresor el odio por el pecado y la solemne resolución de no tener nada más que ver con él?

La primera lección que Dios deseaba enseñarle a Israel mediante el sistema de sacrificios era que el pecado engendraba muerte. Vez tras vez esta lección fue inculcada en sus corazones. Cada mañana y cada tarde a través de todo el año, se ofrecía un cordero en favor de la nación. Día tras día el pueblo traía sus ofrendas por el pecado y sus holocaustos al santuario. En cada caso un animal era degollado y la sangre aplicada en el lugar designado. En cada ceremonia y en cada servicio estaba claramente impresa la lección: El pecado engendra muerte.

Esta lección es tan necesaria en nuestros tiempos como lo fuera antaño. Algunos creyentes consideran demasiado livianamente el pecado. Piensan que es un aspecto pasajero de la vida que será superado con la madurez. Otros consideran que el pecado es lamentable, pero inevitable. Todos necesitan qu en forma indeleble se les grabe en la mente la lección de que el pecado significa muerte. El NT declara específicamente que «la paga del pecado es muerte» – (Rom. 6: 23), pero muchos no captan la importancia de esta declaración.

El tener un concepto más realista de la inseparable relación entre el pecado y la muerte ayudaría mucho a apreciar y comprender el Evangelio. Para el creyente esto encierra una lección importante. Nosotros éramos los culpables; Cristo no lo era. La contemplación de la cruz en primer lugar nos debiera provocar un sentimiento de culpa, luego una repulsión por el pecado, y finalmente una profunda gratitud a Dios por la salvación que se hace posible por medio de la muerte. Cristo murió por mí. Yo debiera haber muerto, porque yo pequé, y «la paga del pecado es muerte«. Pero Cristo murió por mí; fue al Calvario en mi lugar. ¡Cuán adecuada es esta provisión! ¡Cuán maravilloso el amor!.

Esta es la segunda ocasión que se menciona la frase En la presencia de YHVHen Levíticos; esto ocurre más de 60 ocasiones, más que en ningún otro libro en la Biblia. Lo que ocurre en el libro de Levítico ocurre en la presencia de YHVH y cada sacrificio que se realizaba debía ser hecho en la presencia de YHVH.

!Cómo cambiarían nuestros sacrificios a Dios si tuviésemos el entendimiento que lo hacemos en la presencia de YHVH!

Jeremías 30:21 – «…y él se acercará a mí; porque ¿quién es aquel que se atreve a acercarse a mí? dice YHVH…»

“…Ante Hashem…» – En el Patío del Tabernáculo (Rashi). Del lado norte del Altar (v. 11)».

“…Según las fuentes halájicas, el novillo era inmolado por el mismo oferente. Las razones podrían ser dos: a) Para que el oferente tome conciencia de la actitud que lo promueve a traer un sacrificio, tomando parte activa en la inmolación del mismo. Algún comentaristas alegoristas insinúan que, cuando el oferente inmolaba el animal, él ‘podría llegar a pensar en el dominio eventual de sus instintos animales que tienen que ser controlados y extirpados de su seno. b) Tal vez la intención de la Toráh sea alejar a los cohaním de la inmolación misma del sacrificio, para darles una parte más activa en lo que a expiación se refiere que, en última instancia, era la finalidad perseguida».

vs.5b – «…La rociarán…» – El que ofrecía el sacrificio había concluido su tarea. Había traído su sacrificio, había confesado su pecado y había degollado la víctima. Después de eso comenzaba la ministración de la sangre. Un sacerdote había recibido en una vasija la sangre que manaba del animal degollado. Luego él ministraba con la sangre, rociándola «alrededor sobre el altar» del holocausto. La palabra traducida «rociar» significa literalmente «esparcir«. Se la usa para referirse a la acción de esparcir polvo (Job 2: 12), carbones encendidos (Eze. 10: 2), o agua (Núm. 19: 13), etc.

Según el Talmud, el sacerdote oficiante esparcía la sangre contra el altar en dos lugares: la esquina noreste y la esquina suroeste, de tal modo que pudiese tocar los cuatro lados del altar. Por razones higiénicas es probable que esto se hubiera hecho del lado interior del altar. La porción de la sangre que no se usaba era vertida en la base del altar.

Posteriormente, en el templo de Jerusalén, la sangre sobrante pasaba por un conducto al valle del Cedrón. Dios procuró impresionar en los israelitas el hecho de que el perdón de los pecados sólo puede obtenerse mediante la confesión y la ministración de la sangre. Debían comprender el precio infinito del perdón. Es mucho más que meramente pasar por alto las faltas. A Dios le costó algo el poder perdonar; costó una vida, la vida misma de su propio Hijo.

A algunos les parece innecesaria la muerte de Cristo. Piensan que Dios podría o debería haber perdonado sin el Calvario. No les parece que la cruz sea parte integral o vital de la expiación. Sería provechoso que los cristianos consideraran más el precio de su salvación. El perdón no es cosa sencilla. Mediante el sistema ceremonial, Dios enseñó a Israel que el perdón sólo puede obtenerse por el derramamiento de sangre. Necesitamos aprender esa lección ahora. En el sistema de sacrificios de los israelitas se encuentran los principios fundamentales de la vida santa. El AT es fundamental. La persona que está bien afirmada en sus enseñanzas podrá construir un edificio que no caerá cuando vengan las lluvias y soplen los vientos. Ella estará edificada «sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo» – (Efe. 2: 20).

La sangre del animal representaba la vida del animal (Levíticos 17:11) era rociada en el altar del sacrificio.


“…La sangre del sacrificio era recibida en un utensilio y con el mismo se rociaba la sangre sobre el altar, desde la mitad hacia abajo, por los cuatro rincones. En cuanto al significado de este acto, distinguimos dos corrientes de opinión: en primer lugar, Maimónides, quien explica -documentando profusamente su tesis-que la idea básica de la Toráh es desarraigar las costumbres paganas del seno de los hijos de Israel. En su libro «Guía de los Perplejos» III, 46, él explica minuciosamente cómo los paganos y sus sacerdotes veneraban la sangre de sus sacrificios inmolados. Algunos de ellos ingerían la misma sangre de sus sacrificios, queriendo indicar con ello una comunión total con la deidad pagana o espíritu demoníaco a quien le era ofrecido el sacrificio. Otro grupo, a quienes les causaba repulsa el ingerir la sangre del animal sacrificado, recogían la misma en un utensilio y comían la carne del animal, reunidos en derredor de aquella sangre. Según Maimónides, ellos creían que después de este rito, las deidades o espíritus en cuestión les develarían el futuro. Es por eso que, según esta tesis, la Toráh va a prohibir la veneración de la sangre al modo pagano, insistiendo repetidamente que la sangre del animal inmolado en el altar debía ser arrojada por los mismos cohaním, demostrando con ello la nulidad absoluta de esas perniciosas creencias.

En segundo lugar, la opinión de los alegoristas es que la sangre simboliza el» נפש «, «nefesh», o sea el alma vegetativa. Por lo tanto, la Toráh prescribe que la expiación de los pecados esté relacionada con lo que simboliza al alma vegetativa para demostrar que estamos despojando al alma vegetativa de los instintos sensuales y animales. Al expiar nuestros pecados, a través de esta sangre, ya desligada del cuerpo animal, estaríamos elevando la misma y llevándola al grado de santidad».


“…En todo su derredor…» – Este término implica que debe aplicarse algo de sangre en cada una de las cuatro paredes del Altar. Sin embargo, puesto que la sangre debe ser rociada, no era posible simplemente untarla en línea recta alrededor del Altar, sino que el Cohén aplicaba la sangre en la esquina noreste de manera tal que llegase a las paredes norte y este; y luego repetía el procedimiento en la esquina suroeste (Rashi; Zevajim 53b)».

vs6 – «…Desollará el holocausto…» – Originalmente lo hacía la misma persona que ofrecía el sacrificio, pero más tarde los levitas realizaron esta tarea. En el desierto eran pocos los que participaban en las ceremonias del tabernáculo en comparación con épocas posteriores, en la tierra prometida, cuando centenares y aun miles llegaban a ofrecer sacrificios en un solo día. Los levitas y sacerdotes, ya acostumbrados al ritual, podían desollar el animal más prontamente que la gente común.

No se ofrece todo el animal de en un momento, sino poco a poco, según sus cortes. Esto implica que hay cortes específicos propios del animal. Según el Talmud (Tamid 4:2; Yomá 25b) estos cortes son diez. De la misma manera, cuando hay una entrega total del ser humano, HaShem va reclamando poco a poco de él para que sea consagrado para el uso exclusivo de él.

“…Estos trabajos, según Abarbanel, recaían como obligación sobre el oferente. Abarbanel dice que aún si el oferente de un sacrificio ritual fuere el mismo rey de Israel, éste deberá hacer todos estos trabajos personalmente, con sus propias manos».

“La Torá no especifica quién debe quitar la piel, porque no es necesario que esto sea hecho por Cohanim. Además, la piel misma no es santa y se divide entre los Cohanim que estén de servicio ese día»

“… La [trozará] según sus partes…» – Tal y como está implicado por el término según sus, existe un orden preciso de cómo se debe cortar la ofrenda y en cuántas partes (Rashi). Ese orden se describe en el capítulo 4 del tratado talmúdico Tamid».

vs.7 – «…Pondrán fuego sobre el altar…» – Siempre ardía fuego en un lugar designado sobre el altar de los holocaustos. Era el deber de los sacerdotes asegurarse de que ese fuego nunca se apagara.

Puesto que Dios mismo lo había encendido, era considerado fuego sagrado. Este fuego no debía utilizarse para ningún fin común, ni debía usarse fuego común en los servicios del santuario. Desde este fuego principal, ubicado en el altar de los holocaustos, los sacerdotes encendían los otros fuegos para consumir los sacrificios presentados. De este modo, varios fuegos ardían sobre el altar al mismo tiempo, todos ellos encendidos con el fuego principal. Cuando entraban en el lugar santo para ofrecer incienso, los sacerdotes debían tomar las brasas de este altar para sus incensarios. El fuego que ardía sobre el altar del incienso provenía del altar del holocausto. Es interesante notar que en el ciclo hay un ángel que tiene a su cargo el fuego – (Apoc. 14: 18).

Según el Midrash, el fuego nunca dejó de estar encendido sobre el altar hasta que fue construido el templo en Yerushalayim. Ese fuego había caído del cielo. Cuando el templo de Salomón fue construido cayó fuego de nuevo del cielo sobre el altar. Los sacerdotes mantenían el fuego todo el tiempo. Ese fuego cesó en los días del rey Menashé. Sin embargo, la Torá misma dice aquí que los sacerdotes tienen el mandamiento de poner leña y encender fuego sobre el altar, trayéndolo de lo que era común (Rashí).

El fuego es una clase de energía. Para que un sacrificio sea aceptable tiene que ser dado con gozo, entusiasmo, con un fuego en el corazón, que es el fuego del amor, como está escrito en Cantar de los cantares 8:6-7:

“…Ponme como sello sobre tu corazón, como sello sobre tu brazo, porque fuerte como la muerte es el amor, inexorables como el Sheol, los celos; sus destellos, destellos de fuego, la llama de HaShem. Las muchas aguas no pueden extinguir el amor, ni los ríos lo anegarán; si el hombre diera todos los bienes de su casa por amor, de cierto lo menospreciarían…

Esto nos enseña que Yeshúa murió con gozo y con un fuego de amor en su corazón. Esto también se ve en el Salmo 118:24 que él cantó en el día cuando murió – (Mateo 26:30). Lo mismo pasó con la akedá, atadura, de Yitsjak; tanto Avraham como Yitsjak estaban gozosos en sus corazones en el momento del sacrificio – (Génesis 22). Los sacrificios sólo son aceptadas cuando está el fuego del gozo y el amor en el corazón. Por esto no se podía ofrecer vino sin alcohol en el templo, tenía que ser fermentado, tenía que tener “fuego” – (Números 28:7).


– “En realidad, leemos en Levítico 6:6: «fuego permanente arderá sobre el altar, no habrá de ser apagado». De esto se desprende que nuestro versículo está dando instrucciones acerca de la alimentación del fuego, ya que el fuego ardía permanentemente en el altar. S. R. Hirsch, en su comentario a nuestro versículo, ofrece una interpretación simbólica del mismo, amén de la interpretación objetiva. El nos recuerda que el fuego del altar simboliza la Toráh, ya que la Toráh misma nos ilumina y nos da calor; asimismo, purifica nuestra espiritualidad como el mismo fuego que todo purifica. Citando el Midrásh, él explica que en el altar se entremezclaban dos fuegos: אש הקדש «, «esh hakodesh -un fuego eagrado-> y «אש הדיוט «, «esh hediót» el fuego encendido por el pueblo de Israel. Los cohaním, representando a nuestro pueblo, agregaban ese «אש הדיוט «, «esh hediót», o sea, el fuego aportado por los hombres.

El fuego del altar era mantenido permanentemente por los cohaním, quienes agregaban dos trozos de leña cada mañana y otros dos al atardecer de cada día. En el mundo de los símbolos esto nos indicaría la necesidad de la acción permanente y constante para mantener los valores espirituales de la Toráh. Este significado simbólico del fuego del altar sucede a la enunciación de los detalles del «קרבן עלה», «korbán holáh» -el holocausto que era traído por el oferente y consumido totalmente por el fuego. Asimismo podemos interpretar simbólicamente los versículos 5-7, a saber: la inmolación del animal sacrificado, que simboliza la anulación de los instintos animales, debería ser hecha por el mismo oferente, así como él mismo debería desollar el animal. Esta participación activa lo convertía en actuante y no en espectador del rito y culto. Inspirados por el comentario de Hirsch se nos ocurre pensar que el judío contemporáneo -en el campo de lo religioso a veces no entiende este mensaje y se convierte en espectador pasivo de la vida espiritual. Esto constituye un riesgo ya que el judaísmo requiere con urgencia personas actuantes y no meros espectadores».

vs7b – «…y acomodarán leña sobre el fuego…» – La leña que se usaba en los servicios del santuario era cuidadosamente inspeccionada antes de ponerla sobre el altar. La leña dañada por insectos o comida por gusanos era rechazada. Era tarea de ciertos sacerdotes vigilar para que siempre hubiera leña disponible. Una vez al año se le pedía al pueblo que ayudase a juntar leña para el santuario. Esta tarea debe haberles servido de instrucción; pues al juntar la leña debían examinarla para asegurarse que los sacerdotes la aceptarían. Al hacerlo, deben haber sentido que Dios es santo y que aun en las cosas más pequeñas exige perfección.

No se tiraba la leña sobre el fuego ni se la colocaba de cualquier manera. Se la ponía en forma ordenada. La lección es evidente. Nada de lo que tiene que ver con el servicio de Dios puede hacerse descuidadamente. Todo debe realizarse con cuidado y reverencia.

– “…Y acomodarán… sobre el fuego…» – A pesar de que siempre había un fuego celestial en el Altar (9:24), se les ordenaba a los Cohanim que añadieran fuego de origen profano (Rashi; Sifrá). Por otra parte, nuestro versículo les asign exclusivamente a los Cohanim la responsabilidad de disponer y arreglar los leños en el Altar».


– “»Todas las especies de madera podían ser utilizadas para mantener el fuego del altar, excepto La madera del olivo y la de la vid». Esto último, en opinión de Rab Ahá bar Iahacóv, era: «para proteger la flora de la Tierra de Israel (Ialkút Shimhoní, Vaikrá 1 inciso 443)».


Levítico 1:8-14 – «…Seguidamente, los mismos hijos de Aarón, los sacerdotes, dispondrán los trozos, la cabeza y la grosura sobre la leña que está encima del fuego del Altar, (9) y después de lavar en agua sus entrañas y sus patas, el sacerdote lo dejará consumir todo sobre el Altar. Es un holocausto, un sacrificio ígneo de olor que apacigua a YHVH. (10) Pero si su ofrenda es del rebaño, de corderos o de cabras para holocausto, ofrecerá un macho sin defecto. (11) Lo degollará delante de YHVH sobre el flanco del Altar, al norte, y los hijos de Aarón, los sacerdotes, rociarán la sangre de aquél sobre el Altar, en derredor. (12) Después lo cortará en trozos, los cuales, con su cabeza y su grosura, el sacerdote dispondrá encima de la leña colocada sobre el fuego que hay encima del Altar. (13) Se lavarán en el agua las entrañas y las patas, y el sacerdote lo ofrecerá todo dejándolo consumir sobre el Altar. Él es un holocausto, sacrificio ígneo de olor que apacigua a YHVH. (14) Y si su ofrenda a YHVH consiste en un holocausto de ave, presentará como ofrenda suya unas tórtolas o pichones…»

vs.8 – «…dispondrán los trozos…» – La lección de orden es la misma del vers. 7. Todas las piezas de la víctima debían acomodarse sobre el altar siguiendo la misma disposición que tenían en el animal vivo, encima de la leña que también estaba en orden, Dice el apóstol: «Hágase todo decentemente y con orden»(1 Cor. 14: 40).

Lo primero que se ofrece del animal, a parte de la sangre, es la cabeza. La primera letra del alfabeto hebreo es la alef, que significa “cabeza de toro”, “uno” y “lo primero”. Así que lo primero que se da es la cabeza. La cabeza del toro representa la mente del hombre, que es lo que primero hay que entregar a HaShem para ser quemada, como está escrito en Romanos 12:1-2:

“…Por consiguiente, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es vuestro culto racional (de la cabeza).Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente (en la cabeza), para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto…”


vs.8b – «…y la grosura sobre la leña…» – El sebo es un tipo de grasa que protege las entrañas. Hay tres tipos de grasa en el cuerpo:

El sebo que protege las entrañas es el que se ofrece en el altar. Se coloca encima de la cabeza del toro para cubrir el corte. Según Rashí, es para mostrar respeto hacia el Altísimo.

vs.9 – «…Lavará con agua…» – En armonía con la orden de que ninguna cosa sucia debía ponerse sobre el altar ni usarse en el servicio de Dios, las entrañas y las piernas eran lavadas con agua antes de colocar la víctima sobre el altar. Podría argumentarse que esto era innecesario, puesto que el fuego pronto consumiría el sacrificio y todo lo sucio sería destruido. ¿Para qué, entonces, perder tiempo en lavar las partes del animal?

También este procedimiento debe haber servido para exaltar la santidad de Dios y su aborrecimiento por el desorden y por todo lo que pueda ensuciar. En verdad todas las acciones, todas las ceremonias, servían para repetir la lección de la santidad de la obra de Dios, de la santidad del carácter divino.

vs.9b – «…el sacerdote lo dejará consumir todo sobre el Altar. Es un holocausto, un sacrificio ígneo de olor que apacigua a YHVH…» – El «todo» tenía una excepción. No se quemaba la piel del animal, sino que se daba al sacerdote (cap. 7: 8). No se nos explica el motivo de esta excepción.

Las entrañas y las patas son lavadas en agua y luego quemadas en el fuego del altar. Entonces el sacrificio es agradable para HaShem. No es que el Creador esté disfrutando del sacrificio de un animal inocente que es quemado hasta ser calcinado. Él no es sádico. Tampoco tiene necesidades de los sacrificios, como está escrito en el Salmo 50:7-13:

“…Oye, pueblo mío, y hablaré; Israel, yo testificaré contra ti. Yo soy Dios, tu Dios. No te reprendo por tus sacrificios, ni por tus ofrendas de ascensión, que están continuamente delante de mí. No tomaré novillo de tu casa, ni machos cabríos de tus apriscos. Porque mío es todo animal del bosque, y el ganado sobre mil colinas. Toda ave de los montes conozco, y mío es todo lo que en el campo se mueve. Si yo tuviera hambre, no te lo diría a ti; porque mío es el mundo y todo lo que en él hay. ¿Acaso he de comer carne de toros, o beber sangre de machos cabríos?…”

Él olor grato delante de él no mana del animal cruelmente sacrificado, sino del corazón de la persona que lleva el sacrificio a HaShem. Si el corazón del hombre no está entregado a Él, su sacrificio no es agradable. Por esto está escrito que HaShem miró con agrado a Abel y a su ofrenda. En primer lugar miró al hombre y luego miró a su ofrenda. La ofrenda es una expresión de un corazón que ama.

Por otro lado podemos destacar la ofrenda del Mesías Yeshúa que está simbolizada por todos los sacrificios. Al ver el animal sacrificado de la manera correcta, HaShem se acuerda del sacrificio de su Hijo y, de esta manera, Él se agrada, porque el resultado de ese sacrificio es inmensamente positivo para toda la creación.

Los holocaustos del cap. 1 no eran sacrificios obligatorios, sino voluntarios, presentados porque el que los ofrecía sentía su necesidad de Dios y quería mostrar su aprecio por la bondad del Señor. Al presentar el sacrificio expresaba su amor a Dios y se consagraba a su servicio,

Los holocaustos eran ofrecidos en muchas ocasiones y representaban consagración a Dios y gratitud a él. No tenían por objeto pedir un favor especial, sino que expresaban la gratitud por mercedes ya obtenidas. Se ofrecían en ocasión de la
purificación de un leproso (cap. 14: 19, 20), de la purificación de las mujeres
luego de dar a luz (cap. 12: 6-8), como también por una purificación general
(cap. 15: 15, 30). En muchos casos, una ofrenda por el pecado acompañaba al
holocausto, pero no siempre. Cuando una misma persona presentaba una ofrenda
por el pecado y holocaustos, la ofrenda por el pecado venía primero y era por un pecado o pecados específicos. El holocausto se ofrecía por la pecaminosidad general, sin referencia a ningún pecado en particular.

Los holocaustos tuvieron un lugar destacado en la consagración de Aarón y de
sus hijos – (Exo. 29: 15-25; Lev. 8: 18), como también en su comienzo en el
sacerdocio – (Lev. 9: 12-14). También se los usaba como parte de los votos de
nazareato – (Núm. 6: 13-16). En estos casos representaban la consagración
completa de la persona a Dios. Por medio del holocausto, quien lo ofrecía se
ponía simbólicamente sobre el altar, para consagrar toda su vida al servicio de
Dios.

Los sacrificios eran oraciones hechas carne. Interpretados de este modo, asumen un significado más profundo. Si un creyente es tentado y peca, humildemente confiesa su pecado y pide perdón. El verdadero israelita hacía lo mismo, pero, además presentaba una ofrenda por el pecado cometido. Si también ofrecía un holocausto, al hacerlo estaba diciendo: «Señor, posiblemente haya hecho otras cosas que no te agradan. No me doy cuenta de haberlas hecho, pero por tu misericordia, perdona aquello en lo cual pude haber faltado». Cuando oramos en esta forma, estamos haciendo lo que hacía el israelita al presentar su holocausto.

La exhortación de Pablo en Rom. 12: 1, a presentar el cuerpo «en sacrificio vivo», es una referencia a los antiguos holocaustos. Hemos de estar enteramente dedicados a Dios. Hemos de ser enteramente limpiados. Sólo después de quitar toda la suciedad del holocausto, podía ponérselo sobre el altar, «ofrenda encendida de olor grato para Hashem». Lo mismo ocurre con nosotros.

Todo pecado, toda suciedad de la carne y del espíritu, debe ser quitada antes de ser aptos para el altar – (2 Cor. 7: 1). El holocausto es símbolo de Cristo, quien se entregó total y completamente a Dios, dejándonos un ejemplo que debemos imitar. Enseña una completa santificación, una entera dedicación. Ocupa con propiedad el primer lugar en la lista de sacrificios del libro del Levítico.

Nos dice claramente que el sacrificio para que sea de olor grato a Dios, debe ser una entrega total. Todo debe colocarse sobre el altar; todo debe dedicarse a Dios. Así como el sacrificio debía ser perfecto, así también Cristo es el «cordero sin mancha y sin contaminación«, el que siendo hermoso y santo «nos amó y se
entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante»

(1 Ped. 1: 19; Efe. 5: 2).

El holocausto era grato a Dios porque revelaba el deseo de consagrarse a él, de parte del que presentaba la ofrenda. Al ofrecer su sacrificio, decía en esencia: «Señor, deseo servirte. Me coloco sobre el altar, sin reservarme nada para mí. Acéptame en el Sustituto y por amor de él». Tal actitud agrada a Dios.

Los holocaustos del cap. 1 eran de «olor grato» a Dios porque eran enteramente voluntarios. Los creyentes corren peligro de hacer lo que en sí es bueno y correcto, no por un deseo interior ni por el impulso del amor, sino porque es costumbre o porque se espera que lo hagan. El deber es una gran palabra y debe recibir énfasis; pero no debemos olvidar que el amor es mayor aún y que, bien aplicado, cumple con el deber porque lo incluye. El amor es voluntario, espontáneo, libre; el deber es exigente, obligatorio. Los dos son necesarios en la vida del creyente, y no se debe dar énfasis a uno en detrimento del otro. El deber cumple la ley en todo. El amor también cumple la ley en todo; pero va más lejos. Realiza la segunda milla. Entrega también la capa. «Dios ama al dador alegre» – (2 Cor. 9: 7). Algunas personas quisieran leer «liberal» en vez de «alegre«, lo que tal vez sea también cierto. Pero el texto dice «alegre«. Se refiere a uno que da voluntariamente, a quien no se necesita instar sino que hace alegremente su parte. Esto es agradable a Dios. Este espíritu está simbolizado en el holocausto. Le agradaría a Dios que el espíritu de servicio alegre fuese más común de lo que es. Muchas veces hacemos con resignación, o aun con desgano, lo que debiéramos realizar con anhelo y espíritu alegre. Dios ama al dador alegre: al que gozosamente da su servicio, no sólo su dinero.

Hay tareas que deben realizarse que no son agradables ni placenteras. Dios aprecia que las hagamos para cumplir con nuestro deber, pero se complacería más si las hiciésemos voluntariamente y sin quejas ni murmuraciones. Hay personas que necesitan que se las anime, que se las amoneste, que se las inste y hasta que se les prometa una recompensa para que hagan lo que deberían hacer alegre y voluntariamente (ver Isa. 64: 7; Mal. 1:10). La actitud indiferente y el deseo de obtener una recompensa cansan tanto a los hombres como a Dios. Para los dirigentes, resulta descorazonador amonestar fervientemente y en repetidas ocasiones, para obtener sólo una lánguida respuesta.


– “Rabbí Elihézer Ashquenazí adjudica a esta frase un sentido peculiar y dice: «Cuando la Toráh emplea la expresión «ריח ניחוח», «reáh  nihoah’ -aroma grato–, no lo dice para elevar el valor del sacrificio, más bien, al contrario, nos quiere hacer comprender la insuficiencia del sacrificio. Pues el oferente del sacrificio puede imaginarse que su trasgresión ha sido perdonada por el mero acto ritual, por eso la Toráh le recuerda que esto no es así, ya que el sacrificio no es más que un «aroma grato» indicador de una conducta futura, y que de ninguna manera anula su mala acción. Por ello, la Toráh usa la expresión «aroma grato», queriendo insinuar que, así como un aroma grato es el precursor a distancia de la sustancia que lo expele, también el sacrificio ofrecido puede reflejar una intención por parte de la persona, o sea su predisposición, a partir de este momento, a enmendar su conducta futura, que es en definitiva lo que la Toráh quiere obtener de: la persona. Si no fuera así: «Para qué quiero Yo la multitud de vuestros ‘sacrificios … » (Isaías 1:11) (Sefer Mahaséh Hashém, Sección Bereshít, capitulo 27).

Rabbénu Behayé opina al respecto, que las palabras «aroma grato» quieren decir que la complacencia de D’s se manifiesta, ya que el hombre que ofrece un sacrificio en el altar en nombre de D’s se está alejando de la idolatría. y cuando todos los hombres ofrezcan sus sacrificios en nombre de D’s, el culto idólatra habrá desaparecido de la tierra, que, como dijimos, es la finalidad que la Toráh busca cuando pres’Cribe los sacrificios rituales. Por último, Rabbénu Behayé cita la idea de » אש אוכלת אש «, «esh ojelet esh» -un fuego que consume otro fuego», quiere decir que el fuego del altar consume el fuego del impulso del mal. Este comentarista también ve en el sacrificio ritual el símbolo mismo de nuestros instintos animales que tienen que ser sometidos e incinerados. Por ello, agrega, el fuego del altar nunca podrá apagarse. Parece que la persona necesita fuentes de inspiración y ayuda para aprender a vivir con sus impulsos negativos y dominarlos».


– “ …Hará… que se eleve todo en humo…» – Después de acomodar las partes sobre el fuego, los Cohanim siguen siendo responsables de cuidar la hoguera hasta que la ofrenda sea consumida del todo (Rambári). Muchas versiones traducen el término «eleve» como y hará que se incinere, mas tal acepción pierde el significado esencial del mismo, porque implica que el propósito de la incineración es consumir o destruir los restos de la ofrenda. Con todo, el vocablo hebreo para esa acción es; y este verbo en nuestro versículo sólo es usado en referencia al servicio de los sacrificios. Por ello, nuestra traducción sigue a Radak e Ibn Ezra, quienes lo relacionan con la columna de humo; es decir, el término se relaciona con el propósito de la ofrenda, a saber, que las partes de la misma se eleven hasta Dios como símbolo de las aspiraciones propias del dueño de la ofrenda. Onkelos, por su parte, lo traduce como, alzará, como referencia al proceso de elevar las partes sacrificiales de la ofrenda a lo alto del Altar (Néfesh HaGuer). Rabenu Bejaie deriva el término del arameo, que significa ‘nudo’, relacionándolo así con el concepto de un lazo más estrecho entre Dios y la persona que realizó la ofrenda».


– “ …Una ofrenda de elevación…» – Para que el dueño cumpla con su obligación de hacer la ofrenda, el Cohén que realiza el servicio debe tener en mente que lo hace con tal propósito (Rashi; Sifrá)».

– “ …Una ofrenda ígnea…» – Este término, frecuentemente reiterado, significa que quien degüella una ofrenda debe tener en mente que lo hace con el propósito de ponerla en el fuego del Altar (Rashi; Sifrá)».

– “ …De aroma agradable…» – Cuando finaliza el servicio, la ofrenda que es consumida en el Altar despide un aroma agradable para Dios porque, como l expresaron los Sabios, “Me He pronunciado y se ha hecho Mi voluntad (Rashi; Sifrá). Esta idea fue ejemplificada por la amonestación que le dio el profeta Shmuel al rey Shaúl: “¿Acaso HASHEM desea las ofrendas de elevación y ofrendas de paz como la obediencia a la palabra de Hashem? Pues he aqui que la obediencia es mejor que una ofrenda festiva y obedecerle es preferible a las grasas de carneros” (Shmuel15:22)».

  • Aplicación personal de la ofrenda de ascensión (Ketriel) :

La olá representa la entrega total de nuestras vidas. Le damos todo lo que somos a HaShem. Nos damos a nosotros mismos a Él. No damos en primer lugar lo que tenemos o lo que podamos lograr, sino a nosotros mismos como ofrenda de ascensión, para ser consumidos delante de Él y no tener nada para nosotros mismos. No nos pertenecemos.

En el momento de la entrega somos presentados ante Él, para luego, poco a poco, experimentar la olá, empezando por darle nuestra vida, representada por la sangre.

Después de darle nuestra vida, Él nos va partiendo en trozos. Primero toma nuestra cabeza, nuestra mente, y la quema hasta que no quede nada de lo nuestro. Entonces nuestra oración será “No se haga mi voluntad sino la tuya. Las cosas no son de la manera que yo las entiendo, sino según lo que tú entiendas y según están reveladas en tu Torá.”

El siguiente paso del sacrificio de nuestro ser es cuando es quitado el “sebo”, aquella protección que cubre nuestras entrañas (nuestros motivos, intenciones y sentimientos). De esa manera somos hechos vulnerables. Nuestra insensibilidad hacia lo divino es eliminada. Esto se puede comparar con la circuncisión del corazón, cf. Deuteronomio 10:16. También puede ser comparado con la eliminación del muro de protección de argumentos alrededor de las emociones y la mente de una persona, como está escrito en 2 Corintios 10:3-6:

“…Pues aunque andamos en la carne, no luchamos según la carne; porque las armas de nuestra contienda no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas; destruyendo especulaciones y todo razonamiento altivo que se levanta contra el conocimiento de Dios, y poniendo todo pensamiento en cautiverio a la obediencia del Mesías, y estando preparados para castigar toda desobediencia cuando vuestra obediencia sea completa…”

Este texto nos enseña que toda desobediencia en la sociedad puede ser combatida y destruida por una comunidad que ha tenido la experiencia de la olá, el sacrificio de ascensión, una entrega total, en la cual los argumentos de desobediencia han sido quemados en el fuego divino. El mundo está como está por la falta de obediencia en las comunidades de los hijos de HaShem.

El siguiente paso de la ofrenda de ascensión es que las entrañas y las patas son lavadas en agua, lo cual representa el proceso de purificación por la Torá, como está escrito en Juan 15:3:

“…Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado…”

En Efesios 5:26 está escrito:

“…para santificarla, habiéndola purificado por el lavamiento del agua con la palabra…”

Las entrañas representan los motivos, las emociones, los deseos etc. Las patas representan nuestra conducta, el caminar, nuestro estilo de vida. Nuestros motivos y nuestra conducta tienen que ser purificados por la Torá para poder ser ofrecidos delante de HaShem como un olor agradable. HaShem nunca acepta nuestros deseos sin haberlos purificado por la Torá. Tampoco acepta nuestro estilo de vida sin la purificación por la Palabra. Todo tiene que pasar por una corrección, mediante el proceso del estudio de la Torá dirigido por el Espíritu de HaShem. En las Escrituras, tanto la Torá como el Espíritu son simbolizados por el agua.

En la olá, todo tiene que ser quemado. Esto significa que no puedes dejar nada de tu vida para ti mismo si vas a ser agradable para HaShem. Todo tiene que ser entregado tu Padre celestial, pieza por pieza.

Cuando te presentas a HaShem por primera vez con alegría y con el deseo de servirle y ser su siervo y su amigo, Él recibe tu vida. Te da una vida nueva en lugar de la que tú le entregaste. Esa vida nueva es la vida de resurrección por medio de Yeshúa el Mesías. Luego te va reclamando parte por parte, profundizando la entrega hasta que no quede nada de ti mismo, y sólo dependas de la nueva vida de resurrección que hay en Mashíaj. Cuando hayas llegado a ese nivel de la ofrenda de ascensión estás sintiendo y diciendo que tu vida no significa nada para ti, como está escrito en Hechos 20:24:

“…Pero en ninguna manera estimo mi vida como valiosa para mí mismo, a fin de poder terminar mi carrera y el ministerio que recibí del Señor Yeshúa, para dar testimonio solemnemente de las buenas nuevas de la gracia de Dios…”

En Mateo 10:39 está escrito:

“…El que ha hallado su vida, la perderá; y el que ha perdido su vida por mi causa, la hallará…”

En Lucas 22:42 está escrito:

“…diciendo: Padre, si es tu voluntad, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya…”

vs.10 – «…Del rebaño…» – Si el que presentaba el sacrificio no podía o no deseaba ofrecer un becerro, podía escoger un carnero o un macho de cabrío del rebaño. Esto era aceptado por Dios; pero, cualquiera fuera el animal que escogiese, debía ser macho, y no tener ningún defecto.


– “ Abarbanel comenta que la Tora enumera las tres variedades de ofrendas de elevación -de ganado bovino, de ganado para ovino o caprino y de aves— en párrafos por separado para dar a entender que, si la persona puede asumir el costo de ofrendar un toro, entonces debe hacerlo: y si no, debe o rendar una oveja o un cabrito; mas si no puede ni siquiera esto, debe ofrendar entonces un ave. En tanto la persona sirva a Dios segun su capacidad, se le aprecia su ofrenda y se le recompensa, como lo afirmaron los Sabios «No importa si la persona hace mucho o poco, siempre y cuando su intención sea hacerlo en aras del Cielo (Berajot 5b)».


– “El párrafo anterior está íntegramente relacionado con éste, que se inicia en el versículo 10. De allí que el versículo empiece con una conjunción copulativa que hace de puente y conexión entre ambos pasajes, queriendo indicar que las prescripciones en cuestión para el sacrificio de vacunos, rigen también para los ovinos y viceversa.

Rashi entiende que el lenguaje del versículo: «de los ovinos», «de los corderos», «de las cabras», insinúa exclusiones, o sea, no todos los ovinos, corderos o cabras podrían ser ofrecidos en sacrificio, pues habría que eliminar de esos animales a los viejos, enfermos y deformes. Esta idea ha sido enunciada por primera vez por el profeta Malají: (1:7, 8.) «Acercáis sobre Mi altar sacrificio mancillado. Y si dijereis: ¿Con qué Te hemos mancillado? Cuando decís: La mesa que está ante Adonai es menospreciada! Y cuando ofrecéis sacrificio ciego para inmolar, [no hay mal!, y cuando acercáis sacrificio defectuoso y enfermo, ¡no hay mal! Ofrécelo a tu gobernador, ¿se complacerá contigo, o respetará tu persona? Ha dicho Adonaí Tsebaót». De esto se desprende, que más que el sacrificio en sí, lo que importa es la» כונה «, «cavanáh» -la intención genuina e inequívoca de la persona-o Más tarde, los sabios del Talmud, refiriéndose a la oración, dirán:» רחמה לבא בעי «, «Rahamaná libbá bahé» -D’s Misericordioso pide el corazón del hombre-«, quiere decir, sus sentimientos, los más nobles».

vs.11 – «…Rociarán su sangre…» – El ritual a seguirse era igual al que correspondía cuando se ofrecía un becerro. En este caso no se dice nada de poner la mano sobre la cabeza del animal, pero indudablemente también se realizaba esta parte de la ceremonia. Como ocurría con el becerro, el sacerdote recibía la sangre y la rociaba
alrededor del altar y sobre él (ver com. vers. 5).

vs.11b – «…sobre el flanco del Altar, al norte…» –


– “De acuerdo con el libro de Exodo 26:35, la «מנורה «, «menoráh» -candelabro-, estaba situada en el lado sur, en el recinto del «משכן», «mishcán» -Tabernáculo-, mientras que la mesa con los panes de proposición estaba situada en el lado norte del recinto, frente a la «מנורה «, «menoráh» -candelabro-. 

En el mundo de los símbolos, la mesa con los panes de proposición representaba el aspecto material de la vida del ser humano, mientras lue la «menoráh» -candelabro con su luz, representaba el aspecto espiritual de a vida del ser humano. Como quiera que el sacrificio ritual se hacía para extirpar del hombre -en el lenguaje simbólico-; las pasiones negativas y el impulso del mal, generalmente alentados por el materialismo excesivo de los hombres, la Toráh prescribe que el animal sea inmolado: «Sobre el costado del altar, hacia el norte».

vs.13 – «…Lavará las entrañas…» – Se seguía el mismo ritual empleado con el becerro. El animal era desollado y dividido en partes; se lavaban las piernas y las entrañas. Luego, se llevaban las piezas al altar y se las acomodaba en orden.

vs.14 – «…De aves…» – Las tórtolas y los palominos no eran caros, de modo que aun los pobres podían ofrecer este sacrificio. Debe recordarse que los sacrificios del cap. 1 eran voluntarios. Un corazón rebosante de amor encontraría alguna manera de presentar a Dios una ofrenda, por pequeña que fuese. Tales ofrendas eran tan preciosas a la vista de Dios como las más ostentosas.

Yeshua enseñó esto con claridad cuando dijo que la viuda que había echado dos blancas «echó más que todos» – (Luc. 21: 3, 4). Puesto que la blanca casi no tenía valor adquisitivo, ya que valía sólo una fracción de centavo de dólar, su ofrenda fue realmente pequeña. Pero dio todo lo que tenía. La cantidad que dio no era la verdadera medida de su ofrenda. Lo que le daba valor no era lo que había dado, sino lo que le quedaba.

Según Rashí, la palabra tórtolas, en este caso los machos, se refiere sólo a los adultos y la palabra pichones se refiere sólo a las crías.


– “…De aves…» – Las ofrendas de aves pueden ser de macho o de hembra, y no afecta si poseen defectos. No obstante, el vocablo de [ave], implica que sólo pueden ser ciertas aves, mas no todas. A partir de ello, los Sabios derivaron que no se aceptan aves a las que les falte un miembro completo (Rashi-, Slfrá)».


– “…Tórtolas…palomillas…» – Las tórtolas son aceptables una vez que llegaron a su madurez, mas las palomas son aceptables sólo cuando son jóvenes. En ambas especies, se detecta la madurez por el brillo radiante de las plumas alrededor del cuello. Por consiguiente, se pueden ofrendar tórtolas sólo a partir de que hayan llegado a esa fase de su crecimiento, mas sólo pueden ofrendarse palomas hasta ese punto y no más allá. No obstante, durante el período en el que las plumas cambian, ninguna de estas especies puede ser ofrendada (Rashi; Julín 22a)».


– “Esta es la tercera categoría de sacrificio animal posible. Todos los comentaristas concuerdan en que la intención de la Toráh al prescribir este tipo de sacrificio es facilitar al hombre de medios económicos reducidos, el aspecto espiritual de su vida, ya que él mismo podía traer una tórtola o un palomino y gozar de la atención de los» כהנים «, «cohaním» -sacerdotes-tanto como el hombre que ofrecía un vacuno u ovino. Esta idea ha sido plasmada por los Sabios del Talmud que han dicho: «אחד המרבה ואחד הממעיט ובלבד שיכון את לבו לשמים», «ehád hamarbéh veehád hamamhít ubilbád sheiejavén et libó lashamaim». Tanto el que ofrece profusamente como el que está compulsado a reducir su ofrenda son considerados hombres meritorios, siempre y cuando su intención sea noble. (Berajót 5:B).

En cuanto al simbolismo de estas aves, los Sabios del Midrásh quieren ver en ellas la lealtad y la bondad.

Por otra parte, los Sabios del Midrásh también comparan en repetidas ocasiones al pueblo de Israel con la paloma.

En otro orden de cosas, el profeta Isaías representa el retorno de los exiliados de Israel a la tierra de Israel como: «Palomas volando hacia sus nidos» (Isaías 60:8).

En síntesis, tal vez las tórtolas y los palominos, amén de ser aves que se obtienen con facilidad, que no resultan ser una carga onerosa para  el oferente, pueden simbolizar también valores tales como lealtad y capacidad de retorno, que es la finalidad última que busca la Toráh de parte de la persona».


Levítico 1:15-17 – «…El sacerdote la acercará al Altar, y de una uñada le cortará la cabeza, la cual dejará consumir sobre el Altar. Después exprimirá su sangre sobre la pared del Altar, (16) le quitará el buche y el plumaje, y lo arrojará a un lado del Altar, al oriente, en el lugar de la ceniza. (17) Hendirá luego la avecilla por entre sus alas, pero no la dividirá, y el sacerdote dejará que se consuma sobre el Altar, encima de la leña, sobre el fuego. Es un holocausto, sacrificio ígneo de olor que apacigua a YHVH…»

vs.15 – «…El sacerdote la acercará…» – Comúnmente el que ofrecía el sacrificio debía matar el animal. Pero en el caso de sacrificarse un ave, había tan poca sangre que era necesario que el sacerdote mismo la matara para que pudiese tocar rápidamente el altar con la sangre de la víctima.

Dios no aceptaba cualquier tipo de ave, El aceptaba tórtolas o palominos como sacrificio. El hecho que Dios aceptara becerros, ovejas, cabras o aves nos muestra que Dios estaba más interesado en el corazón que en el animal que era ofrendado. Si el sacrificio estaba hecho con el corazón correcto, Dios aceptaba el ave del hombre pobre mucho mejor que el becerro del hombre rico.

Al mismo tiempo, el sacrificio tenía que corresponder con lo que uno pudiera dar. Era incorrecto que un hombre rico solo ofrendara un ave como un holocausto. De esta manera, cuando Dios hizo Su ofrenda por el pecado El dio lo más costoso que Él pudo dar: a Sí Mismo.


– “…Seccionará…» – Esto se refiere al método de degüello que el Cohén realiza con la uña en vez de con una cuchilla, y es empleado exclusivamente para ofrendas aviarias. Mas aparte de los degüellos sacrificiales para la expiación de pecados, las aves degolladas por este método no son kasher para la alimentación».

vs.15b – «…la cual dejará consumir sobre el Altar…» – Todo el servicio debía ser realizado encima del Altar, en su esquina sureste –(Zevajlm 64b).


– “A diferencia del sacrificio vacuno y ovino, cuya sangre era rociada en derredor del altar, la sangre de la tórtola o del palomino era exprimida sobre la pared del altar. Según el comentarista, Alshej, este hecho está representando en realidad al hombre económicamente pobre, que no posee casi nada y por eso, alegóricamente, la sangre exprimida sobre la pared del altar está simbolizando «la sangre del pobre exprimida por su gran preocupación en las paredes de su corazón, cuando piensa en su pobreza».

vs.16 – «…El buche y las plumas…» – Eran echados sobre el montón de las cenizas, pues si se quemaban, hubiera producido un olor desagradable.

Aquí vemos que todo se quemaba. ¿Por qué? Pues porque era una ofrenda de consagración, lo que estaba simbolizando era la completa consagración, tanto del sacrificio como de la persona. Quería decir que la persona se estaba consagrando completamente a Dios; no se podía quedar con nada. Y esto tiene un mensaje muy importante para nuestras vidas.

Yeshua dijo: -Aquel que quiera ganar su vida la perderá, y el que la pierda por causa de mí la hallará.

Pablo dijo:-Todo lo tengo por basura, todo lo quiero entregar para vivir consagrado plenamente entregado a Él. Esta es una ofrenda de consagración. Y a veces nos cuesta tanto consagrarlo a Él.

Le negociamos entregar esto y esto no, pero si Él se entregó todo talmente…

¿No es digno de El entregar todo nuestro cuerpo, nuestro culto a Él? ¿No les parece inteligente consagrarnos completamente para El?


– “…El buche y sus plumas…» – El buche no es aceptable para ser ofrendado en el Altar debido a que, a diferencia de animales cuyo pastoreo puede ser controlado por medio de cercados, las aves vuelan libremente y comen lo que encuentran sin consideración por la propiedad ajena. [La implicancia es que, como la comida en el buche no ha sido digerida del todo, esta es considerada como “robada”.] No es apropiado que se incinere en el Altar comida “robada”. Sin embargo, las ofrendas de animales no presentan tal problema y sus entrañas sí pueden ser ofrendadas en el
Altar (Rashi)».


– “Cuando se sacrificaba un animal vacuno u ovino como holocausto, todo el cuerpo era consumido por el fuego del altar, aun las entrañas del animal. Pero, cuando lo sacrificado era un ave, el buche era arrojado fuera del altar. Los Sabios del Midrásh, en la sección Vaikrá Rabbá, parasháh 3, interpretan este hecho diciendo que eso se debe a que el animal doméstico es alimentado por comida que le proporciona su amo, mientras que el ave come alimento ‘que obtiene donde lo pueda hallar, aunque este fuera «hurtado». Por lo tanto, la Toráh parece indicar que hay que rechazar todo tipo de hurto que después quiera ser camuflado mediante una religiosidad aparente, acompañada con devoción ritual. Esa actitud tiene que ser arrojada y alejada de entre nosotros. La misma Toráh legislará más tarde la prohibición de recibir donativos de procedencia degradante, para la «Casa de Adonai» (Véase Deuteronomio 23:19).


– “…Hacia el área de las cenizas…» – Se retiraban las cenizas del Altar todas las mañanas y se las colocaba en el piso del Patio, al este de la rampa que conducía al Altar (véase 6:3). Y era allí donde también se dejaban las cenizas del Altar interior y de la Menorá, las cuales eran absorbidas milagrosamente por el mismo suelo (Rashi; loma 21b)».

Por último, el profeta Jeremías, refiriéndose a los bienes mal habidos, dice: «… El que hace riqueza, mas no con justicia, en la mitad de sus días la abandonará, y en su final, él será hombre vil». (Jeremías 17:1])».

vs.17 – «…De olor grato…» – Las aves eran demasiado pequeñas como para partirlas, demasiado pequeñas como para rociar la sangre, como se hacía en el caso de las otras ofrendas, demasiado pequeñas como para ponerles la mano encima (ver com. vers. 4); pero de todos modos constituían un olor grato a YHVH. El que presentaba el sacrificio no tenía casi parte en el ritual; sólo traía el ave. El sacerdote hacía todo lo demás. Y aun así, el que presentaba el sacrificio había hecho lo que podía, y esto era agradable y aceptable ante Dios.


– “…Y la destazará…» – El Cohén agarraba, sólo con las manos, el ave y sus alas, y la torcía hacia atrás hasta que quebraba su dorso y columna vertebral, aunque su piel y su plumaje la hacían mantenerse aún entera. Era entonces que toda el ave era consumida en humo en el Altar».


– “…Con su plumaje…» – A pesar de que difícilmente haya un olor más desagradable que el de plumas que se queman, a las aves no se les quita el plumaje antes de que sean incineradas en el Altar. Cabe preguntar entonces, por qué se dejaban las plumas. La razón es que las aves solían ser ofrecidas sólo por gente pobre, quienes no podían solventar sino esta clase de ofrenda, y si se le quitase el plumaje al ave, lo que quedaría de esta sería tan mísero que representaría una humillación para la persona pobre que la ofreció. Por eso, era mejor soportar el olor con tal de que se enalteciese el Altar con ofrendas de los pobres (Rashi)».

– “…De aroma agradable…» – Realmente es asombroso que, en lo que a sacrificios se refiere, tanto el aroma de un gran animal como el de una diminuta ave son descritos de idéntica manera como de aroma agradable. Esto efectivamente ilustra el principio señalado en el sentido de que lo que le importa a Dios no es si se ofrece mucho o poco, siempre y cuando el corazón del oferente esté sinceramente
dirigido hacia el Cielo (Rashí)».


– “Si comparamos esto con las indicaciones vigentes para el sacrificio de un animal, notaremos que el ave era consumida por el fuego del altar con todo su plumaje, a diferencia del animal, que tenía que ser desollado y su cuero separado. Según Rahi, esto se hacía para que el oferente, que era un hombre pobre, no se sintiera incómodo, ante la pequeñez «física» de su sacrificio, ya que una vez desplumada la tórtola o el palomino, la ofrenda se reduciría notablemente. Una vez más, la Toráh nos enseña a tener sensibilidad para todo tipo de persona»


En Levítico 7:37 hay un resumen de los seis diferentes sacrificios que aparecen en los siete primeros capítulos del libro, según está escrito:

“Esta es la Torá de la ofrenda de ascensión, de la oblación, de la ofrenda de pecado, de la ofrenda de culpa, de las ofrendas de consagración y del sacrificio de las ofrendas de paz”

  1. Olá – Ofrenda de ascensión, Levítico 1:1-17; 6:8-13 (6:1-6 heb.).
  2. Minjá – Oblación, Levítico 2:1-16; 6:14-18 (4:7-11 heb.).
  3. Jatat – (Sacrifico) de pecado, Levítico 4:1 – 5:13; 6:24-30 (6:17-23 heb.).
  4. Asham – (Sacrificio) de culpa, Levítico 5:14 – 6:7 (5:26 heb.); 7:1-10.
  5. Miluim – (Ofrendas) de consagración (plenitudes), Éxodo 29:1-37; Levítico 6:19-23 (6:12-16 heb.).
  6. Shlamim – (Ofrendas) de paz, Levítico 3:1-17; 7:11-36.

La olá y la minjá son “hermanos” y el jatat y el asham son “hermanos”. Cuando hablamos de hermanos es porque son ofrendados por motivos muy similares y se parecen entre ellos.


(Pulse aquí para ver mas comentarios del libro de Levítico)

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Un comentario

  1. shalom mis amados hermanos, la verdad son muy completos sus estudios y quisiera obtener un permiso para poder enseñar sobre los tantos temas que comparten, soos una Qehilah naciente en la ciudad de bucaramanga Colombia, conocida como Amishalom. atte: Pastor Jose calzadilla. gracias de antemano. Adonai tzevaot les guarde

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