Levítico 12 – Leyes de impureza

  • Las leyes de impureza ritual en seres humanos:

Después de tratar el tema de las leyes de turna que resultade tocar animales muertos, la Torá aborda el área de la tumá derivada de seres humanos (caps. 12-15). El primer tema
que se analiza es el de una mujer que da a luz, debido a que representa el principio de la vida y por ende el comienzo de los procesos de tumá (Ibn Ezra a v. 2).

  • El parto y la posterior purificación:

La creación de un ser humano es el fenómeno más sublime del universo pues, al traerlo al mundo, el hombre y la mujer se asocian con Dios, que infunde de alma a su simiente. Mas esta nueva vida empieza con la impronta, de la tumá (impureza ritual) para enseñar que la vida sin más no es suficiente, que esta debe ser un instrumento en el servicio a Dios; de lo contrario, carece de valor.

Por ello, después de este periodo de impureza, la nueva madre inicia su proceso de purificación, el que culmina trayendo una ofrenda. Antes de traerla, ella debe purificarse de su contaminación; sin embargo, incluso después de esto aún no puede consumir carne sacrificial o terumá, debido a que la sola ausencia de impureza ritual no representa el cumplimiento cabal del objetivo del ser humano en esta área. Vemos, pues, que el ser humano debe aspirar a algo más que solamente eliminar lo negativo, tratando asimismo de hacer logros positivos. Es decir, la persona no se purifica del todo sino hasta que haya llegado a la morada de la Presencia de Dios con una ofrenda que representa expiación por el pasado y dedicación al futuro.

En nuestros días, la costumbre es que tan pronto como la nueva madre se siente lo suficientemente bien como para poder salir de casa, va a la congregación y oye la Kedushá o una parte análoga del servicio. Y es asimismo costumbre que después de los cuarenta u ochenta días, cuando incurriría en la obligación de hacer una ofrenda (véase más adelante), su esposo es llamado a la Torá, lo cual es una representación simbólica de las ofrendas descritas en este capítulo.

Estas ofrendas y rituales simbolizan que el nacimiento es el punto de partida en un camino que los padres tienen el privilegio de transitar en forma continua, para criar al recién nacido hacia una vida de dedicación y santidad que permita a Dios decirle tanto al niño como a los padres: “Ustedes cumplen con el propósito de la creación toda”


Levítico 12:1-4 – «… (1) Habló YHVH a Moisés, diciendo: (2) Habla a los hijos de Israel diciendo: Si una mujer queda encinta y tiene varón, será impura por siete días; quedará impura como en los días de su menstruación. (3) Y al octavo día será circuncidada la carne del prepucio de su hijo. (4) Y ella permanecerá treinta y tres días en la purificación de su sangre, no tocará nada que sea santo, ni irá al santuario hasta que sean cumplidos los días de su purificación…»

vs.2 – «…y tenga varón…» – Este era el deseo de toda mujer israelita, porque el Mesías había de ser de la «simiente» de la «mujer» – (Gén. 3: 15). Los días de su menstruación. La ley sobre esto aparece en el cap. 15: 19-33.

No es lo mismo concebir que dar a luz. La concepción ocurre normalmente 38 semanas antes de un parto normal. El momento de la concepción influirá en el futuro del niño. Si los padres están teniendo su relación íntima en santidad y pureza, el niño es engendrado en santidad y pureza. Si alguno de los padres tienen lascivia sexual, ese espíritu puede ser transmitido al feto en el momento de la concepción y en el futuro es muy probable que ese niño tenga problemas para dominar sus deseos sexuales. Por esto está escrito en 1 Tesalonicenses 4:3-5:

“…Porque esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación; es decir, que os abstengáis de inmoralidad sexual; que cada uno de vosotros sepa cómo poseer su propio vaso en santificación y honor, no en pasión de concupiscencia, como los gentiles que no conocen a Dios…”

La palabra “vaso” es una referencia al cuerpo. En este caso probablemente se refiere al cuerpo de la esposa. Es importante tratar a la esposa con santidad y honor, sin lascivia sexual como los paganos que no saben dominar sus instintos más bajos.

La palabra “concupiscencia” en este contexto no tiene que ver con el instinto natural sexual puro que crea excitación. Es algo que Dios ha puesto en el hombre y que es un ingrediente importante en una vida íntima normal dentro de los marcos que están permitidos según la Torá, es decir dentro del pacto matrimonial. La Torá no está en contra del disfrute en la vida, sino nos anima a disfrutar de lo que Dios ha creado y que tenemos derecho de obtener dentro de las leyes que él ha establecido, como está escrito en 1 Timoteo 6:17b:

«…Dios, el cual nos da abundantemente todas las cosas para que las disfrutemos…»

En Proverbios 5:15-19 está escrito:

«…Bebe agua de tu cisterna y agua fresca de tu pozo. ¿Se derramarán por fuera tus manantiales, tus arroyos de aguas por las calles? Sean para ti solo, y no para los extraños contigo. Sea bendita tu fuente, y regocíjate con la mujer de tu juventud, amante cierva y graciosa gacela; que sus senos te satisfagan en todo tiempo, su amor te embriague para siempre…»

Aquí El Eterno anima al hombre a gozarse de la mujer de su juventud, satisfacerse de sus senos y siempre embriagarse de su amor. No hay nada impuro o profano en el gozo sexual y la “embriaguez” en una vida sexual normal dentro del marco del pacto matrimonial, no es solamente para obtener hijos, sino para poder obtener los buenos dones de esta vida que Dios da a sus criaturas amadas.

En Cantar de los Cantares 4:16 – 5:1 está escrito:

«…Despierta, viento del norte, y ven, viento del sur; haced que mi huerto exhale fragancia, que se esparzan sus aromas. Entre mi amado en su huerto y coma sus mejores frutas. He entrado en mi huerto, hermana mía, esposa mía; he recogido mi mirra con mi bálsamo. He comido mi panal y mi miel; he bebido mi vino y mi leche. Comed, amigos; bebed y embriagaos, oh amados…»

Este texto expresa una oración de la esposa para que el viento del norte y del sur soplen en su huerto que simboliza su cuerpo. Luego termina el versículo 1 con algunas palabras que parecen venir directamente del Eterno en el cielo que es un testigo presente en la relación íntima entre los esposos. Los llama sus amigos y les anima a comer, beber y emborracharse del amor.

Estos son algunos ejemplos que muestran cuán positivamente El Eterno considera una vida sexual sana dentro del matrimonio. Cuando hablamos de lujuria, o lascivia, tiene que ver con una perversión del amor, o más bien, no tiene nada que ver con amor, sino con deseos egoístas. El amor el lo contrario de lujuria. El amor se entrega y recibe de manera desinteresada. Lujuria es un deseo egoísta que sólo busca satisfacer sus propias demandas independientemente de lo que el otro piense o sienta. Lujuria y deseo no es lo mismo. Lujuria e instinto sexual no es lo mismo. La lujuria es un instinto sexual pervertido y contaminado, un apetito enfermizo que se aprovecha a sí mismo para llenar un abismo sin fondo que nunca será satisfecho. El amor está agradecido si recibe poco o mucho. La lujuria nunca será satisfecha – (Judas 16).

En Colosenses 3:5 está escrito:

«…Por tanto, considerad los miembros de vuestro cuerpo terrenal como muertos a la fornicación, la impureza, las pasiones, los malos deseos y la avaricia, que es idolatría…»

En Tito 3:3 está escrito:

«…Porque nosotros también en otro tiempo éramos necios, desobedientes, extraviados, esclavos de deleites y placeres diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles y odiándonos unos a otros…»

Cuando hablamos de que los niños son dañados si son producidos por medio de lujuria se trata del tipo de lujuria que tiene su origen en la naturaleza mala – (Juan 8:44). Para una persona no espiritual puede ser difícil diferenciar entre una “borrachera” pura y una lujuria impura, pero si uno está consciente de que el Eterno está presente y observa cuando hay una relación íntima y si uno podrá alabarle por lo bueno que se podrá experimentar juntos, uno puede estar seguro de que la lujuria carnal no tiene dominio. Si uno quiere esconderse del Eterno y desconectarle para entregarse a sus deseos sexuales impuros, uno puede estar seguro de estar dirigido por lujuria. Una manera buena es orar a El Eterno antes de una relación íntima y darle gracias después por todo lo bueno que uno recibe. Entonces uno cumple la palabra en Colosenses 3:17 que dice:

«…Y todo lo que hacéis, de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Yeshúa…»

Si Dios no puede estar presente en la vida íntima es una señal de que es impura. Si hay una vida íntima en pureza y entrega el Espíritu del Padre siempre estará presente diciendo: “Comed, bebed y embriagaos”.

Después del parto de un hijo varón, la mujer queda en un estado de impureza ritual, en hebreo tamé, como en el tiempo de su menstruación.

La palabra hebrea que ha sido traducida como “menstruación es nidá, que significa “impureza”, “menstruación”, y viene de la raíz nadad, que significa “vagar”, “errar”, “huir”, “alejarse”, “mover”. La idea es que el tiempo de la nidá es un tiempo cuando la mujer se aleja de su marido para sanarse de su herida interna.

Según la Torá, este periodo es de siete días – (Levítico 15:19). Después del periodo de nidá, ella se sumerge en aguas purificadoras para poder unirse de nuevo a su marido.

En el caso del nacimiento de un varón, la madre se queda en un estado de nidá durante los primeros siete días después del parto. El día del parto es contado como el primer día, aunque sólo quedara una hora o menos hasta la caída del sol. Al final del séptimo día se sumerge en una mikvé para purificarse. Según la enseñanza farisea, luego podrá unirse con su marido. Los saduceos y los caraítas no están de acuerdo con la interpretación farisea, y enseña que ella no podrá unirse a su marido hasta después de los restantes 33 días.

 – “…En el capítulo anterior, habíamos visto cómo la Toráh nos prescribió leyes concernientes a la ti  טומאה, «tumáh» -impurificación- provenientes de animales y aves, ya sea al comerlos, tocarlos o transportarlos. Por eso la Toráh ahora nos hablará de la ti טומאה, «tumáh» – impurificación- del hombre en su vida y en su muerte.

«Así como cuando el mundo fue creado, el ser humano lo fue en último término, asimismo la ley concerniente a su pureza o impureza también ha sido enunciada siguiendo ese orden». Sirvan estas palabras de Rabbi Simlai como introducción a los capítulos que sucederán. Rambán, en su introducción al libro Levítico, nos había explicado que casi todo este libro está dedicado temáticamente a preservar la sacralidad del Santuario, y en realidad vemos que todas las leyes concernientes a » טומאה וטהרה «, «Tumáh vetaharáh» -impurificación y pureza – Poseen un carácter ritual. Lo importante era que la persona en estado de «טומאה’,,», «tumáh» -impurificación- tenía que mantenerse lejos de toda cosa sacra y por sobre todo, lejos del Santuario.

Los conceptos de «קדושה וטהרה», «kedusháh vetaharáh» -santidad y purezaa- parecen en muchas oportunidades como sinónimos, como quedará demostrado en los próximos capítulos.

Los grandes exégetas de Israel coinciden en que los conceptos de » טומאה וטהרה «, «tumáh vetaharáh» -impurificación y pureza- no son conceptos de carácter médico, sino más bien conceptos de carácter moral y en relación con la idea de lo sagrado…»

 – “ …Cuando engendraré…» – Traducimos» כי תזריע», «qui tazríah» como «engendrare», aunque en rigor la palabra deriva de» זרע «, «zerah», que quiere decir «semilla». Los exégetas concluyen de aquí, que este verbo hace referencia no solamente a un nacimiento normal, sino que afecta también a aquella mujer que no hubiera concluido felizmente su embarazo.

 – “ … quedará impura como en los días de su menstruación…» – Esto incluye la prohibición rigurosa de cohabitación (Véase: Levítico 15:24 y 18:19).

 – “ …Como en el caso de la dolencia de su separación. Después de dar a luz, la mujer se hace tamé bajo las mismas reglas que las de una menstruante (el término nidá denota literalmente a una persona que está “separada”). Le están vedadas las relaciones conyugales y no puede tocar nada que deba permanecer en estado de pureza ritual, como la carne de ofrendas. Rambán explica que dolencia, se refiere a las molestias que comúnmente se sienten al principio de ese estado».

vs.3 – «…Se circuncidará…» – Esto se hacía en reconocimiento de la relación del pacto, y simbólicamente hacía que el niño fuese incorporado al pacto. Este rito fue practicado por primera vez en el caso de Isaac (Gén. 17: 10, 11; 21: 4), el hijo de la promesa (Gál. 4: 23), como señal del cumplimiento de la promesa del pacto que implicaba su nacimiento.

La circuncisión se hace el mismo día de la semana que el nacimiento. Si nació en shabat, es circuncidado el siguiente shabat. Si nació el tercer día de la semana, martes, es circuncidado el tercer día de la semana siguiente. La circuncisión es la señal del pacto entre Dios y toda la descendencia de Avraham, como está escrito en Génesis 17:11-13:

“…Seréis circuncidados en la carne de vuestro prepucio, y esto será la señal de mi pacto con vosotros. A la edad de ocho días será circuncidado entre vosotros todo varón por vuestras generaciones; asimismo el siervo nacido en tu casa, o que sea comprado con dinero a cualquier extranjero, que no sea de tu descendencia. Ciertamente ha de ser circuncidado el siervo nacido en tu casa o el comprado con tu dinero…»

Ahora HaShem, por medio de Moshé, está reafirmando el pacto que fue dado a los patriarcas, como está escrito en Juan 7:22:

“…Por eso Moshé os ha dado la circuncisión (no porque sea de Moshé, sino de los padres), y en el shabat circuncidáis al hombre…”

La circuncisión no viene del tiempo de Moshé sino de los patriarcas. Moshé no podía anular nada de lo que había sido establecido anteriormente.

Biológicamente hablando, el octavo día es el mejor momento para circuncidar al hombre. Es el día cuando la coagulación de su sangre es más eficaz que ningún otro momento de su vida. Además, antes de ser introducido a la circuncisión, cada varón habrá experimentado, por lo menos, un shabat. Si un niño judío no es circuncidado, se rompe la seál del pacto con Avraham. Para ser judío según el judaismo de hoy hay que estar circuncidado en la carne.

El varón ha sido llamado a servir a Dios de una manera diferente a la mujer. Por lo tanto es importante que el hijo varón sea introducido en el culto delante de HaShem cuanto antes. Por la circuncisión será marcada en su cuerpo la señal de la responsabilidad de presentarse ante Dios durante toda su vida, como está escrito en Éxodo 23:17: “…tres veces al año se presentará todo varón…”

 – “ … La mitsváh de la circuncisión ha sido enunciada por primera vez en Génesis 17. Transcribimos aquí nuestra nota al respecto:

En la tradición judía, la circuncisión en nombre de la Toráh, es llamada «Ot Berít-Kódesh» conceptos significan: el signo del Pacto para la consagración.

Es por eso que en el mismo momento de efectuar el «Berít Miláh» rogamos a D’s que así como el ecién nacido ha ingresado al Pacto quiera D’s ayudarle a ingresar a la consagración matrimonial y al mundo de las mitzvot y de las buenas acciones. Lo que quiere decir que el judaísmo no concibe la circuncisión que no conduce a una vida consagrada totalmente a Él.

Del nacimiento de este signo del Pacto tratan los dos versículos que siguen.

Si bien en la categorización de las mitsvot, la mitsváh de la miláh pertenece a la categoría de «חוקים » – Hukim, mitsvót cuya razón no está explícita en la Toráh (Véase Levítico 12,3), nuestro capítulo presenta a esta mitsváh como «אות ברית » Ot-Berít o sea el signo y el Pacto.

Parece decir el texto que, siendo el Pacto concertado entre D’s y Abrahám una idea, un compromiso contraído por éste, debe ser simbolizado en nuestro mismo cuerpo para demostrar que las ideas deben estar acompañadas de acciones; el Pacto tiene que ser tangible y el mismo marcará el órgano de nuestro cuerpo por el cual somos progenitores de nuestros hijos, quiere decir: las futuras generaciones, la continuidad del pueblo del pacto.

Por otra parte, la circuncisión משכן ,Miláhsin la idea de» ברית «-Berít- pierde su carácter esencial. Acciones y hechos que no tienen una raíz ideológica parecen ser actos mecánicos.

No es esto» אות ברית «-el signo del Pacto para la consagración de nuestras vidas.

Cabe resaltar que Mitsvát Miláh» מילה»‘o es una de las mitsvot que la Literatura Rabínica denomina como:»מצוה שישאל מסרו את עצמם » -Precepto por el cual el pueblo de Israel ha llegado a poner en peligro su misma vida-o Seguramente esto hace alusión a las persecuciones del período greco-romano que quiso abolir preceptos principales del pueblo judío a saber: la miláh «מילה», la hupáh «חופה» y el estudio de la Toráh. El Talmud abunda en episodios dramáticos que ilustran cómo el pueblo de Israel conducido por sus sabios, conjuró el peligro de su extinción espiritual aferrándose, especialmente, a estos tres preceptos cardinales.

Los sabios del Talmud sintetizaron esa situación utilizando el versículo del profeta Iehezkel (16:6) que dice: «Pasé cerca de tí Y te ví -envuelta en tu sangre –Congregación de Israel y te dije: en tu sangre habrás de vivir».

De acuerdo a los sabios del Talmud la primera alusión a sangre del versículo es la sangre derramada por los enemigos de Israel para abolir el «ברית מילה «berít miláha lo que Adonai responde» בדמיך «, «en tu sangre (término enunciado por segunda vez) habrás de vivir», haciendo alusión a las gotas de sangre que brotan cuando se efectúa el «berit»,

El desafío del pueblo de Israel es responder al pedido del versículo 7 que dice: «Y estableceré Mi Pacto entre Yo y Tú y tu descendencia en pos de tí por sus generaciones, por Pacto Eterno. Para ser para tí por D’s y para tu descendencia en pos de tí». El hombre judío que viola este precepto trunca su pertenencia a la nación. En las palabras del versículo 14: «Mas el incircunciso varón -que no circuncidare la carne de su prepucio, será truncada ese alma de entre sus congéneres, pues Mi Pacto abolió.»

El hombre judío, o es «כורת ברית » concierta el Pacto-o es » כורת את נפשו » – trunca su persona, en la metáfora del árbol que es el judaísmo, dañando una de sus ramas.

 – «…En el día octavo…» – Aunque este día fuere Shabbát o Iom Quippúr, siempre y cuando el varón hubiere nacido de día y no si hubiere nacido cuando fenece el día.

Según Rabbi Shimhón Ben Iohai, la Toráh estableció que la circuncisión del recién nacido se haga el octavo día para permitir a la madre participar y regocijarse con este evento, ya que durante los siete días anteriores la madre estaba afectada por la ley enunciada en el versículo anterior. (T. B. Niddah 31:B).

 – «…En el octavo día…» Aunque el mandamiento de la circuncisión ya había sido impartido (Bereshit 17:10-14), se repite en este contexto debido a las nuevas leyes mencionadas en este versículo: que la milá se realiza únicamente de día, puesto que la Tora especifica en el… día (Sifrá) y, puesto que la Tora estipula que un niño debe ser circuncidado en el octavo día, este procedimiento debe realizarse incluso si ese día coincide con Shabat -a menos que, por supuesto, ello deba postergarse en aras de la salud del niño (Shabat 132a)».

vs.4 – «… Y ella permanecerá treinta y tres días en la purificación de su sangre …» – Los primeros seis días después del parto eran críticos para la madre y a menudo se producía considerable pérdida de sangre. Se suponía que después de una semana la crisis habría pasado. Durante otros 33 días la madre no debía llegar hasta el santuario ni participar de ninguna ceremonia religiosa. No debía asistir a ninguna reunión pública. Era la madre y no la criatura, la que era considerada inmunda.

Aunque se haya purificado por medio de la mikvé al final de los siete días, ella no quedará purificada a la caída del sol ese mismo día sino a la caída del sol del día 40, si ha dado a luz un varón. A partir del día 41 podrá entrar en el templo y tocar y comer cosas consagradas.

Aquí aprendemos cuáles son las dos prohibiciones en cuanto a una persona tamé: no le es permitido tocar o comer de las cosas consagradas, como la terumá o sacrificios de paz. Tampoco podrá entrar en el santuario. No se puede comer del cordero de Pesaj en Yerushalayim en el estado de tamé.

Este texto enseña que aunque haya más derramamiento de sangre durante los 33 últimos días de su purificación, no hará falta añadir más tiempo a los 40 días totales. Aquí no aplica la misma ley que para la menstruación, cuando se añaden siete días más, en el caso de que haya flujo de sangre fuera del tiempo de la semana de nidá. Cuando lleguemos al capítulo 15 vamos a ver más detalles sobre esto.

 – «…Durante treinta y tres días…» – Después de los primeros siete días, la mujer se sumerge para deshacerse de la impureza ritual de nidá, a partir de lo cual entra en una nueva fase que dura los próximos treinta y tres días. Así pues, hay un período de cuarenta días compuesto de los siete posteriores al parto y los treinta y tres subsiguientes, en los que permanece por lo menos parcialmente en estado de impureza ritual -como sera explicado a continuación».

 – «… Permanecerá [ella] en sangre de pureza…» – Durante este período, la mujer no adquiere la tumá de nidá, incluso si experimenta flujo menstrual (Rashi). Empero, se ha convertido en costumbre universal que una mujer que tiene un flujo en este período es considerada como nidá (loré Deá 194:1; véase Tur y Beit íosef)».

 – «…Nada sagrado…» – Aunque se deshizo de la impureza ritual de nidá, no puede tocar terumá o carne sacrificial todo el período de los treinta y tres días, aunque sí se le permite tocar el segundo diezmo, a pesar de que el mismo detenta cierto nivel de santidad (Rashí, Sifrá)».


Levítico 12:5-8 – «… (5) Pero si da a luz una hembra, entonces estará impura dos semanas, como en su menstruación, y permanecerá sesenta y seis días purificándose de su sangre. (6) Cuando sean cumplidos los días de su purificación, por hijo o por hija, llevará un cordero añal para el holocausto y un pichón de paloma o una tórtola como ofrenda por el pecado a la entrada de la tienda de reunión, al sacerdote, (7) el cual lo presentará delante de YHVH haciendo expiación por ella y purificándola del flujo de su sangre. Esta es la ley sobre la que da a luz un varón o una hembra. (8) Y si su mano no tiene lo suficiente para un cordero, tomará dos tórtolas o dos palominos, uno para holocausto y otro para ofrenda por el pecado, y el sacerdote hará expiación por ella, y quedará limpia…»

vs.5 – «…Hija…» – No se da la razón por la que el período de purificación luego del nacimiento de una niña debía ser mucho más largo que en el caso de un niño varón.

Tanto el tiempo de nidá como el de tamé durarán el doble después del nacimiento de una niña. La Torá no explica la razón por qué es así.

El Eterno marca una diferencia entre varón y mujer. Pero el hombre moderno está intentando de quitar esa diferencia y piensa que igualdad es lo mismo que la eliminación de las diferencias. El hecho de hacer que la mujer quede más tiempo en recuperación después del nacimiento de una niña, no es para discriminar a la mujer o al hombre, sino por otras razones que no están bien definidas en la Torá. Lo cierto es que todos los mandamientos han sido dados para el bien del hombre. Tenemos que aceptar esta verdad sin entender el por qué.

Sin embargo, se pueden encontrar algunas explicaciones que nos pueden dar un poco de luz sobre esta diferencia. Los pediatras modernos han mostrado que, después de su nacimiento, una niña tiene mayor necesidad psicológica que un niño de permanecer cerca de su madre. Así que este mandamiento ha sido dado, entre otras razones, para ayudar a la niña a tener un buen desarrollo psicológico y, posiblemente, también de la madre.

El niño y la niña tienen la necesidad de afirmar su identidad sexual como varón y hembra respectivamente. Por lo tanto el niño necesita a su padre para poder identificarse con él para poder desarrollarse correctamente, y la misma necesidad tiene la niña en cuanto a su madre. La identidad sexual es afirmada en el niño por la identidad con el padre y, en la niña, por la identidad con la madre.

Un niño que es criado sin padre corre el peligro de volverse homosexual, y una niña que se cría sin madre corre el peligro de volverse lesbiana. El padre debe abrazar a su hijo para suplir la necesidad emocional del niño. Si un niño no recibe abrazos de su padre va a tener un vacío psicológico que puede llevarle a buscar ese afecto en otros hombres, y así es tentado a volverse homosexual. La presencia de los dos padres es vital para el buen desarrollo del carácter de los hijos. Esta es una de las razones por las que El Eterno aborrece el divorcio – (Malaquías 2:16).

Una vez que la identidad sexual haya sido afirmada, el niño y la niña son atraídos por el sexo opuesto, lo cual es un desarrollo perfectamente natural. Por eso, se puede ver que cuando un niño tiene algunos años de edad, empieza a desarrollar una relación especial con su madre, y la niña con su padre. Esta es una manera natural para prepararse para el matrimonio futuro.

La tensión entre varón y hembra forma parte del ser humano. Un niño debe aprender a ser masculino y una niña a ser femenina. La eliminación de la diferencia entre hombre y mujer resultará finalmente en la destrucción del ser humano.

En estos últimos tiempos las maneras homosexuales de Sodoma y Gomorra están volviendo a tomar terreno en el mundo – (Lucas 17:28-30). El Eterno ha creado la diferencia entre hombre y mujer, y esa tensión es buena y necesaria para que la familia y la sociedad sean sanas. El niño tiene que aprender a vivir con esa tensión en relación con su madre, y la niña con su padre. Somos diferentes, pero nos necesitamos para funcionar correctamente, porque Dios nos hizo varón y hembra. Esa relación varón-hembra hace que cada individuo pueda funcionar correctamente. La ausencia de alguno de los padres trastorna este proceso de aprendizaje en los hijos.

Los primeros seis años de vida son fundamentales en el desarrollo psicológico de cada persona. Ambos sexos, varón y hembra, necesitan a su madre en ese tiempo. La ausencia de la madre causa un daño psicológico en el hijo. Si la madre deja que su niño, o su niña, esté mucho tiempo bajo el cuidado de otras personas, causará un daño en el desarrollo de su alma. La madre ha sido capacitada para ser la mejor persona para cuidar a sus hijos, especialmente en sus primeros años de vida. El contacto con el padre también es vital para el buen desarrollo del niño. Pero especialmente durante el primer tiempo de la vida, la presencia de la madre crea en el niño un fundamento de confianza que luego es necesario en la relación con el Padre celestial. Por medio de la mamá el niño aprende cómo es la ternura del Eterno, como está escrito en Isaías 66:10-13:

“…Alegraos con Jerusalén y regocijaos por ella, todos los que la amáis; rebosad de júbilo con ella, todos los que por ella hacéis duelo, para que maméis y os saciéis del pecho de sus consolaciones, para que chupéis y os deleitéis de su seno abundante. Porque así dice HaShem: He aquí, yo extiendo hacia ella paz como un río, y la gloria de las naciones como torrente desbordado; y mamaréis, seréis llevados sobre la cadera y acariciados sobre las rodillas. Como uno a quien consuela su madre, así os consolaré yo; en Jerusalén seréis consolados…”

Por medio del cuidado de la madre, el niño aprende que Dios le ama, le cuida, le nutre, le satisface y, ante todo, que está presente. Una buena madre está todo el tiempo pendiente del bienestar de sus hijos. Una madre normal no puede olvidar a su hijo, como está escrito en Isaías 49:15:

“…¿Puede una mujer olvidar a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Aunque ellas se olvidaran, yo no te olvidaré…”

El sentimiento de la presencia del Eterno es establecido por la madre durante los primeros tiempos en la vida del niño. Si la madre no está presente en todo momento, el niño es dañado en su apreciación de la presencia de Dios. No es bueno dejar a un niño llorar en su cama sólo hasta que se duerma. El niño tiene que sentir que mamá o papá está presente en todo momento, aunque no esté en la misma habitación. El efecto del sentimiento de la soledad en los primeros años de la vida del niño es desastroso. La presencia de los padres hace que el niño aprende que Dios está presente en todo momento y en todo lugar, viéndole, cuidándole y escudriñándole, como está escrito en Hebreos 4:13:

“…Y no hay cosa creada oculta a su vista, sino que todas las cosas están al descubierto y desnudas ante los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta…”

Hagar, la egipcia, no había aprendido esta lección en la relación con su madre, por eso se quedó sorprendida cuando se dio cuenta que El Eterno estaba presente y viéndola en todo momento, como está escrito en Génesis 16:13:

“…Y llamó el nombre de HaShem que le había hablado: Tú eres un Dios que ve; porque dijo: ¿Estoy todavía con vida después de verle?…”

La ausencia de mamá o papá durante los primeros años de un niño hace que el niño fácilmente tendrá problemas para ser consciente de los ojos de Dios que le están viendo en todo momento. Durante las últimas generaciones las madres de la sociedad moderna han entregado a sus hijos a las guarderías con muy poca edad para dedicarse a ganar dinero y tener muchas cosas materiales que para ellas son más importantes que estar con sus hijos.

Esta falta de responsabilidad está creando una generación de hijos que no son conscientes de la presencia de Dios en sus vidas. Son vacíos. Tendrán dificultades para cultivar una relación personal con Dios. Para ellos Dios está demasiado lejos para poder comunicarse con ellos. Y aunque pudiera hacerlo, no estará interesado en la vida personal de un joven. Nada más lejos de la verdad. Este vacío emocional ha sido creado por la ausencia de la madre durante los primeros años de la vida de nuestros jóvenes.

Estamos viviendo en el tiempo de la restauración de todas las cosas y tenemos que retomar estas verdades para que nuestros futuros hijos no sean una presa fácil para el anti mesías y el falso profeta que pronto se van a levantar para engañar y arrastrar tras sí a los que no son conscientes de la presencia de Dios en sus vidas.

Hay otros muchos aspectos del carácter del Eterno que el niño aprende de pequeño por medio de su madre. Por medio de ella, en primer lugar, conocerá la misericordia de Dios. Del padre, en primer lugar, aprenderá la justicia de Dios, las normas, las consecuencias del pecado, etc. Los dos padres son vitales para que el niño conozca a Dios desde su infancia, antes de que pueda comprender las Escrituras. Los padres viven el carácter de Dios en su relación con sus hijos. El papel de los padres es reflejar al Eterno en la vida del niño, como está escrito en Efesios 6:4:

“…Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en la disciplina e instrucción del Señor…”

El Eterno es el ejemplo que los padres deben seguir para la educación de sus hijos. Cómo hace Él con sus hijos, así deben hacer los padres con sus hijos, como está escrito en Hebreos 12:7-10:

“…Es para vuestra corrección que sufrís; Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo hay a quien su padre no discipline? Pero si estáis sin disciplina, de la cual todos han sido hechos participantes, entonces sois hijos ilegítimos y no hijos verdaderos. Además, tuvimos padres terrenales para disciplinarnos, y los respetábamos, ¿con cuánta más razón no estaremos sujetos al Padre de nuestros espíritus, y viviremos? Porque ellos nos disciplinaban por pocos días como les parecía, pero Él nos disciplina para nuestro bien, para que participemos de su santidad…”

 – «…Si bien la Toráh no nos explica el por qué de este doble criterio, los exégetas tratan de encontrar razones médicas para ello, y es así como Ibn Hezra nos dirá (en nombre del Talmud) que en el seno materno el sexo del varón queda definido a los cuarenta días, mientras que el de la hembra Quedaría definido solamente a los ochenta. Y por eso la Toráh prescribe los períodos de pureza correspondientes de cuarenta días después del nacimiento de un varón y ochenta después’ del nacimiento de una hembra.

Sin embargo, Rabbenu Behayéh (entre otros) cree que la razón sería «porque la parturienta tarda más en recuperarse después del nacimiento de una hembra que después del de un varón».

 – «…Será impura dos semanas…» – Rabí D. Z. Hoffman sugiere que el período de dos semanas debería asimismo haber sido aplicado con el nacimiento de un varón. Sin embargo, la Torá abrogó la impureza ritual de la madre de un niño después de sólo siete días para que pueda purificarse antes de la celebración de la circuncisión de su hijo» .

 – «…Traerá…» – Debe traer dos ofrendas, una de elevación y una por pecado, debido a que necesita expiación por dos clases de transgresión: la ofrenda de elevacion expía por el resentimiento que haya experimentado contra su esposo o incluso contra Dios durante los dolores de parto (Ibn Hezra). La ofrenda por pecado expía por la posibilidad de que durante su intenso sufrimiento haya jurado no volver a tener relaciones conyugales con su esposo (Nídá31b)».

vs.6 – «…Holocausto…» – No debía ofrecerlo ella misma. Sólo lo llevaba al tabernáculo y se lo entregaba al sacerdote, quien lo ofrecía por ella. También debía presentar una ofrenda por el pecado, que el sacerdote ofrecía por ella.

Este procedimiento difería del seguido comúnmente en tiempos anteriores, según el cual el oferente debía degollar la víctima. Había también otra diferencia. Cuando se traía una ofrenda por el pecado y un holocausto, siempre se presentaba primero la ofrenda por el pecado, la que era seguida por el holocausto. En este caso, el holocausto era ofrecido primero. Además, la ofrenda por el pecado era siempre la más destacada y costosa. Aquí ocurre lo contrario.

El holocausto, un cordero, se ofrecía primero; luego venía la ofrenda por el pecado, una tórtola o un palomino, la menor de todas las ofrendas posibles. Todo lo que el hombre hace lleva las huellas del pecado. Por esto fueron prescritas ofrendas por el pecado en muchos casos en que, al falto de instrucción, le parecería innecesario hacerlo.

Especialmente se ve esto en las ofrendas por el pecado en ocasión de la dedicación del santuario y de la inauguración del sacerdocio. Esta ceremonia servía para inculcar profundamente en el pueblo el sentido de la pecaminosidad del pecado. En ocasión de un nacimiento parece haber existido un intento deliberado de restarle énfasis al pecado, y la ofrenda exigida no era más que un sacrificio simbólico. No había confesión, ni imposición de manos.

La madre tendrá que presentarse en el templo después de un parto. Si es un hijo será a partir del día 41 de su nacimiento, y si es una hija, a partir del día 81. Ella tiene que entregar dos animales para dos sacrificios, de ascensión y de pecado, olá y jatat.

La olá representa la entrega total. Esto nos enseña, en primer lugar, que la madre ahora tiene la oportunidad de renovar su entrega al Eterno, por medio de este sacrificio. A pesar del nacimiento de un hijo o una hija, ella tiene que seguir viviendo para Dios.

El nacimiento de un hijo constituye una de las cosas más impresionantes en la vida de una mujer. Es fácil que se olvide de su compromiso con El Eterno. Es fácil que el niño tome el lugar del Eterno para ser lo más importante en su vida. Es fácil que se olvide de su Padre celestial. Ella necesita reafirmar que el nacimiento constituye el cumplimiento de un llamado de Dios. Es El Eterno que quiere que ella tenga hijos. Conforme ella se entregue a Él, podrá educar a sus hijos correctamente, según Su voluntad.

Por otro lado el sacrificio de olá representa la entrega del niño a Dios. Los hijos no pertenecen a los padres, sino al Padre de los espíritus. Los padres tienen la responsabilidad de educar a los niños en el camino del Eterno, porque nacieron para Él, como está escrito en Malaquías 2:15:

“…Pero ninguno que tenga un remanente del Espíritu lo ha hecho así. ¿Y qué hizo éste mientras buscaba una descendencia de parte de Dios? Prestad atención, pues, a vuestro espíritu; no seas desleal con la mujer de tu juventud…”

El Eterno quiere tener una descendencia, muchos hijos. Los padres colaboran con Él para que tenga muchos hijos, y así cumplen con Su deseo. Los hijos no son de los padres, son de Dios. La olá que la madre tiene que entregar a Dios representa esta verdad. En el momento de ofrecer la olá ella no solamente se entrega a si misma, sino también a su hijo a Dios.

vs.6b – “…un pichón o una tórtola como ofrenda por el pecado…” – ¿Por qué la mujer tenía que dar una ofrenda por el pecado? ¿Cuál fue el pecado de la mujer? Se pueden encontrar varias respuestas:

  1. Es posible que ella haya expresado palabras malignas durante los dolores del parto y por eso necesita ofrecer un sacrificio de pecado. (Shimón bar Yojai)
    1. Hay una necesidad de expiar sus pecados por causa de haber pasado por una prueba. En una prueba todos cometen pecados. (Abarbanel)
    1. El pecado entró en el mundo por la mujer, y mediante el sacrificio de pecado ella está expiando por ese error. (Bejai)
    1. Todo el proceso de procreación fue dañado cuando el pecado entró en el mundo. Un parto después de la caída no es lo que debería ser. Un parto doloroso es un resultado del pecado de Eva – (Génesis 3:16). La concepción y el parto de un niño están hechos en un mundo de pecado, como está escrito en el Salmo 51:5:

“…yo nací en iniquidad y en pecado me concibió mi madre…”

El pecado es transmitido al niño cuando es engendrado. En una herencia pecaminosa. Por esa transmisión hay una culpa sobre la madre y tiene que presentar un sacrificio por el pecado.

  • Pueden ser transmitidos al niño, aún estando en el vientre de su madre, complejos, actitudes de rechazo, inferioridad y otras actitudes originadas en el pecado. La mujer no ha podido engendrar un hijo perfecto, sin pecado. Tendrá que presentar esta ofrenda, por haber traído al mundo un ser pecaminoso, no como El Eterno lo hizo en el principio.
  • El nacimiento de Yeshúa:
  • La circuncisión, a los ocho días.

En Lucas 2:21 está escrito:

“….Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, le pusieron por nombre Yeshúa, el nombre dado por el ángel antes de que él fuera concebido en el seno materno….”

Yeshúa fue circuncidado al octavo día. Aquí vemos que se le dio el nombre de Yeshúa en relación con la circuncisión – (Génesis 17:5, 10). Esta costumbre judía, que todavía se sigue hoy en día, no está mencionada en el Talmud, pero sí en Los Escritos Mesiánicos, – (Lucas 1:59).

  • La redención del hijo varón primogénito, después de un mes – (Éxodo 13:1, 12; 22:29; 34:19-20; Números 3:12-13; 18:15-16).

En Lucas 2:22b-23 está escrito:

“…le trajeron a Jerusalem para presentarle al Señor (como está escrito en la Torá del Señor: TODO VARÓN QUE ABRA LA MATRIZ SERÁ LLAMADO SANTO PARA YHVH)…”

El precio del rescate de un niño primogénito es de cinco shekels. Este precio se podía pagar a partir de la edad de los 30 días del niño. Es posible que Yosef lo haya pagado a los 30 días del nacimiento de Yeshúa, pero lo más probable es que hayan hecho las dos cosas a la vez, 41 días después del parto: la redención del primogénito, en hebreo pidyón habén, y la presentación de los sacrificios de la madre.

La idea detrás del precio de rescate es que todo varón primogénito pertenece a YHVH como sacerdote. Además de esto, los primogénitos fueron especialmente consagrados cuando todos los primogénitos de los egipcios fueron matados por el ángel destructor. n cordero fue sacrificado para preservar la vida de los primogénitos de los hijos de Israel justamente antes de su salida de la esclavitud. En ese momento YHVH santificó para sí a todos los primogénitos de Israel. Sin embargo, por el pecado del becerro de oro, los primogénitos perdieron el derecho de ser sacerdotes. Ese derecho fue traspasado a los levitas. Aún así, los varones primogénitos pertenecen todavía a YHVH de una manera especial. Por eso tendrán que ser presentados ante Él en el templo un mes después de su nacimiento para así ser redimidos y poder volver a estar con sus padres.

  • La purificación de la madre, después de 40 días.

En Lucas 2:22 está escrito:

“….Cuando se cumplieron los días para la purificación de ellos, según la Torá de Moshé, le trajeron a Jerusalem para presentarle al Señor…”

Después de 40 los días Miryam ya estaba ritualmente pura para poder entrar en el templo. Aquí habla de la purificación “de ellos”. La Torá no enseña que el niño necesitaba purificación después del nacimiento. Fue sólo la madre que necesitaba purificarse.

¿Por qué dice el texto que “ellos” fueron purificados?

Lucas podría haber incluido el rito de la redención del hijo primogénito en esta expresión. Pero es también probable que no se tratara del niño, sino de Yosef. El se purificó en Yerushalayim. Para poder entrar en el templo, todos necesitaban purificarse. Es posible que este texto haga referencia a este hecho cuando Yosef y Miryam se purificaron antes de entrar en el templo para presentar a su hijo ante YHVH.

  • Presentación de sacrificios por la madre, después de 40 días.

Lo normal era que la mujer presentara un cordero como olá y un pájaro como jatat. Pero si no tenía recursos para dar un cordero podía dar dos pájaros, como está escrito en Levítico 12:8:

“…Pero si no le alcanzan los recursos para ofrecer un cordero, entonces tomará dos tórtolas o dos pichones, uno para la ofrenda de ascensión y el otro para la ofrenda por el pecado; y el sacerdote hará expiación por ella, y quedará limpia…”

En Lucas 2:24 está escrito:

“…y para ofrecer un sacrificio conforme a lo dicho en la Torá del Señor: UN PAR DE TÓRTOLAS O DOS PICHONES…”

Este texto nos muestra que Yosef y Miryam no tenían suficiente dinero para ofrecer un cordero. Lo maravilloso aquí es que ya tenían un “Cordero”. Ese Cordero fue entregado a YHVH y luego redimido. Por eso no necesitaban otro cordero, sino sólo un pájaro, que representaba la entrega total de la madre y el hijo a YHVH.

Miryam no transmitió el pecado a Yeshúa de manera común, como está escrito en Romanos 8:3:

“…Pues lo que la ley no pudo hacer, ya que era débil por causa de la carne, Dios lo hizo: enviando a su propio Hijo en semejanza de carne de pecado y como ofrenda por el pecado, condenó al pecado en la carne…”

Yeshúa no tenía “carne de pecado”, no tenía ningún pecado, ni inclinación a lo malo. Miryam dio a luz a un cuerpo que tenía la “semejanza de carne de pecado”, pero no “carne de pecado”, solo la semejanza. Yeshúa no tenía un cuerpo glorioso como lo había tenido Adán antes de caer.

En Mateo 13:43 está escrito:

“…Entonces LOS JUSTOS RESPLANDECERÁN COMO EL SOL en el reino de su Padre. El que tiene oídos, que oiga…”

Yeshúa no brillaba cuando nació, aunque era Justo.

vs.7 – «…Será limpia…» – En la antigüedad, la situación de la mujer no era muy feliz. Ella realizaba buena parte del trabajo duro que hoy se consideraría trabajo de hombres. Esto ocurre aún hoy en algunos países, donde el trabajo, tanto en la casa como en los campos, es realizado mayormente por mujeres. La mujer no recibía gran consideración por haber dado a luz un bebé; en verdad la regla era que la mujer fuera objeto de prácticas crueles e inhumanas. En tales condiciones, Dios dispuso que las madres de Israel disfrutaran de un período de relativo descanso y aislamiento que duraba varias semanas. Durante este tiempo debían gozar de descanso y de tranquilidad para recuperar las fuerzas.

Las reglas en cuanto al nacimiento de un bebé que aparecen en este capítulo muestran el tierno cuidado de Dios para con las madres. Las mujeres tienen un lugar honroso en el plan de Dios, y esto es justo. Muchas de ellas han llegado a ser dirigentes, y algunas, profetisas. A través de las difíciles vicisitudes de la vida, tienen el cuidado protector de Dios, y se les invita a acercarse a él con sus perplejidades. Reciban las mujeres la honra que se merecen.

∇ – «… El término «expiación» por la mujer parturienta llama nuestra atención, ya que el sacrificio expiatorio era ofrecido únicamente mediando una acción réproba. Por eso, Ibn Hezra (basado en el Talmud) sugiere que tal vez la parturienta haya proferido en el momento del parto algunas palabras negativas, a causa del dolor y la tensión; o haya abrigado algún pensamiento negativo, por la misma causa. Seforno sugiere que estos sacrificios representan más bien una transición del estado de parto, y la reintegración de la parturienta a la vida espiritual activa. Después de esto, agrega Sforno, ella podrá ingresar al Santuario oportunamente».

vs.8 – «…y el sacerdote hará expiación por ella, y quedará limpia…» -Este texto nos muestra que Miryam, la madre de Yeshúa, tenía pecado. El mito de la inmaculada concepción de la llamada “virgen María” no tiene ninguna base en las Escrituras. Podemos mencionar algunos otros textos que hablan de que la madre de Yeshúa tenía pecados y necesitaba el perdón de ellos:

En Lucas 1:47 está escrito:

“…y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador…”

Ella necesitaba un salvador para no morir en sus pecados. Necesitaba que el Padre celestial le salvara. Las Escrituras enseñan que “la virgen María” necesitaba salvación. Si hubiera sido engendrada de manera inmaculada, no necesitaría un Salvador porque sería perfecta, sin pecado.

En Marcos 3:21, 31-35 está escrito:

“…Cuando sus parientes oyeron esto, fueron para hacerse cargo de él, porque decían: Está fuera de sí…Entonces llegan su madre y sus hermanos, y quedándose afuera, mandaron llamarle. Y había una multitud sentada alrededor de él, y le dicen: He aquí, tu madre y tus hermanos están afuera y te buscan. Respondiéndoles él, dice: ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? Y mirando en torno a los que estaban sentados en círculo, a su alrededor, dice: He aquí mi madre y mis hermanos. Porque cualquiera que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano y hermana y madre…”

En este momento Miryam pensaba que Yeshúa estaba loco, y por eso vino con sus otros hijos para “hacerse cargo de él”. Por ello, en ese momento Yeshúa no la reconoce como su madre diciendo que ella no estaba haciendo la voluntad de Dios. Esto es una muestra clara de que en un momento de su vida ella estaba equivocada en su apreciación del llamado de su hijo, como está escrito en el Salmo 69:8:

…“Me he convertido en extraño para mis hermanos, y en extranjero para los hijos de mi madre…»

Este Salmo es una profecía mesiánica, según vemos en el versículo 9, donde está escrito:

“…Porque el celo por tu casa me ha consumido, y los vituperios de los que te injurian han caído sobre mí…”

Este versículo está aplicado sobre el Mesías en Juan 2:17 y Romanos 15:3, donde está escrito:

“…Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito: EL CELO POR TU CASA ME CONSUMIRÁ… Pues ni aun el Mesías se agradó a sí mismo; antes bien, como está escrito: LOS VITUPERIOS DE LOS QUE TE INJURIABAN CAYERON SOBRE MÍ…”

Esto nos enseña que en un momento de la vida de Yeshúa, ni su madre, ni sus hermanos, hijos de su madre, creyeron en él – (Juan 7:5).

Este Salmo también nos enseña que sus hermanos eran los hijos físicos de su madre, producto de la unión entre Yosef y Miryam.

∇ – «… A los efectos de participar plenamente de la vida espiritual y ritual que tenía lugar en el Mishcán -Santuario-. (Basado en Rashbám)».


(Pulse aquí para ver mas comentarios del libro de Levítico)

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