Levítico 15 – La Tumá Sobre los flujos corporales

Todo este capítulo se centra en las clases de secreciones del cuerpo humano que transmiten diversos niveles de contaminación, y que podrían requerir ofrendas como parte del proceso de purificación de la persona.

Levítico 15:1-6 – «…Habló YHVH a Moisés y a Aarón, y les dijo: (2) Hablad a los hijos de Israel y decidles: Cualquier varón, cuando emita flujo seminal de su miembro viril, quedará impuro a causa de su flujo, (3) y esta la ley sobre la impureza por su flujo, sea que su miembro emita su flujo o que esté obstruido por su flujo: él tendrá su impureza. (4) Cualquier lecho en que se acueste quien padezca gonorrea, quedará impuro, y todo aquello sobre lo cual se siente, impuro quedará. (5) Cualquiera que toque su lecho, habrá de lavar sus vestidos, se bañará en agua y quedará impuro hasta la tarde. (6) Cualquiera que se siente sobre cualquier objeto en que se haya sentado el que padece gonorrea, deberá lavar sus vestidos, se bañará en agua y permanecerá impuro hasta la tarde…»

Zavy Baal Keri / Secreciones masculinas -La emisión de semen o la secreción conocida como zav (véase a continuación) que salga de un varón están intrínsecamente
contaminadas, y además contaminan tanto a quien las tuvo como a quienes tengan contacto con las mismas. Existen tres grados de esa contaminación, dependiendo de la frecuencia y el tipo de las secreciones, como se estipula a continuación:

  1. Baal Keri ירק לעב- Un varón que tuvo una emisión seminal. Ya sea que el flujo haya sido semen normal o la secreción ligeramente diferente conocida como zav (véanse las notas al v.2). Esta contaminación corresponde al grado más leve de los tres, y aplica independientemente de las circunstancias que causaron tal flujo. Un baal keri [hombre que tuvo esa emisión] puede sumergirse de inmediato y se purifica del todo al anochecer del día en que se sumergió. Las leyes de tumat keri (inhabilidad por emision) son las últimas de este pasaje (vs. 16-18).
  2. Zav בז- La secreción que hace que un hombre sea zaues diferente a la del semen, pero quien la haya tenido una sola vez tiene la misma condición que el baal keri mencionado anteriormente. Un hombre que tuvo dos secreciones de esta sustancia se convierte en zav y detenta la contaminación en toda su gravedad, como es enunciado en el texto siguiente.
  3. Un hombre que sufrió tres secreciones de zav, ya sea en el mismo día a intervalos cortos o en días sucesivos, detenta el mismo grado de contaminación que un zav común, pero con la severidad adicional de que debe traer una ofrenda alfinal del periodo de siete días posterior al cese de la secreción.

vs.2 – «…Cuando tuviere flujo de semen…» – La palabra hebrea zab, traducida «flujo de semen«, «flujo seminal» (BJ), no es lo suficientemente específica como para traducirse en esta forma. Significa más bien «flujo» en general, pudiéndose incluir el flujo normal de ciertas funciones fisiológicas, como también el flujo anormal de alguna enfermedad, tanto en la mujer como en el hombre.

Este capítulo trata de diversos tipos de contaminación, tanto en el hombre como en la mujer. Esas contaminaciones no implicaban transgresión moral, aunque tanto la persona afectada como los que entraban en contacto con ella, quedaban contaminados. Algunas de estas contaminaciones ocurren en el curso normal de la vida, como en el caso de la mujer que tiene el «tiempo de su costumbre» o «sus reglas» (BJ), es decir su menstruación (vers. 25), o un «flujo de sangre» (vers. 19), o en el caso del hombre que tiene una «emisión de semen» mientras duerme (vers. 16). Llegamos a la conclusión de que las contaminaciones descritas en este capítulo no son resultado del pecado sino del funcionamiento normal del cuerpo, o acaso de alguna condición anormal.

Segun muchos comentaristas aquí no se refiere a la emisión de semen, sino de otro tipo de flujo. Como la palabra flujo se repite dos veces, se deduce que la impureza ritual empieza a partir de la segunda emisión de flujo. Este tipo de impureza es más severo que la impureza producida por la emisión del semen y requiere sacrificios para su purificación – (v. 14-15).

La frase en hebreo literalmente dice “para instruir en el dia [ ביום ] impuro y en el dia puro”. El versiculo utiliza el prefijo preposicional ב en el sentido de “en” porque se refiere al dia en que el kohen «sacerdote» dira a la persona afectada que en ese mismo dia es puro o impuro, segun el caso (Gur Arye).

– «…Secreción de su carne…» – La carne a la que se hace referencia aquí es el órgano masculino (Rashi; Sifrá). El líquido que la Torá llama zov, es semejante al semen, pero con ciertas diferencias (Rashi; Rambam, Hiljot Mejusrei Kapará 2:1). Rambam (2:1) añade que resulta una disfunción del cuerpo, en el que se gestó.

– «…Su secreción contaminada es…» – El líquido contaminado tiene la condición de (contaminante primario u originario), y propaga contaminación por medio de: (Contacto o transporte). Es decir, la persona se hace tamé no sólo por tocar el líquido, sino incluso por levantar su peso sin entrar en contacto directo con el mismo. Asimismo, la ropa de esa persona se hace tamé (Kelim 1:3).

El lexema בוז aparece dos veces en este versículo y esta seguido del vocablo אמט «contaminado». El mismo lexema aparece tres veces en el versículo siguiente, donde es seguido de la palabra «su contaminación».

En esta fórmula, los Sabios hallan alusión a la diferencia entre un hombre que ha tenido dos secreciones y uno que ha tenido tres. Dos secreciones hacen que alguien se
convierta en בז «zav» y provocan un grado de contaminación que dura siete días y que de todos modos se elimina por medio de inmersión sin necesidad de elevar ofrenda alguna. Sin embarqo, quien haya tenido tres secreciones debe elevar una «ofrenda después de transcurridos los siete días» (Rashí; Sifrá).

i. El nombre zabá (en hebreo, הבז, derivado de la raiz זב, “fluir”, “manar”) se aplica a la mujer que tuvo un flujo menstrual durante los once dias siguientes a su estado de nidá durante su ciclo menstrual. Para eliminar la “impureza” causada por este estado la mujer debe sumergirse enteramente en una mikve. Las leyes que regulan su caso seran expuestas en los v.15:25-30 de este mismo capitulo.

i. La “impureza” menstrual de una nidá es considerada menor (mas “ligera”) con respecto a la impureza de una zabá, que se considera mas severa. La severidad de la impureza de una zabá se manifiesta en el hecho de que despues de haber tenido su flujo menstrual, debe esperar siete dias libres de flujo para poder sumergirse en una mikve y purificarse. En cambio, la nidá teoricamente puede sumergirse al dia siguiente de que su flujo ceso,
siempre y cuando hayan transcurrido siete dias desde que comenzo su flujo. Asimismo, para completar su proceso de purificacion, la zabá debe traer dos ofrendas al Altar, una ofrenda de pecado [jatat] y una ofrenda de ascension [ola], como se describe en los v. 15:29-30 {Mizraji). Por otra parte, lo dicho aqui con respecto a los dias de impureza de la zabá y de la nidá refleja lo que la ley biblica estipula; sin embargo, por diversas razones
halajicas, en nuestra epoca a la mujer con flujo menstrual se le aplican tanto las leyes de la nidá como de la zabá.

vs.3 – «…Su inmundicia…» – En este capítulo se mencionan seis diferentes casos:

  1. Condiciones anormales en el hombre – (Lev. 15: 2-15; cf. Lev. 22: 4; Núm. 5: 2).
  2. Condiciones normales en el hombre – (Lev. 15: 16, 17; cf. Lev. 22: 4; Deut. 23: 10, 11).
  3. Relaciones conyugales normales – (Lev. 15: 18; cf. Exo. 19: 15; 1 Sam. 21: 5; 1
    Cor. 7: 5)
    .
  4. Condiciones normales en la mujer – (Lev. 15: 19-23; cf. Lev. 12:2; 20: 18).
  5. Relaciones conyugales inoportunas – (Lev. 15: 24; cf. Lev. 18:19; 20: 18).
  6. Condiciones anormales en la mujer – (Lev. 15: 25-30; cf. Mat. 9:20; Mar. 5: 25; Luc. 8: 43).

vs.4 – «…Cualquier lecho en que se acueste quien padezca gonorrea, quedará impuro, y todo aquello sobre lo cual se siente…» – Rashí destaca que los verbos “se acueste” y “se siente” están escritos de manera que no puede referirse a objetos que están designados para otra función que la de recostarse o sentarse. Con otras palabras, sólo se refiere a camas y sillas.

– «…Se recline…se siente…» – A partir del empleo del tiempo verbal en futuro, los Sabios derivaron que la condición especialmente rigurosa de la ropa de cama y del mobiliario [míshkav umoshav] aplica sólo a objetos que fueron dedicados especialmente para cumplir con tal función (véanse los próximos dos versículos). Incluso si un zav se reclinase en un objeto como una mesa o un librero, esta no adquiriría tumá primaria, sino sólo en primer grado. Una mesa no se considera una cama al respecto simplemente porque un zav se recuesta sobre ella, dado que, utilizando la expresión que acuñaron nuestros Sabios, la mesa podría argumentar metáforicamente: «Levántate para que podamos llevar a cabo nuestra función (que no es precisamente servir de apoyo corporal) (Rashí; Sifrá).

– «…Según Rashí, se trata exclusivamente de «משכב», «mishcáv» -lecho- y «מושב», «moshav» -asiento-; quiere decir que lo que sería impuro es el lecho real y no el improvisado, lo mismo que el asiento, que será impuro cuando se trate de un asiento de uso permanente, y no precario…»

vs.5 – «…Cualquiera que toque su lecho, habrá de lavar sus vestidos…» –

Una cama que ha sido tocada por el zav, el que padece flujo, se ha convertido en una fuente primaria de impureza, en hebreo av hatumá y por eso tiene la capacidad para transmitir impureza a las personas. La persona que ha tocado una cama tocada por un zav transmite incluso impureza a sus propias ropas. Por eso tendrá que pasar tanto su ropa como todo su cuerpo por una mikvé para poder ser tahor, ritualmente puro. La purificación se hace efectiva a la caída del sol.

Si el zav toca otros objetos, no se convierten en fuente primaria de impureza, sino en resultado de impureza, en hebreo velad hatumá, y sólo pueden transmitir impureza ritual a alimentos y bebidas.

El hecho de que la persona que se ha sumergido en una mikvé no obtiene pureza ritual hasta la tarde es una indicación de que lo que finalmente hace efectiva la purificación es la muerte del Mesías, que ocurrió por la tarde.

vs.6 – «…Cualquiera que se siente sobre cualquier objeto en que se haya sentado el que padece gonorrea, deberá lavar sus vestidos…» –

– «…Quien se siente…» – Incluso si alguien se sienta sobre una pila de diez frazadas, de las cuales sólo la de abajo detenta contaminación de zav en tanto mishkav umoshav, y no tiene contacto directo con la misma, esta persona se hace tamé tal como si efectivamente la hubiese tocado (Rashí; Sifrá)».


Levítico 15:7-13 – «…Asimismo, cualquiera que toque el cuerpo del que padece gonorrea, lavará sus vestidos, se bañará en agua y quedará impuro hasta la tarde. (8) Y si el que tiene gonorrea escupe sobre el que está limpio, entonces este lavará sus vestidos, se bañará en agua y quedará impuro hasta la tarde. (9) Cualquier montura sobre la que cabalgue el que tiene gonorrea, será impura. (10) Y cualquiera que toque cualquier cosa que haya estado debajo de él, quedará impuro hasta la tarde, y el que la transporte, lavará sus vestidos, se bañará en agua y quedará impuro hasta la tarde. (11) Todo aquel a quien toque el que tiene gonorrea, sin haberse lavado las manos en agua, habrá de lavar sus vestidos y bañarse. Y quedará impuro hasta la tarde. (12) La vasija de barro que toque quien padece gonorrea, será quebrada, pero todo utensilio de madera será lavado con agua. (13) Cuando el que padece gonorrea sea limpiado de su flujo, él mismo contará siete días desde su purificación, lavará sus vestidos y bañará su cuerpo en agua, y quedará limpio…»

vs.8 – «…Y si el que tiene gonorrea escupe…» –

– «…La saliva de zav contamina si alguien la toca directamente o la traslada (Rashí; Sifrá).

vs.9 – «…Cualquier montura sobre la que cabalgue el que tiene gonorrea, será impura...» – Una montura queda impura pero no con el mismo grado de impureza que las camas y las sillas que han estado debajo del zav. Esto significa que el que toque una montura donde ha cabalgado un zav, no necesita sumergir su ropa en una mikvé, sino sólo su cuerpo.

Según Rashí, esto sólo se refiere a las partes de la montura que no son el mismo asiento. En asiento obtiene el mismo nivel de impureza que una silla.

vs.11 – «…Todo aquel a quien toque el que tiene gonorrea, sin haberse lavado las manos en agua, habrá de lavar sus vestidos y bañarse...» – Esto también se aplicaba a todo aquel que tocara el hombre con el flujo, sin lavarse las manos con agua.

El término “lavar” es una expresión idiomática que significa inmersión total en un mikve, de la misma manera que «lavar ropa” denota sumergirla en un mikve. Lavar respecto a la inmersión de personas significa que el cuerpo debe estar limpio del todo, de manera tal que ninguna suciedad o material externo se interponga entre el agua del mikve y la persona cuando se sumerge en él.

La razón por la cual el versículo menciona expresamente las manos es debido a que, generalmente hablando, el zav utiliza las manos para tocar personas u objetos. Así pues, el sentido del versículo es que si un zav toca a alguien “con sus manos” sin haberlas lavado mediante sumersión, en tanto parte de su cuerpo, esa persona y su vestimenta se hacen tamé (Rambán).

– «…Rabbi Elfiazár Ben ÍIaráj: «sobre estas palabras se han basado nuestros sabios para demostrar que» טהרת ידים «, «Taharát Iadáim» -la ablución de las manos- es una Mitsváh escrita en la Toráh. Esto es un eufemismo que hace alusión a la טבילה, «Teviláh» -inmersión ritual-, ya que la Toráh denomina en este versículo a la Teviláh: «lavado de manos». Con los mismos términos se expresa el poeta bíblico cuando dice: «Habré de lavar con limpieza las palmas de mis manos, y circundaré tu altar» (Salmos 26:6) (Hizzekuni).

Rabbenu Behayé infiere de este versículo que nada debe interferir entre el cuerpo de la persona en inmersión. y el agua, para que no haya » חציצה «, «Hatsitsáh» -interferencia-, sino un contacto directo con el agua.»

vs.12 – «…La vasija de barro que toque quien padece gonorrea, será quebrada…» – Los utensilios que hubiese tocado serían hechos pedazos si eran de barro, y lavados con agua si eran de madera, por las razones dadas en los caps. 11:33 y 6:21.

A diferencia de los recipientes de metal o de madera, los que pueden ser purgados de tumá por medio de inmersión en un mikve los recipientes de barro nunca pueden ser purificados en tanto permanezcan enteros. No obstante, si se les rompe, la tumá sale de ellos.

vs.13 – «…Cuando el que padece gonorrea sea limpiado de su flujo, él mismo contará siete días…lavará sus vestidos y bañará su cuerpo en corriente de agua, y quedará limpio» – Cuando hubiere sido limpiado, que se hubiera recuperado de su enfermedad, debía esperar siete días para su purificación, y luego lavar sus ropas y bañarse
en agua fresca y ser limpio. Al octavo día debía traer dos tórtolas o palominos, para que el sacerdote pudiera preparar uno como ofrenda por el pecado y el otro como ofrenda encendida, y hacer expiación por él delante del Señor por su flujo.

La palabra hebrea que ha sido traducida como “corriente” es jai,  que significa “vivo”, “crudo”, “fresco”.

Esto nos enseña que sólo el agua viva, de manantial, es capaz de purificar un cuerpo que tiene impureza ritual. Por lo tanto, para que una mikvé pueda purificar, tendrá que tener aguas que hayan sido introducidas en la mikvé de manera natural, no por medio de la intervención del hombre.

Con otras palabras, una piscina a la cual el agua haya sido llevada por la fuerza del hombre, por una bomba de agua, o por tuberías de metal (que pueden llegar a ser impuras), no es apta para la purificación. El agua tiene que llegar a esa mikvé de manera natural.

– «…Deja… de tener [literalmente, se purifica de su] secreción. [El termino יִטְהַר no puede ser traducido literalmente como «se purifica», debido a que no se deshace de su contaminación sino hasta que completa el ritual descrito en los versículos siguientes: por ellos, Rashi explica que la fuente de su contaminación, la secreción, ha terminado, permitiéndole así purificarse]. El primer paso es contar siete días en los que haya secreción alguna (Rashí; Sifrá).


Levítico 15:14-17 – «…Al octavo día tomará dos tórtolas o dos palominos, y comparecerá ante YHVH, a la entrada de la tienda de reunión, y los entregará al sacerdote. (15) El sacerdote los ofrecerá, el uno como ofrenda por el pecado y el otro como holocausto. Así el sacerdote hará expiación por él delante de YHVH a causa de su flujo. (16) El varón que tenga espermatorrea, lavará en agua todo su cuerpo y permanecerá impuro hasta la tarde. (17) Cualquier vestido o cuero sobre el cual haya caído semen, será lavado con agua y quedará impuro hasta la tarde…»

vs.14 – «…Dos tórtolas…» En el primero y en el sexto de los casos enumerados en el comentario del vers.3, cuando existían condiciones físicas anormales, se requería un sacrificio.

En los otros casos, no hacía falta. El sacrificio era la menor de todas las ofrendas de sangre: una tórtola o un palomino como ofrenda por el pecado, y lo mismo como holocausto (vers. 29, 30).

vs.15 – «…Así el sacerdote hará expiación por él delante de YHVH a causa de su flujo…» –

– «…Proporcionándole así expiación…» – Cuando la víctima se cura, eleva una ofrenda por pecado para expiar por la transgresión que le provocó que le sobreviniera la enfermedad. Y luego trae su ofrenda de elevación para agradecerle a Dios por haberlo curado (Rambán).

El proceso de purificación del metzorá comprende tres animales: incluso un metzorá pobre tiene que ofrecer por lo menos uno, pero un zav y una zavá sólo ofrecen aves. El ritual mediante el que se sacrifican animales requiere de varios Cohanim, por lo que es inevitable que el proceso de purificación del metzorá tendrá bastante difusión o publicidad. Empero, eso no le causará ninguna humillación porque, de todas maneras, tanto su pecado como su castigo fueron de conocimiento público. Por el contrario, el hecho de que tanta gente sepa que hizo penitencia y fue purificado lo hace encomiable. Sin embargo, puesto que el pecado del zav es un asunto privado y Dios quiere librarlo de la vergüenza, sólo ofrenda aves, cuyo servicio puede ser realizado por un solo Cohén (Méshej Jojmá).

v.16 – «…El varón que tenga espermatorrea, lavará en agua todo su cuerpo y permanecerá impuro hasta la tarde...» – Los versículos 2-15 tratan del caso de un hombre zav, que es impuro por el flujo que sale desde su miembro viril, sin que tenga emisión de semen.

A partir del versículo 16 la Torá da instrucciones acerca del que tiene emisión seminal. La emisión de semen produce un estado de tamé en el hombre, pero en un nivel inferior al del zav. La Torá dice que el hombre que tiene emisión de semen tendrá que “bañar” todo su cuerpo en agua para poder ser purificado a la caída del sol. La palabra hebrea que ha sido traducida como “bañará” es rajats, que significa “lavar”, “bañar”, “limpiar”, “hacer abluciones”, “purificar con agua”, – (2 Reyes 5:10, 14).

Ahora, si él usa cualquier agua para lavarse, no será purificado, puesto que el agua quedaría impura al tocar al que es tamé. Hemos visto en Levítico 11:36 que la única agua que no puede volverse impura es la que está en una mikvé compuesta por una fuente natural y un hoyo. Por lo tanto, la única agua que sirve para lavarse de la impureza es el agua de una mikvé con esas características. Muchos ríos y lagos son aptos para la purificación – (Juan 3:22-23).

Este versículo dice que todo el cuerpo, literalmente “toda su carne”, tiene que ser bañado en el agua. Levítico 11:32 enseña que los objetos que son introducidos en el agua de una mikvé son purificados. De esto deducimos que es necesario que el que se purifique se sumerja en el agua. Además tiene que estar sin ropa y sin objetos que obstruyan el contacto directo con el agua, con otras palabras, tiene que estar totalmente desnudo para que su purificación sea válida.

De este versículo también deducimos que el tamaño de la mikvé tiene que ser suficientemente grande como para que un hombre pueda introducir todo su cuerpo en ella.

El Talmud (Eruvin 4b; Yomá 31a) afirma que tiene que ser de 40 seá, lo cual corresponde a unos 700 litros (unos 25 pies cúbicos).

– «…La inmersión en agua que la Toráh exige en este caso tendrá vigencia solamente si la persona en cuestión quisiera entrar en contacto con cosas sacras, o si se tratara de un cohén que quisiera consumir la carne de los sacrificios. Por lo tanto, la inmersión no es de rigor, a menos que se quiera usufructuar las cosas sacras que tiene relación directa con el Santuario.

Además, Rabbi Iehudáh Ben Betera nos ha enseñado que» אין דברי תורה מקבלים טומאה «, «En Dibré Toráh Mekabelím Tumáh»; o sea, que las palabras de la Toráh jamás pueden ser receptoras de la impureza. Por lo tanto la persona que tuviere eyaculación seminal puede leer la Toráh, e incluso pronunciar las oraciones centrales del ritual, como la Keriat Shemáh, y la Hamidá, aun en su estado de impureza (T. B. Berajot 22 a).

Maimónides, en su código legal Mishnéh Toráh, dice textualmente: «Todo lo que está escrito en la Toráh y en la tradición oral concerniente a las leyes de pureza e impureza afecta solamente al Santuario y a las cosas sacras que había en él, así como las» תרומות», «Terumot» -ofrendas que se daban a los cohanímy el מעשר שני, «Mahasér Shení» -segundo diezmo que los Levim ofrecían a los cohaním- (Números 18:25 y S.S.) (Hiljót Tumát Ojalím 16,8).

Además Maimónides nos recuerda que Hezrá había establecido la prohibición de estudiar la Toráh o de pronunciar la oración para el » בעל קרי «, «Bahal Keri» –o sea, la persona que tuviere eyaculación seminal-, pero esa ley quedó derogada porque la comunidad no tuvo la fuerza para someterse al rigor de la misma (Hiljot Tefilá 4,5)».


La temática incluida en estos versículos ha sido respetada por el pueblo de Israel durante los siglos. Es más, la observancia de estas leyes ha forjado el carácter especial del pueblo de Israel, y le ha ayudado a tener su propia concepción de la vida.

El concepto Taharát Hamishpaháh es básico para comprender la dimensión religiosa del pueblo de Israel. Además forma parte del pedido de santidad que D’s hace al pueblo de Israel.

En Deuteronomio 23:15 leemos:

» … y habrá de ser tu campamento consagrado, para que no vea El en ti ninguna cosa repudiable y se desvíe de ti».

Lo que quiere decir que nuestra conducta y nuestras actitudes morales son las que permiten que la Divinidad resida entre nosotros, o, por el contrario, nuestra conducta y nuestra moral equivocadas son las que la alejan de nosotros. Por eso la Toráh insiste en la prevención antes que en el castigo o la represión.

Como corolario a los capítulos 12 a 15 del libro Levítico, la Toráh concluye con un llamado a los Cohaním -dirigentes espirituales de la época para que enseñen, prevengan Y separen a los hijos de Israel de conductas aberrantes, que en suma dañan no sólo el aspecto físico de la persona, sino su aspecto esencial y espiritual.

«…Y habréis de separar a los hijos de Israel de su impureza, para que no mueran con su impureza, al mancillar ellos Mi tabernáculo, que está entre ellos…»

Rabbenu Behayéh concluye su comentario a estos capítulos’ citando la profecía de Ezequiel 36:25, que dice .que, en definitiva, en la época mesiánica, D’s mismo purificará al pueblo de Israel.

También el Eterno nos promete que en la época mesiánica:

Ezequiel 37:27-28«…Residirá Mi presencia sobre ellos y seré para ellos su Dios y ellos serán Mi pueblo. Y habrán de saber las naciones que Yo soy Adonai, el que santifica a Israel, al estar Mi Santuario entre ellos para siempre…»

vs. 19-24. Nidá. – La primera parte del pasaje trata del flujo menstrual regular de una mujer, mas no de la distinta condición de zavá. Tal y como se indica en el versículo 25, una diferencia fundamental entre la nidá y la zavá es el tiempo de la secreción. Si esta tiene lugar durante su período mensual regular, tiene la condición de nidá, en tanto que si sucede en otras oportunidades, podría ser una zavá.

– «…Nidá y Zavá/Secreciones femeninas. Este pasaje constituye ia base de la santidad del hogar judío, porque contiene las leyes de nidá (mujer menstruante) y nidut, el período mensual durante el cual marido y mujer no pueden cohabitar. Es significativo que a esta mitzvá se le conoce como «pureza de la familia».

De la misma manera que el ritual que une a un hombre y una mujer es conocido como «Kidushim» osease santificación, el matrimonio judío es un ejercicio mediante el cual se imbuye de santidad a la relación humana que con mayor facilidad podría convertirse en un acto de degradación, razón por la cual la preservación de esta santidad a través de los años durante los cuales se edifica el hogar y los vástagos del futuro son traídos al mundo depende de la pureza constante de la familia y de los socios que la forjan.

En tal sentido, es instructivo saber que a través de los siglos las mujeres judías formaron la vanguardia en los esfuerzos por mantener esta pureza, con frecuencia a costa de grandes sacrificios y dificultades, y así lograron edificar sus familias en el súmmum de la santidad. Y fue debido a esa devoción que Rambán pudo escribir que el momento culminante del Exodo no tuvo lugar sino hasta que se erigió el Tabernáculo, porque este simbolizó la santidad del hogar judío en que se plasman los ideales de los Patriarcas (véase la introducción de Rambán al libro de Shemot).

A diferencia de la contaminación provocada por una secreción masculina, la que no aplica virtualmente en lo absoluto en ausencia del Templo y de los objetos y las circunstancias que requieren de un estado ritual de pureza, las secreciones femeninas de que trata este pasaje siguen teniendo relevancia respecto de las leyes de nidá. El texto contiene dos categorías de leyes.

La primera (vs. 19-24) aplica a una nidá, una mujer en su período menstrual. El otro pasaje habla de una zavá, la que, como su contraparte masculina, podría requerir de una ofrenda como parte de su proceso de purificación.

El Talmud (Nidá 66a) afirma que, puesto que con frecuencia es difícil para todos, excepto para los expertos, determinar cuándo una mujer es nidá y cuándo es zavá, cuyas leyes son mucho más rigurosas, los Sabios estimaron necesario imponer algunas regulaciones propias de la zavá a todas las mujeres que experimentasen una secreción.

Fue con posterioridad a ello que las mujeres judías, quienes fueron alabadas por los Sabios por su profunda devoción y temor al pecado, adoptaron voluntariamente estos rigorismos legales adicionales sobre sí. Como consecuencia de ello es que la ley de nidá, tal y como está definida en el Talmud y el Shulján Aruj, es una combinación de las leyes de nidá y zauá. Por este motivo, resulta absolutamente imperativo que nadie base decisiones halájicas en el texto bíblico literal. Este pasaje trata sólo de las leyes de contaminación, en tanto que la prohibición de cohabitar con una nidá está impartida en los capítulos 18 y 20, así como las demás leyes sobre relaciones prohibidas.

Levítico 15:18-23 – «…(18) Si un varón se acuesta con una mujer y hay efusión seminal, ambos se lavarán con agua y serán impuros hasta la tarde. (19) Cuando una mujer tenga flujo de sangre, que sea el flujo regular de su cuerpo, permanecerá siete días en su impureza legal, y cualquiera que la toque quedará impuro hasta la tarde. (20) Todo aquello sobre lo cual se acueste durante su impureza, quedará impuro, y todo aquello encima de lo cual se siente, será impuro. (21) Cualquiera que toque el lecho de ella, lavará sus vestidos, se bañará en agua y quedará impuro hasta la tarde. (22) Asimismo todo el que toque cualquier objeto sobre el cual ella se haya sentado, deberá lavar sus vestidos, se bañará en agua y quedará impuro hasta la tarde. (23) Y si hubiere alguna cosa encima del lecho o encima del objeto sobre el cual ella se haya sentado, al tocarlo uno quedará impuro hasta la tarde…»

vs.18 – «…Si un varón se acuesta con una mujer y hay efusión seminal, ambos se lavarán con agua…» – El único lugar donde el semen no causa impureza es dentro de la mujer, puesto que sólo causa impureza ritual cuando toca las partes exteriores de un cuerpo. Así que la mujer no queda impura por su contacto interior con el semen en la relación íntima. Antes fue dicho que el hombre que emite semen queda impuro por ello, pero ¿por qué la mujer queda impura por tener una relación con su marido?

Rashí dice que es por un decreto del Soberano. Con otras palabras, no hay una explicación lógica por la que una mujer quede impura por tener una relación cuando haya emisión de semen en su interior.

Después de tres días el semen está muerto y ya no tiene la capacidad para procrear. Por lo tanto no produce impureza a partir del cuarto día.

Parece que el estado de tamé, impureza ritual, es producido en el hombre por tener algún tipo de contacto con la muerte. El cuerpo humano muerto es la fuente principal de impureza ritual. Por lo tanto, la relación sexual tiene que ver con la muerte, puesto que millones de espermatozoides mueren sin producir vida humana. El mismo pensamiento está detrás de la menstruación de la mujer. Por no haberse quedado embarazada, ese óvulo que era un niño en potencia, es expulsado sin que se haya formado una vida nueva. Esto es, en cierto modo, un contacto con la muerte y por esto produce impureza ritual en la mujer.

Las enfermedades que afectan el sistema reproductora en el hombre y en la mujer producen impureza ritual, porque atentan contra la procreación de la vida humana.

El Dios de Israel es el Dios vivo y el Dios de los vivos. Por eso es necesario eliminar todo contacto con la muerte en relación con el culto a él en el tabernáculo.

«Cuando un hombre yaciere con una mujer (שכב con acusativo es de diferenciar de [עס שכב acostarse al lado de alguien, Gen. 30:15s., 39:12 e.o.) y tuviere emisión de semen (שכבת es acusativo de identificación específica), ambos se lavarán con agua, y serán inmundos hasta la noche». Por consecuencia no era el concubitus como tal que contaminaba, como muchos suponen erróneamente, sino la emisión del semen en el coito (cf. mi Archäologie, §56,8).

Esto explica la ley y costumbre de abstenerse del intercambio sexual durante la preparación de actos para la adoración divina, o para realizar los mismos (Ex. 19:5; 1 de Sam. 21:5, 6; 2 de Sam. 11:4), en la que muchas otras naciones se asemejaban a los israelitas. (Para pruebas véase el artículo de Leyrer en la enciclopedia de Herzog, y a Knobel in loco, aunque el segundo se equivoca al suponer que el intercambio sexual en el matrimonio contaminaba en sí).

– «…Constituye un decreto del Soberano (Es decir, un decreto de Dios cuya razon no es
evidente para la comprension del ser humano) que Ia mujer se vuelve impura por medio de la unión sexual. Y la razon de esta ley no se debe a la impureza de quien toque el semen, ya que el contacto con el semen por medio del coito es un contacto de las partes ocultas del cuerpo y dicho contacto es, en si mismo, puro (Rashí)».

vs.19 – «…Cuando una mujer tenga flujo de sangre, que sea el flujo regular de su cuerpo…» – En los versículos 19-24 se encuentran las instrucciones en cuanto a la mujer durante su estado de separación mensual, en hebreo nidá. Este versículo dice que el tiempo de nidá es de siete días.

El primer día es contado cuando ella empieza a manchar con sangre. Independientemente de la hora del día cuando esto ocurra, ese día se cuenta como el primer día, incluso si sólo quedaran unos minutos hasta la caída del sol. Así que el día en que empieza el flujo de sangre es contado como un día entero.

Luego ella va contando los días hasta llegar al final del séptimo día, poco antes de la caída del sol. Entonces ella se sumerge en una mikvé para purificarse y, a la caída del sol, queda ritualmente purificada y podrá unirse con su marido de nuevo durante la noche del octavo día. Esto es lo que enseña la Torá. Además de esto, los rabinos han hecho una cerca de protección alrededor de este mandamiento y añadido siete días después del último día de flujo.

La persona que toca una mujer nidá queda ritualmente impura y no podría entrar en el templo ni comer de las cosas consagradas o de los sacrificios durante ese día.

– «…En su estado de separación…» – Durante todo el período de siete días, es impura con la misma severidad que una zavá, razón por la cual debe separarse de la gente o de objetos cuya pureza debe preservarse para fines rituales».

– «…Se podria haber pensado que un flujo de alguno de sus miembros la volveria impura. Para indicar que no es asi, el versiculo declara: “Y ha expuesto la fuente de su sangre” Esto implica que solo la sangre que sale de su utero es la que contamina (La palabra מקור (lit. “fuente”) enunciada en el v. 20:18 designa al utero de la mujer. Por lo tanto, solo la sangre que sale de este lugar la vuelve impura (Rashí).

vs.23 – «…si hubiere alguna cosa encima del lecho o encima del objeto sobre el cual ella se haya sentado…» –

– «…Será impuro hasta la noche…» – A pesar de que el versículo no menciona la inmersión en un mikue, evidentemente resulta imposible deshacerse de ninguna tumá sin inmersión, como está estipulado específicamente respecto de la nidá y en todo el pasaje sobre el zav, por ejemplo, en ios versículos 21 y 27.

– «…Cualquiera que se recueste o sobre el lecho o el asiento de ella -incluso si no lo toco directamente-, tambien el sera incluido dentro de la ley de impureza mencionada en el pasaje precedente en el sentido de que requiere de la inmersi6n de sus ropas en una mikvé (Rashí)».


Levítico 15:24-33 – «…Si un hombre yace con ella aun así, y su menstruo se vierte sobre él, quedará impuro por siete días, y toda cama sobre la que él se acueste será impura. (25) Y si una mujer padece flujo de sangre por muchos días, sin ser tiempo de su menstruo, o cuando tenga flujo pasado su período, todos los días de ese flujo impuro, será impura como en los días de su menstruación. (26) Todo lecho en que se acueste durante todos los días de su flujo, le será como el lecho de su menstruación, y todo aquello sobre lo cual se siente, quedará impuro como en la impureza de su menstruación. (27) Y cualquiera que toque estas cosas quedará impuro, tendrá que lavar sus vestidos y bañarse en agua, y quedará impuro hasta la tarde. (28) Y si estuviera limpia de su flujo, entonces contará para sí siete días, y después quedará purificada. (29) Al octavo día tomará consigo dos tórtolas o dos palominos, y los llevará al sacerdote, a la entrada de la tienda de reunión. (30) El sacerdote preparará el uno como ofrenda por el pecado y el otro como holocausto. Así el sacerdote hará expiación por ella delante de YHVH a causa del flujo de su impureza. (31) Y así, pues, mantendréis separados de sus impurezas a los hijos de Israel, para que no mueran por sus impurezas, al contaminar mi tabernáculo, que está en medio de ellos. (32) Tal es la ley tanto para el que padece gonorrea, como para el que tiene espermatorrea que lo haga impuro; (33) para la impura en su período menstrual, para quien padece flujo, sea varón o hembra, y para el hombre que cohabita con mujer impura..

vs.24 – «…Si un hombre yace con ella aun así, y su menstruo se vierte sobre él, quedará impuro por siete días…» – La Torá prohíbe que los Israelitas tengan relaciones maritales durante el tiempo de la nidá, como está escrito en Levítico 18:19:

“…Y no te acercarás a una mujer para descubrir su desnudez durante su impureza menstrual (nidá)…”

En Levítico 20:18 está escrito:

“…Si alguno se acuesta con mujer menstruosa y descubre su desnudez, ha descubierto su flujo, y ella ha puesto al descubierto el flujo de su sangre; por tanto, ambos serán cortados de entre su pueblo….”

En Ezequiel 18:5-6 está escrito:

“…Pero el hombre que es justo, y practica el derecho y la justicia, y no come en los santuarios de los montes ni levanta sus ojos a los ídolos de la casa de Israel, ni amancilla a la mujer de su prójimo, ni se acerca a una mujer durante su menstruación…”

En Ezequiel 22:10 está escrito:

“…En ti se ha descubierto la desnudez del padre, en ti han humillado a la que estaba impura por su menstruación…”

¿Cómo es posible que en Levítico 15:24 se habla de que un hombre pueda acostarse con una mujer de manera que su impureza menstrual lo manche si está prohibido tener relaciones durante los siete días de nidá de la mujer?

La explicación lógica es que aquí no se trata de que el hombre se acueste con su esposa durante la semana de nidá, sino justo al comenzar esa semana. Sin darse cuenta tuvieron una relación, por equivocación, justo cuando su flujo empezó. En ese caso el varón queda impuro durante una semana, al igual que la mujer. En el otro caso, ambos son castigados por la pena de caret, corte de la persona de su raíz divina y muerte espiritual.

– «…Su estado de separación recaerá sobre él…» – Por ejemplo, si él cohabitara con ella en el quinto día de su impureza, se haría tamé durante los próximos siete días completos, a pesar de que ella podría sumergirse al final de sus propios siete días (Rashi; Sifrá)».

* vs.25-28 – Zavá:

Según la tradición de Israel, hay siete días durante los cuales una secreción le da a la mujer la condición de nidá mencionada en los versículos previos. Según la ley de la Torá, si hay una secreción durante este período, ella cuenta siete días desde el principio de aquella y, siempre que cese antes del final del periodo de siete días, se sumerge en el mikve a la noche siguiente.

Cualquier secreción que tenga lugar durante esos siete días, es un flujo de nidá, e incluso si tiene secreciones en días consecutivos ello no le daría la condición de zavá. Es sólo después de esos siete días que ella podría convertirse en zavá y, por lo menos durante los once días siguientes, todo flujo es considerado como una secreción de zavá. Una
vez que finalizan esos once días, es posible que ella recobre la condición de nidá. No obstante, si es que ella se hizo zavá en grado máximo, tal y como se describe en el párrafo b) a continuación, puede volver a ser nidá sólo si tuviera siete días ininterrumpidos sin flujo alguno. Pero si no fuese así permanece en estado de zauá indefinidamente hasta que haya siete días “limpios” (Rashi; véase Tur, loré Dea 183).

Durante el periodo de once días cuando aplican las leyes de zavá, hay dos grados de rigurosidad, como se deduce de este pasaje:

a) Zavá en grado mínimo – Si una mujer tiene secreciones durante el periodo de once días, incluso si las tiene en dos días consecutivos, puede sumergirse en el mikve a la mañana siguiente, siempre y cuando el flujo haya cesado antes de la puesta del sol.
b) Zavá en grado máximo – Si tiene secreciones en tres días consecutivos durante el período de once días, es tamé hasta que cuente siete días consecutivos sin flujo alguno, posterior a lo cual se sumerge en el mikve y hace sus ofrendas.

vs.25 – «…Y si una mujer padece flujo de sangre por muchos días, sin ser tiempo de su menstruo, o cuando tenga flujo pasado su período, todos los días de ese flujo impuro…» – Ahora la Torá trata de la zavá, que es un caso diferente a la menstruación normal. Se trata de tener flujo de sangre fuera de los siete días de nidá. En el caso de que la mujer sangre uno o dos días más, es decir, en total ocho o nueve días, ella no pasa al estado de zavá, porque está escrito “por muchos días fuera del periodo de separación”.

Necesita haber, por lo menos, tres días de flujo, fuera del periodo menstrual, para que sean considerados como “muchos días”. Cuando este flujo de sangre anormal se limita a uno o dos días, ella puede bañarse el día siguiente al flujo y esperar hasta la tarde. Si no hay flujo por la tarde, ella se vuelve pura y podrá unirse otra vez con su marido.

Podría ser que el flujo de la menstruación se alargue tres días fuera de los siete días o podría ser que haya flujo, durante tres días o más, en el período de los primeros once días después de los siete días de nidá. En estos casos ella entrará en el estado de zavá y necesitará tener un periodo de siete días limpios para poder llegar a ser ritualmente pura. Al final de los siete días limpios ella se sumerge en la mikvé y a la caída del sol queda pura. En el octavo día necesitará presentar sacrificios en el templo para su expiación, al igual que el varón cuando es purificado de su estado de zav, como ya hemos visto en Levítico 15:2-15.

Los rabinos han unificado las leyes de los dos casos de nidá y zavá por razones de protección del pueblo. Han hecho una cerca de protección alrededor de la Torá por causa de los peligros de confusión en la aplicación de estas prescripciones y por el rigor de la pena de caret en el caso de su violación.

El rabí Yaakov Ben Asher escribe (Túr Yoré De´ah, 183):

“…Cuando aumentaron las dificultades del exilio, cuando las tribulaciones se multiplicaron y los corazones se volvieron a afligir, los Sabios temieron que pudieran producirse errores en el cómputo de los días considerados como puros, mientras que en realidad eran impuros. Ahora bien, como cualquier error en este aspecto puede conllevar un “isur caret”, la pena de cercenamiento, decretaron de una manera general, que la menor pérdida de sangre impura exige, para volver al estado de pureza, que se cumpla con un período de siete días puros, previos a la inmersión…”

Esto significa que hoy en día la halajá estipula que después de la última mancha de sangre que se produce en un paño que se usa para hacer la inspección, hay que contar siete días limpios, llamados “la semana blanca”. Además la Guemará dice (Nidá 66a) que las hijas de Israel tomaron esta regla sobre sí mismas lo cual implica que la aceptaron como obligatoria.

Al final de esos siete días la mujer se sumerge en la mikvé para luego unirse con su marido después de la caída del sol. Estas reglas hacen que el período de separación sea más largo que lo que prescribe la Torá. El resultado de un periodo más largo de abstinencia y espera resulta en una renovación mensual de las emociones sexuales. El Talmud (Nidá 31b) cita las palabras del rabí Meír diciendo:

“…¿Por qué ordena la Torá que la impureza de la menstruación continúe durante siete días? Porque cuando (el marido) está en contacto constante con su esposa podrá desarrollar una desgana hacia ella. La Torá, por lo tanto, ordena: Que sea impura durante siete días para que sea amada por su esposo como el momento en que ella entró en el lecho nupcial…”

La orden de “una semana blanca” después del flujo normal de menstruación está basada en las reglas de la zavá. Sin embargo, los resultados de un periodo más largo de espera, después del tiempo de nidá, son beneficiosos para el matrimonio.

Las reglas de purificación por tocar una persona impura o un objeto impuro no se aplican hoy en día en el mundo judío por no haber templo. Sin embargo, las regulaciones en cuanto a relaciones íntimas sí son aplicadas por los judíos, incluyendo la “semana blanca”. Existen otras reglas para los judíos de no tocarse entre hombres y mujeres y entre esposos durante el tiempo de la nidá, pero no son por motivos de pureza ritual sino por motivos de pureza moral y castidad – (Levítico 18:19).

La naturaleza nos enseña que no es sano tener relaciones íntimas durante los días cuando la esposa esté sangrando. Por eso, aunque no está prohibido por la Torá, los hijos de Dios hacen bien en abstenerse durante ese tiempo, que podrá durar entre 3-7 días. Además considero que los que desean vivir en un nivel más alto de santidad y tener un matrimonio más sano deben guardar siete días después del inicio de la menstruación, de la misma manera cómo la Torá estipula para los Israelitas.

Sin embargo, no necesitan alargar el periodo con una “semana blanca”, excepto que haya un mutuo acuerdo en alargar el período para poder dedicarse a la oración – (1 Corintios  7:5).

– «…Muchos días…» – El plural días basta para indicar que debe ser un mínimo de dos. El vocablo adicional muchos implica que su condición, conocida como zavá en grado máximo [véase el inciso b) anterior], requiere tres días de secreción (Rashí; Sifrá).

– «…Cuando en su período de separación…» – Como se explica en el preámbulo a esta sección, los días de zivá potencial sólo pueden empezar después de que los días de nidá han concluido. Por ello, el sentido de esta frase es que ahora ella se encuentra después de sus días de nidá (Rashí; Sifrá).

vs.31 – «…Y así, pues, mantendréis separados de sus impurezas a los hijos de Israel, para que no mueran por sus impurezas, al contaminar mi tabernáculo, que está en medio de ellos…» – Cualquier persona que se hubiera atrevido a entrar en el santuario en ese estado de contaminación, lo habría contaminado, a pesar de que en la mayoría de
los casos la contaminación personal era involuntario y no requería un sacrificio. Estos reglamentos indican el interés de Dios en la salud y la higiene personal, y al mismo tiempo servían para hacer resaltar la santidad de las cosas sagradas.

La contaminación ceremonial era símbolo de la contaminación moral. En Levítico, se hace una clara distinción entre el pecado real y la inmundicia ceremonial.

Dios odia al pecado. Lo ha visto desde sus comienzos, y prevé su fin; sabe lo que es. También aborrece toda clase de impureza, aunque no sea específicamente pecado. Dios hace distinción entre el pecado y la impureza y no llama delincuencia moral a lo que es solamente impureza. Pero Dios hace saber al hombre que toda clase de impureza le desagrada. Esta lección es también para nosotros. Dios exige santidad; exige limpieza. Requiere de nosotros recato y humildad.

Requiere que no embotemos nuestra sensibilidad moral con cosas que tiendan a hacernos menos atentos a su voz.

– «…Y no morirán…» – Como se indica por la conclusión del versículo, esta «muerte» se refiere a «karet», la separación espiritual con la cual se castiga aquienes entran al área del Templo en estado de impureza (Rashí).

– «…La expresion no indica otra idea sino “separacion”. Y asimismo vemos en la frase: “Se apartaron hacia atras.” Y lo mismo en la frase: “El apartado de sus hermanos.” (Rashí).


(Pulse aquí para ver mas comentarios del libro de Levítico)

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