Gehenna «Infierno»

GEHENNA (γέεννα, geenna). Esta es la palabra griega para referirse al “infierno” utilizada en el Nuevo Testamento. Una transliteración de “Valle de Hinom” (גֵּי הִנֹּם, gey hinnom), que refiere a un marca fronteriza entre Judá y Benjamín (Jos 15:8; 18:16).

Gehenna es una transliteración del aram, forma del heb gē-hinnōm, «valle de Hinnom». Esta última forma, sin embargo, es rara en el AT, el nombre que prevalece es «el valle del hijo de Hinnom.» LXX suele traducir; donde translitera la forma es diferente de Gehenna y varía. En el NT la forma correcta es Geénna con el acento en la penúltima, no Geénna. No hay razón para suponer que Hinnom sea otra cosa que un simple patronímico, aunque se ha propuesto encontrar en él la corrupción del nombre de un ídolo (EB, II, 2071).

Jeremías comenzó a asociar el topónimo con la ira divina y el juicio de Dios (Jer 7:32, 19:6) debido a que allí los Reyes Acaz y Manasés dieron a sus hijos en sacrificio a Moloc (2 Rey 16:3, 21:6).

  • Relevancia bíblica:

El término “Gehenna” se utiliza sobre todo en los Evangelios sinópticos como un símbolo de futuro juicio escatológico (Mat 23:33). Los escritores de los Evangelios basan su uso en la reinterpretación de Jeremías de los sacrificios en el Valle de Hinom y en la última profecía de Isaías sobre el gusano que no muere y el fuego que nunca se apaga (Isa 66:24; comparar Mar 9:48).

El término es utilizado casi siempre por el mismo Jesús (excepto en Sant 3:6) referido a un lugar de tormento y a la destrucción física y espiritual (Mat 5:29–30, Sant 3:6; Mat 10:28; Luc 12:5).

  • Relevancia en el Antiguo Testamento:

De acuerdo con la asignación tribal, el Valle de Hinom actuó como el límite fronterizo entre Benjamín y Judá (Jos 15:8, 18:16), aunque el valle en sí permaneció en manos jebuseas hasta que el rey David lo tomó (2 Sam 5:7–9). Adquirió un significado teológico cuando Acaz (2 Crón 28:3) y Manasés (2 Crón 33:6), reyes de Judá, comenzaron a dar a sus hijos en sacrificio a los dioses paganos (2 Rey 23:10). El rey Josías después “profanó” el sitio de adoración (llamado Tofet; 2 Rey 23:10) de modo que ya no pudiera ser utilizado para el sacrificio ilícito. Jeremías identificó el lugar como un símbolo escatológico del juicio de Dios sobre los rebeldes infieles de Judá y le cambió el nombre al “Valle de la Matanza” (Jer 7:32, 19:6).

El tema del “valle maldito” se reanuda y se desarrolla en la literatura extra bíblica como un lugar de juicio eterno, pero localizado (Wyatt, 179), (1 En. 27), que lleva el nombre “Gehenna” (2 Baruch 59:10, 85:13; 2 Esdr 7:36). Isa 66:24-una tradición paralela al juicio escatológico en Jeremías-declara: “su gusano nunca morirá, ni su fuego se apagará” (Isa 66:24). Aunque los dos símbolos (el valle y el fuego que nunca se apagará) no se refieren directamente entre sí, se asocian entre sí en los textos extra-bíblicos (Sib. Or. 1:103). En el Nuevo Testamento, estos símbolos son metáforas en buena medida intercambiables (Mar 9:43).

En el pensamiento judío posterior se le consideraba cada vez más como un lugar de castigo divinamente designado para los apóstatas y otros grandes pecadores (v.g. 1 *Enoch 27:2 s.; 90:26 s.; 2 *Esdras 7:36-8)

La asociación, probablemente, es debida a la síntesis intertestamentaria de Jer 7:32 e Isa 66:24, los sacrificios originales (holocaustos) ofrecidos en Hinom o a la tradición de los Macabeos de quemar cadáveres enemigos en ella (Bailey, “Gehenna”, 188). No es probable la idea de que se haya generado esta asociación debido a que ciudad quemaba su basura allí; esta es una tradición posterior, registrada únicamente en la Edad Media (ca. 1200 d.C.) por el rabí David Kimhi (ver Scharen, “Gehenna: Part 1”, 328; Beale y Carson, Commentary on the New Testament, 326).

  • Relevancia en el Nuevo Testamento:

De las 12 referencias explícitas a Gehena en el Nuevo Testamento, 11 se encuentran en Mateo o en Mateo y otro libro (Hilborn, The Nature of Hell, 42). La aparición de Gehenna en Mat 10:28 y Luc 12:5, que no tiene representación en el (supuesto) material de origen de Marcos, indica que la imaginería Gehena abarca múltiples tradiciones (incluyendo Q).

Acéldama, el campo de Judas Iscariote tradicionalmente se ha asociado con el valle de Hinom; la “Puerta de los alfareros” (Jer 19:2) y el “Campo del alfarero” (Mat 27:7–10, Hech 1:18) probablemente refieren a la misma ubicación. Esta identificación sería significativa respecto al dictamen del Nuevo Testamento sobre el final de Judas (Hech 1:25; ver Wyatt, “The Concept and Purpose of Hell”, 178–79; Murphy-O’Connor, The Holy Land, 136).

Gehena tiende a apuntar a una realidad futura, que será experimentada después del Día del Juicio (Mat 23:33; comparar Scharen, “Gehenna: Part 2”, 457); como tal, quizás no describa el estado de los fallecidos sin arrepentimiento, como sí lo hace el Hades (Luc 16:23).

J. Jeremias (en TDNT, 1:657-58) subraya la marcada distinción en el NT, como en el judaísmo anterior al NT, entre HADES y Gehenna: el primero recibe a los impíos sólo durante el período intermedio entre la muerte y la resurrección, mientras que el segundo es su lugar de castigo después del juicio final.

  • Literatura rabínica:

El mismo uso metafórico extendido de la Gehena como el lugar del juicio de los malvados se encuentra en la Mishná (m. Qidd. 4.14; m. ʾAbot 1.5; 5.19, 20), la Tosefta (t. Ber. 6.15) y el Talmud (b. Rosû. Hasû. 16b-17a; b. Ber. 28b). En el pensamiento rabínico, ya en el siglo I-principios del II d.C., la Gehenna se concebía tanto como un lugar intermedio de castigo para las almas de los malvados entre la muerte y la resurrección al juicio final, como el lugar del juicio final del cuerpo y el alma reunidos de los malvados (Midr. Tehillim 31.3).

La mayoría de los judíos se librarían completamente de la Gehenna, y la mayoría de los que entraran en ella en el estado intermedio serían liberados de ella, con la excepción de los réprobos históricos, los adúlteros o los que avergonzaran o vilipendiaran a otros (b. Rosû. Hasû. 16b-17a).

Hacia finales del siglo I a.C. d.C. o poco después surgió entre los rabinos la doctrina de un purgatorio de fuego: todos aquellos cuyo mérito y culpa están igualmente equilibrados van a la Gehena, donde son purificados; si hacen penitencia, heredarán el paraíso (también existe el concepto de un eschat. Gehinnom, limitado en el tiempo, después del juicio final; véase Str-B 4:1022-1118). Era un purgatorio ardiente para aquellos judíos cuyos méritos y transgresiones se equilibraban mutuamente (t. Sanh. 13.3), que luego serían admitidos en el Paraíso. A menudo, el castigo de la Gehena se limitaba a 12 meses (m. ʿEd. 2.10; S. ʿOlam Rab. 3; b. Qidd 31b). Sin embargo, el castigo para los gentiles en la Gehena era eterno. El epíteto «hijo de la Gehenna» se utiliza en el Talmud (b. Rosû. Hasû. 17b) como en Mat 23:15. (Véase Str-B 4: 1029-1118.)

Del pasaje antes citado Isaías 66:24 encontramos expresiones subyacentes en el judaísmo temprano. En Jdt. 16:17 las naciones que se levanten contra Israel serán entregadas a los gusanos y al fuego, y en Sir. 7:17 se advierte al hijo sabio que se humille mucho, «porque el castigo de los impíos es fuego y gusanos». Un lenguaje similar aparece con frecuencia en los relatos sobre el juicio de los impíos (por ejemplo, 1 En. 10:13; 26-27; 48:8-10; 1QHa IV, 1-13; 4 Esdras 7:36, 65-67; 2 Bar. 59:10; 85:13; Gk. Apoc. Esdras 1:24; 4:19; Sib. Or. 1:103; 2:291; 4:186).

En las tradiciones targúmica y rabínica, Isa. 66:24 se asocia con la Gehena (Midr. Sal. 12:5 [cf. Tg. Isa. 66:24]; m. ʾAbot 5:20; b. Sanh. 100b; Lev. Rab. 32:1; Núm. Rab. 23:5; Lam. Rab. 1:40; Ecles. Rab. 7:23), al que, según una tradición y basándose en la forma participial de «rebelde», sólo se asigna a los transgresores persistentes (Midr. Sal. 1:22; b. ʿErub. 19a).

Puesto que se sostiene que todo profeta termina con palabras de paz para Israel, Isa. 66:24 debe dirigirse, como en Jdt. 16, contra las naciones (Pesiq. Rab Kah. 13:14; Midr. Sal. 4:12; Lev. Rab. 32:1; S. Eli. Rab. 17; S. Eli. Zut. 12). A este respecto, Midr. Sal. 149:6 sobre Sal. 149:7 también combina Isa. 66:24 con Mal. 4:1, señalando que se trata de naciones, en particular Babilonia, que han oprimido a Israel. Al asignar igualmente las naciones a Gehinnom (Is. 66:24) porque arrojan toda clase de maldad (Is. 57:20) a la que están expuestos los justos, Tanḥ. Lev. 1:18 distingue entre los pecados que están bajo control humano (que involucran boca, manos y pies) y los que no lo están (de ojos, oídos y nariz).

Pero como advirtió Sir. 7, los israelitas infieles también están en peligro, como se señaló anteriormente (8:38) en b. Roš Haš. 17a, donde, citando también Isa. 66:24 de Gehinnom, Sal. 49:15 MT (49:14 ET) se aplicaba a los particularmente malvados -aquellos que habían descarriado a las masas, abandonado a Israel o extendido su mano contra el templo. Así, antes de citar Isa. 66:24 con respecto a los pecadores de Sión (Isa. 33:14), Pesiq. Rab Kah. 28:3 (= Pesiq. Rab. 52:3) contiene un análisis de diversos medios para evitar el juicio, entre ellos la oración, la caridad, la vuelta a Dios en señal de arrepentimiento, el ayuno y el cambio de nombre, conducta o residencia.

  • Lugar y Fecha:

Jerusalén está dividida latitudinalmente en tres valles principales:

  1. Valle de Cedrón
  2. El valle Central o Tyropoeon (el cual está rellenado)
  3. Valle de Hinom (moderno Wadi er-Rababi), que corre por los lados oeste y sur del Monte Sion, hasta el valle de Cedrón y al sureste a través del desierto de Judea hacia el Mar Muerto.

La última mención a Hinom en el Antiguo Testamento es de Nehemías, quien registra el reasentamiento de Judá. Menciona a los que moraban en Jerusalén (Neh 11:1–24) y a aquellos que se trasladaron a territorios situados fuera del límite de la ciudad (Neh 11:25–36) “desde Beerseba hasta Hinom” lo que demuestra que el valle era el límite suroeste de la ciudad (Neh 11:30). Es poco probable, sin embargo, que la ciudad se haya ampliado hasta el margen del valle antes de la invasión asiria de Senaquerib en 701 a.C., durante el reinado de Ezequías (2 Rey 18:13; ver Mazar, Archaeology of the Land of the Bible, 419–21).

  • Consideraciones:

En este tema, conviene no confundir el Infierno propiamente dicho, con el hebr. Sheól ni con el gr. Hádes. En la Palabra de Dios se distinguen claramente estos lugares de ultratumba:

  1. El sepulcro o lugar de los cuerpos de los difuntos; en hebr. shájat = fosa, del vb. shájat = corromper, destruir (cf. p. ej. Sal. 103:4) y en gr. diafthorá = corrupción (6 veces) y thánatos = muerte en Hch. 2:24; 1 Co. 15:55 y Ap. 20:13–14. En el original no aparece ningún otro vocablo.
  2. El lugar de las almas de los difuntos se llama en hebr. sheól y en gr. hádes (cf. Hades).
  3. El Infierno propiamente dicho, que por su carácter exclusivo de futuro lugar eterno de los condenados no aparece en el hebr. del AT. En el gr. del NT tiene el nombre de géenna. De las doce veces en que ocurre, todas tienen ese significado, excepto en Stg. 3:6, cuyo sentido es probablemente metafórico.
  4. El «Cielo» como lugar definitivo de los salvos, después del Juicio Final (cf. Escatología).
  5. El «seno de Abraham» (cf. Lc. 16:22), donde se hallaban las almas de los justos antes de la muerte del Señor, como explicación más probable.
  6. El Paraíso (recuperado, cf. Ap. 22:1–5), que, por Lc. 23:43, parece ser que fue inaugurado por Cristo (cf. Hch. 2:27, 31), llevando consigo el alma del buen ladrón. Para ver qué clase de lugar es, si es distinto del cielo y de la Jerusalén Celestial.
    Centrándonos en el tema de este art., vamos a considerar los siguientes puntos acerca del Infierno:
    (A) Está preparado para el diablo, sus ángeles y los demonios. Así lo dice Jesús en Mt. 25:41. Dios no manda al infierno; es el pecador obstinado quien se prepara para él (cf. p. ej. Ro. 2:4–11; 9:22–23).
    (B) Es un castigo eterno (cf. Mt. 18:8; 25:41, 46; Mr. 3:29; 2 Ts. 1:9; He. 6:2; Jud. v. 7; Ap. 14:11). Siempre hubo, especialmente desde Orígenes, quienes negaron la eternidad del infierno. Recientemente, el pastor anglicano John Stott, en el libro Essentials (hay trad. cast.), ha sostenido con gran habilidad y una argumentación que hace reflexionar, que los réprobos serán aniquilados (cf. Aniquilación), al ser arrojados al lago de fuego (Ap. 20:15). Es precisamente Jud. v. 7 la porción que da pie para pensar que Stott podría estar en lo cierto, pues la eternidad del castigo de Sodoma, Gomorra y las ciudades vecinas consiste en que su destrucción perdura para siempre, no en que estén quemándose perpetuamente, pues esto es obviamente falso.
    (C) Finalmente, he llegado a la convicción de que el fuego del Infierno (p. ej. en Mt. 3:10, 12; 5:22; 13:42, 50; 18:9; 25:41; Ap. 21:8) no es un fuego real, sino metafórico.
    Me apoyo en las siguientes razones: (a) el Señor lo designa siempre con el nombre de géenna. Este vocablo arameo procede de ge-Hinnóm = valle de Hinnón, un lugar al sur de Jerusalén, en el que se ofrecían sacrificios humanos al dios pagano Moloc en tiempo de Acaz y Manasés (cf. 2 R. 16:3; 21:6). Allí se arrojaban los cadáveres de los sacrificados y allí eran consumidos por el fuego. En tiempo de Jesús algunos asocian que allí se echaban las basuras y se quemaban para librar de malos olores a la ciudad (aunque esto no se acomprobado y la arqueología y algunos eruditos lo han desmentido – Ver Excursus ¿Gehena basural de Jerusalén?). Resulta, pues, símbolo de destrucción, según lo dicho en (B); (b) un fuego con azufre (Ap. 21:8), si no destruye al condenado en un instante, sería un tormento insufrible, modelo del más refinado sadismo e impropio de un Dios que incluso en su justicia usa de misericordia; (c) si se supone que el Infierno es eterno, lo cual es problemático (discutible), la mejor solución es la dada por C. S. Lewis, quien, en su libro El problema del dolor, sostiene que el Infierno es un lugar en el que los condenados están reducidos a un estado de «exhombres», meros harapos de una humanidad totalmente echada a perder en la rebeldía en que los halló la muerte.

El término infierno es una palabra que proviene del latín. Sin embargo, en inglés (“hell”) es un término anglosajón, posiblemente de origen nórdico. Al parecer, originalmente tenía que ver con los gobernadores mitológicos del inframundo germánico. Por este motivo llevó a convertirse en una palabra que se refería al inframundo. Posteriormente, infierno (“hell”) pasó a ser la palabra con la que habitualmente se traducían los términos bíblicos gehena y, a menudo, seol en la versión inglesa de la King James (las traducciones modernas de la Biblia en inglés y en español tienden a seguir la traducción “infierno” para gehena, pero dejan seol sin traducir). El Nuevo Testamento, siguiendo el ejemplo de los LXX, a menudo traduce seol por hades, un término prestado del inframundo mitológico griego.

  • El termino infierno:

En el Antiguo Testamento, seol suele tener un significado más neutro. Con frecuencia se refiere al reino de los muertos en general (Dt 32:22; 1 Sam 28:11–15; Job 26:5; Sal 88:3, 5; 86:13; Is 7:11; Ez 31:14–16; 31:18). En otras ocasiones, simplemente se refiere a la tumba (Nm 16:33). Gehena originalmente hacía referencia al Valle de Hinom, un lugar que se creía maldito por Inhaber sido testigo de sacrificios infantiles (Jr 7:31; 19:2–6). La literatura rabínica posterior y los Targumim del Antiguo Testamento usan el término para referirse a un lugar de sufrimiento de los condenados (véase Is 66:24). Jesús se apropia de la palabra gehena para referirse a un estado de sufrimiento eterno a lo largo de todos los Evangelios (Mt 10:28; Mc 9:43).

Aunque los primeros libros del Antiguo Testamento no hablan explícitamente del infierno, los libros posteriores hablan cada vez más del juicio de los impíos en el mundo venidero. Por ejemplo, Daniel 12 consigna a los impíos resucitados a la vergüenza sin fin (Dn 12:2). Isaías 66 habla de la destrucción eterna de los impíos mediante llamas y gusanos (Is 66:24). La literatura judía intertestamentaria siguió la trayectoria de la profecía del Antiguo Testamento y concibió a los muertos resucitando al final de los tiempos a un destino eterno, que incluía la redención y la condenación.

Jesús mismo habla del infierno a menudo. Aquellos que rechazan su mensaje de juicio y perdón sufrirán un castigo mayor que Sodoma y Gomorra (Mt 10:28). Al final de los tiempos, Jesús se sentará en un trono como el Hijo de hombre y juzgará vivos y muertos. Los que han rechazado a Jesús irán a un fuego eterno preparado para Satanás y sus ángeles (Mt 25:41). En el infierno, Jesús declara que habrá llanto y crujir de dientes (Mt 13:50). Los restantes libros del Nuevo Testamento también afirman la eternidad del infierno y su naturaleza infernal, aunque los intérpretes no están de acuerdo sobre cuán literalmente hay que tomar estas descripciones. Pablo habla de la destrucción eterna de los impíos (2 Tes 1:9). El libro de Apocalipsis describe a aquellos que se oponen a Cristo siendo atormentados eternamente en un lago de fuego (Ap 20:7–15).

La Iglesia católica romana medieval y moderna temprana enseñó que el infierno estaba en el centro físico de la tierra. Existía al lado del limbus infantum (donde habitan las almas de los niños no bautizados), limbus patrum (donde vivieron los padres del Antiguo Testamento tras la muerte, antes de su liberación por Cristo de la angustia del infierno el Sábado Santo), el purgatorio y el infierno propiamente dicho. Según las enseñanzas de la iglesia medieval, el infierno y el purgatorio contenían fuego literal, aunque de naturaleza sobrenatural, que puede llegar a quemar incluso las almas de los condenados. La moderna iglesia católica romana ha revisado en gran medida su enseñanza, convirtiendo el infierno más en un estado que en un lugar físico.

Por el contrario, los protestantes generalmente han sostenido la idea de que el infierno es un estado real y eterno que, sin embargo, existe en un plano distinto de realidad. Algunos, como los de la tradición adventista, han promovido la idea de que el infierno en realidad se refiere a la aniquilación divina de los condenados en el juicio final y no a su sufrimiento eterno. Sin embargo, esta sigue siendo una posición minoritaria.

La iglesia ortodoxa no tiene una definición dogmática oficial del infierno. Aun así, la opinión de consenso entre los teólogos ortodoxos es que el infierno es un estado genuino, aunque no un lugar físico. Cielo e infierno se consideran estados espirituales que expresan la experiencia intensificada de los difuntos de la presencia amorosa de Dios (el cielo) o su justicia (el infierno). El énfasis en la enseñanza ortodoxa es que el infierno no es en realidad un reino de la tortura activa de Dios de los malvados, sino más bien un estado en el que las personas que se han separado de Dios sufren la angustia de su autoimpuesta separación.


  • Excursus ¿Gehena basural en Jerusalén?:

Puntos clave

  • Algunos consideran que gehena era un basural ubicado fuera del los muros de Jerusalén que estaba dedicado a la quema de basura y cuerpos de criminales.
  • No obstante, ni la historia, la arqueología o la evidencia literaria respaldan esta postura.
  • Los criminales y los desperdicios no eran quemados durante el período del segundo templo, y aun si lo hubieran hecho los vientos occidentales prevalentes hubieran soplado malos olores sobre la ciudad, desalentando su práctica.
  • El verdadero lugar del basural estaba ubicado en el valle de Cedrón.
  • Pese a erróneos conceptos populares, gehena no es un basural ardiente sino una ubicación de juicio escatológico.
  • Creencias comunes:

Existe una creencia común entre algunos evangélicos que gehena, o infierno, era un vertedero de basura en el valle de Hinón en Jerusalén donde incineraban los cuerpos de los delincuentes y la basura. Recientemente, este punto de vista ha sido abrazado por John Noe2; y también es la piedra angular de la teología de los Testigos de Jehová.3

Esta postura está mayormente descrita a nivel geográfico por Sharon Baker en su libro Razing Hell, cuando escribe sobre el basural en el valle de Hinón:4

Mucho antes de la época de Jesús, el valle también era utilizado como un vertedero de basura. El pueblo de las zonas circundantes arrojaba sus desperdicios en gehena, donde se quemaba día y noche. El fuego nunca cesaba. Ardía allí bajo la superficie, incinerando la basura podrida y hedionda. La basura nueva se apilaba encima de la basura en descomposición: pescado podrido, vegetación viscosa, desechos humanos putrefactos de toda clase imaginable. Y como sabemos por experiencia, un basural sin moscas es un basural sin basura. Las moscas dejaban sus huegos en la superficie de los desperdicios. Así que imaginemos los cientos de miles de gusanos retorcidos que vivían allí, comiendo los desechos podridos. Mientras tanto, bajo la superficie, el fuego aún quemaba, devorando la basura putrefacta de días y semanas anteriores.

Era un fuego que ardía por siempre, donde el gusano no moría y donde la gente vertía sus desechos, haciendo muecas por el hedor, rechinando sus dientes en repulsión, nunca aventurándose demasiado cerca por el miedo a caer en el abismo abominable. En tiempos de guerra, la carne humana en descomposición se mezclaba con la basura putrefacta… imaginemos la vil imagen de esto. Cuando Jesús habló de gehena, sus oyentes pensarían en la basura putrefacta e infestada de gusanos, donde el fuego siempre ardía, el humo siempre persistía y si los vientos soplaban justo allí, un hedor que enfermaba los sentidos flotaba en el aire. La palabra «gehena» traía a la mente horror y disgusto en gran escala.5

Peter M. Head, tutor de Nuevo Testamento en el Wycliffe Hall en la Universidad de Oxford, observó que «no hay evidencia convincente en las fuentes primarias de la existencia de un vertedero de basura ardiente en esta ubicación [valle de Hinón] (en todo caso, una investigación más profunda sería valorable)».6 Este ensayo será una investigación breve pero exhaustiva sobre el asunto al examinar la historia, la arqueología y la geografía de «gehena» e intentará mostrar que no hubo un vertedero de basura en el valle de Hinón—¡jamás!

Al menos hay cinco motivos por los que no hay base histórica, arqueológica ni geográfica para la afirmación de que hubo un vertedero de basura en el valle de Hinón donde se quemaban los cuerpos de los delincuentes junto con la basura. Pero primero, deberíamos plantear una discusión sobre el valle de Hinón en sí.

  • Geografía del valle de Hinón:

El valle de Hinón ha sido identificado con Wadi er-Rababi, que está ubicado en el lado oeste y sur de la Ciudad Vieja de Jerusalén y el monte de Sion de la actualidad. La palabra hebrea gayʾ («valle») denota un valle agudo con pendientes en sus costados, una descripción excelente del valle de Hinón. En el extremo oriental del valle de Hinón se encuentra con el valle de Cedrón. En la Biblia es denominado como «valle de Hinom» (Josué 15:8; 18:16; Nehemías 11:30); el «valle del hijo de Hinom» (Josué 15:8; 18:16; 2 Reyes 23:10; 2 Crónicas 28:3; 33:6; Jeremías 7:31–32; 19:2, 6; 32:35); y una variante de lectura tiene «valle de los hijos de Hinom» (2 Reyes 23:10). Una vez se lo denomina como simplemente «el valle» (Jeremías 2:23). El hecho de que sea llamado bēn («hijo») de Hinom parece indicar que Hinom era un nombre personal, sea de un ser humano o una deidad jebusea.

El valle de Hinón estaba en el límite entre el territorio tribal de Benjamín hacia el norte y Judá hacia el sur y el oeste (Josué 15:8; 18:16; Nehemías 11:30). También era notorio durante la monarquía de Judea como lugar de adoración de Baal (Jeremías 2:23; 32:35). Fuera de la «Puerta de los Tiestos» ubicada cerca del estanque de Siloé, era un lugar en donde los alfareros elaboraban obras de alfarería (Jeremías 19:2), pero también el infame Tofet donde la gente sacrificaba a sus hijos al dios Moloc. El rey Acaz ofrendó a sus hijos a este dios (2 Crónicas 28:3), y también lo hizo el rey Manasés (2 Crónicas 33:6). El rey Josías, no obstante profanó el Tofet (2 Reyes 23:10). Aparentemente luego de su muerte, los reyes de Judá reedificaron los lugares altos de Tofet y reinstauraron la práctica del sacrificio de niños al dios Moloc (Jeremías 7:31). Así el Señor dijo que cambiaría el nombre del valle de Hinom a valle de la Matanza porque allí fue donde los babilonios asesinaron a los habitantes de Jerusalén mientras huían de la ciudad en 586 a.C. Los babilonios entraron a Jerusalén por la «puerta del frente» (la Puerta del Medio)7 mientras los de Jerusalén, incluyendo al rey Sedequías, huían por la «puerta de atrás» (la «Puerta entre dos muros» y la «Puerta de los Tiestos» abajo junto al estanque de Siloé) (2 Reyes 25:4; Jeremías 39:3–4). Aparentemente había fuerzas babilonias esperando para matar a los de Jerusalén mientras abandonaban la ciudad y pusieron sus cuerpos en el Tofet de modo que fueran comidos por las aves y las bestias (Jeremías 7:32–34; 19:6). Es importante notar que no hay mención a la quema de cuerpos de los habitantes de Jerusalén muertos; se los dejó allí para que los comieran las aves y las bestias.

“ El Señor dijo que cambiaría el nombre del valle de Hinom a valle de la Matanza porque allí fue donde los babilonios asesinaron a los habitantes de Jerusalén mientras huían de la ciudad en 586 a.C.»

John Noe cometió un error al tratar de enlazar tres pasajes juntos del libro de Jeremías (7:32–34; 19:1–15; 31:38–40) y decir que se referían a la destrucción de Jerusalén en 70 d.C. Los primeros dos pasajes hablan claramente del Tofet en el valle de Hinón y la cuasi realización del entierro de los de Jerusalén en el valle por parte de los babilonios en 586 a.C. El tercer pasaje, Jeremías 31:38–40, no obstante, ciertamente casi no habla del valle de Hinón. La frase en cuestión en Jeremías 31:40 es: «Y todo el valle de los cuerpos muertos y de la ceniza.» El valle referido en este pasaje no es el valle de Hinón. En este versículo, la palabra ʿēmeq se utiliza para valle, no gayʾ («valle») como en el caso del valle de Hinón. Un gayʾ es un valle agudo con pendientes pronunciadas en él, pero un ʿēmeq es un valle ancho. Un estudio pormenorizado de las ubicaciones en este pasaje fue realizado por Gabriel Barkay y muestra que esta zona estaba en los suburbios norteños de la Jerusalén de la Edad del Hierro.8 El recuerdo de los «cuerpos muertos» o cadáveres se remonta a la visita del Ángel del Señor al ejército asirio que rodeaba Jerusalén en 701 a.C. La misma palabra hebrea para «cuerpos muertos» o cadáveres usada en Jeremías 31 se emplea específicamente en otro lugar para este acontecimiento: peger (2 Reyes 19:35; Isaías 34:3; 37:36). El campamento de los asirios estaba en la zona de la Puerta de Damasco y el ʿēmeq habría sido el valle ancho apenas al norte de la puerta.

Durante el período persa, la «Puerta de los Tiestos» era conocida como la «Puerta del Muladar» (Nehemías 2:13; 3:13–14; 12:31).9

1 – Prácticas funerarias para los criminales:

El primer motivo por el que el valle de Hinón no era un vertedero de basura donde incineraban delincuentes es que los cuerpos de los criminales nunca se quemaron durante el período del segundo templo. Es verdad que determinadas personas eran quemadas hasta morir en el período del Antiguo Testamento, por ejemplo Acán (Josué 7:15, 25) y una hija de un sacerdote que cometió adulterio (Levítico 21:9), pero durante el período del segundo templo esta práctica fue abandonada con solo una excepción conocida.

“El Sanedrín tenía el poder de infligir cuatro clases de ejecuciones: apedreamiento, incineración, decapitación y estrangulamiento.”

La Mishná dice que el Sanedrín tenía el poder de infligir cuatro clases de ejecuciones: apedreamiento, incineración, decapitación y estrangulamiento (San. 7:1). El tratado prosigue en describir cómo había de ser incinerada una persona. Dicha persona es restringida y una tira de plomo fundido es lanzada por la garganta, quemando así el estómago y las entrañas (San. 7:2). Hubo, no obstante, un ejemplo durante el período del segundo templo donde una persona fue quemada en una estaca:

El rabino Eliezer ben Zadok dijo: ‘Una vez sucedió que la hija de un sacerdote cometió adulterio y ellos la rodearon con manojos y ramas y la quemaron’. Ellos le dijeron: ‘Porque el tribunal de aquel tiempo no tenía el conocimiento adecuado’ (San. 7:2).

En otro lado se explica que este tribunal estaba conformado por saduceos alrededor del 62 d.C. Es irónico, ¡pero eso es precisamente lo que la ley mosaica requería para la hija de un sacerdote que había cometido adulterio!

La Mishná describe una práctica funeraria para criminales:

No solían sepultarlo en el lugar de sepultura de sus padres, sino que el tribunal tenía listos dos lugares reservados para sepultura, uno para quienes eran decapitados o estrangulados y otro para los que eran apedreados o quemados. Cuando la carne había consumido reunían los huesos y los sepultaban en el propio lugar de ellos» (San. 6:5–6).

En otras palabras, el cuerpo de un delincuente ejecutado se ubicaba en una tumba del tribunal hasta que la carne había pasado por el período de putrefacción. Luego del año, la familia venía y juntaba los huesos y los llevaba a la tumba familiar para volver a sepultarlos.
Otra costumbre funeraria para delincuentes se utilizaba cuando el cadáver era enterrado directamente en la tumba familiar y no en la tumba del tribunal; en tales casos se ubicaba una piedra sobre el criminal. El tratado Semaḥot («Luto») 5:13 indica:

Uno que murió bajo una prohibición debe ser apedreado. No es que un gran montículo de piedras deba elevarse sobre él como en el caso de Acán, sino que en cambio un mensajero del tribunal toma una piedra y la coloca sobre un ataúd de modo que la ley del apedreamiento pueda cumplirs».10

Una confirmación de este pasaje rabínico fue observada durante la excavación de una cueva fúnebre en Ramot, uno de los suburbios norteños de Jerusalén. Los restos esqueléticos de un joven, de entre 18 y 21 años de edad, fue hallado con una piedra pesada sobre él.11 En ambos casos relacionados con las prácticas funerarias para los criminales, el cuerpo nunca era quemado ni llevado fuera de la ciudad de Jerusalén, ni tampoco ubicado en un vertedero de basura en el valle de Hinón.

2 – Prácticas de eliminación de residuos

Segundo, el proceso de desechar la basura por medio de incineración es un invento relativamente moderno. Había muy poca basura que quemar durante el período del segundo templo. En una excavación de salvataje hecha por Yigal Shiloh en la Ciudad de David, descubrió en el Área A, un «cúmulo conteniendo decenas de vasijas completas del primer siglo d.C., descartadas junto con miles de vasijas quebradas, indicando que el área norte del grueso muro era un basural y ofreciendo pistas de su proximidad con la «Puerta del Muladar» original, que se erigía aquí durante el período del segundo templo».12 En otro lugar, Shiloh ofrece una descripción más detallada de este vertedero y dice que «ninguna ceniza» fue hallada.13 Esto indica que el basural era para alfarería quebrada pero no para incinerar el contenido de las vasijas rotas.

3 – El verdadero basural

Tercero, el vertedero de basura del segundo templo para Jerusalén estaba ubicado en el valle de Cedrón y no en el valle de Hinón. Este tema fue estudiado por Ronny Reich y Eli Shukron, los recientes excavadores de la Ciudad de David.14 Describieron el vertedero de la ciudad en las laderas orientales de la ciudad de David en estos términos:

En prácticamente cada zona excavada, [se encontró] una capa extremadamente gruesa de residuos sueltos justo bajo la superficie. Esta capa está constituida de tierra, escombros, pequeñas piedras y una gran cantidad de artefactos rotos (principalmente fragmentos de cerámica junto con fragmentos de vasijas de piedra y vidrio, monedas, etc.), así como también huesos quebrados de animales. Pareciera ser la basura común de una casa, que era vertida por la pendiente, como está caracterizado por las líneas oblicuas de los escombros. Estas líneas oblicuas tienen un declive constante de aproximadamente 32 grados, y muestran una clasificación ocasional de componentes de acuerdo al montón y el tamaño.15

Valle de Cedrón (mirando al sur)
Valle de Cedrón (mirando al oeste)

Describen la profundidad promedio de la capa de escombros como entre 20 y 26 pies (6 y 8 metros) de grosor, y en algunos lugares hasta 30 pies (10 metros) de grosor. También observaron que «tal fenómeno [capas de escombros] fechado en el período tardío del segundo templo, no está presente en ningún otro lado de las afueras de la ciudad».16 La afirmación en itálicas indica que no había un vertedero de basura en el valle de Hinón en Jerusalén durante el período del segundo templo.

Resumieron el tamaño y la fecha de este basural diciendo lo siguiente:

El manto de escombros cubre la completa pendiente oriental de la colina sudoeste (la Ciudad de David). Esta área de escombros tiene al menos 400 metros de largo en el eje norte-sur (esto es, la longitud de la colina), y 50–70 metros de ancho en el eje oeste-este (esto es, la longitud de la pendiente). Una estimación modesta mostrará que aquí tratamos con un gran depósito cuyas medidas, al menos, son 400 × 50 × 10 metros = 200 000 metros cúbicos. Según una lectura preliminar de los artefactos recuperados de los escombros, la mayor parte de esta cantidad fue acumulada durante un período de tiempo que se extiende aproximadamente desde mediados del primer siglo a.C. hasta el año 70 d.C., es decir por alrededor de 100–120 años.17

Hubo nuevas excavaciones (2013–2014) dirigidas por Yuval Gadot de la Universidad de Tel Aviv en las laderas de la Ciudad de David. Observó que el «relleno sanitario ubicado en las pendientes orientales de la ciudad no es solo impresionante por su tamaño: sus capas alternas de basura y suelo antiguo sugieren que hubo un intento deliberado de cubrir sistemáticamente la basura para prevenir olores y refrenar animales de carroña».18 Aparentemente hubo un «Departamento de Saneamiento de la Municipalidad de Jerusalén» que organizaba el desecho de basura de la ciudad. Gadot comentó sobre esta investigación:

La mayor parte de los desperdicios en el relleno son sobras de un almuerzo o cena típicos de la clase media de la época, incluyendo huesos de animales, restos carbonizados de granos, huesos de olivas y madera de los hornos hogareños. La imagen que emerge es de una ciudad bastante próspera, con abundancia de comida e incluso pescados traídos de lugares distantes como el Mediterráneo y el mar de Galilea.19

También observó que había muy pocos metales de bronce o hierro en el basurero, indicando que la gente reciclaba estos metales. También, una excavación previa cerca del monte del templo halló un gran número de huesos de palomas, huesos que no se encontraron en ningún otro vertedero. Las palomas se usaban para los sacrificios en el templo, convirtiéndolo así en un «vertedero sagrado»

Toda esta información es indicativa de que el vertedero de Jerusalén era el valle de Cedrón y no el valle de Hinón. Los arqueólogos concluyeron que el basural era «un vertedero seco, con mínimo contenido de material orgánico en descomposición, lo que probablemente creaba menos influencia ambiental que los basurales modernos».20

4 – Cementerios del segundo templo

Cuarto, sería inconcebible tener un vertedero en la sección del valle sur de la antigua ciudad de Jerusalén porque estaba ocupado al menos por 69 tumbas judías, o más, del período del segundo templo.21 Algunas de las tumbas del extremo oriental del valle de Hinón, en la zona de Acéldama, son tumbas muy elaboradas, y una incluso puede que sea del sumo sacerdote Anás.22 Tresotras fueron halladas, intactas, y llena de ricos bienes fúnebres.23 Sería inimaginable para los habitantes de Jerusalén colocar el cuerpo de alguien fallecido, en especial del sumo sacerdote, en una tumba para su descanso final ubicada en el valle de Hinón a través del humo y el olor putrefacto de un vertedero de basura ardiente. El pueblo judío, teniendo respeto por los muertos, no habría emplazado un vertedero en un cementerio ni tampoco quemado desperdicios allí.

Acéldama (dentro del valle de Hinón)

5 – Vientos predominantes del oeste

Finalmente, un vertedero de basura no podría ubicarse en la sección del valle al oeste de la ciudad antigua de Jerusalén debido a que el humo y el olor putrefacto del basural ardiente hubiera sido soplado sobre el muro de la ciudad hacia la Ciudad Alta donde vivía la aristocracia. La gente rica e influyente hubiera acudido al «ayuntamiento» de la ciudad para quejarse sobre el hedor y la pobre planificación urbana. Pero el aristócrata más importante era Herodes el Grande. En el año 25 a.C. edificó un palacio en el borde occidental de la Ciudad Alta, justo al sur de la Puerta de Jaffa de nuestros días. Lo ubicó allí para recibir la brisa fresca de los vientos predominantes de occidente, especialmente durante los meses de verano. Josefo ofrece una descripción de este palacio lujoso y ostentoso (B.J. 5.176–181; 1.402; Ant. 15.318).24 Conociendo la personalidad y el temperamento de Herodes el Grande, si el basural de incineración alejado estaba en funciones durante los últimos veinte años del reinado de Herodes el Grande, ¡hubiera ejecutado a los jefes ingenieros de saneamiento y planificación urbana!

Palacio de Herodes en Jerusalén

Mencioné el viento predominante del occidente a alguien que apoya la ubicación del vertedero en el valle de Hinón y quería saber qué respaldo en la Escritura tenía yo para afirmar que los vientos soplaban del oeste. Le respondí que no tenía ninguna Escritura para los vientos predominantes de occidente, peor que viví en el borde del valle de Hinón en el Instituto de Estudios de Tierra Santa (Institute of Holy Land Studies) durante quince meses y observé que la dirección del viento en la bandera sobre la Iglesia Presbiteriana Escocesa San Andrés durante aquella época. Luego de dicha conversación, quise tener una respuesta más documentada y factual, en lugar de mi propia experiencia personal. Verifiqué los patrones climáticos cotidianos que habían sido registrados en los cuadros del Palestine Exploration Quarterly por un período de 32 años desde 1882 a 1913. Los vientos occidentales predominantes, procedentes del sudoeste, oeste y noroeste (que habrían llevado el humo y el olor sobre los muros de la ciudad) ¡soplaban el 65% del año! Las otras direcciones eran: norte, 7% del año; oeste, 26% del año, y sur 2% del año. No, es inconcebible que el vertedero de basura ardiente hubiera estado en el valle de Hinón.

La primera mención de un vertedero de basura en el valle de Hinón no aparece en la literatura hasta alrededor del año 1200 d.C. El rabino David Kimhi, en su comentario del Salmo 27, señala: «Gehena es un lugar repugnante, en el cual se arrojan inmundicias y cadáveres, y en el cual arde perpetuamente el fuego a fin de consumir las inmundicias y los huesos; a cuenta de ello, por analogía, el juicio de los malvados es denominado “gehena”».25 Pero como se demuestra más arriba, no hay evidencia histórica, arqueológica ni literaria del período del segundo templo que respalde esta afirmación. Entonces, si gehena no es un vertedero de basura en Jerusalén donde incineraban cuerpos de delincuentes ni desperdicios.


  • Fuentes:

2 Noe, Hell Yes / Hell No. What Really is the Extent of God’s Grace … and Wrath? (Indianapolis, IN: East2West, 2011).

3 Anónimo, Make Sure of All Things, Hold Fast to What is Fine, (Brooklyn, NY: Watchtower Bible and Tract Society, 1965), pp. 209–210, 230.

4 Baker, Razing Hell: Rethinking Everything You’ve Been Taught about God’s Wrath and Judgment (Louisville, KY: Westminster John Knox, 2010).

5 Baker, Razing Hell, pp. 129–130.

6 Head, “The Duration of Divine Judgment in the New Testament,” “The Reader Must Understand.” Eschatology in Bible and Theology (ed. K. Brower and M. Elliott; Eugene, OR: Wipf and Stock, 1997), p. 223. Corchetes añadidos por G. Franz.

7 Avigad, Discovering Jerusalem, (Nashville, TN: Thomas Nelson, 1980), pp. 50, 59.

8 Barkay, Northern and Western Expansion of Jerusalem in the End of the Iron Age. Tesis doctoral no publicada para Tel Aviv University, 1:49–50; 2:ii, p. 67.

9 Ritmeyer y Ritmeyer, Jerusalem in the Time of Nehemiah (Jerusalén: Carta, 2005), pp. 39–41.

10 Zlotnik, The Tractate “Mourning” (Regulations Relating to Death, Burial, and Mourning), (New Haven, CT: Yale University, 1966), p. 47.

11 Zias, “A Rock-Cut Tomb in Jerusalem,” Bulletin of the American Schools of Oriental Research 245 (1982), pp. 53–56.

12 Shiloh, “City of David, Excavation 1978,” Biblical Archaeologist 42/3 (1979), p. 168.

13 Shiloh, “Jerusalem: The City of David, 1978,” Israel Exploration Journal 28/4 (1978), p. 275.

14 Reich y Shukron, “The Jerusalem City-Dump in the Late second Temple Period,“ Zeitschrift des Deutschen Palastina-Vereins 119/1 (2003), pp. 12–18; Reich y Bar-Oz, “The Jerusalem City Dump in the Late Second Temple Period: A Quantitative Study,” New Studies on Jerusalem 12 (2006), pp. 83–98, 14–15; Reich, Excavating the City of David. Where Jerusalem’s History Began (Jerusalén: Israel Exploration Society, 2011), pp. 219–225.

15 Reich y Shukron, “Jerusalem City-Dump,” p. 12.

16 Reich y Shukron, “Jerusalem City-Dump,” p. 12. Itálicas, resaltado y corchetes añadidos por G. Franz.

17 Reich y Shukron, “Jerusalem City-Dump,” p. 14. Corchetes añadidos por G. Franz.

18 David, “Ancient Romans, Jews Invented Trash Collection, Archaeology of Jerusalem Hints,” Ha’aretz 29 de junio de 2016. Versión de Internet.

19 David, “Ancient Romans.”

20 Weiss, Bouchnik, Bar-Oz, t Reich, “A Dump Near the Temple? Two Difficulties Regarding the City Dump Adjacent to the Second Temple,“ New Studies on Jerusalem 12 (2006), p. 15.

21 Kloner, The Necropolis of Jerusalem in the Second Temple Period. Disertación doctoral no publicada presentada a The Hebrew University, Jerusalén, 1980 (idioma hebreo, con abstract en inglés), pp. 60–66, 275–276; Kloner, Survey of Jerusalem, The Northeastern Sector (Jerusalén: Israel Antiquities Authority, 2001).

22 R y Ritmeyer, “Akeldama: Potter’s Field or High Priest’s Tomb?” Biblical Archaeology Review 20/6 (1994), pp. 22–35, 76, 78.

23 Avni y Greenhut, “Akeldama: Resting Place of the Rich and Famous,” Biblical Archaeology Review 20/6 (1994), pp. 36–46.

24 Netzer, The Palaces of the Hasmoneans and Herod the Great, (Jerusalén: Yad Ben-Zvi and Israel Exploration Society, 2001), pp. 125–128.

25 Citado en Bailey, “Gehenna. The Topography of Hell,” Biblical Archaeologist 49/3 (1986), p. 188.

  • Bibliografía:

Cliff Winters, «Gehenna», ed. John D. Barry y Lazarus Wentz, Diccionario Bíblico Lexham (Bellingham, WA: Lexham Press, 2014).

Beale, G.K., y D.A. Carson, eds. “Mark 9:48”. Páginas 192–93 en el Commentary on the New Testament Use of the Old Testament. Grand Rapids: Baker Academic, 2007.

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Duane F. Watson, «Gehenna (Place)», ed. David Noel Freedman, The Anchor Yale Bible Dictionary (New York: Doubleday, 1992), 928.

Francisco Lacueva, Diccionario teológico ilustrado (Tarrasa, Barcelona: Clie, 2001), 298–299.

F. L. Cross y Elizabeth A. Livingstone, eds., The Oxford dictionary of the Christian Church (Oxford; New York: Oxford University Press, 2005), 660.

Geerhardus Vos, «Gehenna», ed. James Orr et al., The International Standard Bible Encyclopaedia (Chicago: The Howard-Severance Company, 1915), 1183.

Gordon Franz, «Gehena: ¿Basural de Jerusalén o lugar de juicio escatológico?1», en Comentario Geográfico Lexham de los Evangelios, ed. Barry J. Beitzel y Kristopher A. Lyle, Comentario Geográfico Lexham (Bellingham, WA: Lexham Press, 2018), Mr 9:42–50.

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