Los Mesías de la simiente incorrecta

Dentro del primer siglo de nuestra era, hubo no menos de diez pretendientes a “mesías”. Aquellos reclamantes judíos reunieron grandes números de seguidores
con promesas de redención y liberación físicas. Lo que siguió fue la desilusión, la
tristeza, y a veces la destrucción total. Varios falsos mesías se mencionan en el Nuevo Testamento.

Flavio Josefo menciona a cinco pretendientes a mesías: 1. Judas ben Ezequías, 2. Simón el insurrecto, 3. Atronges tras la muerte de Herodes el Grande (Ant. J. XVII, 271-284; B.J. II, 4,55-65); 4. Menahen ben Yehudá (Hijo del Judas, el Galileo) que se levantó cerca del 68 D.E.C. 5. Shimón Bar Giora en la sublevación judía de los años 66-70, y, finalmente, Shimón Bar Koshiba en la segunda sublevación judía del 132-135.

El primero que se menciona es Teudas, cabe destacar que no se mencionan en orden cronológico, ya que Judas el Galileo armó su revuelta en el año 6 D.E.C., por causa del Censo en Judea cuando Arquelao fue depuesto y pasó Quirino como gobernador de Siria. Mientras que Teudas se levantó hacia el año 46 D.E.C. en una revuelta contra los romanos, siendo asesinado por Cuspio Fado.

Teudas quien se jactaba de ser un “salvador,” y atrajo como a 4000 personas. Lo mataron y sus seguidores se dispersaron. Luego se levantó Judas el Galileo, probablemente en respuesta al censo romano para fines de impuestos. Reunió muchos seguidores, pero éste también pereció y sus seguidores se dispersaron.

La tercera figura mencionada era “aquel egipcio”, este profeta egipcio apareció cerca del año 55 D.E.C., tuvo unos 30.000 judíos que le siguieron pero fueron masacrados por Antonio Félix. (Ant. 20:8,6; G.J. 2:13,5; Hech. 21:38). Este egipcio indujo a unas personas a que lo siguieran al desierto. Lo persiguieron pero escapó, y entonces fue y se escondió con unos pocos de sus seguidores – (Hch 21:38).

Fuera de los registros del N.T., sabemos de Simón del Jordán Oriental quien se coronó rey a sí mismo. Quemó la casa real en Jericó y las casas de los ricos, antes de morir en combate. Otro reclamante mesiánico, “el Beduino hacedor de maravillas”, le prometió libertad al pueblo si lo seguían al desierto, pero a éste también lo mataron.

Según el historiador Josefo, al pueblo judío se le incitó para hacerle la guerra a los romanos en el 68-70 E.C por causa de una profecía contenida en las Escrituras Sagradas que los convenció para creer que se levantaría un hombre que gobernaría sobre todo el mundo.

Uno de los más famosos falsos Mesías, sin embargo, surgió a principios del siglo segundo. Ese fue Shimón Bar Koshiba. El liderato judío de aquel tiempo bajo el Rabí Akivá lo proclamó Mesías. Su nombre, que puede significar “hijo de mentiroso”, fue cambiado a Bar Kojba, que significa “hijo de una estrella”. En apoyo de su mesianismo, se le aplicó una profecía en el libro de Números:

Números 24:17 – “…Saldrá una estrella [Kojav] de Jacob…”

Bar Koshiba buscaba derrocar el yugo del gobierno romano y ganar de nuevo la independencia para la nación. Un pasaje talmúdico describe tanto su celo militar como su arrogancia:

“…Estuvo Bar [Kojba] que tuvo un ejército de 200.000 hombres, que hizo cortar un dedo de cada uno de sus hombres para demostrar su valor y bravura…

Cuando salía a la guerra decía: „Amo del Universo, no nos ayudes pero no ayudes a nuestros enemigos – (Taanit 84:68,4)…”

Había una gran confianza de que Bar Kojba tendría éxito; de hecho, se hicieron monedas judías con la inscripción “año uno” y “año de la liberación de Jerusalén”.

De hecho, existe una evidencia arqueológica reciente indica que él en realidad liberó a Jerusalén y gobernó durante ese tiempo por no pocos años. Yigael Yadín, Bar Kojba – (Random House 1971).

Por el 135 D.E.C., sin embrago, la campaña fue totalmente aplastada por los romanos. Decenas de millares fueron muertos y una gran parte de la comunidad judía fue expulsada de Jerusalén. Millares de cautivos judíos fueron vendidos como esclavos; a otros los obligaron a ir a barcos de esclavos y muchos murieron en el
mar.

Fuentes talmúdicas exageran la masacre:

“…Ochenta mil compañías de guerra entraron en la ciudad de Betár y los romanos estaban matando a hombres, mujeres y niños, hacían que la sangre de ellos se desbordara por las puertas, las ventanas y los tubos. Los caballos se ahogaban en la sangre hasta sus narices, y la sangre hacía que piedras de 40 seas rodaran y viajaran 40 millas hasta el mar…Hay una tradición de que los gentiles fertilizaron sus campos con la sangre de Israel por siete años, sin usar ningún otro fertilizante…”

(Taanit 68:4)

Los gobernantes romanos cambiaron el nombre de Jerusalén a Aelia Capitolina en un esfuerzo por borrar su significación espiritual para la judería, y se grabó la imagen de un cerdo en la puerta de mármol que daba a Bet-Léjem (Belén).

A pesar del inmenso desastre provocado por Bar Kojba, continuaron surgiendo reclamantes del oficio de Mesías en la historia judía. Probablemente el más prominente falso mesías que vino después de Bar Kojba fue el judío turco del siglo XVII, Shabetai Zeví.

Se proclamó como el Mesías, y viajó extensamente a Egipto, Jerusalén, Constantinopla, y otros lugares. Atrajo a rabinos, eruditos y gente común, y engendró una mezcla de enseñanzas y costumbres bizarras, basadas en parte en el cabalismo, y en parte en una psicosis maníaca-depresiva.

Cuando fue finalmente arrestado por las autoridades turcas y se le dio la alternativa de morir o convertirse al Islam. Zeví escogió el Islam. Sus seguidores, sin embargo, continuaron explicando su conversión de una manera favorable a sus reclamos de mesias, y el Shabetanismo sobrevivió hasta el siglo XVIII – (Enciclopedia Judaica, Shebetai Zeví, pág. 1220).

Aunque no hay reclamante oficiales en este momento, los judíos jasídicos (como en el movimiento Jabad) a menudo ven a su Rabí Principal como un posible Mesías.

Después de la publicación original de este libro, los jasídicos proclamaron a su Rabí como el Mesías. Hasta que murió, y no resucitó.

¿Por qué aquellos falsos mesías atrajeron tan grande número de seguidores del pueblo judío?

Sin duda es normal que un pueblo oprimido busque quitarse el yugo de opresión, y anhele la liberación de la servidumbre extranjera. Moisés le mostró al pueblo lo que puede hacer un “Redentor”, y cómo un pequeño número de personas puede escapar de las garras de una nación poderosa.

Las guerras de los Macabeos también probaron que una minoría con Dios pude resultar victoriosa sobre una mayoría pagana, porque creían que “con Dios todo es posible”.

El pueblo judío relacionaba su opresión con el pecado nacional. El cautiverio babilónico resultó en un rechazo de la pecaminosa adoración a los ídolos en Israel, y a eso siguió una restauración nacional y espiritual parcial. Los Macabeos buscaban una purificación de los judíos no religiosos, y de nuevo siguió una restauración parcial. Mientras más creía el pueblo que era fiel a la Torá, más intolerable e imposible venía a ser el pensamiento de que los paganos los gobernaran.

Creían que si ponían resistencia bajo un “Mesías,” como Ezequías y Judas Macabeo, Dios los vindicaría y les daría la victoria. La mayoría de falsos mesías, apelaban también a la Torá y a la inmoralidad de pagar impuestos. Decían que no era correcto pagar impuestos al César, ya que parte del dinero se usaba también para sostener el culto de los templos paganos. Esto apelaba a las masas, especialmente a los económicamente privados entre ellos.

Los líderes judíos durante el primer siglo, también deducían de las Escrituras que el tiempo del Mesías estaba cerca. Los falsos mesías, sin embrago, no poseían las características del Mesías de la Escritura. No buscaban probar su mesianismo por su linaje, sino más bien por el poder de la espada, y por medio de apelar a la liberación física. El Mesías, sin embargo, debía tener pruebas de su descendencia del rey David.

Habría de traer paz y un reino que sería eterno. La persona interior espiritual anhelaban redención, y el tiempo parecía el correcto. Sin embargo, todos han pecado, “no hay un justo que haga bien y no peque” – (Ecl 7:20). Para limpiar al pueblo, se ofrecían sacrificios animales (Korbán) diariamente en el Templo de Jerusalén.

Aquellos sacrificios solos eran insuficientes, como ya habían señalado los profetas en sus mensajes. El pueblo estaba ofreciendo sacrificios sin sinceridad – (Isa 1:11). Aún con aquellos sacrificios, había todavía un anhelo por el Mesías en los corazones y las esperanzas del pueblo.

Los profetas también previeron que Dios proveería un Korbán (Ofrenda sacrificial) especial y un Kohén Gadól (Sumo Sacerdote) “que no hubiera hecho violencia, y que no hubiera engaño en su boca” – (Isa 53:9). Sobre éste pasa a decir el profeta:

Isaías 54:9-10 – “..Pero le plació al Señor aplastarlo…Cuando ponga su alma como ofrenda por el pecado…”

Solamente un sacrificio así de puro y perfecto era aceptable para Di-s por expiación.

Yeshúa, el Nazareno, era diferente de los demás. Yeshúa realizó milagros verificables; no vino en su propio nombre sino que vino en el nombre de su Padre del cielo. Él aludía a los falsos mesías que vendrían después de él cuando dijo:

Juan 5:43 – “Yo vengo en el nombre de mi Padre, y ustedes no me reciben; si viene otro en su propio nombre, a ese lo recibirán”

Apeló no solamente al pueblo judío, sino que atrajo a muchos gentiles también. Aunque estaba al tanto de la iniquidad del gobierno romano, tomó un denario romano y señaló que una persona verdaderamente espiritual no debe estar exageradamente preocupada por el dinero romano que lleva la imagen del César pagano. La principal preocupación debe ser “darle a Dios lo que es de Dios” – (Mt 22:21).

Vio su propio pueblo en pecado, y su llamado, por lo tanto, fue primeramente para que su pueblo “se arrepintiera, porque el reino de los cielos se acercaba” – (Luc 21:32).

Declaró que “a menos que se arrepientan…todos perecerán” – (Luc 13:1-5).

El historiador Josefo, que vivió durante la primera parte del primer siglo dijo:

“En aquellos días estaba Yeshua, un hombre sabio, si podemos llamarlo
hombre. Hizo milagros…Atrajo a muchos de los judíos y los griegos. Él era un
Mesías”

(Antiguedades 18:3,3).

i. Hay algunas autoridades que creen que la traducción “Él era un Mesías” es una adición tardía al texto de Josefo.


(Para ver los demás capítulos haga click aquí)

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