Sobre los Ángeles de Dios

Desde el Génesis hasta el Apocalipsis, desde Abraham junto a los robles de Mambré hasta Juan en la isla de Patmos, se hace referencia a los ángeles de forma abierta y directa. Se informa de sus apariciones en diversos lugares de las tierras bíblicas a lo largo de un período de más de 2.000 años. Los escritores de las Escrituras dan por supuesta la existencia de los ángeles y, por tanto, no intentan demostrarla. La evidencia arqueológica más antigua de una referencia a los ángeles aparece en la estela de Ur-Nammu (c. 2100 a.C.), donde se ven ángeles volando sobre la cabeza de este rey mientras reza. Dado que Abraham apareció en escena en esta zona no mucho después de esa época, sin duda conoció la angelología desde su juventud y vio claramente que tenía un lugar natural en el monoteísmo que él fomentaba.

Aunque la angelología estaba mezclada con la mitología en las religiones primitivas, y en el politeísmo de los vecinos de Israel, el pueblo elegido no tomó prestados de ellos conceptos distorsionados para desecharlos con la maduración de su propia religión. Por el contrario, los registros de ángeles aumentan a medida que se desarrolla la historia bíblica. Fueron esporádicos a lo largo del AT hasta cerca de su final. Durante el cautiverio babilónico los ángeles se hicieron más evidentes. La opinión general de los estudiosos de la Biblia es que el zoroastrismo contribuyó generosamente a la angelología judía. En cualquier caso, el NT se abre con la actividad de los ángeles y continúa así hasta el final. Sin embargo, la actividad visible de los ángeles ha sido sustituida por el Espíritu Santo, que ahora guía a los cristianos.

Cuando hablamos sobre los ángeles, entramos en un tema que en algunos aspectos es el más inusual y difícil de todos los temas de la teología. Karl Barth, que ha hecho el tratamiento más extenso sobre el tema que se ha hecho en ningún tratado teológico reciente, describe el tema de los ángeles como el más “llamativo y difícil de todos.”1 Es, por lo tanto, un tema que resulta tentador omitir o descuidar. Alguno podría decir que la doctrina cristiana no se vería afectada si omitimos este tema, y en cierto sentido eso es cierto. Sería posible mantener las doctrinas de la creación y la providencia sin hacer referencia a los ángeles, porque Dios sin duda creó el universo y puede sostenerlo y guiarlo directamente, sin utilizar a los ángeles como agentes.

Sin embargo, la enseñanza de las Escrituras nos dice que él creó estos seres espirituales y ha escogido realizar muchos de sus actos a través de ellos. Por lo tanto, si vamos a ser estudiantes fieles de la Biblia, no tenemos otra opción que la de hablar de estos seres.

Por ángeles entendemos esos seres espirituales que Dios creó superiores a los humanos, algunos de los cuales permanecen obedientes a Dios y cumplen su voluntad, y otros le desobedecieron, perdieron su condición y ahora se oponen y dificultan su obra.

Hemos señalado la dificultad de este tema. Una razón es que aunque hay abundantes referencias a los ángeles en la Biblia, no son muy útiles para elaborar una teoría sobre los ángeles. Todas las referencias a los ángeles son incidentales a otros temas. No se tratan por sí mismos. Cuando se mencionan, siempre es para informarnos más sobre Dios, sobre lo que hace y cómo lo hace. Como los detalles sobre los ángeles no son significativos para ese propósito, se suelen omitir.

  1. Terminología
  2. Su origen, naturaleza y estatus
  3. Su apariencia
  4. Sus capacidades y poderes
  5. Organización
  6. Términos difíciles
  7. Sus actividades
  8. Conceptos preexílicos
  9. El Consejo Divino.
  10. El ejército celestial
  11. Agentes y mensajeros
  12. Desarrollos exílicos y postexílicos tempranos
  13. Periodo del Segundo Templo
  14. En el Nuevo Testamento
  15. La realidad de los ángeles

Terminología

El principal término hebreo para ángel es מַלְאָךְ (mal’ak); la palabra griega correspondiente es ἄγγελος (angelos); en cada caso, el significado básico es mensajero, ya sea humano o angélico.Cuando se utiliza para ángeles, los términos resaltan su papel de portadores de mensajes.

Ejemplos de humanos designados con el término מַלְאָךְ o ἄγγελος son el mensajero enviado por Jezabel a Elías (1 R. 19:2) y ciertos discípulos de Juan el Bautista (Lc. 7:24) y de Jesús (Lc. 9:52).

Algunos sugieren que la palabra en singular en el Antiguo Testamento normalmente hace referencia a los mensajeros divinos (esto es, los ángeles) y en plural a los mensajeros humanos; pero las excepciones son lo suficientemente numerosas e importantes como para hacer que esta observación no sea realmente significativa2.

Otras expresiones hebreas que se cree que hacen referencia a los ángeles son:

Es dudoso que la palabra Elohim sola, pueda representar a los ángeles, aunque la Septuaginta así la traduce en varias ocasiones, la más destacada Salmos 8:5.

Otros términos del Antiguo Testamento para ángeles son:

Cuando se habla de ellos en su conjunto se les llama “la congregación” (Sal. 89:5, 7) y “ejército” o “ejércitos” como en la expresión muy común “Jehová de los ejércitos” que se encuentra más de sesenta veces solo en el libro de Isaías.

Con frecuencia, cuando ἄγγελος aparece en el Nuevo Testamento, le acompaña una frase que deja claro que está haciendo referencia a los ángeles, como por ejemplo: “los ángeles de los cielos” (Mt. 24:36). Otras expresiones del Nuevo Testamento que se cree que hacen referencia a los ángeles son “huestes celestiales” (Lc. 2:13), “espíritus” (He. 1:14), y en distintas combinaciones “principados,” “potestades,” “tronos,” “dominios” y “autoridades” (ver especialmente Col. 1:16; también Ro. 8:38; 1 Co. 15:24; Ef. 6:12; Col. 2:15).

El término arcángel aparece en dos pasajes, 1 Tesalonicenses 4:16 y Judas 9. En este último se llama a Miguel arcángel.

Los serafines alados (Is 6:2, 6, 7), y los querubines (Éx 25:20; Ez 10:2, 15) son clases de seres celestiales que se distinguen de los ángeles en general. Mientras que en el uso primitivo malʾakh significaba mensajero, más tarde se utilizó para designar a los seres celestiales en general.

Su origen, naturaleza y estatus

Las Escrituras no dicen explícitamente que los ángeles fueran creados, tampoco se les menciona en el relato de la creación (Gn. 12). Sin embargo, que fueron creados queda claramente implícito en Salmos 148:2, 5:

“Alabadlo, vosotros todos sus ángeles; alabadlo, vosotros todos sus ejércitos…

Alaben el nombre de Jehová, porque él mandó, y fueron creados.”

Los ángeles al igual que los objetos celestiales mencionados en los versículos 3 y 4, se dice que fueron creados por el Señor. Esto parece que también se afirma en Colosenses 1:16:

“porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él.”

Algunos estudiosos creen que Génesis 2:1 y Job 38:7 indican que los ángeles formaban parte de la creación original, pero estos textos no son lo suficientemente claros como para ser utilizados como fundamento para esta creencia. Aparentemente los ángeles fueron creados todos a la vez directamente, dado que parece ser que no tienen el poder de propagarse de forma normal (Mt. 22:30), y no se nos dice que hubo más creaciones directas de Dios después de que finalizara el esfuerzo creativo original (Gn. 2:2–3).

Los judíos y los cristianos siempre han creído y enseñado que los ángeles son seres inmateriales o espirituales. Por otra parte, los ángeles han aparecido en forma de seres humanos con cuerpos materiales. En esto, como en el tema de su creación, no existen evidencias explícitas abundantes.

De hecho, uno podría concluir que los ángeles y los espíritus son seres distintos unos de otros en Hechos 23:8–9, aunque puede que los ángeles formen parte del género de los espíritus. La frase más clara sobre la naturaleza espiritual de los ángeles la encontramos en Hebreos 1:14, donde el escritor, refiriéndose evidentemente a los ángeles (ver versículos 5, 13), dice:

“¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación?”

Que los ángeles son espíritus también se puede deducir de las siguientes consideraciones:

  1. A los demonios (ángeles caídos) se les describe como espíritus (Mt. 8:16; Mt. 12:45; Lc. 7:21; Lc. 8:2; Lc. 11:26; Hechos 19:12; Apoc. 16:14).
  2. Se nos dice que nuestra lucha no es contra “sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este mundo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Ef. 6:12).
  3. Pablo, en Colosenses 1:16, parece identificar las fuerzas celestiales como invisibles.
  4. Que los ángeles son espíritus parece deducirse (aunque no necesariamente) de las afirmaciones de Jesús de que los ángeles no se casan (Mt. 22:30) y no mueren (Lc. 20:36).

Algunos han argumentado que como no hay referencias a las almas de los ángeles, estos no tienen ni almas ni cuerpos para ser ocupados por las almas (de ahí que los ángeles deben de ser espirituales). Esta conclusión, sin embargo, es un poco forzada. Además de ser un argumento del silencio, implica un punto de vista discutible sobre la relación cuerpo-alma.

A la vista de las consideraciones anteriores, parece seguro concluir que los ángeles son seres espirituales; no tienen cuerpos físicos o materiales. Las manifestaciones físicas recogidas en las Escrituras se deben considerar apariencias tomadas para la ocasión (angelofanías).

Como observamos anteriormente en este capítulo, a veces ha habido tendencia a exaltar exageradamente a los ángeles, ofreciéndoles el culto y la reverencia debida sólo a la deidad. Sin embargo, el pasaje más extenso sobre los ángeles: Hebreos 1:5–2:9, concluye que Cristo es superior a los ángeles. Aunque durante algún tiempo se le hizo un poco inferior a los ángeles, él es en todo superior a ellos. Aunque Jesús durante un periodo de tiempo estuvo subordinado al Padre, los ángeles siempre están subordinados a Dios y llevan a cabo su voluntad; no actúan por iniciativa propia. Aunque son superiores a los seres humanos en muchas habilidades y cualidades, forman parte de la clase de los seres creados y por lo tanto son seres finitos. No sabemos con precisión cuándo fueron creados, pero parece evidente que Dios en un momento dado les dio vida. Como seres totalmente espirituales son únicos entre las demás criaturas, pero siguen siendo criaturas.

Hay un gran número de ángeles. Las Escrituras tienen varias formas de indicar su cantidad: “diez millares” (Dt. 33:2); “veintenas de millares de millares” (Sal. 68:17); “doce legiones” (entre 36.000 y 72. 000 – el tamaño de una legión romana variaba entre 3.000 y 6. 000) (Mt. 26:53); “muchos millares de ángeles” (He. 12:22); “millones de millones” (Apoc. 5:11). La última referencia puede ser una alusión a Daniel 7:10. Job 25:3 y 2 Reyes 6:17 también indican un gran número de seres angélicos. Aunque no hay razón para tomar por exactas estas cifras, en particular por el significado simbólico de los números utilizados (12 y 1.000), queda claro que los ángeles son un gran número.

Su apariencia

En la mayoría de los casos no se ve a los ángeles. El Señor tuvo que abrir los ojos a Balaam para que viera al ángel que estaba en su camino ( Núm. 22:31 ). Eliseo oró para que el Señor abriera los ojos de su criado; después el joven vio la montaña llena de hombres a caballo y carros de fuego alrededor de Eliseo ( 2 R. 6:17 ). Cuando se ve a los ángeles, normalmente tienen apariencia humana, de manera que pueden ser confundidos con humanos ( Gn. 18:2, 16, 22; 19:1, 5, 10, 12, 15, 16; Jue. 13:6; Mr. 16:5; Lc. 24:4 ). A veces la gloria del Señor resplandece en ellos ( Lc. 2:9; 9:26 ) – quizá la razón por la cual a veces se les ve llevando ropa blanca de brillante apariencia. Fijémonos en cómo describe Mateo al ángel del Señor que removió la roca del sepulcro de Jesús: “Su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve” ( Mt. 28:3; cf. Ez. 1:13; Dn. 10:6; Apoc. 1:14 y 19:12 ).

Algunos de los conceptos que se han mantenido comúnmente no están apoyados por ninguna referencia de las Escrituras. No hay indicaciones de ángeles que aparezcan con forma femenina. No hay referencias específicas a que tengan alas, aunque en Daniel 9:21 y Apocalipsis 14:6 se dice que vuelan. El querubín y el serafín son representados con alas (Éx. 25:20; Is. 6:2) y también las criaturas simbólicas de Ezequiel 1:6 (cf. Apoc. 4:8). Sin embargo, no podemos estar seguros de que lo que es cierto para un querubín y un serafín lo sea también para los ángeles en general. Como no hay referencia explícita que indique que la totalidad de los ángeles tienen alas, debemos considerar esto como una mera inferencia, pero no una inferencia necesaria, sacada de los pasajes bíblicos en los que se les describe volando.

Sus capacidades y poderes

Los ángeles son representados como seres personales. Se puede interactuar con ellos. Tienen inteligencia y voluntad (2 S. 14:20; Apoc. 22:9). Son criaturas morales, algunos son caracterizados como santos (Mt. 25:31; Mr. 8:38; Lc. 1:26; Hch. 10:22; Apoc. 14:10), mientras que a otros, que han caído, se les describe como mentirosos y pecadores (Jn. 8:44; 1 Jn. 3:8–10).

En Mateo 24:36 Jesús da a entender que los ángeles tienen un conocimiento sobrehumano, pero al mismo tiempo afirma expresamente que su conocimiento tiene límites: “Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino solo mi Padre.” En 1 P. 1:12 puede que haya una alusión a la naturaleza limitada de su conocimiento. Evidentemente ellos crecen en conocimiento observando las acciones humanas y oyendo hablar del arrepentimiento humano (Lc. 12:8; 15:10; 1 Co. 4:9; Ef. 3:10). Que su conocimiento es mayor que el de los humanos se aprecia en su presencia en los consejos celestiales, su implicación en la transmisión de la revelación (Gá. 3:19) y su interpretación de las visiones (como en los casos de Daniel y Zacarías). Ser comparado con un ángel puede implicar que se posee una gran sabiduría.

Al igual que los ángeles poseen gran conocimiento, pero no omnisciencia, así también tienen un poder grande y sobrenatural, pero sin ser omnipotentes. El gran poder de los ángeles se enseña de tres maneras en las Escrituras:

  1. Los títulos asignados al menos a algunos de ellos: principados, potestades, autoridades, dominios, tronos.
  2. Afirmaciones directas; por ejemplo: “mientras que los ángeles, que son mayores en fuerza y en poder [a los humanos]” (2 P. 2:11); “Bendecid a Jehová, vosotros sus ángeles poderosos en fortaleza, que ejecutáis su palabra obedeciendo a la voz de su precepto” (Sal. 103:20).
  3. Los efectos atribuidos a su actuación: ver 2 Crónicas 32:21; Hechos 12:7–11; y nuestra discusión sobre las actividades de los ángeles.

Los ángeles obtienen su gran poder de Dios y siguen dependiendo de su voluntad favorable o de su permiso para ejercitarlo. Están restringidos a actuar dentro de los límites de su permiso. Esto le ocurre incluso a Satanás, cuya habilidad para afligir a Job estaba circunscrita a la voluntad del Señor (Job 1:12; Job 2:6). Los ángeles de Dios sólo actúan para llevar a cabo sus órdenes, no lo hacen de forma independiente. Sólo Dios hace los milagros (Sal. 72:18). Como criaturas que son, los ángeles están sujetos a todas las limitaciones de las criaturas.

Organización

A veces se han desarrollado esquemas bastante elaborados sobre la organización de las huestes angélicas. Hay muy poca información definida y clara sobre este tema. Sabemos que hay arcángeles, que evidentemente tienen una posición más alta que la de los ángeles ordinarios. El término sólo se utiliza dos veces en la Biblia, en 1 Tesalonicenses 4:16 y Judas 9. Sólo Miguel es identificado por el nombre como arcángel. Aunque popularmente se piensa que Gabriel también es un arcángel, no hay ningún lugar en la Biblia en el que se le identifique como tal. Ni se nos dice cuántos arcángeles hay.

Se ha intentado concebir un patrón organizativo partiendo de los distintos términos utilizados por Pablo, como principados, potestades y tronos. Aunque estos términos pueden designar diferentes funciones, allí realmente no hay una forma de detectar si existe una cadena de mando.

El querubín y el serafín presentan problemas especiales, ya que no se hace ninguna declaración sobre su relación con los ángeles en general. Sólo se hace una mención a los serafines: Isaías 6:2–3 los representa adorando a Dios. Los querubines, por otro lado, son mencionados con bastante frecuencia; se les describe como de apariencia humana, con alas y asistiendo de manera especial a Dios, que tiene su trono por encima de ellos (Núm. 7:89; 1 S. 4:4; 2 S. 6:2; Sal. 80:1; 99:1; etc.). Cuando Adán y Eva fueron expulsados del Jardín del Edén, Dios colocó querubines y una espada encendida para guardar el árbol de la vida (Gn. 3:24).

Ha habido diversos tipos de especulación sobre los serafines y los querubines. Algunos han argumentado que el querubín se debe identificar con el serafín3. Augustus Strong sostenía que no se les debía considerar seres reales, con rango superior a los humanos, sino “apariencias simbólicas, que intentan representar a la humanidad redimida dotadas con todas las perfecciones que las criaturas perdieron tras la caída, y pensadas para que sirvan de morada a Dios.”4 Ante la ausencia de más datos, resulta infructuoso especular. La posición más cautelosa es simplemente considerar al serafín y al querubín como pertenecientes al grupo de criaturas espirituales que se designa con el nombre general de ángel. Puede que sean ángeles con funciones especiales, o un tipo especial de ángel. En cualquier caso, no podemos asumir que las características del serafín y del querubín se puedan aplicar a todos los ángeles. Y no sabemos si son de un rango mayor o menor, si es que existen los rangos.

Términos difíciles

Hay dos términos difíciles que merecen una atención especial: “hijos de Dios” y “ángel del Señor.” En Génesis 6:2 leemos que los hijos de Dios tomaron como esposas a las “hijas de los hombres.”

Algunos eruditos han llegado a concluir que estos hijos de Dios eran en realidad ángeles que se unieron a las mujeres humanas para crear una raza de hombres poderosos. Entre los argumentos que se presentan a favor de esta interpretación está el hecho de que los ángeles son denominados hijos de Dios en otras partes de las Escrituras (Job 1:6; 2:1; 38:7) y que aparentemente había una raza de superhombres sobre la tierra en aquella época (v. 4). Por otra parte, el hecho de que hubiera también grandes maldades que disgustaron tanto a Dios como para enviar el diluvio ha llevado a sugerir que los hijos de Dios en realidad eran ángeles caídos.

Pero la sugerencia de que los ángeles (buenos o caídos) se uniesen a las mujeres humanas y tuvieran hijos va aparentemente en contra de lo que Jesús enseña sobre los ángeles (Mt. 22:30). Según esto, la interpretación de que “los hijos de Dios” de Génesis 6:2 son hijos de Set que se unieron con descendientes paganos de Caín, parece presentar menos problemas que la de que los “hijos de Dios” sean ángeles, aunque ninguna de las dos teorías se puede mantener de forma dogmática. Es necesario concluir que sencillamente no hay evidencias suficientes para justificar el uso de este pasaje como fuente de información sobre los ángeles. Esto no se debería considerar un caso de “desmitologización evangélica,” como ha sugerido el autor de una defensa de la interpretación tradicional de que los “hijos de Dios” de la Biblia en Génesis 6:2 eran ángeles5. Se trata simplemente de permanecer escéptico ante la falta de evidencias suficientes.

También tenemos el problema de la identidad del “ángel del Señor.” En el Antiguo Testamento hay numerosas referencias al ángel del Señor o al “ángel de Dios” (Gn. 16:7–14, Gn. 18, Gn. 22:11, Gn. 22:14–15, Gn. 24:7, Gn. 24:40, Gn. 32:24–30, Gn. 48:15–16, Éx. 3:2, Éx. 14:19, Éx. 23:20–23, Éx. 32:34–33:17, Jue. 2:1, Jue. 2:4, Jue. 5:23, Jue. 6:11–24, Jue. 13:3, etc.). El problema está en que aunque hay numerosos pasajes donde el ángel del Señor se identifica con Dios, hay muchos otros pasajes en los que los dos se distinguen.

[Ejemplos de pasajes en los que se igualan son Génesis 31:11 y 13, donde el ángel del Señor dice: “Yo soy el Dios de Bet-el,” y Éxodo 3:2 y 6, donde el ángel del Señor le dice a Moisés: “Yo soy el Dios de tu padre.” Ejemplos de pasajes en los que los dos se distinguen son Génesis 16:11, donde el ángel del Señor le dice a Hagar: “porque Jehová ha oído tu aflicción,” y Éxodo 23:20 donde el Señor le dice al pueblo de Israel: “Yo envío mi ángel delante de ti.” Hay tres interpretaciones principales sobre “el ángel del Señor”: (1) es únicamente un ángel con una misión especial; (2) es Dios mismo temporalmente visible con forma humana; (3) es el Logos, una preencarnación temporal de la segunda persona de la Trinidad6.

Aunque ninguna de estas interpretaciones es plenamente satisfactoria, por la claridad de identificación de estas frases tanto la segunda como la tercera opción parecen más adecuadas que la primera. Donde hay una distinción aparente entre Dios y el ángel del Señor, Dios hace referencia a sí mismo en tercera persona. Por tanto, no es posible sacar de la naturaleza del ángel de Dios conclusiones que se puedan aplicar a todos los ángeles.

Sus actividades

  1. Los ángeles continuamente alaban y glorifican a Dios (Job 38:7; Sal. 103:20; Sal. 148:2; Apoc. 5:11–12; Apoc. 7:11; Apoc. 8:1–4). Aunque esta actividad normalmente se produce en presencia de Dios, al menos una vez se produce en la tierra: en el nacimiento de Jesús los ángeles cantaron: “Gloria a Dios en las alturas” (Lc. 2:13–14).
  2. Los ángeles revelan y comunican el mensaje de Dios a los humanos. Esta actividad está más en consonancia con la palabra ángel. Los ángeles participaron particularmente como mediadores de la ley (Hch. 7:53; Gá. 3:19; He. 2:2). Aunque no se les menciona en Éxodo 19, Deuteronomio 33:2 dice: “Jehová vino…entre diez millones de santos.” Este oscuro pasaje puede ser una alusión a la mediación de los ángeles. Aunque no se dice que realicen una función similar con respecto al nuevo pacto, el Nuevo Testamento con frecuencia les representa como portadores del mensaje de Dios. Gabriel se aparece a Zacarías (Lc. 1:13–20) y a María (Lc. 1:26–38). Los ángeles también hablan con Felipe (Hch. 8:26), Cornelio (Hch. 10:3–7), Pedro (Hch. 11:13; 12:7–11) y Pablo (Hch. 27:23).
  3. Los ángeles ministran a los creyentes. Esto incluye protegerlos del daño. En la iglesia primitiva fue un ángel el que sacó a los apóstoles de la cárcel ( Hch. 5:19 ) y más tarde a Pedro ( Hch. 12:6–11 ). Los salmistas experimentaron el cuidado de los ángeles ( Sal. 34:7 ; 91:11 ). Sin embargo, el ministerio principal son las necesidades espirituales. Los ángeles se interesan mucho por el bienestar espiritual de los creyentes, regocijándose en su conversión ( Lc. 15:10 ) y sirviéndoles en sus necesidades ( He. 1:14 ). Los ángeles son espectadores de nuestras vidas ( 1 Co. 4:9 ; 1 Ti. 5:21 ) y están presentes dentro de la iglesia ( 1 Co. 11:10 ). A la muerte de los creyentes, les conducen al lugar bendecido ( Lc. 16:22 ).
  4. Los ángeles llevan a cabo los juicios sobre los enemigos de Dios. El ángel del Señor mató a 185.000 asirios (2 R. 19:35) y a los hijos de Israel en Jerusalén hasta que el Señor le dijo que detuviese su mano (2 S. 24:16). Fue el ángel del Señor el que se puso entre el pueblo de Israel y los egipcios (Éx. 14:19–20); el resultado fue la liberación de los israelitas y la destrucción de los egipcios en el Mar Rojo. Fue un ángel de Dios el que mató a Herodes (Hch. 12:23). El libro del Apocalipsis está lleno de profecías sobre el juicio que será administrado por los ángeles (8:6–9:21; 16:1–17; 19:11–14).
  5. Los ángeles estarán implicados en la segunda venida. Ellos acompañarán al Señor en su venida (Mt. 25:31), así como estuvieron presentes en otros eventos significativos de la vida de Jesús, como su nacimiento, la tentación y la resurrección. Ellos separarán el grano de las malas hierbas (Mt. 13:39–42). Cristo enviará a sus ángeles con gran voz de trompeta y juntarán a sus escogidos de los cuatro vientos (Mt. 24:31; cf. 1 Ts. 4:16–17).

¿Qué hay del concepto de ángeles guardianes, la idea de que cada persona o al menos cada creyente tiene asignado un ángel específico para cuidarle y acompañarle durante toda su vida?

Esta idea era una creencia judía popular en los tiempos de Cristo y ha pasado a una parte del pensamiento cristiano6. Se citan dos textos bíblicos como evidencia de la existencia de ángeles guardianes. Tras llamar a un niño y colocarlo en medio de sus discípulos Jesús dijo: “Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos” (Mt. 18:10). Cuando la muchacha Rode les dijo a los que estaban en la casa que Pedro estaba a la puerta, ellos dijeron: “Es su ángel” (Hch. 12:15). Estos versículos parecen indicar que los ángeles están asignados especialmente a los individuos.

Sin embargo, en todas partes de la Biblia leemos que no un único ángel, sino muchos acompañaban, protegían y cuidaban a los creyentes. Eliseo estaba rodeado por mucha gente a caballo y por carros de fuego (2 R. 6:17); Jesús podría haber llamado a doce legiones de ángeles; varios ángeles llevaron el alma de Lázaro al seno de Abraham (Lc. 16:22).

Además, en la referencia que Jesús hace sobre los ángeles de los pequeños especifica que están en presencia del Padre. Esto sugiere que estos son ángeles que alaban en presencia de Dios en lugar de ángeles que cuidan a los seres humanos en este mundo. La respuesta a Rode refleja la tradición judía de que el ángel guardián se parece a la persona a la cual está asignado. Pero una indicación de que algunos discípulos creían en los ángeles guardianes no confiere autoridad a esta creencia. Algunos cristianos todavía tenían creencias equivocadas o confusas sobre diversos temas. En ausencia de un material didáctico definitivo, debemos concluir que no hay evidencias suficientes para el concepto de los ángeles guardianes.

Conceptos preexílicos

El Consejo Divino.

En Israel, como en el ANE (Antiguo cercano oriente) en general, la concepción subyacente del mundo celestial era la de una corte real. Yahvé era imaginado como un rey, y a su servicio había seres divinos que actuaban como consejeros, subordinados políticos, guerreros y agentes generales.

A menudo se hacía referencia a estos seres divinos como un grupo colectivo (Gn 28:12; 33:1-2; Sal 29:1; 89:6-9) y se entendía que constituían un consejo («el consejo de El», ʿădat ʾēl, Sal 82: 1; «el cónclave de Yahvé/Eloah», sôd yhwh, Jer 23:18; sôd ʾĕlôah, Job 15:8), «el cónclave/la asamblea de los santos» (sôd/qāhāl qĕdōšı̂m, Sal 89:6, 9).

Expresiones similares aparecen en fuentes del ANE (Phoen: mpḥrt ʾil gbl qdšm; Ug: pḫr ʾilm, pḫr bn ʾilm, dr ʾil, etc.; Akk: puḫur ilāni; véase Mullen 1980). La descripción más extensa del consejo y sus tareas en el Antiguo Testamento se encuentra en 1 Re 22:19-22.

Allí, el profeta Micaías ben Imlah ve al Yahvé entronizado con «todo el ejército del cielo de pie a su alrededor, a su derecha y a su izquierda». Cuando Yahvé plantea una pregunta al consejo, hay una discusión general («y uno decía una cosa y otro decía otra»), hasta que surge una propuesta concreta («entonces salió un espíritu y se puso delante de Yahvé y dijo…»). Los profetas podían presentarse en el consejo de Yahvé para recibir una palabra (Jr 23:18.22; Is 6). El consejo era también un lugar de acusación y juicio (Salmo 82). Tal vez por su lugar privilegiado en el consejo divino, los ángeles eran considerados dechados de conocimiento y discernimiento (2 Sam 14:17, 29; 19:28).

Según Dt 32:8 (LXX y 4QDeut), cuando Dios organizó la estructura política del mundo, cada una de las naciones fue asignada a uno de los ángeles/deidades menores, quedando Israel reservado para la posesión de Yahvé. El Salmo 82 supone una configuración similar, pero describe la revocación del acuerdo. En ese texto, Dios presenta una acusación ante el consejo divino sobre el fracaso de estas deidades menores a la hora de garantizar la justicia, por lo que deben ser expulsadas y asesinadas.

El ejército celestial

En Dt 33:2 se dice que Yahvé va acompañado de diez mil santos en su avance desde la tierra del sur (cf. la referencia en Sal 68:18 a los muchos miles de carros con Yahvé en el Sinaí). Se trata, sin duda, de los ejércitos angélicos a los que se refiere el título divino común Yahvé de los Ejércitos.

En uno de los raros casos en que se menciona a un ser angélico individual con un cargo claramente definido, Josué se encuentra con una figura misteriosa con una espada desenvainada que se identifica como «el comandante del ejército de Yahvé» (śār ṣābaʾ yhwh, Jos 5:14). Cuando el profeta Eliseo fue asediado, recibió la protección de «caballos y carros de fuego», invisibles para todos aquellos cuyos ojos no habían sido abiertos por Yahvé (2 Re 6:17).

Agentes y mensajeros

  • Papel y significado.

Además de los diversos papeles que desempeñan los seres angélicos como grupo, hay muchos textos que describen las acciones de una sola figura angélica. Casi siempre en estos casos se emplea el término malʾāk («mensajero») o malʾāk yhwh/ (hā) ʾĕlōhı̂m («mensajero de Yahvé/Dios»).

Sin embargo, el término «mensajero» no debe interpretarse de forma demasiado restrictiva, pues estos seres divinos llevan a cabo diversas tareas. Anuncian nacimientos (de Ismael, Gn 16:11-12; Isaac, Gn 18:9-15; Sansón, Jue 13:3-5), tranquilizan (a Jacob, Gn 31:11-13), encargan tareas a personas (Moisés, Éx 3:2; Gedeón, Jue 6:11-24) y comunican la palabra de Dios a los profetas (Elías, 2 Re 1:3, 15; un hombre de Dios, 1 Re 13:18; cf. 1 Re 22:19-22; Sansón, Jue 13:3-5; Isaías 6; Jer 23:18,23).

Pero el ángel también puede intervenir en momentos cruciales para cambiar o guiar las acciones de una persona, y puede comunicar promesas divinas o revelar el futuro en el curso de dicha intervención. Además, los ángeles pueden ser agentes de protección para individuos o para Israel en su conjunto (Gn 24:7, 40, Gn 48:16, Éx 14:19-20, Éx 23:20, 23, Éx 32:34, Nm 20:16, 1 Re 19:5-8, 2 Re 19:35 = Is 37:36, Sal 34:8-En 34:7, Sal 91:11). Pero también pueden ser agentes de castigo de Yahvé (Génesis 19, Nm 22:33, 2 Samuel 24 = 1 Crónicas 21, Sal 35:5-6, Sal 78:49).

A diferencia de los escritos posteriores, estos textos apenas muestran interés por los propios mensajeros celestiales. No se les individualiza en modo alguno. No tienen nombres personales ni cargos definidos (aunque véase Jos 5:14). Generalmente se argumenta que el término malʾāk yhwh no debería traducirse «el mensajero de Yahvé», como si se refiriera a un ser divino concreto, sino simplemente «un mensajero de Yahvé» (Hirth 1975: 25-31). Cualquiera de las dos traducciones es gramaticalmente posible. Los mensajeros no se describen (véase Judg 13:6 para una excepción parcial) y a menudo ni siquiera se reconocen. Cuando los seres humanos sí se dan cuenta de la identidad de quien habla con ellos, la reacción varía. En algunos relatos no se describe reacción alguna (por ejemplo, Génesis 19), mientras que en otros la reacción es de reverencia (Jos 5:14-15) o de temor (Jue 13:21). En resumen, estos textos no muestran ningún interés especulativo por el mensajero divino. El mensajero es importante únicamente por el mensaje (Westermann 1985: 244).

  • Relación con Yahvé.

Muchas de estas narraciones sobre el malʾāk yhwh plantean un viejo problema de interpretación: ¿cuál es la relación entre el mensajero/ángel de Yahvé y Yahvé?

En muchas de las narraciones, el malʾāk aparece inicialmente como una figura distinta. Pero en algún momento del relato parece como si Yahvé estuviera presente personalmente en lugar del malʾāk yhwh. En Gn 16:7, por ejemplo, cuando Agar ha huido del cruel trato de Sarai, el texto dice que «un malʾāk yhwh la encontró junto a un pozo en el desierto.» Las dos conversan y el narrador vuelve a identificar a la que habla con Agar como una «malʾāk yhwh» en los vv 9, 10 y 11. Pero las palabras que pronuncia el malʾāk yhwh en el v. 10 («Multiplicaré tu descendencia…») parecen más bien el discurso en primera persona del propio Yahvé. En el versículo siguiente, sin embargo, el malʾāk yhwh vuelve a hablar de Yahvé en tercera persona.

Sin embargo, el v 13 comienza así: «Agar invocó el nombre de Yahvé que hablaba con ella: ‘Tú eres un Dios que ve.’ …» El final del versículo está textualmente corrompido, pero probablemente deba traducirse «En verdad he visto a Dios después de que Él me viera a mí». La aparente intercambiabilidad del malʾāk yhwh y Yahvé no puede resolverse suponiendo una torpe fusión de dos relatos tradicionales. La misma ambigüedad se da en muchas narraciones (por ejemplo, Gn 21:15-21; Gn 22:11-12; Gn 31:11-13; Éx 3:2-6; Jue 6:11-24).

Se han propuesto numerosas sugerencias para explicar esta característica peculiar (por ejemplo, que el malʾāk yhwh es una especie de hipóstasis de la deidad; que existe una identidad funcional entre el mensajero y el emisor; que la frase malʾāk yhwh es una interpolación tardía y piadosa; que la alternancia entre Yahvé y malʾāk yhwh tiene que ver con el punto de vista; etc.). Véase la reseña en Hirth 1975: 13-23).

Pero la explicación que parece más probable es que el intercambio entre Yahvé y malʾāk yhwh en varios textos sea la expresión de una tensión o paradoja: hay que afirmar la autoridad y la presencia de Yahvé en estos encuentros, pero sin embargo no es posible que los seres humanos tengan un encuentro sin mediación con Dios (cf. TWAT 4: 901; Hirth 1975: 83-84).

Agar tiene razón: ha visto a Dios. Pero el narrador también tiene razón en que el que se le apareció era un malʾāk yhwh. La ambigüedad no resuelta de la narración permite al lector experimentar la paradoja. Sería engañoso, sin embargo, sugerir que esta perspectiva era una creencia dogmática de la antigua religión israelita. Hay otras narraciones en las que Dios aparece y conversa con seres humanos, sin referencia a un malʾāk yhwh (por ejemplo, Génesis 15), y otras en las que el malʾāk yhwh se distingue sistemáticamente de Yahvé (por ejemplo, 1 Reyes 19). Las creencias religiosas y las formas de expresión no eran probablemente más uniformes en el antiguo Israel que en cualquier otra época.

  • Relaciones entre ángeles y humanos.

Aunque la especulación sobre el mundo angélico o la relación entre seres divinos y humanos no parece haber atraído mucha atención en los escritos preexílicos, hay un breve texto que plantea tales cuestiones, Gn 6:1-4. Allí se describe el mestizaje entre seres divinos (bĕnê hā ʾĕlōhı̂m) y mujeres humanas.

Aunque el pasaje es oscuro en muchos aspectos, la descendencia de la unión se convierte en los antiguos guerreros de renombre (LXX, gigantes, «gigantes»). Aunque no se presenta como una rebelión en el cielo ni como una «caída» de los seres divinos, los resultados del apareamiento son preocupantes para Yahvé, que decreta como consecuencia un límite a la duración de la vida humana.

Recientemente se ha argumentado que este pasaje conserva una antigua introducción alternativa a la historia del diluvio, en la que éste fue enviado para eliminar a estos seres mitad humanos/mitad divinos que amenazaban el orden de la creación (Hendel 1987: 13-26). Cualquiera que fuera el papel que la tradición pudiera haber desempeñado en el antiguo Israel, se convirtió en la fuente de un intenso desarrollo especulativo en siglos posteriores.

Desarrollos exílicos y postexílicos tempranos

Probablemente no sea casual que en el siglo VI aumentaran considerablemente las especulaciones sobre el mundo celestial y sus habitantes angélicos, especialmente en la literatura profética. El problema de la destrucción y la reconstitución de las instituciones nacionales de Judá requería un modo de pensamiento que pudiera englobar el desastre en alguna estructura coherente y significativa y proporcionar confianza en la posibilidad de la reconstrucción.

  • Ezequiel:

La visión de Ezequiel de la próxima destrucción de Jerusalén (Ezequiel 8-11) comienza con la aparición de un ser angélico que se describe en términos derivados del relato de la gloria de Yahvé (kābôd yhwh) en 1:27. La destrucción de Jerusalén se lleva a cabo en el momento en que Yahvé es destruido. La destrucción de Jerusalén es llevada a cabo por orden de Yahvé por otras figuras angélicas descritas sólo como seis hombres armados (9:2). Un escriba angélico («un hombre vestido de lino que tenía un estuche a su lado», 9:3) señala a los que van a ser perdonados. La visión que tiene Ezequiel de los ángeles destructores proporciona la seguridad gráfica de que la destrucción, por terrible que sea, permanece bajo el control directo del Dios de Israel y no representa simplemente el triunfo de los babilonios (cf. 2 Baruc 6-8, escrito tras la destrucción del Segundo Templo por los romanos). En correspondencia con la visión de Ezequiel de la destrucción de Jerusalén está su visión del templo tal como va a ser reconstruido (Ezequiel 40-48). Ezequiel es guiado a través de la estructura por un ángel («un hombre cuyo aspecto era como de bronce», 40:3) que mide las diversas estructuras para Ezequiel y explica la finalidad de algunas de ellas (p. ej., 42:13-14).

Los querubines o criaturas vivientes (kĕrûbı̂m; ḥayyôt) descritos en Ezequiel 1 y 10 no son, propiamente hablando, ángeles. La descripción de Ezequiel y las representaciones gráficas de figuras similares del ANE indican que eran criaturas aladas que combinaban rasgos humanos y animales. De hecho, pueden describirse como los animales del mundo celestial. A diferencia de los «mensajeros» o los «hijos de Dios», los querubines sólo tienen funciones limitadas. Sirven como guardianes (Gn 3:24; Ez 28:14), como monturas aladas (2 Sam 22:1; Sal 18:11-Eng 18:10) y como portadores del carro del trono (Sal 80:1; 99:1; Is 37:16; Ez 1; 10). Tal vez por su función protectora, se utilizaban con frecuencia como motivos decorativos en los templos y en el mobiliario cultual (Éx 25:18-20; 26:31; 1 Sam 4:4; 1 Re 6:23-36). Del mismo modo, los serafines de Isaías 6 no son ángeles, sino figuras aladas en forma de serpiente asociadas a la iconografía del culto yahvista (Is 14,29; 30,6; cf. Nm 21,6-9; 2 Re 18,4). Isaías los asimiló parcialmente al papel de miembros del consejo divino. La tradición posterior interpretó tanto a los serafines como a los querubines como clases de ángeles.

  • Zacarías:

Enfrentado a graves problemas de reestructuración social y restauración institucional, Zacarías, uno de los primeros profetas postexílicos, articuló su mensaje en gran medida en términos de visiones angélicas. Según Petersen (Ageo y Zacarías 1-8 OTL, 115-16), «en lugar de proponer, como había hecho Ageo, que había que reconstruir el templo, o que había que ungir rey a Zorobabel, Zacarías experimentó a los agentes angélicos de Yahvé y discernió cómo debía iniciarse el nuevo orden religioso y social. Lo que Zacarías relata en estas visiones es la restauración inicial dentro del orden cósmico… Los corceles y las huestes angélicas de Yahvé están ocupados en la tarea de crear una nueva estructura social y religiosa que afectará a todo el mundo, no sólo a Judá». El mensaje de Zacarías adquiere especial autoridad al afirmar que no sólo anuncia lo que debe hacerse en la tierra, sino lo que ya se está haciendo en el cielo y pronto se hará patente en la tierra.

Zacarías concreta la antigua noción del ejército de Yahvé describiendo los caballos, jinetes y carros que recorren la tierra, volviendo para informar al ángel de Yahvé y presentarse ante Yahvé (Zac 1:7-17; Zac 6:1-8). Los carros se identifican con los cuatro vientos (Zac 6:5; cf. Sal 104:4). Parece que en las visiones de Zacarías la figura identificada como el malʾāk yhwh se ha convertido en una figura distinta y poderosa en el mundo celestial. Tiene varias funciones en las visiones: guía e intérprete de Zacarías (Zac 1-6 passim); intercesor por Israel, que recibe palabras de consuelo que ordena a Zacarías que proclame (1:12-17; cf. Is 40,1-9); presidente y juez en el consejo divino (Zac 3; 6,7); y comandante de las patrullas angélicas (1:11; 6:7).

  • El Śāṭān:

La figura angélica del śāṭān en Zac 3:1-2 no debe entenderse como el enemigo cósmico de Dios de la angelología posterior. La palabra es un sustantivo común («oponente, acusador») y está relacionada con el verbo śāṭan, «acusar».

Tanto el sustantivo como el verbo pueden usarse tanto de seres humanos como angélicos; 1 Sam 29:4; Zac 3:1; Sal 109:4. Aquí habría que traducir:

«Me mostró al sumo sacerdote Josué de pie ante el malʾāk yhwh, y el acusador estaba de pie a su derecha para acusarlo.»

El acusador es simplemente un miembro del consejo divino que ha llevado a juicio a un sumo sacerdote que es impuro desde el punto de vista cultual. El cuadro es muy parecido al de Job 1-2. «En el momento en que los hijos de Dios vinieron a presentarse ante Yahvé, el śāṭān también vino entre ellos» (1:6; véase también 2:1). También allí el śāṭān se interroga sobre una persona de la que sospecha una piedad interesada. El único otro texto contemporáneo que menciona esta figura es 1 Cr 21:1. Una comparación con el texto paralelo, 2 Sam 24:1, muestra que «la cólera de Yahvé» en 2 Samuel ha sido concretada por el Cronista como la acción de un miembro del consejo divino.

Aunque el śāṭān no es representado como enemigo de Dios en ninguno de estos textos, el hecho de que en Zacarías y Job su opinión sea repudiada por Dios y malʾāk yhwh indica el comienzo del desarrollo del śāṭān como figura siniestra (véase Petersen (Hagai y Zacarías 1-8 OTL, 189-90). La noción de un ángel que tiene una responsabilidad particular sobre un individuo, guiando e intercediendo en favor de esa persona, se desarrolla en Job 33:23-26 (cf. 5:1; 16:19). Un paralelo cercano a esta concepción es el «dios personal» de la religión mesopotámica (Jacobsen 1976: 147-64).

  • Otros:

En general, 1-2 Crónicas tiende a ser algo más vívida en su descripción de las figuras angélicas que los textos paralelos de Samuel-Reyes (compárese 2 Sam 24:16-17 con 1 Cr 21:15-30). La idea de los seres celestiales como coro de alabanza, reflejada ya en el Salmo 29, se asocia al acto de creación de Dios en Job 38:7 (véase también 11QPsa Creat 26:13, Neh 9:6). En Sal 148,2 el coro angélico (malʾākı̂m//ṣĕbāʾôt) es el primero de una cadena de alabanzas que abarca toda la creación (cf. Sal 103,20-22).

Periodo del Segundo Templo

Es a finales del periodo del Segundo Templo cuando se desarrolla plenamente la especulación sobre el mundo celestial y sus habitantes. Hay algunas novedades en la angelología, la más significativa de las cuales es la noción dualista de ángeles malignos opuestos a Dios, pero la mayoría de las creencias sobre los ángeles son esencialmente expansiones y concreciones de nociones más antiguas. Se pueden encontrar numerosas referencias a los ángeles en muchos géneros literarios producidos en diferentes entornos sociales, lo que sugiere que la religión popular de la época compartía un corpus general de conocimientos sobre los ángeles. Pero la concentración de una amplia especulación angelológica en ciertos géneros literarios (especialmente los apocalipsis) y en la literatura de ciertas comunidades (por ejemplo, Qumrán) nos recuerda que el significado religioso e intelectual de la angelología difería entre los diversos grupos judíos.

  • Funciones y aparición de los ángeles.

La función general del ángel como agente de la voluntad de Dios está ampliamente atestiguada. Los relatos de las narraciones del AT (especialmente Jubileos y Pseudo-Filo) tienden a introducir ángeles donde no aparecen en el AT, a menudo realizando algún acto que el AT atribuye directamente a Dios (p. ej., Jub. 38:10; 10:22-23; 14:20; 19:3; 32:21; 41:24; 48:2; Salmo-Philo 11:5; 15:5; 19:12, 16; 61:5). En el libro de Tobías se dramatiza la creencia en un ángel protector (cf. Gn 24:7) con todo el potencial irónico y humorístico de la situación ricamente realizado (HBD, 791-803). Los ángeles ayudan y protegen a los piadosos y llevan sus oraciones ante Dios (Dan 3:25, 28; 1 En. 100:5; 1CM 13:10; T. Jud. 3:10; T. Dan. 6:5; T. Naf. 8:4; T. Jos. 6:7; T. Benj. 6:1; Sal-Philo 38:3; 59:4; 3 Macc. 6:18-19; Vita 21). Los ángeles también decretan y ejecutan castigos de acuerdo con la voluntad de Dios (Dan. 4:13-26; T. Naf. 8:6; 1 Enoc 56). Un escriba angélico lleva registros que se abren en el momento del juicio (Dan 7:10; 1 En. 89:61-77; 90:14-20; 2 En. 19:5; Ap. Zeph. 3; 7).

El ángel como maestro y mediador de la revelación es un motivo bien documentado, incluso en textos no apocalípticos (José y Asenat 14-15; Jub. 1:27-29; 10:10-14 [cf. 1 Enoc 8]; T. Reu. 5:3; T. Lev. 9:6; T. Iss. 2:1; T. Jos. 6:6). En los escritos apocalípticos, el ángel revelador, guía celestial e intérprete de misterios y visiones se convierte en un rasgo habitual (p. ej., Daniel 7-12; 1 Enoc 17-36; Apocalipsis de Abraham 10-18; 4 Esdras 3-14). La aparición del ángel suele evocar una aguda reacción emocional de la persona que lo ve (Dan 10:7-9; 2 En. 1:3-8; Ap. Ab. 11:2-6).

Abraham y los tres ángeles
1667 – 1668. Escalante, Juan Antonio de Frías

Algunos ángeles se identifican con nombres personales, siendo los más frecuentes Miguel, Gabriel, Rafael y Uriel (Dan 9:21; 10:13; Tob 12:15; 1 En. 9:1; 21:10; 4 Esdras 4:1; Sib. Or. 2:215; 1QM 9:15-16). Para varias listas de otros ángeles, véase 1 En. 8; 20; 82:13-20. Con frecuencia, la apariencia del ángel se describe en términos de luz, fuego, metales brillantes o piedras preciosas, una tradición basada en la descripción de Ezequiel de la gloria de Dios (Dan 10:5-6; 2 Mac 3:25-26; Jos. As. 14:9; 2 En. 1:3-5; Ap. Ab. 11:1-3; Ap. Sof. 6:11-15). Sus vestiduras son de lino blanco o blanco con fajas doradas (Dan 10:5; 12:6; 2 Mac 3:26; 11:8; T. Lev 8:2; pero véase Ap. Ab. 11:2). Se supone que los ángeles son criaturas espirituales cuyas manifestaciones físicas y su aparente comer y beber son farsas (Tob 12:19; Ap. Ab. 13:4; T. Ab. 4:9-10; Filón, Quest. Gen. 4:9; Jos. Ant. 1.11.2 §197). Incluso se especuló sobre la comida especial de los ángeles y sus cualidades (Jos. As. 16:12-16; Sab. 16:20; Vita 4:2; cf. Sal 78:23-25). Aunque los ángeles son espíritus y se les puede llamar «dioses» (ʾēlı̂m, ʾĕlōhı̂m), son seres creados (Jub. 2:2). Hay algunas pruebas de que ciertos grupos judíos creían que los ángeles habían ayudado a Dios en la creación del mundo (Fossum 1985: 192-213). El judaísmo rabínico consideró la noción teológicamente peligrosa y la refutó enérgicamente (Segal 1977). En los Jubileos, aunque los ángeles son creados el primer día, no desempeñan ningún papel en la creación del mundo, salvo alabar la obra de Dios (Jub. 2:3; cf. 11QPsa Creat 26:13; Job 38:7).

  • La Corte/Templo Celestial.

La antigua noción del consejo divino siguió siendo central para la imagen del mundo angélico. En QL, en particular, destaca el lenguaje del consejo (ʿēdāh), la asamblea (qāhāl) y el cónclave (sôd) (especialmente en Hodayot; ŠirŠabb). Las representaciones gráficas de la corte celestial son frecuentes en los apocalipsis, aunque el énfasis difiere del de las fuentes veterotestamentarias. Se hace hincapié en el esplendor y la magnitud de la escena, pero el papel deliberativo del consejo queda prácticamente eliminado (Dan 7:9-10; 1 En 14:19-23; 40:1-7; 2 Enoc 20; 4 Esdras 8:21-22). Es más bien un lugar de juicio (Dan 7:10-14; 1 En. 60:2-6), de pronunciamientos reveladores (Dan 7:13-14; 1 Enoc 15-16) y de alabanza (1 En. 61:9-13; 2 En. 20:4-21:1; Ap. Ab. 10:9; 18:11-14; Sal.-Filo 18:6). Según algunas fuentes, la alabanza se canta en un dialecto angélico especial (T. Job 48-50; cf. Ap. Sof. 8:4).

No sólo la corte real, sino también la imaginería del templo informa la imagen del mundo celestial (1 Enoc 14). En consecuencia, los ángeles pueden describirse como sacerdotes que sirven en el templo celestial (Jub. 30:18; 31:14; T. Leví 3:5-6; 1QSb 4:24-26; ŠirŠabb, passim). En los Jubileos, los ángeles de la presencia y los ángeles de la santidad observan el Sabbat y la Fiesta de las Semanas y se dice que fueron creados circuncidados (Jub. 2:17-18; 6:18; 15:27). La tradición rabínica posterior rechazó la noción de que la Torá sea observada por los ángeles (véase Schäfer 1975: 111-59, 229).

  • La Jerarquía Angélica.

Los ángeles están organizados jerárquicamente. Puede haber un único ángel superior y/o un pequeño grupo de arcángeles (normalmente cuatro o siete), a veces designados como el ángel o los ángeles de la presencia (Tob 12:15; T. Leví 8:2; Jub. 1:27, 29; 2:1-2, 18; 15:27; 1 En. 9:1; 20:1-7; 40:1-10; 71:9-13; 90:21; 1QM 9:15-16; 1QSb 4:25; 1QH 6:13; cf. Is 63:9).

Cuando un solo ángel encabeza la jerarquía, a veces se le identifica como Miguel, el ángel que tiene una responsabilidad particular sobre el pueblo de Israel (Dan 12:1; Vita 13-15). La figura conocida como el Ángel de la Verdad (1QS 3:24) o el Príncipe de la Luz (CD 5:18; 1QS 3:20; 1QM 13:10) en la literatura de Qumrán debe identificarse con toda probabilidad con Miguel (compárese 1QM 13:10 con 17:6-8), al igual que Melquisedec en 11QMelch. Muchas fuentes también identifican varios grupos y clases de ángeles (Jub. 2:2, los ángeles de la presencia y los ángeles de la santidad; ŠirŠabbd [4Q403 1 i 1-29] y ŠirŠabbf [4Q405 13 4-7], siete príncipes principales y adjuntos; 1 En. 61:10, querubines, serafines, ophanim, ángeles de poder, ángeles de los principados; 2 Enoc 20, diez clases de ángeles en el séptimo cielo; T. Leví 3:5-8, arcángeles, mensajeros, tronos, autoridades; etc.).

La Asunción de María, de Francesco Botticini. En la cúpula de la parte superior de la imagen se pueden apreciar las tres jerarquías propuestas por Pseudo Dionisio Areopagita.

En algunos textos las clases de ángeles se asignan a diferentes cielos (por ejemplo, T. Leví 3; 2 Enoc 3-20). También se desarrolló la noción de que todos los procesos físicos del cosmos (por ejemplo, el movimiento del sol, la luna y las estrellas; los fenómenos del fuego, el viento, la lluvia; el crecimiento de plantas y animales; etc.) están todos bajo el control de ángeles particulares o grupos de ángeles (Jub. 2:2; 1 En. 60:16-22; 82:9-20; 2 Enoc 19; 1QH 1:10-11).

Para la literatura apocalíptica, la especulación detallada sobre el mundo celestial, sus seres angélicos y sus funciones no es un mero escaparate del mensaje histórico y escatológico que a menudo recibe el vidente. Más bien, tal conocimiento sirve en sí mismo al propósito de la teodicea, en la medida en que proporciona una visión de un sistema de orden y poder intencional.

  • Guerra en el Cielo.

Los ángeles también están estrechamente relacionados con el proceso histórico y su desenlace. Así como hay ángeles sobre el funcionamiento natural del cosmos, también hay líderes angélicos de las naciones. Sus acciones a veces están dirigidas por Dios, pero en ocasiones se exceden en sus órdenes (1 En. 89:59-64) o actúan para oponerse a los ángeles que Dios ha asignado para ayudar a Israel (Dan. 10:13, 20; 12:1).

La noción de que Israel era ayudado en tiempos de crisis por ángeles guerreros era ampliamente compartida (2 Mac 3:25-26; 11:8; 15:22-23; cf. Jos. JW 6.5.3 §298), pero recibió un desarrollo distintivo en la literatura apocalíptica y afín. Mientras que la antigua tradición israelita había descrito el conflicto entre Yahvé y los reyes de las naciones opuestas a Israel, los apocalipsis imaginan un conflicto de dos niveles, de imagen especular.

El conflicto en la tierra entre Israel y sus enemigos es la contrapartida del conflicto en el cielo entre ejércitos angélicos. La victoria significará el establecimiento del reino de Miguel entre los ángeles y de Israel entre las naciones (1QM 17:6-8; As. Mos. 10:1-10; cf. Dan 7:13-14, 26-27). Aunque las referencias a los ejércitos angélicos son muy frecuentes en los apocalipsis, el relato más detallado de la batalla escatológica y del papel de los ángeles se encuentra en el Rollo de la Guerra de Qumrán (1QM).

  • Dualismo angélico.

El desarrollo de las antiguas nociones de los ángeles de las naciones y del ejército angélico de Dios es probablemente una fuente del pensamiento dualista característico de gran parte de la angelología de este periodo. También se suele suponer la influencia de la religión irania, aunque es difícil de demostrar en detalle. En algunos textos se hace explícita la oposición entre un gobernante angélico de las fuerzas de la luz y un gobernante angélico de las fuerzas de la oscuridad (4QʿAmram; 1QS 3:13-4:14). El jefe de los ángeles malignos recibe varios nombres:

  • Melchiresha (4QʿAmramb 2 3′; 4QṬeharotd [4Q280] 2 2);
  • Belial (1QM 1:1; 13:11; 1QS 2:4-5; CD 5:17-19);
  • Beliar (Jub. 1:20; T. Reu. 2:2; T. Jud. 25:3);
  • Mastema (Jub. 10:8; 1QM 13:11);
  • Satán (1QH fr. 4, línea 6; Vita 9-16).

En los relatos bíblicos se le representa como el enemigo de los antepasados de Israel (CD 5:17-19; Jub. 17:15-18; 48:2, 9, 17).

La reinterpretación especulativa de Gn 6:1-4 fue otro aspecto importante de la teología dualista. En la literatura de Enoc, los ángeles que se aparean con las mujeres corrompen la tierra y a sus habitantes, lo que provoca la intercesión de los arcángeles. Aunque se resuelven las consecuencias inmediatas de la ruptura, el apareamiento produce una raza de espíritus malignos sujetos a Mastema (1 Enoc 6-16; Jub. 10:1-14; cf. Apócrifo 2 del Génesis). Sólo en la victoria escatológica y el juicio final serían completamente destruidos los ángeles rebeldes, los espíritus malignos y sus aliados humanos (1 En. 90:17-27; As. Mos. 10:1-10; T. Sim. 6:3-6).

  • Comunión con los ángeles.

Aunque los ejércitos angélicos ocupan un lugar destacado en las visiones escatológicas de la salvación, el acceso al mundo celestial y a la compañía de los ángeles durante la vida o en el momento de la muerte también se deseaba como forma de liberación. La estancia de Enoc con los ángeles fue un caso especial (Jub. 4:21-26; 2 En. 1:8-10). Pero la tradición de que Enoc y otros videntes fueron revestidos con vestiduras celestiales y llegaron a ser como los ángeles puede describir un tipo de transformación que buscaban las comunidades apocalípticas (2 Enoc 22; Ap. Zeph. 8:3; cf. 1QS 4:6-8).

Según algunas fuentes, los justos muertos morarán con los ángeles (1 En. 39:4-8; cf. Ap 6:9-11). La literatura de la comunidad de Qumrán, sin embargo, habla de disfrutar de la comunión actual con los ángeles como parte de la bienaventuranza de pertenecer a la comunidad de la nueva alianza (1QS 11:7-8; 1QSa 3:3-11; 1QH 3:21-22; 6:12-13; 11:10-14).

En el Nuevo Testamento

La concepción de los ángeles en el Nuevo Testamento (griego aggeloi) se deriva de la del Antiguo Testamento y el judaísmo, y no introduce modificaciones ni innovaciones importantes (véase más arriba). El NT no ofrece un análisis sistemático de los ángeles. Más bien, los ángeles son personajes incidentales en la historia de la redención. En consecuencia, las referencias a ellos se concentran en los relatos del nacimiento y la resurrección de Jesús en los Evangelios Sinópticos, el relato de la fundación de la Iglesia en los Hechos y el relato de la consumación final en el Apocalipsis.

  • Su naturaleza.

Los ángeles son seres celestiales sobrenaturales creados por Dios (Col 1:16). Se les describe como espíritus (Heb 1:7, Heb 1:14) y como santos (Mc 8:38, Lc 9:26, Hch 10:22, Ap 14:10). Se les presenta vestidos con vestiduras blancas (Mt 28:3, Mc 16:5, Jn 20:12, Hch 1:10, Ap 19:14) e irradiando una gran luz (Mt 28:3, Lc 24:4, Hch 10:30, Ap 10:1, Ap 15:6, Ap 18:1). Por su propia naturaleza también irradian la gloria de Dios (Lc 2:9, Lu 9:26, Hch 12:7, 2 Pe 2:10, Judas 8, cf. Hch 6:15) y lo alaban (Lc 2:13-14, Ap 5:8-14, Ap 7:11-12, Ap 19:1-8).

En cuanto a su forma, son semejantes a los seres humanos y a menudo se hace referencia a ellos como hombres (Marcos 16:5; Lucas 24:4; Hechos 12:15; Hebreos 13:2), pero son lo suficientemente diferentes como para provocar temor (Mateo 28:1-8; Marcos 16:5-8; Lucas 1:11-12; 2:9-10; 24:5; Hechos 10:4) y adoración (Apocalipsis 19:10; 22:8-9) en los seres humanos. Los ángeles son asexuados (Mt 22:30 par.) y trascienden el tiempo (Lc 20:34-36). Su conocimiento es más amplio que el de la humanidad, pero no ilimitado (Mt 24:36; Mc 13:32; Ef 3:10; 1 Pe 1:12). Su fuerza es también una característica notable (2 Tes 1:7; 2 Pe 2:11; Ap 5:2; 10:1; 18:21). Poseen sus propias lenguas (1 Co 13:1) y se ocupan intensamente de la salvación de la humanidad (Lc 15:10; Ef 3:10; 1 Ti 5:21; Pe 1:12; cf. 1 Co 4:9), ofreciendo las oraciones de los santos en el altar de oro (Ap 5:8; 8:3-4), observando el culto (1 Co 11:10) y ministrando al cristiano (Heb 1:14).

Hay miríadas y legiones de ángeles (Mt 26:53; Lc 2:13; Heb 12:22; Judas 14; Ap 5:11; 9:16), pero sólo se nombran dos, los arcángeles Gabriel (Lc 1:19) y Miguel (Judas 9; Ap 12:7). Gabriel es un mensajero y Miguel un guerrero. En 1 Tes 4:16 se menciona a un arcángel y posiblemente en 1 Tim 5:21 a otros. En el Apocalipsis parece haber vestigios de la noción judía de cuatro o siete arcángeles en las referencias a siete espíritus (1:4; 3:1; 4:5; 5:6) o ángeles (8:2) ante el trono, cuatro seres vivientes que esperan en el trono (4:6; 5:6) y cuatro ángeles que presiden los cuatro ángulos de la tierra (7:1). Esto último indica también una diferenciación de funciones entre los ángeles, pues hay ángeles sobre los elementos, entre ellos el agua (Ap 16:5; cf. Jn 5:4 var), el fuego (Ap 14:18; cf. Heb 1:7) y el viento (Ap 7:1; cf. Heb 1:7). Los espíritus elementales (stoicheia tou kosmou) de Gal 4:3 y Col 2:8, 20 pueden ser una referencia a los ángeles demoníacos que gobiernan el mundo.

La categoría de arcángeles es indicativa de una jerarquía entre los ángeles, jerarquía que también se encuentra entre los ángeles malignos con Satanás como cabeza (Mt 25:41). A diferencia de otras obras judías, en el NT estas jerarquías permanecen sin elaborar, pero están implícitas en la designación «principados y potestades» (Rom 8:38; 1 Cor 15:24; Ef 1:21; 2:2; 3:10; 6:12; Col 1:16; 2:10, 15; 1 Pe 3:22).

Los ángeles tienen libre albedrío, y los que están en el cielo eligieron obedecer (Mt 6:10) mientras que otros eligieron rebelarse (Judas 6; 2 Pe 2:4). Estos últimos están dirigidos por Satanás (Mt 25:41; Ap 12:7-9) y tratan de imitar a los ángeles de la luz (2 Co 11:14). En la conflagración final, Miguel y su hueste angélica lucharán y derrotarán a Satanás y a sus huestes angélicas (Ap 12:7-9). Su destino es ser arrojados al lago de fuego (Mt 25:41).

En los primeros debates cristológicos se subrayaba la superioridad de Cristo sobre los ángeles (Ef 1:21; Col 2:15; Heb 1-2; 1 Pe 3:22) y se prohibía terminantemente la adoración de los ángeles (Col 2:18; Ap 19:10; 22:8-9). De hecho, se dice que los ángeles adoran a Cristo (Heb 1:6). Los ángeles malignos serán juzgados por los santos (1 Co. 6:3).

  • Su función.

Los ángeles también sirven como guardianes de individuos e iglesias. Los ángeles de los niños en Mateo 18:10 son aparentemente ángeles guardianes. Los siete ángeles de las siete iglesias en Apocalipsis 2-3 han sido identificados por algunos como ángeles guardianes. La creencia en un ángel de la guarda subyace en Hechos 12:15, donde Pedro es confundido con su ángel. En calidad de guardián, un ángel libera a los apóstoles (Hechos 5:19-20) y a Pedro (Hechos 12:6-11) de la cárcel.

En parte como guardianes y en su papel de siervos que comparten con la humanidad (Apocalipsis 19:10); [22:8-9], los ángeles ministraron a Jesús mientras cumplía su misión. Durante la tentación, Satanás señala los extremos a los que llegarán los ángeles para evitar que Jesús sufra daño (Mateo 4:6 = Lucas 4:10-11), y los ángeles acuden y atienden a Jesús después de la tentación (Mateo 4:11; Marcos 1:13). También atienden a Jesús en Getsemaní una vez que ha aceptado su destino (Lucas 22:43 var). Doce legiones de ángeles están preparadas para defender a Jesús en el momento de su arresto (Mateo 26:53), y los ángeles retiran la piedra de la entrada de la tumba en el momento de la resurrección (Mateo 28:2). En resumen, Jesús habló de ellos como «ascendiendo y descendiendo sobre él» (Juan 1:51).

Una de las principales funciones de los ángeles es la de mensajeros e instructores. La idea de que los ángeles hablaran a alguien no era ajena al público del NT (Juan 12:29). Además de mediante una presencia directa, los ángeles a menudo transmiten su mensaje en sueños (Mateo 1:20-21; Mateo 2:13, Mateo 2:19-20, Mateo 2:22) o en visiones (Hechos 10:3-6; Apocalipsis 1:10).

Moisés recibió la Ley de un ángel, (Hechos 7:53), (Gálatas 3:19), (Hebreos 2:2). Los ángeles fueron testigos de la encarnación (1 Timoteo 3:16). Pablo supone que los ángeles pueden predicar un evangelio (Gálatas 1:8) y los fariseos suponen que un ángel pudo haber hablado con Pablo (Hechos 23:9). Los ángeles son precursores de los nacimientos de Juan el Bautista (Lucas 1:11-20) y Jesús (Lucas 1:26-38). Aconsejan a José sobre la naturaleza del hijo de María (Mateo 1:20-21). Anuncian el nacimiento de Jesús a los pastores (Lucas 2:8-14). Advierten a José para que huya a Egipto con María y Jesús (Mateo 2:13), así como cuándo regresar (Mateo 2:20). Dan instrucciones a las mujeres en el sepulcro (Mateo 28:5-7) = (Marcos 16:6-7) = (Lucas 24:4-7). Dos ángeles hablan a los discípulos en la ascensión de Cristo (Hechos 1:10). Un ángel habla a Moisés en la zarza ardiente (Hechos 7:30), (Hechos 7:35), (Hechos 7:38), aconseja a Felipe dónde viajar (Hechos 8:26) y a Cornelio que envíe a buscar a Pedro (Hechos 10:3-6), (Hechos 10:22), (Hechos 10:30-32); (Hechos 11:13-14), y tranquiliza a Pablo asegurándole que se presentaría ante el César (Hechos 27:23-24). Como es típico en los escritos apocalípticos, un ángel escolta a Juan en sus visiones (p. ej., Apocalipsis 17:7).

Los ángeles participan plenamente en el juicio, tanto continuo como en la consumación final. De forma continuada, los ángeles mataron a Herodes porque aceptó la adoración de la multitud (Hch 12:20-23). En la consumación final, un arcángel anuncia el descenso de Cristo en la parusía (1 Tes 4:16) y otros ángeles anuncian fases del juicio final (Ap 10:1-7; 14:6-7), inician sus procesos iniciales (Ap 5:1-2; 14:14-16) y participan activamente en él (Ap 89; 1516; 20:1-3). Acompañarán a Cristo en su parusía (Mt 16:27; 25:31; Mc 8:38 = Lc 9:26; 2 Tes 1:7; Judas 14-15), reunirán a los elegidos (Mt 24:31 = Mc 13:27) y separarán a los malhechores para destruirlos en el fuego (Mt 13:39-42, 49-50; 25:31-46; Judas 14-15). Posiblemente como consejo, serán testigos de la negación de Cristo a los que le negaron (Marcos 8:38 = Lucas 9:26; 12:8-9; Apoc 3:5; cf. Apoc 14:10). El papel de los ángeles se describe a menudo en clave militar (Ap 19:14, 19), como guerreros a las órdenes de Cristo (Mt 26:53).

La realidad de los ángeles

La creencia en los ángeles, si no es indispensable para la fe de un cristiano, tiene su lugar en ella. En tal creencia no hay nada antinatural o contrario a la razón. De hecho, la cálida bienvenida que la naturaleza humana siempre ha dado a este pensamiento es un argumento a su favor. ¿Por qué no habría de existir tal orden de seres, si Dios así lo quiso?

Para el cristiano, toda la cuestión gira en torno a la importancia que debe darse a las palabras de Nuestro Señor. Todos están de acuerdo en que Él enseña la existencia, realidad y actividad de los seres angélicos. ¿Se equivocó debido a sus limitaciones humanas? Esa es una conclusión muy difícil de sacar para el cristiano, y podemos dejarla de lado. ¿Ajustó entonces Su enseñanza a la creencia popular, sabiendo que lo que decía no era verdad? Esta explicación parecería imputar una falsedad deliberada a Nuestro Señor, y debe ser igualmente descartada. Por lo tanto, nos vemos limitados a la conclusión de que tenemos la garantía de la palabra de Cristo sobre la existencia de los ángeles; para la mayoría de los cristianos, esto zanjará la cuestión.

La actividad visible de los ángeles ha llegado a su fin, porque su obra mediadora ha terminado; Cristo ha fundado el reino del Espíritu, y el Espíritu de Dios habla directamente al espíritu del hombre. Este camino nuevo y vivo nos ha sido abierto por Jesucristo, sobre quien la fe puede todavía contemplar a los ángeles de Dios que suben y bajan. Todavía vigilan la suerte del hombre y se regocijan en su salvación; todavía se unen a la alabanza y adoración de Dios, el Señor de los ejércitos; todavía pueden ser considerados como «espíritus ministradores enviados para servir en favor de los que han de alcanzar la salvación» (Heb 1:14); todavía acompañarán a Cristo en su venida.


Fuentes principales:

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Moisés Silva y Merrill Chapin Tenney, The Zondervan Encyclopedia of the Bible, A-C (Grand Rapids, MI: The Zondervan Corporation, 2009), 190–191.

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  1. Karl Barth, Church Dogmatics (Edinburgh: T. & T. Clark, 1961), vol. 3, parte 3, p. 369. ↩︎
  2. John Macartney Wilson, “Angel,” en International Estándar Bible Encyclopedia (Grand Rapids: Eerdmans, 1952), vol. 1, p. 132. ↩︎
  3. Patrick Fairbairn, The Typology of Scripture (Philadelphia: Daniel & Smith, 1852), pp. 187–202. ↩︎
  4. Augustus H. Strong, Systematic Theology (Westwood, N. J.: Revell, 1907), p. 449. ↩︎
  5. Willem A. Van Gemeren, “The Sons of God in Genesis 6:1–4 (An Example of Evangelical Demythologization?),” Westminster Theological Journal 43 (1981): 320–48. ↩︎
  6. A. J. Maclean, “Angels,” en Dictionary of the Apostolic Church, ed. James Hastings (New York: Scribner, 1916), vol. 1, p. 60. ↩︎

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