En conexión con las operaciones generales del Espíritu Santo, el tema de la gracia requiere también nuestra atención. Debe entenderse, sin embargo, que la teología reformada no se refiere, como la teología arminiana, a la doctrina de la gracia común como parte de la soteriología. Al mismo tiempo reconoce una estrecha conexión entre las operaciones del Espíritu Santo en la esfera de la creación y en la de la redención, y por ello siente que ellas no debieran estar totalmente disociadas.
- Origen de la doctrina de la gracia común
- Nombre y concepto de la gracia común
- Gracia común y la obra expiatoria de Cristo
- La relación entre gracia especial y gracia común
- Los medios por los cuales opera la gracia común
- Los frutos de la gracia común
- Objeciones a la doctrina reformada de la gracia común
✦ Pequeña explicación del concepto de Gracia Común:
Origen de la doctrina de la gracia común
- EL PROBLEMA CON EL QUE TRATA:
El origen de la doctrina de gracia común fue ocasionado por el hecho de que hay en el mundo, junto al curso de la vida cristiana con todas sus bendiciones, un curso natural de vida, que no es redentor y aun así exhibe muchos rastros de lo verdadero, lo bueno y lo bello. Surgieron estos interrogantes:
¿Cómo podemos explicar la vida comparativamente ordenada en el mundo considerando que el mundo entero se encuentra bajo la maldición del pecado? ¿Cómo es que la tierra produce fruto precioso en rica abundancia y no simplemente cardos y espinos? ¿Cómo podemos explicar que el hombre pecaminoso aún «retenga cierto conocimiento de Dios, de cosas naturales y de la diferencia entre el bien y el mal, y muestre cierta consideración por la conducta exterior buena y virtuosa»?
¿Qué explicación puede darse sobre los dones y talentos especiales con los que está dotado el hombre natural, y del desarrollo de las ciencias y las artes por parte de aquellos que son totalmente carentes de la nueva vida que es en Cristo Jesus? ¿Cómo podemos explicar las aspiraciones religiosas de los seres humanos en todo lugar, incluso de aquellos que no llegaron a estar en contacto con la religión cristiana? ¿Cómo pueden los no regenerados hablar de la verdad, de hacer bien a los demás y llevar vidas externamente virtuosas?
Estas son algunas de las preguntas a los que la doctrina de gracia común procura suplir con respuestas.
- LA ACTITUD DE AGUSTÍN ANTE ESTE PROBLEMA:
Agustín no enseñó la doctrina de gracia común, pese a que no usó la palabra «gracia» exclusivamente como una designación de gracia salvífica. Habló de una gracia que Adán disfrutaba antes de la caída e incluso reconoció que la existencia del ser humano como un ser viviente, sintiente y racional podría denominarse gracia.
Pero en contra de Pelagio1, que enfatizaba la habilidad natural del ser humano y no reconocía otra gracia que la consistente en las dotaciones naturales del ser humano, la ley y el evangelio, el ejemplo de Cristo y la iluminación del entendimiento por medio de una influencia de la gracia de Dios, él enfatizaba la incapacidad total del ser humano y su dependencia absoluta de la gracia de Dios como un poder interior renovador, que no solo ilumina la mente sino que también actúa directamente sobre la voluntad del ser humano, sea como gracia operativa o como cooperativa. Emplea la palabra «gracia» casi exclusivamente en este sentido y considera esta gracia como la condición necesaria para el desarrollo de cada acto bueno.
Cuando los pelagianos señalaban las virtudes de los paganos, quienes «meramente a través del poder de la libertad innata» eran en ocasiones misericordiosos, discretos, castos y abstemios, respondía que estas así llamadas virtudes eran pecados, porque no brotaban de la fe. Reconoce que los paganos pueden realizar determinadas acciones que son en sí mismas buenas y desde un punto inferior incluso encomiables, pero aun así considera estos hechos, las acciones de personas no regeneradas, como pecado porque no brotan de la motivación del amor hacia Dios ni de la fe, y no responden al propósito correcto, la gloria de Dios2. Niega que tales acciones sean el fruto de alguna bondad natural en el ser humano.
- LA POSTURA QUE SE DESARROLLÓ DURANTE EL MEDIOEVO:
Durante el Medioevo la antítesis agustiniana de pecado y gracia dio paso a la de naturaleza y gracia. Esto se basaba en otra antítesis que desempeñó una parte importante en la teología católico romana, a saber, la de lo natural y lo sobrenatural. En el estado de integridad el hombre fue dotado con el don sobrenatural de la rectitud o justicia original, que servía como un freno para retener bajo control la naturaleza inferior. Como resultado de la caída, el hombre perdió este don sobrenatural pero su naturaleza real permaneció o fue levemente afectada. Se desarrolló una tendencia pecaminosa, pero esto no impidió que el ser humano produjera mucho que fuera verdadero, bueno y bello. No obstante, sin la infusión de la gracia de Dios, todo esto no era suficiente para otorgar un derecho a la vida eterna.
En conexión con la antítesis de lo natural y lo sobrenatural, la Iglesia católico romana desarrolló la distinción entre las virtudes morales de humildad, obediencia, mansedumbre, liberalidad, templanza, castidad y diligencia en lo que es bueno, lo cual los seres humanos podían adquirir por sí mismo por sus propios esfuerzos, y con el socorro oportuno de la gracia divina; y las virtudes teológicas de fe, esperanza y caridad, que son infundidas en el ser humano por medio de gracia santificadora.
El anabaptismo y el socinianismo padecen de la misma antítesis pero con la diferencia de que el primero exalta la gracia a expensas de la naturaleza y el segundo exalta la naturaleza a expensas de la gracia.
- LA POSTURA DE LOS REFORMADORES Y DE LA TEOLOGÍA REFORMADA:
Sobre esto, como en algunos otros puntos de la doctrina, Lutero no escapó totalmente de la levadura del catolicismo romano. Aunque retornó a la antítesis agustiniana de pecado y gracia, trazó una distinción aguda entre la inferior esfera terrenal y la superior esfera espiritual, y sostuvo que el ser humano caído es por naturaleza capaz de hacer mucho de lo que es bueno y encomiable en la esfera inferior o terrenal, aunque es completamente incapaz de hacer alguna clase de bien espiritual.
Con una apelación a Agustín en la Confesión de Augsburgo, enseña que:
«el hombre tiene, hasta cierto punto, el libre albedrío que lo capacita para llevar una vida exteriormente honrada y para escoger entre las cosas que entiende la razón. Pero sin la gracia, ayuda u obra del Espíritu Santo el hombre no puede agradar a Dios, temer a Dios de corazón, creer, ni arrancar de su corazón los malos deseos innatos».3
El artículo contiene una cita de Agustín en donde muchas de las buenas obras pertenecientes a la vida presente, las cuales puede realizar el hombre natural, son mencionadas. Zwinglio concibió el pecado como polución en lugar de culpa, y en consecuencia se refirió a la gracia de Dios como santificadora en lugar de perdonadora, gracia. Esta influencia santificadora, que se penetró en una medida incluso en el mundo gentil, explica lo verdadero, lo bueno y lo bello que hay en el mundo. Calvino no coincidió con la postura de Lutero ni con la de Zwinglio. Sostuvo firmemente que el hombre natural no puede por su cuenta hacer ninguna obra buena en absoluto e insistió fuertemente sobre la naturaleza particular de la gracia salvífica. Junto a la doctrina de la gracia particular desarrolló la doctrina de la gracia común.
Esta es una gracia que es comunitaria, no perdona ni purifica la naturaleza humana y no efectúa la salvación de los pecadores. Reduce el poder destructivo del pecado, en cierta medida mantiene el orden moral del universo, posibilitando de ese modo una vida ordenada, distribuye en diversos grados los dones y talentos entre los seres humanos, promueve el desarrollo de las ciencias y las artes, y derrama incontables bendiciones sobre los hijos de los hombres. Desde la época de Calvino la doctrina de gracia común fue generalmente reconocida en la teología reformada, aunque se encontró con oposición esporádica. Por largo tiempo, sin embargo, se hizo poco en cuanto a desarrollar la doctrina.
Con toda probabilidad esto se debe al hecho de que el surgimiento y la predominancia del racionalismo hicieron necesario poner todo énfasis en la gracia especial. Hasta el presente, Kuyper y Bavinck hicieron más que ningún otro para el desarrollo de la doctrina de la gracia común.
Nombre y concepto de la gracia común
- NOMBRE:
El nombre «gracia común» como una designación de la gracia ahora bajo discusión no puede decirse que deba su origen a Calvino. El Dr. H. Kuiper en su obra titulada Calvino sobre la gracia común [Calvin on Common Grace] dice que solo encontró cuatro pasajes en las obras de Calvino en las que el adjetivo «común» es usado con el sustantivo «gracia», y en dos de estos el reformador habla de gracia salvífica.4
En la teología reformada posterior, sin embargo, el nombre gratia communis arribó a un uso general para expresar la idea de que esta gracia se extiende a todos los seres humanos, en contraste con la gratia particularis que está limitada a una parte de la humanidad, a saber, a los elegidos. En el curso del tiempo se volvió evidente que el término «communis» admitía interpretaciones diversas. En la teología holandesa suele considerarse como equivalente a «general», y como resultado se volvió costumbre hablar de «gracia general» (algemeene genade) en los Países Bajos.
Estrictamente hablando, sin embargo, el término communis, en cuanto aplicado a gracia, aunque implica que es general en cierto sentido de la palabra, enfatiza el hecho de que esta gracia es comunitaria, esto es, poseída en común por todas las criaturas, o por todos los seres humanos, o por aquellos que viven bajo la administración del evangelio. Así, el Dr. H. Kuiper clasifica la gracia común de la que habla Calvino bajo tres encabezados, a saber:
- Gracia común universal, una gracia que se extiende a todas las criaturas.
- Gracia común general, que es una gracia que se aplica a la humanidad en general y a cada miembro de la raza humana.
- Gracia común pactual, una gracia que es común a todos aquellos que viven en la esfera del pacto, sea que pertenezcan a los elegidos o no.
Resulta muy evidente que los teólogos reformados también subsumieron bajo el término «gracia común» una gracia que no es general, a saber, los privilegios externos de aquellos que viven bajo la administración del evangelio, incluyendo el llamamiento externo universal. Al mismo tiempo señalaron que esta gracia, a diferencia de la gracia común general, pertenece a la economía de redención.5
Finalmente, debe señalarse que el término gratia communis es susceptible de, y de hecho ha recibido, no solo una interpretación cuantitativa sino también cualitativa. Puede denotar una gracia que es común en el sentido de ordinaria. Las operaciones ordinarias, a diferencia de las especiales, del Espíritu Santo son llamadas comunes. Sus operaciones naturales o usuales son contrastadas con aquellas que son inusuales y sobrenaturales.
Este es el significado del término «común» en la Confesión de Westminster X. 4; y el Catecismo Mayor de Westminster, Q. 60. W. L. Alexander declara sobre la gracia común que es gozada por quienes viven bajo el evangelio:
«La gracia así concedida es común, no en el sentido de ser dada a todos los seres humanos en común sino en el sentido de producir efectos que son ordinarios, y pueden no alcanzar para una real eficacia salvífica».6
Entendida de ese modo, la gracia de Dios puede ser común sin ser general ni universal.
- CONCEPTO.
La distinción entre gracia común y especial no es una que se aplique a gracia como un atributo en Dios. No hay dos clases de gracia en Dios sino solo una. Es aquella perfección de Dios en virtud de la cual El muestra al ser humano un favor inmerecido e incluso carente de cualquier clase de derecho. Esta gracia de Dios se manifiesta, no obstante, en diferentes dones y operaciones. La manifestación más rica de esto se evidencia en aquellas operaciones de Dios que se proponen, y resultan en, la remoción de la culpa, la polución y el castigo del pecado, y la salvación final de los pecadores. Pero aunque esta es la obra culminante de la gracia de Dios, no es su única manifestación.
También aparece en las bendiciones naturales que Dios derrama sobre el ser humano en la vida presente, pese al hecho de que el ser humano haya perdido el derecho a ellas y yazca bajo sentencia de muerte. Se evidencia en todo lo que Dios hace para restringir la influencia y el desarrollo devastadores del pecado en el mundo, y mantiene, enriquece y desarrolla la vida natural de la humanidad en general y de aquellos individuos que constituyen la raza humana.
Debe enfatizarse que estas bendiciones naturales son manifestaciones de la gracia de Dios para el ser humano en general. Algunos prefieren decir que son expresiones de Su bondad, amabilidad, benevolencia, misericordia y longanimidad, pero parecieran olvidar que Él podría no ser bueno, amable ni benevolente con el pecador a menos que Él fuera ante todo clemente. Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que el término gratia communis, aunque generalmente designa una gracia que es común a la totalidad de la humanidad, también se usa para denotar una gracia que es común a los elegidos y los no elegidos que viven bajo el evangelio, tales como el llamado externo del evangelio que viene a ambos por igual, y aquella iluminación interna y aquellos dones del Espíritu sobre los que leemos en Hebreos 6:4–6.
Se entiende, no obstante, que estos privilegios pueden denominarse gracia común solo en el sentido en que son disfrutados por los elegidos y los réprobos indiscriminadamente, y que no constituyen gracia especial en el sentido salvífico. A diferencia de las manifestaciones más generales de la gracia común estos, aunque no constituyen parte de la gracia de Dios que conduce necesariamente a la salvación, están sin embargo relacionados con el proceso soteriológico.
En ocasiones son llamados gracia «especial», pero entonces «especial» no es equivalente a «salvífica». En general, puede decirse que, cuando hablamos de «gracia común», tenemos en mente ya sea:
(a) aquellas operaciones generales del Espíritu Santo por las que Él, sin la renovación del corazón, ejerce tal influencia moral sobre el ser humano a través de Su revelación general o especial, de modo que el pecado es restringido, el orden de la vida social es mantenido y la rectitud civil es promovida; o (b) aquellas bendiciones generales, tales como la lluvia y el sol, la comida y la bebida, la ropa y el techo, las cuales Dios imparte de forma indiscriminada a todos los seres humanos en donde y en la medida en que a Él le parezca bueno.
Los siguientes puntos de distinción entre gracias especial (en el sentido salvífico) y la gracia común deben señalarse:
a) El alcance de la gracia especial está determinado por el decreto de elección. Esta gracia está limitada a los elegidos, mientras que la gracia común no está así limitada sino que es concedida indiscriminadamente a todos los seres humanos. El decreto de elección y reprobación no tiene influencia determinante en esto. No puede incluso decirse que los elegidos reciban una medida mayor de gracia común que los no elegidos. Es una cuestión de conocimiento común, y ha sido observado con frecuencia, que los malvados suelen poseer una medida mayor de gracia común y tienen una participación más grande en las bendiciones naturales de la vida que los piadosos.
b) La gracia especial remueve la culpa y el castigo del pecado, cambia la vida interior del ser humano y gradualmente lo purifica de la polución del pecado por medio de la operación sobrenatural del Espíritu Santo. Su obra invariablemente redunda en la salvación del pecador. La gracia común, por otra parte, nunca remueve la culpa del pecado, no renueva la naturaleza humana sino que tiene solamente un efecto restrictivo sobre la influencia corruptora del pecado y en cierta medida mitiga sus resultados. No efectúa la salvación del pecador, pese a que en ciertas de sus formas (llamamiento externo e iluminación moral) puede estar estrechamente conectada con la economía de la redención y tener un aspecto soteriológico.
c) La gracia especial es irresistible. Esto no implica que sea una fuerza determinista que compele al ser humano a creer contra su voluntad sino que mediante la transformación del corazón hace del hombre perfectamente dispuesto a aceptar a Jesucristo para salvación y rendir obediencia a la voluntad de Dios. La gracia común es resistible, y de hecho siempre es más o menos resistida. Pablo muestra en Romanos 1 y 2 que ni los gentiles ni judíos vivían a la luz que tenían.
Dice Shedd:
«En la gracia común el llamado a creer y arrepentiré es invariablemente ineficaz, porque el hombre es reacio a la fe y el arrepentimiento, y está en esclavitud del pecado»7.
Es ineficaz para salvación porque deja el corazón sin cambios.
d) La gracia especial opera en una forma espiritual y re-creativa, renovando la naturaleza completa del ser humano y de ese modo haciendo al ser humano capaz y dispuesto a aceptar la oferta de salvación en Jesucristo, y producir frutos espirituales. La gracia común, por el contrario, opera solo de una manera racional y moral haciendo del ser humano receptivo de la verdad en un sentido general, por medio de presentar motivaciones a la voluntad y apelar a los deseos naturales del ser humano. Esto es equivalente a decir que la gracia especial (salvífica) es inmediata y sobrenatural, en vistas de que se produce directamente en el alma por la energía inmediata del Espíritu Santo, mientras que la gracia común es mediata, en virtud de que es producto de la operación mediata del Espíritu Santo por medio de la verdad de la revelación general o especial y mediante la persuasión moral.
Esta concepción de la gracia común debe ser distinguida cuidadosamente de aquella de los arminianos, quienes se refieren a la gracia común como un eslabón en el ordo salutis y adscriben a este importancia salvífica. Sostienen que, en virtud de la gracia común de Dios, el ser humano no regenerado es perfectamente capaz de realizar una medida determinada de bien espiritual, volverse a Dios en fe y arrepentimiento, y así aceptar a Jesús para salvación. Incluso van más lejos que eso y sostienen que la gracia común por medio de la iluminación de la mente y la influencia persuasiva de la verdad incita al pecador a aceptar a Jesucristo y volverse a Dios en fe y arrepentimiento, y la voluntad ciertamente alcanzará este fin a menos que el pecador resista obstinadamente la operación del Espíritu Santo.
Los Cánones de Dort8 tienen esto en mente cuando rechazan el error de aquellos que enseñan «que el ser humano corrompido y natural puede usar tan bien la gracia común (por la cual entiende la luz de la naturaleza) o los dones que aún quedaron en él luego de la caída, de modo que puede adquirir gradualmente por medio de su uso una mayor, esto es, gracia evangélica o salvífica, y la salvación en sí»9.
Gracia común y la obra expiatoria de Cristo
Naturalmente surge la cuestión sobre si la manifestación de la gracia común está en algún sentido conectada con la obra expiatoria de Cristo. Hasta donde sabemos, el Dr. Kuyper no postula tal conexión. Según él, Cristo como Mediador de la creación, luz verdadera que alumbra a todo hombre y que venía a este mundo, es la fuente de la gracia común.
Esto significa que las bendiciones de la gracia común fluyen de la obra de la creación. Pero esto difícilmente alcance para responder el interrogante sobre cómo puede explicarse que un Dios santo y justo extienda gracia a, y conceda favores sobre, los pecadores que han perdido el derecho a todo, incluso cuando no participan en la justicia de Cristo y demuestran ser finalmente impenitentes.
La pregunta exactamente es: ¿Cómo Dios puede continuar concediendo aquellas bendiciones de creación sobre seres humanos que están bajo sentencia de muerte y condenación? En lo que concierte a los elegidos, esta cuestión se responde por medio de la cruz de Cristo, ¿pero qué acerca de los réprobos?
Quizá pueda decirse que no es necesario suponer una base judicial específica para la concepción de gracia común sobre el ser humano en vistas del hecho que:
- Esta no remueve la culpa del pecado y por tanto no conlleva perdón con ella.
- No levanta la sentencia de condenación sino que solo pospone la ejecución.
Tal vez el beneplácito divino de permanecer la revelación de Su ira y soportar «con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción», ofrece una explicación suficiente para las bendiciones de la gracia común.
Los teólogos reformados por lo general vacilan en decir que Cristo por medio de Su sangre expiatoria obtuvo estas bendiciones para los impenitentes y réprobos. Al mismo tiempo consideran que importantes beneficios naturales se acreditan para la raza humana entera a partir de la muerte de Cristo, y que en estos beneficios los incrédulos, los impenitentes y los réprobos también participan.
En cada transacción de pacto registrada en la Escritura es evidente que el pacto de gracia conlleva no solo bendiciones espirituales sino también materiales, y aquellas bendiciones materiales son generalmente de una clase tal que son compartidas naturalmente también por los incrédulos.
Dice Cunningham:
«Muchas bendiciones fluyen hacia la humanidad en gran medida desde la muerte de Cristo, colateral e incidentalmente, en consecuencia de la relación en la que los seres humanos, vistos de modo colectivo, se sitúan entre sí».10
Y no es sino natural que esto deba ser de ese modo. Si Cristo había de salvar una raza elegida, gradualmente convocada del mundo de la humanidad en el curso de los siglos, se volvió necesario para Dios ejercer paciencia, controlar el curso del mal, promover el desarrollo de los poderes naturales del ser humano, mantener vivo dentro del corazón de los seres humanos un deseo de rectitud civil, moralidad exterior y buen orden en la sociedad, y derramar bendiciones incalculables sobre la humanidad en general.
El Dr. Hodge lo expresa así:
«Resulta muy claro que todo plan diseñado para asegurar la salvación de una porción elegida de una raza propagada por medio de la generación y llevando una vida en asociación, como es el caso de la humanidad, no puede asegurar su objetivo sin afectar grandemente, para mejor o para peor, el carácter y el destino de todo el resto de la raza no elegida».
El cita al Dr. Candlish a efectos de que «la historia entera de la raza humana, desde la apostasía hasta el juicio final, es una dispensación de paciencia con respecto a los réprobos, en la cual muchas bendiciones, físicas y morales, afectan el carácter y el destino de ellos para siempre, se acreditan incluso a los paganos, y muchas más a los ciudadanos educados y refinados de las comunidades cristianas. Estas vienen a ellos a través de la mediación de Cristo, y acudiendo a ellos ahora, deben haber sido diseñadas para ellos desde el principio».11
Estas bendiciones generales de la humanidad, resultando indirectamente de la obra expiatoria de Cristo, no solo fueron previstas por Dios sino también diseñadas por Él como bendiciones para todos los interesados. Es perfectamente cierto, desde luego, que el diseño de Dios en la obra de Cristo pertenecía principal y directamente no al bienestar temporal de los seres humanos en general sino a la redención de los elegidos; pero de forma secundaria e indirecta también incluía las bendiciones concedidas indiscriminadamente sobre la humanidad. Todo lo que el hombre natural recibe aparte de la maldición y la muerte es un resultado indirecto de la obra redentora de Cristo.12
La relación entre gracia especial y gracia común
Podrían plantearse distintas preguntas con respecto a esta relación, de las cuales las siguientes son algunas de las más importantes.
- ¿DIFIEREN LA GRACIA COMÚN Y LA GRACIA ESPECIAL EN ESENCIA O SOLO EN GRADO?:
Los arminianos reconocen junto a la gracia suficiente (común) la gracia de la obediencia evangélica, pero afirman que estas dos solo difieren en grado y no en esencial. Ambas son soteriológicas en el sentido de que forman parte de la obra salvífica de Dios. La primera hace posible que el ser humano se arrepienta y crea, mientras que la segunda, en cooperación con la voluntad, causa que el ser humano se arrepienta y crea. Ambas pueden ser resistidas de modo que incluso lo segundo no es necesariamente eficaz para salvación. La teología reformada, no obstante, insiste en la diferencia esencial entre la gracia común y especial.
La gracia especial es sobrenatural y espiritual; elimina la culpa y la polución del pecado y levanta la sentencia de condenación. La gracia común, por otra parte, es natural; y aunque algunas de sus formas pueda estar conectada estrechamente con la gracia salvífica, no remueve el pecado ni hace libre al ser humano, son que meramente restringe las manifestaciones externas del pecado y promueve la moralidad exterior y la decencia, el buen orden en la sociedad y la rectitud cívica, el desarrollo de las ciencias y las artes, etc.
Opera solo en la esfera natural y no en la espiritual. Por tanto, debe sostenerse que, aunque ambas están conectadas estrechamente en la vida presente, son esencialmente diferentes, y no difieren meramente en grado. Ninguna cantidad de gracia común puede jamás introducir al pecador en la nueva vida que es en Cristo Jesús.
Sin embargo, la gracia común a veces se revela en formas que difícilmente sean distinguidas por el ser humano de las manifestaciones de gracia especial como, por ejemplo, en el caso de la fe temporal. El Dr. Shedd no parece tener en mente la diferencia esencial entre ambas en especial cuando dice:
«Los no elegidos reciben gracia común, y la gracia común inclinaría la voluntad humana si no fuera derrotada por la voluntad humana. Si el pecador no planteara oposición hostil, la gracia común equivaldría a la gracia salvífica».
En una nota, añade:
«Decir que la gracia común, si no es resistida por el pecador, equivaldría a gracia regeneradora no es lo mismo que decir que la gracia común, si es asistida por medio del pecador, equivaldría a la gracia regeneradora. En la primera instancia, Dios sería el único autor de la regeneración; en la segunda, Él no lo sería».13
Esto recuerda la teología luterana, pero el sentido del autor no es totalmente claro, porque en otros lugares también adscribe la no resistencia del pecador a la operación del Espíritu Santo.14
- ¿CUÁL DE LAS DOS ES PRINCIPAL, LA GRACIA COMÚN O LA ESPECIAL?:
Ante esta pregunta debe responderse que en un sentido temporal ninguna de ellas puede decirse que ostenta prioridad sobre la otra. El tercer capítulo de Génesis revela con claridad que ambas entran en operaciones al mismo tiempo luego de la caída. No obstante, la prioridad lógica debe adscribirse a la gracia especial, porque la gracia común es constituida subsirviente de esto en su operación en el mundo.
- ¿LA GRACIA COMÚN SIRVE O NO A UN PROPÓSITO INDEPENDIENTE?:
No puede dudarse de que la gracia común encuentre su propósito en parte en la obra redentora de Jesucristo; esta es subsirviente de la ejecución del plan de Dios en la vida de los elegidos y en el desarrollo de la Iglesia. Pero además de eso también sirve a un propósito independiente, a saber, traer a la luz y al control al servicio del ser humano las fuerzas ocultas de la naturaleza, y desarrollar los poderes y talentos que están latentes en la raza humana, a fin de que el ser humano pueda ejercer un dominio cada vez más creciente sobre la creación inferior, para la gloria de Dios el Creador.15
- ¿TIENEN LA GRACIA ESPECIAL Y LA COMÚN ENTRE SÍ UNA ESFERA PECULIAR TOTALMENTE DISTINTA?:
Puede decirse que en cierto sentido la gracia especial tiene su propia esfera peculiar en la Iglesia organizada, aunque no está necesariamente limitada a esta, y la gracia común está también operativa en la Iglesia porque está concedida a todos los seres humanos. Ambas operan en el mundo, pero mientras la gracia común en el sentido más usual del término pertenece a las cosas del mundo natural y esta vida presente, la gracia especial tiene que ver con las cosas de la nueva creación. No pueden sino influirse entre sí. La gracia común enriquece la Iglesia con sus bendiciones; y la Iglesia eleva los frutos de la gracia común a nivel más alto al colocarlos bajo la influencia de la vida regenerada.
Los medios por los cuales opera la gracia común
Diversos medios pueden distinguirse por los cuales la gracia común efectúa su obra. Calvino sugiere algunos de estos cuando, al hablar de la influencia restrictiva de la gracia común, dice:
«De aquí procede el que unos por vergüenza, y otros por temor de las leyes, se sientan frenados para no cometer muchos géneros de torpezas, aunque en parte no pueden disimular su inmundicia y sus perversas inclinaciones.
Otros, pensando que el vivir honestamente les resulta-muy provechoso, procuran como pueden llevar este género de vida. Otros, no contentos con esto quieren ir más allá, esforzándose con cierta majestad en tener a los demás en sujeción. De esta manera Dios, con su providencia refrena la perversidad de nuestra naturaleza para que no se desmande, pero no la purifica por dentro».16 Los siguientes son algunos de los medios más importantes a través de los cuales la gracia común efectúa su obra.
- LA LUZ DE LA REVELACIÓN DE DIOS:
Esto es fundamental porque sin ello todos los demás medios serían imposibles, e incluso si fueran posibles, fallarían en cuanto a funcionar adecuadamente. Aquí consideramos principalmente la luz de la revelación de Dios que brilla en la naturaleza e ilumina a cada ser humano que viene al mundo. Es en sí el fruto de la gracia común, pero en su momento se vuelve un medio para la manifestación adicional de esta, en vistas de que sirve para guiar la conciencia del hombre natural. Pablo habla de los gentiles que por naturaleza hacen cosas de la ley, «mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos», Romanos 2:14–15.
Calvino al comentar sobre este pasaje dice que tales gentiles «demuestran que en su corazón está impresa una discriminación y un juicio por los cuales distinguen entre lo que es justo e injusto, entre lo que es honesto y deshonesto».17 Además de esto, sin embargo, puede decirse que la gracia común en un sentido más restringido también opera a la luz de la revelación especial de Dios, la cual no es en sí el fruto de la gracia común sino de la especial.
- GOBIERNOS:
De estos también puede decirse que son a la vez el fruto y el medio de la gracia común. De acuerdo a Romanos 13, los gobiernos son ordenados por Dios para mantener el buen orden en la sociedad. Resistirlos es resistir la ordenanza de Dios. El gobernante, dice Pablo, «es servidor de Dios para tu bien», Romanos 13:4. Encuentra respaldo en la conciencia del ser humano (versículo 5) y para el resto «no en vano lleva la espada».
Sobre este punto, la Confesión Belga expresa:
«Creemos que nuestro Dios misericordioso, en virtud de la depravación de la humanidad, ha designado reyes, príncipes y magistrados, proponiéndose que el mundo sea gobernando por determinadas leyes y políticas, con el fin de que la disolución de los seres humanos pueda restringirse y todas las cosas llevadas a cabo entre ellos sean con buen orden y decencia».18
- OPINIÓN PÚBLICA:
La luz natural que brilla en el corazón de los seres humanos, en especial cuando es reforzada por medio de la influencia de la revelación especial de Dios, da como resultado la formación de una opinión pública que está en conformidad exterior con la ley de Dios; y esto tiene una influencia tremenda en la conducta de los seres humanos que son muy sensibles al juicio de la opinión pública. Naturalmente, la opinión pública será un medio de gracia común solamente cuando esté formada bajo la influencia de la revelación de Dios. Si no está controlada por la conciencia, obrando en armonía con la luz de la naturaleza, o por la Palabra de Dios, se vuelve una influencia poderosa para el mal.
- CASTIGOS Y RECOMPENSAS DIVINOS:
Las disposiciones providenciales de Dios, por las que Él visita la iniquidad de los seres humanos sobre ellos en eta vida, y recompensa las acciones que estén en conformidad exterior con la ley divina, sirven a un propósito importante en cuanto a refrenar el mano que existe en el mundo. Los castigos tienen un efecto disuasivo, y las recompensas sirven como incentivos. Por medio de estos medios se fomenta en gran manera todo lo que haya de bondad moral en el mundo. Muchos evitan el mal y procuran lo que es bueno, no debido a que temen al Señor sino porque sienten que las buenas cosas ofrecen su propia recompensa y sirve mejor a sus intereses.
Los frutos de la gracia común
Anteriormente ya fue sugerido que lo que nos queda de la luz de la naturaleza está aún operativo solo en virtud de la gracia común de Dios. Es uno de los frutos más importantes de la gracia común, sin la cual algunos de los otros no serían concebibles. Los siguientes frutos pueden mencionarse aquí:
- LA EJECUCIÓN DE LA SENTENCIA ES PAUSADA.
Dios declaró la sentencia de muerte sobre el pecador. Hablando del árbol del conocimiento del bien y del mal, Él dijo: «… porque el día que de él comieres, ciertamente morirás». El hombre comió de este y la sentencia entró en ejecución en cierta medida, pero claramente no fue plenamente ejecutada.
Es debido a la gracia común que Dios no ejecutó completamente de una vez la sentencia de muerte sobre el pecador, y no lo hace ahora, sino que sostiene y prolonga la vida natural del ser humano y le da tiempo para arrepentirse. No acorta de una vez la vida del pecador sino que le concede una oportunidad para el arrepentimiento, por medio de eliminar toda excusa y justifican la manifestación venidera de Su ira sobre aquellos que persisten en el pecado hasta el fin. Que Dios obre sobre este principio resulta evidente en abundancia a partir de pasajes tales como Isaías 48:9; Jeremías 7:23–25; Lucas 13:6–9; Romanos 2:4; Romanos 9:22; 2 Pedro 3:9.
- LA MODERACIÓN DEL PECADO:
Por medio de la operación de la gracia común el pecado es moderado en la vida de los individuos y en la sociedad. El elemento de corrupción que entró en la vida de la raza humana no tiene permiso, en el presente, de efectuar su obra desintegradora.
Calvino dice:
«Pero hemos de advertir que en la corrupción universal de la que hablamos aquí aún queda lugar para la gracia de Dios; no para enmendar la perversión natural, sino para reprimirla y contenerla dentro. Porque si el Señor permitiera a cada uno seguir sus apetitos a rienda suelta, no habría nadie que no demostrase con su personal experiencia que todos los vicios con que Pablo condena a la naturaleza humana estaban en él (Romanos 3 comparado con Salmo 14:3 ss)».19
Esta moderación puede ser externa o interna, o ambas, pero no cambia el corazón. Hay pasajes de la Escritura que hablan de una pugna del Espíritu de Dios con los seres humanos que no conduce al arrepentimiento, Génesis 6:3; Isaías 63:10, Hechos 7:51; de operaciones del Espíritu que son finalmente retiradas, 1 Samuel 16:14; Hebreos 6:4–6; y del hecho de que en algunos casos Dios finalmente abandona a las pasiones de sus propios corazones, Salmo 81:12; Romanos 1:24, 26, 28. Además de los pasajes precedentes, hay algunos en donde se indica claramente el hecho de que Dios modera el pecado en diversas maneras, tales como Génesis 20:6; 31:7; Job 1:12; 2:6; 2 Reyes 19:27–28; Romanos 13:1–4.
- LA PRESERVACIÓN DE CIERTO SENTIDO DE VERDAD, MORALIDAD Y RELIGIÓN:
Se debe a la gracia común que el ser humano aún retenga cierto sentido de lo verdadero, lo bueno y lo bello, a menudo aprecie estas cosas en un grado sorprendente y revele un deseo de verdad, de moralidad externa e incluso de ciertas formas de religión. Pablo habla de los gentiles que «mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos», Romanos 2:15, e incluso dice de aquellos que dieron rienda suelta a sus vidas perversas que ellos conocían la verdad de Dios, aunque trastocaron la verdad en injusticia y la intercambiaron por una mentira, Romanos 1:18–25.
A los atenienses, que estaban vacíos del temor de Dios, dijo: «Varones atenienses, en todo observo que sois muy religiosos», Hechos 17:22.
Los Cánones de Dort expresan lo siguiente sobre este punto:
«Bien es verdad que después de la caída quedó aún en el hombre alguna luz de la naturaleza, mediante la cual conserva algún conocimiento de Dios, de las cosas naturales, de la distinción entre lo que es lícito e ilícito, y también muestra alguna práctica hacia la virtud y la disciplina externa.
Pero está por ver que el hombre, por esta luz de la naturaleza, podría llegar al conocimiento salvífico de Dios, y convertirse a Él cuando, ni aún en asuntos naturales y cívicos, tampoco usa rectamente esta luz; antes bien, sea como fuere, la empaña totalmente de diversas maneras, y la subyuga en injusticia; y puesto que él hace esto, por tanto se priva de toda disculpa ante Dios»,
III–IV. 4.

Los Cánones de Dort―también conocidos como “doctrinas de la gracia” o “cinco puntos del calvinismo”―, son verdades que hace siglos trajeron luz y claridad a una iglesia que estaba confundida con teología humanista, lejos de la verdad de Dios. Al conocerlos, y conocer el contexto histórico en el cual se escribieron, podemos traer luz a nuestro propio conocimiento de Dios y de nuestro caminar con Él.
- LA REALIZACIÓN DE BIENES EXTERNOS Y RECTITUD CÍVICA:
La gracia común capacita al ser humano para realizar lo que se denomina generalmente justitia civilis, esto es, aquello que es correcto en las cuestiones civiles o naturales, a diferencia de aquello que es correcto en cuestiones religiosas, obras de bien natural en especial en las relaciones sociales, obras que están externa y objetivamente en armonía con la ley de Dios, pese a que son carentes de todo tipo de cualidad espiritual. Esto se encuentra en armonía con la Confesión Reformada.
El artículo XIV de la Confesión Belga habla en su título de la incapacidad humana de realizar lo que es verdaderamente bueno, dice que el ser humano conservó solo pequeños restos de sus excelentes dones, a fin de que no tenga excusa, y rechaza solamente el error pelagiano de que el ser humano pueda por su cuenta efectuar bienes espirituales o salvíficos.
Los Cánones de Dort III–IV, Art. 3, hablan de forma similar: «Por consiguiente, todos los hombres son concebidos en pecado y, al nacer como hijos de ira, incapaces de algún bien saludable o salvífico», etc. Puede objetarse que el Catecismo de Heidelberg habla en términos absolutos cuando dice en la Pregunta 8 que somos incapaces de hacer algún bien a menos que seamos regenerados. Pero es bastante evidente por el Comentario del propio Ursino que no negaría que el hombre pueda hacer bien civil, sino solo que puede realizar buenas obras como las que se definen en la Pregunta 91 del Catecismo.
Los teólogos reformados por lo general sostienen que los no regenerados pueden realizar bienes naturales, bienes civiles y bienes externamente religiosos.20 Llaman la atención al hecho, no obstante, que aunque tales obras de los no regenerados son buenas desde un punto de vista material, como obras que Dios ordenó, no pueden denominarse buenas desde un punto de vista formal en vistas de que no brotan de la motivación correcta y no tienen por objetivo el propósito correcto. La Biblia habla reiteradamente de obras de los no regenerados como buenas y rectas, 2 Reyes 10:29–30; 12:2 (comp. 2 Crónicas. 24:17–25); 14:3, 14–16, 20, 27 (comp. 2 Crónicas. 25:2); Lucas 6:33; Romanos 2:14, 15.
- DIVERSAS BENDICIONES NATURALES:
Además, a la gracia común el ser humano debe todas las bendiciones naturales que recibe en la vida presente. Pese a que ha perdido el derecho a toda bendición de Dios, día a día recibe abundantes muestras de la bondad de Dios. Hay varios pasajes de la Escritura en los que aparece de manera abundante que Dios derrama muchos de Sus buenos dones sobre todos los humanos de forma indiscriminada, esto es, sobre buenos y malos, elegidos y réprobos, tales como Génesis 17:20 (comp. vs. 18); Génesis 39:5; Salmo 145:9, 15–16; Mateo 5:44–45; Lucas 6:35, 36; Hechos 14:16–17; 1 Timoteo 4:10. Y estos dones son destinados como bendiciones, no solo para los buenos sino también para los malos.
[A la luz de la Escritura, no es sostenible la postura de que Dios nunca bendiga a los réprobos, aunque les da muchos dones que son buenos en sí mismos. En Génesis 39:5 leemos que «Jehová bendijo la casa del egipcio a causa de José, y la bendición de Jehová estaba sobre todo lo que tenía, así en casa como en el campo». Y en Mateo 5:44–45, Jesús exhorta a Sus discípulos con estas palabras: «… bendecid a los que os maldicen […] para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos». Esto solo puede significar una cosa, a saber, que Dios también bendice a quienes lo maldicen a Él. Cf. también Lucas 6:35–36; Romanos 2:4.
Objeciones a la doctrina reformada de la gracia común
Diversas objeciones han sido planteadas, e incluso ahora también, por algunos en contra de la doctrina de la gracia común tal como fue presentada en el punto precedente. Las siguientes son algunas de las más importantes:
- Los arminianos no están satisfechos con ello porque no va lo suficientemente lejos. Consideran la gracia común como una parte integran del proceso salvífico. Es aquella gracia suficiente que habilita al ser humano a arrepentirse y creer en Jesucristo para salvación, y la cual en el propósito de Dios está destinada a llevar a los seres humanos a la fe y el arrepentimiento, aunque esto puede ser frustrado por los seres humanos. Una gracia que no esté así destinada y no ministre realmente para la salvación de los seres humanos es una contradicción de términos. De ahí que Pope, un arminiano wesleyano, hable de gracia común en el sistema calvinista como «algo que es universal y no particular; algo necesariamente, o al menos ciertamente, inoperativo para la salvación en el propósito de Dios», y la denomina como «una influencia sin propósito». Además, dice esto: «La gracia no es más gracia si no incluye la intención salvífica del Dador».21 Pero, por cierto, la Biblia no limita de ese modo el uso del término «gracia». Pasajes tales como Génesis 6:8; 19:19; Éxodo 33:12, 16; Números 32:5; Lucas 2:40, y muchos otros no se refieren a lo que llamamos «gracia salvífica» ni a lo que los arminianos denominan como «gracia suficiente».
- En ocasiones se argumenta que la doctrina reformada de la gracia común implica la doctrina de la expiación universal, y por tanto lleva hacia el campo arminiano. Pero no hay buen fundamento para esta aseveración. Tampoco dice ni implica que sea el propósito de Dios salvar a todos los seres humanos por medio de la sangre expiatoria de Jesucristo. La objeción se basa particularmente en la proclamación universal del evangelio, que es considerada posible solamente sobre la base de una expiación universal. Ya fue sugerido por los arminianos mismos en la época del Sínodo de Dort, cuando aseveran que los reformados, con su doctrina de expiación particular, no podían predicar el evangelio a todos los seres humanos indiscriminadamente. Pero el Sínodo de Dort no reconoció la contradicción implicada. Los Cánones enseñan la expiación particular,22 y también exigen la proclamación universal del evangelio.23 Y esto está en perfecta armonía con la Escritura, la cual enseña, por un lado, que Cristo hizo expiación únicamente por los elegidos, Juan 10:15; Hechos 20:28; Romanos 8:32, 33; cf. también Juan 17:9; y por otro, que la invitación del evangelio debe extenderse a todos los seres humanos indiscriminadamente, Mateo 22:2–14; 28:19; Marcos 16:15–16. Si se objetara que no podemos armonizar plenamente el ofrecimiento indiscriminado y sincero de la salvación en condición de fe y arrepentimiento con la doctrina de la expiación particular, esto puede reconocerse pero con la comprensión distintiva de que la verdad de una doctrina no depende de nuestra habilidad para armonizarla con cada otra doctrina de la Escritura.
- Otra objeción a la doctrina de la gracia común es aquella que presupone una determinada disposición favorable en Dios incluso hacia los pecadores réprobos, aunque no tenemos derecho de suponer tal disposición en Dios. Esta constricción tiene su punto de partida en el consejo eterno de Dios, en Su elección y reprobación. Junto con el curso de Su elección Dios revela Su amor, gracia, misericordia y longanimidad, conduciendo a la salvación; y en la realización histórica de Su reprobación Él da expresión únicamente a Su aversión, desfavor, aborrecimiento e ira, llevando a la destrucción. Pero esto parece una sobre simplificación racionalista de la vida interior de Dios, que no toma suficientemente en cuenta Su auto revelación. Al hablar de este tema debemos ser cuidados y permitir que seamos guiados por las declaraciones explícitas de la Escritura en lugar de hacerlo por medio de nuestras inferencias audaces a partir del secreto consejo de Dios. Hay mucho más en Dios de lo que podemos reducir a nuestras categorías lógicas. ¿Son los elegidos en esta vida los únicos objetos del amor de Dios y nunca, en ningún sentido, los objetos de Su ira? ¿Está Moisés pensando en los réprobos cuando dice: «Porque con tu furor somos consumidos, y con tu ira somos turbados»? (Salmo 90:7). ¿Acaso no implica la declaración de Jesús en cuanto a que la ira de Dios habitaba en aquellos que no obedecían al Hijo que esta sea quitada de los demás cuando, y no hasta, se sometan al gobierno benéfico de Cristo? (Juan 3:36). ¿Y no dice Pablo a los efesios que «éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás»? (Efesios 2:3). Evidentemente los elegidos no pueden ser considerados como siempre ni exclusivamente objetos del amor de Dios. Y si aquellos que son objetos del amor redentor de Dios también pueden, en cierto sentido de la palabra, ser considerados objetos de Su ira, ¿por qué debería ser imposible que aquellos que son objetos de Su ira también deban en cierto sentido participar en Su favor divino? Un padre que también es juez puede aborrecer al hijo que es llevado ante él como criminal y sentirse constreñido a castigarlo con su ira judicial, pero aun así puede sentir compasión de él y mostrarle actos de bondad aunque esté bajo condenación. ¿Por qué sería algo así imposible en Dios? En general Washington aborrecía al traidor que fue traído ante él y lo condenó a muerte, pero al mismo tiempo le mostró compasión sirviéndole los manjares de su propia mesa. ¿No puede Dios tener compasión incluso sobre el pecador condenado, y concederle favores? La respuesta no tiene por qué ser incierta, en vistas de que la Biblia enseña claramente que Él derrama bendiciones incalculables sobre todos los seres humanos y también indica con claridad que estas son la expresión de una disposición favorable en Dios, que se queda corta, sin embargo, en cuanto a la volición positiva de perdonar sus pecados, levantar sus condenas y concederles salvación. Los siguientes pasajes apuntan de forma clara a tal disposición favorable: Proverbios 1:24; Isaías 1:18; Ezequiel 18:23, 32; 33:11; Mateo 5:43–45; 23:37; Marcos 10:21; Lucas 6:35: Romanos 2:4; 1 Timoteo 2:4. Si pasajes como estos no testifican de una disposición favorable en Dios, podría parecer que dicho lenguaje ha perdido su sentido y que la revelación de Dios no es confiable en este asunto.
- Los anabaptistas objetan la doctrina de la gracia común porque implica el reconocimiento de buenos elementos en el orden natural de las cosas, y esto es contrario a su postura fundamental. Se refieren a la creación natural con desprecio, subrayan el hecho de que Adán era de la tierra terrenal y solo ven impureza en el orden natural como tal. Cristo estableció un nuevo orden sobrenatural de las cosas y a dicho orden el ser humano regenerado, que no es meramente alguien renovado sino un ser humano totalmente nuevo, también pertenece. No tiene nada en común con el mundo que lo rodea y por tanto no debe participar en esta vida: nunca hacer un juramento, jamás participar en ninguna guerra, no reconocer ninguna autoridad civil, evitar la forma de vestir mundana, etc. En esta postura no hay otra gracia que la gracia salvífica. Esta postura fue compartida por el labadismo, el pietismo y los hermanos moravos, y diversas otras sectas. La negación de Barth de la gracia común pareciera seguir los mismos lineamientos. No es sorpresa, en vistas de que también para él la cualidad de criatura y la pecaminosidad son prácticamente idénticas. Brunner ofrece el siguiente resumen de la postura de Barth: «Procede del reconocimiento de Cristo como la única gracia salvífica de Dios de que no existe ninguna gracia creativa ni sustentadora que haya estado jamás operativa desde la creación del mundo y que se manifieste a nosotros en el sostenimiento del mundo por parte de Dios, en virtud de que en ese caso tendríamos que reconocer dos o incluso tres clases de gracia, y eso se postularía en contra distinción con la singularidad de la gracia de Cristo.[…] De forma similar, la nueva creación no es en absoluto una realización sino exclusivamente un reemplazo efectuado mediante una completa aniquilación de lo que hubo antes, una sustitución del nuevo hombre por el viejo. La proposición gratia non tollit naturam sed perficit, no es cierta en ningún sentido sino que es totalmente una herejía»24. Brunner rechaza esta postura y está más en línea con el pensamiento reformado en este punto.
- PREGUNTAS PARA EL ESTUDIO ADICIONAL:
¿Las palabras hebrea y griega para «gracia» denotan siempre gracia salvífica? ¿Alguna vez son usadas como una designación de lo que llamamos «gracia común»? ¿Presupone la doctrina de gracia común la doctrina de expiación universal? ¿Implica una negación del hecho de que el ser humano está por naturaleza sujeto a la ira de Dios? ¿Implica una negación de la depravación total del ser humano y de su incapacidad de efectuar bien espiritual? ¿Está el bien que el hombre natural puede hacer solamente a la vista del ser humano o también a la vista de Dios? ¿Acaso la doctrina de la gracia común destruye la antítesis entre el mundo y el reino de Dios? Si no, ¿cómo explicaríamos esto?
✦ Fuente principal:
Louis Berkhof, Teología Sistemática, trans. Cristian Franco (Bellingham, WA: Editorial Tesoro Bíblico, 2018).
✦ Bibliografía:
Calvino, Instituciones II. 2 y 3; Kuyper, De Gemeene Gratie; Bavinck, De Algemeene Genade; ibíd., Calvin and Common Grace (en, Calvin and the Reformation); Shedd, Calvinism Pure and Mixed, pp. 96–106; ibíd., Dogm. Theol. I, pp. 432, 435; II, pp. 483 ss.; Hodge, Teol. Sist. II, pp. 654–675; Vos, Dogm. Ref. IV, pp. 11–17; Alexander, Syst. of Bib. Theol. II. pp. 343–361; Dabney, Syst. and Polem. Theol., pp. 583–588; ibíd., Discussions, pp. 282–313 (God’s Indiscriminate Proposals of Mercy); H. Kuiper, Calvin on Common Grace; Berkhof, De Drie Punten in Alle Deelen Gereformeerd; Hepp, Art. Gemeene Gratie en The Christelijke Encyclopaedie.
✦ Notas al margen:
- Pelagio (en latín Pelagius) fue un monje britano, ascético y acusado de heresiarca, que vivió entre los siglos IV y V d. C. Sufrió una dura persecución por parte de la Iglesia de Roma tras enseñar ideas heréticas por los líderes de ésta, como su negación del posteriormente llamado «dogma del Pecado Original«. Paradójicamente, antes de esto había gozado de cierta popularidad entre la curia romana y el propio san Agustín de Hipona, que luego sería uno de sus más feroces críticos, llegó a definirle como «santo varón». Sus ideas fundarían posteriormente la corriente «herética» llamada pelagianismo ↩︎
- Cf. Polman, De Predestinatieleer van Augustinus, Thomas van Aquino en Calvijn, pp. 77 ss.; Shedd, History of Christian Doctrine II, pp. 75 ss. ↩︎
- Art. XVIII. ↩︎
- Cf. p. 178. ↩︎
- Cf. Mastricht, God geleerdheit I, p. 441; Brakel, Redelijke Godsdienst I, pp. 729 ss.; Hodge, Teol. Sist. II, p. 654; A. A. Hodge, Outlines of Theol., p. 449; Shedd, Calvinism Pure and Mixed, pp. 98 ss.; Vos, Dogm. Ref. IV, pp. 13 ss. ↩︎
- System of Bib. Theol. II, p. 352. ↩︎
- Calvinism Pure and Mixed, p. 99. ↩︎
- El Sínodo de Dort fue un sínodo nacional que tuvo lugar en Dordrecht, en Holanda en 1618/19, por la Iglesia Reformada Holandesa, con el objetivo de regular una seria controversia en las Iglesias Holandesas iniciada por el ascenso del Arminianismo. La primera reunión del sínodo fue el 13 de noviembre de 1618 y la última, la 154ª fue el 9 de mayo de 1619. Fueron también invitados representantes con derecho de voto venidos de 8 países extranjeros. El nombre «Dort» era un nombre usado en ese tiempo en inglés para la ciudad holandesa de Dordrecht. El sínodo es a veces llamado el Sínodo de Dordt, o Sínodo de Dordrecht. El sínodo decidió el rechazo de las ideas arminianas, estableciendo la doctrina reformada en cinco puntos: depravación total o corrupción radical, elección incondicional, expiación limitada, vocación eficaz (o gracia irresistible) y perseverancia de los santos. Estas doctrinas, descritas en el documento final llamado Cánones de Dort, son también conocidas como los Cinco puntos del Calvinismo. Tras este sínodo, Johan van Oldenbarnevelt y otros dirigentes principales del arminianismo fueron excomunicados, mientras que otros muchos, entre los que se encontraban Hugo Grocio y Simón Episcopius, tuvieron que exiliarse. Para 1618, la Iglesia Anglicana, cuyos 39 artículos son calvinista, fue influenciado por el arminianismo. ↩︎
- III–IV. Rechazo del error 5. ↩︎
- Hist. Theol. II, p. 333. ↩︎
- The Atonement, pp. 358 ss. ↩︎
- Cf Turretin, Opera, Locus XIV, Q. XIV, par. XI; Witsius, De Verbonden, B. II, Kap. 9, ss. 4; Cunningham, Hist. Theol. II, p. 332; Symington, Atonement and Intercession, p. 255; Bavinck, Geref. Dogm. III, p. 535; Vos, Ger. Dogm. III, p. 150. ↩︎
- Dogm. Theol. II, p. 483. ↩︎
- Calvinism Pure and Mixed, p. 101. ↩︎
- Cf. Kuyper, Gemeene Gratie II, pp. 622, 628, 633; Bavinck, De Algemeene Genade, p. 45. ↩︎
- Inst. II. 3, 3. ↩︎
- Comm. on Romans in loco. ↩︎
- Art. XXXVI. ↩︎
- Inst. II. 3, 3. ↩︎
- Cf. Calvino, Inst. III. 14, 2; Van Mastricht, Godgeleerdheid, Bk. IV. 4, 11, 12; Voetius, Catechisatie I, p. 168–172; Ursinus, Comm. on the Catechism, Lord’s Day II, p. 77; Charnock, On the Attributes II, pp. 303, 304; Brakel, Redelijke Godsdienst I, p. 338. ↩︎
- Christian Theology II, pp. 387 ss. ↩︎
- II. 8. ↩︎
- II. 5 and III. 8. ↩︎
- Natur und Gnade, p. 8. ↩︎


