En esta semana estamos estudiando la Parashá Eqev se encuentra en: Deuteronomio 7:12-11:25 — עֵקֶב (Eqev) significa: «A cambio de».
Deuteronomio «Devarim», el último de los cinco libros de Moisés, es el libro de la Torá dedicado a la transformación. En él se imagina una nueva naturaleza para la generación de israelitas que entrará en la tierra. Una de las referencias más claras a esta transformación aparece después de que Moisés recuerde a los hijos de Israel los acontecimientos del monte Sinaí, incluido el becerro de oro. Incluso después de este grave pecado, Adonai perdonará a Israel y le dará la Tierra Prometida.
Moisés les recuerda:
Ahora, oh Israel, ¿qué exige Adonai tu Dios de ti? Solo temer a Adonai tu Dios, andar en todos sus caminos y amarlo, y servir a Adonai tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, para observar los mandamientos de Adonai y sus decretos que yo te mando hoy para tu bien… Por lo tanto, circuncida el prepucio de tu corazón y no endurezcas más tu cuello.
Israel debe responder a la misericordia de Adonai amándolo de todo corazón. Este concepto de amor a Dios aparece explícitamente solo una o dos veces en todos los libros anteriores de la Torá, pero domina los capítulos de Deuteronomio. Después de que Moisés reitera los Diez Mandamientos, por ejemplo, continúa dando lo que el Mesías mismo, y muchos de nuestros otros maestros, describen como el mandamiento más grande:
«Amarás a Adonai tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas»
—Deut 6:5.
Del mismo modo, en el pasaje anterior, Moisés habla del amor a Dios, una respuesta que es sencilla y, en última instancia, justa. Debemos amarlo de todo corazón porque él nos ha mostrado primero su amor. Pero hay algo en nuestra naturaleza humana que bloquea este amor a Dios y que debe ser eliminado si queremos responder plenamente. El amor a Dios requiere un profundo cambio interior, una transformación interior que la Torá describe como la circuncisión del corazón.
La circuncisión es, por supuesto, un término muy significativo. En el sentido más simple, es la eliminación de una cubierta u obstáculo. Así, el Jumash de Stone traduce el versículo 16:
«Cortarás la barrera de tu corazón…».
Para amar genuinamente al Señor, que es el objetivo de Devarim, Israel debe cortar el pecado y la incredulidad que embotan sus corazones. La circuncisión del corazón es una metáfora del arrepentimiento, del retorno al Señor. Pero hay más.
La circuncisión de un niño varón al octavo día se llama milá (denominado generalmente con el sustantivo previo como «pacto») «pacto de la circuncisión – Heb. brit mila»1. Este ritual implica mucho más que el mero procedimiento médico de eliminar una cubierta carnal. Del mismo modo, la circuncisión interior de la que habla Moisés es más que la simple eliminación de la barrera del corazón.
La circuncisión del corazón es parte de la renovación del pacto que domina todo el libro de Devarim. A medida que una nueva generación se prepara para entrar en la Tierra Prometida, se requiere un pacto renovado para cumplir el acuerdo que Adonai hizo con Israel en el Sinaí. La circuncisión externa es el sello del pacto; la circuncisión interna es el sello del pacto renovado.
Además, la circuncisión implica la dedicación del bebé de ocho días a Adonai. Al final de la ceremonia se suele declarar:
«¡Amén! ¡Así como ha entrado en el pacto, que entre en la Torá, en la jupá y en las buenas obras!».
En otras palabras, la circuncisión en la tradición judía es la antesala del pacto, pero el pacto sigue definiendo y dirigiendo al niño durante el resto de su vida. Ha sido dedicado a Adonai. Del mismo modo, la circuncisión interior implica una dedicación de por vida de los israelitas a su Dios.
Este triple significado de la circuncisión del corazón —el retorno a Adonai, el pacto renovado y la dedicación de por vida— resume la transformación que es el objetivo del libro de Devarim. La frase aparece aquí como un mandato:
«Por lo tanto, circuncidad el prepucio de vuestro corazón…».
Hacia el final del libro, la frase aparece de nuevo como una promesa. Moisés describe el futuro exilio de Israel y su reunión final en la Tierra Prometida. Adonai tendrá misericordia de su pueblo y lo restaurará a sí mismo, incluso después de su pecado y su vagabundeo:
Entonces Adonai, tu Dios, te llevará a la tierra que poseyeron tus padres y tú la poseerás. Él te prosperará y te multiplicará más que a tus padres. Y Adonai, tu Dios, circuncidará tu corazón y el corazón de tu descendencia para que ames a Adonai, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, para que vivas.
Devarim enseña que, incluso después de la liberación de Egipto y la entrega de la Torá, la restauración a Adonai requiere una profunda transformación que solo Dios puede proporcionar. Está más allá de la capacidad humana, pero Dios promete lograrlo por nosotros.
¿Cuándo se cumplirá esta promesa de un corazón circuncidado?
Pablo se refiere a ella en Romanos 2:28-29:
Porque no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es interiormente, y la circuncisión es la del corazón, en el espíritu, no en la letra, cuya alabanza no proviene de los hombres, sino de Dios.
Este pasaje se malinterpreta con frecuencia. Pablo no imagina un nuevo Israel «espiritual» que sustituya al antiguo Israel «carnal». Más bien, repite la promesa de la Torá de que en los últimos días el propio Adonai circuncidará el corazón de Israel. Este es el objetivo de la Torá y de la obra redentora de Dios.
Al final, todo el remanente escogido por gracia de Israel será restaurado a Adonai y se le dará un corazón para amarlo y servirlo plenamente. Incluso ahora, el Mesías ha venido para traer esta transformación a aquellos que lo aceptan.
El pueblo judío, dice Pablo, no puede jactarse simplemente porque posee la Torá. Más bien, su alabanza proviene del cumplimiento de la Torá, un cumplimiento que solo es posible con el corazón transformado que proporciona el espíritu de Dios.
Es el corazón circuncidado el que es capaz de «amar a Adonai tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, para que vivas». Y es Dios mismo quien es capaz de circuncidar el corazón humano.
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- El pueblo judío a denominado en si a la circuncisión como un pacto, aunque las Escrituras nos señalan que es la «señal» del pacto, no un pacto en si mismo, Pablo de la misma forma la cataloga en Romanos (c.f. Rom 4:11), La afirmación «Grande es la circuncisión» aparece seis veces en la Mishná (m. Ned. 3:11). Los rabinos le daban una importancia muy desmedida a el rito de la circuncisión, ellos señalaban que la circuncisión: 1) era el medio para establecer trece pactos, 2) prevalecía sobre las estrictas prohibiciones del sábado, 3) era exigida incluso al justo Moisés, 4) prevalecía sobre las prohibiciones de cortar la carne leprosa, 5) era necesaria para que Abraham fuera completo, aunque ya había cumplido todos los demás mandamientos, y 6) ¡era la razón misma por la que Dios creó el mundo! El rabino Judá, ha-Nasi, dijo: «Grande es la circuncisión, porque supera todos los demás deberes religiosos que hay en la Torá» (b. Ned. 31b). ↩︎
