El debate sobre el Adán histórico y mítico: perspectivas teológicas

El debate sobre el Adán histórico y mítico sigue siendo uno de los temas más relevantes de la teología bíblica contemporánea. A lo largo de la historia, la figura de Adán ha sido interpretada tanto como un individuo real —el primer hombre creado por Dios y cabeza representativa de la humanidad—, como un símbolo arquetípico que expresa, en lenguaje mítico, la condición universal del ser humano frente al mal y la desobediencia, en este artículo expondremos brevemente diferentes posturas del debate.

  1. Introducción
  2. El Adán histórico en la tradición fundamentalista y evangélica clásica
    1. Reacción frente al modernismo
    2. Coherencia sistemática y exegética
    3. Síntesis de la postura
  3. Adán como figura mítica o arquetípica: perspectivas críticas y simbólicas
    1. Orígenes de la lectura mítica
    2. Crítica canónica y hermenéutica contemporánea
    3. Aportes evangélicos: Enns y Walton
  4. Paralelos del Antiguo Oriente Próximo y la caída en perspectiva comparada
    1. El mito de Adapa
    2. El Enuma Elish y la teología de la creación
    3. El Poema de Gilgamesh
    4. Síntesis comparativa
  5. Consecuencias doctrinales y hermenéuticas del debate contemporáneo
    1. Antropología y pecado
    2. Cristología
    3. Hermenéutica y ciencia
  6. Una vía hermenéutica integradora: Craig, Walton, Alexander y Collins
    1. William Lane Craig: Adán como figura histórica arquetípica
    2. John H. Walton: lectura funcional y teológica
    3. Denis Alexander y C. John Collins
    4. Síntesis de la vía integradora
  7. Conclusión
  8. Bibliografía seleccionada

Introducción

El relato de los orígenes humanos en los primeros capítulos del Génesis ha ocupado, desde los albores de la reflexión cristiana, un lugar central en la teología bíblica. La figura de Adán, como primer hombre y representante de la humanidad, no solo define el punto de partida de la historia redentora, sino que constituye el fundamento de doctrinas tan decisivas como el pecado original, la unidad de la raza humana y la necesidad universal de redención. El modo en que se entienda a Adán —como individuo histórico o como arquetipo teológico— afecta directamente la comprensión del evangelio mismo, especialmente la relación tipológica entre el primer y el segundo Adán (Ro 5:12–21; 1 Cor 15:21–22).

Desde los primeros siglos del cristianismo, los teólogos interpretaron el relato de Gn 2–3 no solo como una narración sobre los orígenes del hombre, sino como un espejo teológico de la condición humana. Agustín de Hipona, en De civitate Dei, formuló la doctrina del peccatum originale, sosteniendo que todos los hombres pecan en Adán porque todos estaban en él como su cabeza representativa1. La lectura agustiniana —basada en una comprensión literal de la caída como evento histórico— se convirtió en el paradigma dominante de la teología occidental, influyendo tanto en la escolástica medieval como en los reformadores.

Tomás de Aquino integró la doctrina del pecado original en su antropología teológica, distinguiendo entre la pérdida de los dones preternaturales y la corrupción de la naturaleza humana2. Para él, Adán fue un individuo real cuya caída afectó ontológicamente a su descendencia. Los reformadores, especialmente Lutero y Calvino, reafirmaron esta visión: el relato del Edén era historia verídica y fundamento de la depravación total del hombre. Calvino observó que “por la desobediencia de un solo hombre fuimos todos apartados de Dios” (comentario a Ro 5:12)3.

Con la Ilustración y el surgimiento de la crítica histórica, la interpretación tradicional comenzó a ser desafiada. El desarrollo de la geología moderna, la paleontología y, posteriormente, la teoría de la evolución de Charles Darwin (1859) puso en cuestión una lectura literal de los orígenes bíblicos4. Para muchos pensadores ilustrados, el relato de Adán pertenecía al género del mito antiguo, comparable a las narraciones de creación del Cercano Oriente. Sin embargo, esta reevaluación suscitó una fuerte reacción entre los teólogos conservadores del siglo XIX y XX, quienes vieron en ella una amenaza a la autoridad de la Escritura.

El surgimiento del fundamentalismo protestante a comienzos del siglo XX fue, en buena medida, una respuesta a este desafío. En defensa de la inerrancia bíblica, autores como Benjamin Warfield, Gleason Archer y, más tarde, John C. Whitcomb y Henry M. Morris, afirmaron que los primeros capítulos del Génesis deben leerse como historia literal y factual5. En esta visión, Adán y Eva fueron los primeros seres humanos creados directamente por Dios, y su transgresión en el Edén constituyó un evento histórico que introdujo la muerte y el pecado en el mundo (Gn 3:1–19). El énfasis no era meramente científico, sino profundamente teológico: negar el Adán histórico significaba socavar la doctrina de la redención. Como sostuvo Norman Geisler, “si el primer Adán no cayó realmente, no hay necesidad del segundo Adán para redimirnos”6.

En contraste, el siglo XX presenció el desarrollo de nuevas aproximaciones hermenéuticas que consideraron el relato del Edén como literatura mitopoética, una forma simbólica destinada a comunicar verdades teológicas más que hechos empíricos. Inspirados por la escuela de Historia de las Religiones, exegetas como Hermann Gunkel y Gerhard von Rad subrayaron los paralelos con los mitos mesopotámicos y el carácter teológico de la narrativa7. En la segunda mitad del siglo, teólogos como Karl Barth, Claus Westermann, Brevard Childs, Peter Enns y John H. Walton continuarían explorando el valor del mito como medio de revelación divina, en diálogo con la ciencia moderna y la crítica literaria¹³⁻¹⁸.

En las últimas décadas, el debate ha adquirido renovada vitalidad. El descubrimiento del genoma humano y la evidencia de la diversidad genética antigua parecen incompatibles con la existencia de una única pareja ancestral. Sin embargo, teólogos y filósofos cristianos han propuesto nuevos modelos para conciliar la fe bíblica con los hallazgos científicos. Entre ellos, William Lane Craig, en In Quest of the Historical Adam (2021), propone un enfoque interdisciplinario que combina la exégesis bíblica, la filosofía de la religión y la paleoantropología. Craig argumenta que Adán pudo haber sido un individuo histórico primitivo, perteneciente a los primeros Homo heidelbergensis, que Dios escogió como representante espiritual de la humanidad8. Su propuesta refleja una tendencia creciente a buscar modelos integradores que reconozcan tanto la dimensión teológica como la científica del relato bíblico.

El Adán histórico en la tradición fundamentalista y evangélica clásica

El movimiento fundamentalista del siglo XX surgió como defensa frente a la crítica moderna y la creciente influencia del darwinismo. Su meta principal era preservar la autoridad y la inspiración de la Escritura frente a las lecturas que la reducían a mito o parábola moral. Dentro de ese marco, la historicidad de Adán se convirtió en una piedra angular de la ortodoxia conservadora.

Gleason Archer sostuvo que la fiabilidad histórica del Génesis era un componente esencial de la fe cristiana, porque “toda la teología paulina sobre la caída y la redención descansa en la realidad de un primer hombre histórico”⁶. Archer subrayaba que la tipología paulina entre Adán y Cristo en Ro 5 y 1 Cor 15 pierde sentido si uno de los dos polos no pertenece a la historia real.

De manera similar, Francis Schaeffer afirmó que “si Adán y Eva no fueron personas reales, el hombre no está caído de un estado real de inocencia; y si no hay una caída real, no hay necesidad de un Salvador real”⁷.

El Adán histórico cumple, dentro de la teología fundamentalista, una triple función doctrinal:
(1) Antropológica, como primer hombre de quien desciende toda la humanidad (Hch 17:26);
(2) Hamartiológica, como origen del pecado y la muerte (Ro 5:12); y
(3) Cristológica, como tipo del Redentor (1 Cor 15:22).

John C. Whitcomb y Henry M. Morris insistieron en que la caída introdujo un cambio ontológico en la creación, de modo que el sufrimiento y la muerte animal son consecuencia del pecado humano9:

“La rebelión de Adán no fue un mito teológico sino un cataclismo cósmico. Si la muerte existía antes del pecado, el testimonio del evangelio se derrumba.”

Esta posición se enlaza con una visión unificada del relato bíblico, donde la historia de la redención no puede separarse de la historia natural. Douglas Kelly y John MacArthur reiteran que la historicidad de Adán no es cuestión periférica, sino estructural para toda la teología cristiana¹⁰²⁰.

Reacción frente al modernismo

El énfasis en la historicidad literal también debe entenderse como reacción cultural. A comienzos del siglo XX, el protestantismo norteamericano enfrentaba la expansión del modernismo teológico, que reinterpretaba los milagros y los relatos bíblicos según categorías racionalistas. La defensa del Adán histórico se convirtió entonces en símbolo de resistencia frente a la secularización. Charles Ryrie, en Basic Theology, veía en el rechazo al Adán literal un síntoma de la “desintegración doctrinal” del cristianismo liberal.

Para estos autores, la inspiración plenaria y la inerrancia implican que el texto de Gn 2–3.

Coherencia sistemática y exegética

El fundamentalismo clásico no defendió la historicidad de Adán únicamente por razones apologéticas, sino por su coherencia con la estructura interna de la teología paulina y agustiniana. En Ro 5:12–21 y 1 Cor 15:45–49, Pablo presenta a Adán como cabeza representativa de la humanidad, cuya desobediencia contrasta con la obediencia del “postrer Adán”, Cristo. La tipología es esencialmente histórica: dos hombres reales, dos actos, dos consecuencias universales. Si se disuelve el primero en mito, se pierde el paralelismo sobre el que se edifica la redención.

Norman Geisler formula este argumento con precisión lógica:

“Si Adán no fue una persona real, entonces no hubo una caída real; si no hubo caída, no hay pecado original; y sin pecado original, la necesidad de la cruz se desvanece”10.

Wayne Grudem reitera que la historicidad de Adán es indispensable para la doctrina de la imputación del pecado: “por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres” (Ro 5:18)11.

En esta lectura, la caída no es solo un evento moral, sino un acontecimiento forense y ontológico que afecta a toda la creación (Ro 8:19–22). Siguiendo a Agustín, los fundamentalistas sostienen que la humanidad comparte una misma naturaleza corrompida porque estuvo seminalmente presente en Adán. Schaeffer y Kelly subrayan que el simbolismo del texto no niega el hecho histórico, sino que lo comunica con profundidad teológica12.

Francis Schaeffer y Douglas Kelly desarrollaron este argumento teológico en un marco de teología de la creación. Schaeffer subrayó que el relato del Edén muestra una relación entre el orden moral y el físico: la desobediencia humana descompone la armonía de la creación. Kelly, por su parte, insistió en que una lectura histórica del Génesis no excluye el lenguaje simbólico, sino que lo enmarca dentro de un suceso real: “El simbolismo es la forma en que el hecho histórico comunica su significado.”

Para los teólogos evangélicos conservadores, esta coherencia interna confirma la confiabilidad de la Escritura. La narrativa de Gn 3 explica de manera teológica la universalidad de la muerte y el mal. Negar su historicidad implicaría buscar otro fundamento para esas realidades, algo que la antropología secular intenta sin éxito.

Síntesis de la postura

En resumen, para la tradición fundamentalista y evangélica clásica:

  • Adán fue una persona real, creada directamente por Dios.
  • Su caída en el Edén fue un hecho histórico que introdujo el pecado y la muerte.
  • La humanidad entera comparte esa naturaleza caída.
  • Cristo, el segundo Adán, restaura lo que el primero perdió.

El modelo se fundamenta en una lectura gramatical-histórica del texto, una teología de la redención de estructura lineal, y una hermenéutica de la inerrancia. Su fuerza radica en la coherencia doctrinal; su debilidad, según sus críticos, en la tendencia a ignorar el contexto literario y simbólico del mundo antiguo.

Adán como figura mítica o arquetípica: perspectivas críticas y simbólicas

Mientras el fundamentalismo defendía la lectura literal de Gn 2–3, la exégesis crítica del siglo XX propuso un enfoque distinto: el relato del Edén debía entenderse como mito teológico, esto es, un lenguaje simbólico mediante el cual las culturas antiguas expresaban realidades últimas sobre la existencia, el mal y la relación con lo divino.

Orígenes de la lectura mítica

La escuela de la Historia de las Religiones (Religionsgeschichtliche Schule) a fines del siglo XIX, con autores como Hermann Gunkel, fue pionera en identificar en el Génesis ecos de los mitos mesopotámicos. Gunkel, en su Genesis: Übersetzt und erklärt (1901), sostuvo que los capítulos iniciales del Génesis pertenecen al género del mito etiológico: relatos diseñados para explicar la condición actual del ser humano —la mortalidad, el trabajo, el dolor— en clave religiosa.

Según Gunkel, la teología israelita transformó los mitos antiguos en un monoteísmo ético, donde el pecado no surge del enfrentamiento entre dioses, sino de la desobediencia humana.

Esta línea de interpretación fue desarrollada por Gerhard von Rad, quien vio en los primeros capítulos del Génesis una reflexión sapiencial sobre la libertad y la responsabilidad. En su comentario a Génesis, von Rad escribió:

“El relato de Adán y Eva no pretende describir un suceso histórico, sino articular en forma narrativa la experiencia universal de que el hombre, en su libertad, se aparta del mandato de Dios.”

Claus Westermann profundizó esta perspectiva al considerar Gn 2–3 como una Urgeschichte o “historia primitiva” que explica la estructura de la existencia humana. Para él, el relato del Edén muestra cómo el ser humano pasa de la dependencia confiada a la autonomía, de la comunión a la alienación.

Crítica canónica y hermenéutica contemporánea

En la segunda mitad del siglo XX, Brevard Childs sostuvo que el valor teológico del texto no depende de su facticidad, sino de su función dentro del canon. Gn 3 no busca registrar hechos verificables, sino revelar la estructura teológica de la relación entre Dios y la humanidad caída.

James Barr subrayó la necesidad de distinguir entre el lenguaje teológico y el lenguaje científico: el texto “no habla de cromosomas o fósiles, sino de confianza y rebelión”.

Phyllis Trible, desde la hermenéutica feminista, propuso una lectura que resalta el simbolismo de género en el relato: el pecado de Adán y Eva no se centra en la sexualidad, sino en la distorsión de la igualdad y reciprocidad originales.

Aportes evangélicos: Enns y Walton

Entre intérpretes evangélicos, Peter Enns argumenta que los autores bíblicos emplearon categorías del ANE para comunicar verdad teológica acerca del pecado y la redención13. John H. Walton propone que Génesis 2–3 se lea en clave funcional, no material: Adán es un arquetipo que representa a toda la humanidad; su caída simboliza la vocación frustrada del ser humano de reflejar la imagen de Dios14.

Walton observa que el relato bíblico no tiene como propósito explicar biológicamente los orígenes, sino teológicamente el propósito del hombre en el cosmos. Su interpretación desactiva el conflicto con la ciencia moderna sin negar la inspiración divina del texto. Enns, por su parte, insiste en que Pablo, al usar a Adán en Ro 5 y 1 Cor 15, adopta la cosmovisión de su tiempo, sin necesidad de asumir una literalidad biológica. Lo importante no es la biología de Adán, sino la universalidad del pecado y de la gracia.

Walton, en The Lost World of Adam and Eve, propone que Génesis 2–3 debe leerse en clave funcional, no material: Adán es un arquetipo que representa a toda la humanidad. Su caída simboliza la vocación frustrada del ser humano de reflejar la imagen de Dios.

“La Biblia enseña que todos somos Adán, porque todos participamos del mismo patrón de desobediencia.” (Walton)

El mito, en estas lecturas, no se opone a la verdad sino que la expresa: es vehículo de revelación teológica.

Paralelos del Antiguo Oriente Próximo y la caída en perspectiva comparada

El relato de la caída en Gn 3 comparte motivos y estructuras con textos del antiguo Cercano Oriente, pero el Génesis los reinterpreta teológicamente.

El mito de Adapa

El mito acadio de Adapa cuenta cómo este pierde la inmortalidad al rechazar el pan de la vida. El motivo de “pérdida de inmortalidad” recuerda a Adán, pero el Génesis lo convierte en un drama moral de desobediencia deliberada.

El Enuma Elish y la teología de la creación

Mientras el Enuma Elish narra una cosmogonía de violencia, Gn 1–2 presenta un Dios que crea por su palabra. La caída responde a la libertad humana, no a un conflicto de deidades.

El Poema de Gilgamesh

Enkidu pierde su estado de inocencia al adquirir conocimiento. En el Génesis, el “conocimiento del bien y del mal” (Gn 3:6) simboliza la pretensión humana de autonombrarse norma moral. Sin embargo, la diferencia fundamental radica en que el Génesis no retrata la sabiduría como corrupción, sino la autonomía moral como ruptura de comunión con Dios.

Síntesis comparativa

Los paralelos del ANE confirman que el Génesis participa de un horizonte simbólico común, pero lo reinterpreta teológicamente:

  • Los mitos antiguos explican la muerte como destino;
  • El Génesis la explica como consecuencia de la desobediencia.

“La Biblia no adopta el mito, lo redime.” (Gerhard von Rad)


Consecuencias doctrinales y hermenéuticas del debate contemporáneo

El debate sobre el Adán histórico o mítico afecta el núcleo doctrinal cristiano: la antropología, la hamartiología y la cristología.

Antropología y pecado

La lectura literal afirma una unidad ontológica de la humanidad; Adán es cabeza real (Hch 17:26). La caída introduce el pecado (Ro 5:12). La lectura simbólica interpreta el pecado como una realidad existencial universal, repetida por cada persona.

La visión fundamentalista ve el pecado como una herencia transmitida; la visión crítica lo concibe como una condición constante de la libertad humana. Ambas coinciden en que la experiencia de alienación respecto a Dios es universal, aunque divergen en su explicación causal.

Cristología

El paralelismo de Ro 5 y 1 Cor 15 es crucial. Si Adán es solo mito, el paralelismo se vuelve símbolo; si es histórico, el evangelio mantiene su fundamento objetivo. Karl Barth propuso un “Adán universal” que conserva la tipología sin depender de un individuo singular15.

Para Karl Barth, el relato del Génesis expresa la condición de toda la humanidad en su encuentro con Dios. Sin embargo, la teología evangélica ha respondido que el simbolismo barthiano corre el riesgo de diluir la conexión entre historia y salvación.

Hermenéutica y ciencia

El debate revela dos métodos:

  • Gramatical-histórico, propio del fundamentalismo, que busca hechos verificables;
  • Teológico-simbólico, que privilegia la intención teológica.

Los avances genéticos parecen incompatibles con una sola pareja ancestral, lo que ha impulsado modelos intermedios. John Stott habló del homo divinus —un individuo elegido por Dios dentro de una población humana— y Francis Collins propuso entender el pecado original como una realidad espiritual que surge en la conciencia humana.

En definitiva, la hermenéutica integradora intenta unir verdad teológica y coherencia científica, uniendo ambos lenguajes en un solo marco narrativo.


Una vía hermenéutica integradora: Craig, Walton, Alexander y Collins

En el panorama contemporáneo ha surgido un intento de reconciliar la lectura teológica del Génesis con los hallazgos de la ciencia moderna sin renunciar a la autoridad de la Escritura. Esta corriente —a veces llamada modelo integrador— busca una comprensión de Adán que sea fiel al testimonio bíblico y coherente con el conocimiento actual sobre los orígenes humanos.

William Lane Craig: Adán como figura histórica arquetípica

En In Quest of the Historical Adam (2021), William Lane Craig propone una combinación entre exégesis, filosofía y paleoantropología. Craig rechaza tanto el literalismo rígido como el simbolismo puro. Define el relato del Edén como “mitohistórico”: una narración que utiliza el lenguaje del mito para describir un suceso real.

Craig sitúa al Adán histórico en el contexto de los primeros Homo heidelbergensis, hace entre 700.000 y 300.000 años, quienes habrían poseído racionalidad moral y conciencia espiritual. Adán sería, por tanto, una persona real y representativa, cuyo acto de desobediencia tuvo consecuencias espirituales para toda su descendencia.

“El relato del Edén es mitohistórico: un acontecimiento real expresado en categorías míticas para comunicar una verdad teológica universal.”

Con esta fórmula, Craig intenta conservar la coherencia doctrinal de (Ro 5:12–21; 1 Cor 15:45–49)16, sin negar la evidencia cientifica de la evolución humana.

Craig sostiene que el relato de Gn 2–3 comunica verdades históricas mediante un marco literario simbólico. En su modelo, Adán es el punto de transición entre la animalidad y la autoconciencia espiritual. Su pecado —real y personal— marca el origen de la alienación moral y la necesidad de redención.

John H. Walton: lectura funcional y teológica

John H. Walton, en The Lost World of Adam and Eve (2015), sostiene que Génesis no explica orígenes biológicos, sino roles funcionales. Adán es individuo y arquetipo: el primer sacerdote del templo cósmico de la creación. El pecado rompe la comunión y excluye al ser humano del acceso a la presencia divina (Gn 3:22–24)17.

Walton enfatiza que el propósito del texto es teológico, no científico. Su lectura rescata la autoridad del Génesis sin exigir que concuerde con las categorías de la ciencia moderna.

Denis Alexander y C. John Collins

Denis Alexander, en Creation or Evolution: Do We Have to Choose? (2014), defiende una creación evolutiva teísta: Adán y Eva fueron individuos reales dentro de una población más amplia, elegidos por Dios como portadores de su imagen y responsables morales18.

C. John Collins, en Did Adam and Eve Really Exist? (2011), propone entender a Adán como ancestro corporativo: su historicidad no exige descendencia biológica universal, sino representatividad teológica19.

Ambos coinciden en que el relato del Edén transmite una verdad espiritual fundamental: la humanidad, en su libertad, eligió la independencia de Dios, introduciendo el mal moral en la historia.

Síntesis de la vía integradora

Estas propuestas comparten un mismo objetivo: mantener la historicidad teológica de Adán, sin exigir literalidad científica. En este marco, el mito no se opone a la historia, sino que la simboliza. Dios actúa en la historia, pero su acción se comunica en lenguaje narrativo.

El modelo integrador permite afirmar simultáneamente que:

  • Adán existió históricamente como representante real de la humanidad.
  • El relato de Gn 2–3 expresa esa verdad mediante imágenes y símbolos.
  • Cristo, como segundo Adán, realiza en la historia la restauración de lo que el primero perdió.

Así, la teología bíblica y la ciencia moderna no se excluyen, sino que se iluminan mutuamente.


Conclusión

El debate sobre el Adán histórico o mítico sigue siendo uno de los más decisivos para la teología cristiana. En torno a él convergen la exégesis, la filosofía, la ciencia y la doctrina.

  • La tradición fundamentalista defendió a Adán como figura histórica literal, fundamento de la teología paulina y de la redención.
  • La crítica moderna lo interpretó como mito teológico y arquetipo de la humanidad.
  • La vía integradora contemporánea busca armonizar ambos niveles, afirmando una verdad histórica expresada simbólicamente.

Más allá de las diferencias, todas las posturas reconocen que el relato del Edén transmite una verdad teológica fundamental: el hombre, dotado de libertad, ha roto su comunión con el Creador y necesita redención.

Adán es, por tanto, espejo y símbolo de toda la humanidad. El desafío de la teología actual consiste en leer Génesis 2–3 con fidelidad al texto y apertura al diálogo interdisciplinario, reconociendo que la revelación divina puede expresarse tanto en historia como en símbolo.

Adán —histórico o mítico— sigue siendo el punto de partida para comprender la universalidad del pecado y la gracia restauradora en Cristo.


Bibliografía seleccionada

Alexander, Denis. Creation or Evolution: Do We Have to Choose? Oxford: Monarch Books, 2014.
Archer, Gleason L. Encyclopedia of Bible Difficulties. Grand Rapids: Zondervan, 1982.
Barth, Karl. Church Dogmatics. Vol. III/1. Edimburgo: T&T Clark, 1958.
Craig, William Lane. In Quest of the Historical Adam. Grand Rapids: Eerdmans, 2021.
Enns, Peter. The Evolution of Adam. Grand Rapids: Brazos, 2012.
Gunkel, Hermann. Genesis: Übersetzt und erklärt. Göttingen: Vandenhoeck & Ruprecht, 1901.
Morris, Henry M., y John C. Whitcomb. The Genesis Flood. Grand Rapids: Baker, 1961.
Von Rad, Gerhard. Genesis: A Commentary. Filadelfia: Westminster, 1961.
Walton, John H. The Lost World of Adam and Eve: Genesis 2–3 and the Human Origins Debate. Downers Grove: IVP Academic, 2015.
Westermann, Claus. Genesis 1–11: A Commentary. Minneapolis: Augsburg, 1984.

  1. Agustín de Hipona, De civitate Dei, XIII.14–15. ↩︎
  2. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I–II, q. 81. ↩︎
  3. Juan Calvino, Comentario a Romanos 5:12. ↩︎
  4. Charles Darwin, On the Origin of Species (Londres: John Murray, 1859). ↩︎
  5. Benjamin Warfield, “The Biblical Idea of Revelation”, The Presbyterian Review 2 (1881); Gleason L. Archer, Encyclopedia of Bible Difficulties (Grand Rapids: Zondervan, 1982); Francis A. Schaeffer, Genesis in Space and Time (Downers Grove: InterVarsity, 1972); Henry M. Morris y John C. Whitcomb, The Genesis Flood (Grand Rapids: Baker, 1961). ↩︎
  6. Norman L. Geisler, Systematic Theology (Minneapolis: Bethany House, 2003). ↩︎
  7. Hermann Gunkel, Genesis: Übersetzt und erklärt (Göttingen: Vandenhoeck & Ruprecht, 1901);
    Gerhard von Rad, Genesis: A Commentary (Filadelfia: Westminster, 1961). ↩︎
  8. William Lane Craig, In Quest of the Historical Adam (Grand Rapids: Eerdmans, 2021). ↩︎
  9. Henry M. Morris y John C. Whitcomb, The Genesis Flood (Grand Rapids: Baker, 1961). ↩︎
  10. Norman L. Geisler, Systematic Theology (Minneapolis: Bethany House, 2003). ↩︎
  11. Wayne Grudem, Systematic Theology (Grand Rapids: Zondervan, 1994). ↩︎
  12. Francis A. Schaeffer, Genesis in Space and Time (Downers Grove: InterVarsity, 1972). ↩︎
  13. Peter Enns, The Evolution of Adam (Grand Rapids: Brazos, 2012). ↩︎
  14. John H. Walton, The Lost World of Adam and Eve (Downers Grove: IVP Academic, 2015). ↩︎
  15. Karl Barth, Church Dogmatics, III/1 (Edimburgo: T&T Clark, 1958). ↩︎
  16. William Lane Craig, In Quest of the Historical Adam (Grand Rapids: Eerdmans, 2021). ↩︎
  17. John H. Walton, The Lost World of Adam and Eve (Downers Grove: IVP Academic, 2015). ↩︎
  18. Denis Alexander, Creation or Evolution: Do We Have to Choose? (Oxford: Monarch, 2014). ↩︎
  19. C. John Collins, Did Adam and Eve Really Exist? (Wheaton: Crossway, 2011). ↩︎

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