El ungimiento de Jesús en Betania (Mt 26:6-13)

El relato del ungimiento de Jesús en Betania (Mateo 26:6–13) constituye una de las escenas más densas y simbólicamente ricas del Evangelio. A través del gesto silencioso de una mujer que unge al Maestro con perfume costoso, Mateo revela el corazón mismo del misterio cristiano: el amor que se derrama sin medida.

Este estudio presenta un análisis teológico, exegético y espiritual de la perícopa, considerando sus paralelos en los demás evangelios, la tradición patrística y las interpretaciones contemporáneas. Se argumenta que la mujer de Betania anticipa tanto la muerte redentora de Jesús como la actitud eclesial de adoración, generosidad y memoria viva del Evangelio. Su gesto, elevado por Cristo al rango de memorial universal, continúa perfumando la historia de la fe.

“En verdad os digo que dondequiera que se predique este Evangelio en todo el mundo, se contará también lo que ésta ha hecho, para memoria suya.”

(Mateo 26:13)

  1. Introducción
  2. II. Contexto histórico y literario
  3. III. Comparación sinóptica: Marcos 14:3–9, Lucas 7:36–50 y Juan 12:1–8
  4. IV. Exégesis verso a verso de Mateo 26:6–13
  5. V. Discusión teológica
  6. VI. Conclusiones y aplicaciones teológicas contemporáneas

Introducción

El relato del ungimiento de Jesús en Betania (Mateo 26:6–13) constituye una de las escenas más densamente teológicas de los evangelios sinópticos. En apenas ocho versículos, Mateo condensa una cristología de la entrega, una eclesiología de la fe silenciosa y una ética del amor desinteresado. Este episodio, situado inmediatamente antes de la traición de Judas, sirve como bisagra entre el ministerio público de Jesús y su pasión, revelando que la verdadera comprensión del Mesías no proviene de la inteligencia doctrinal ni del poder religioso, sino del amor que reconoce en Él al Siervo que se entrega.

El Evangelio de Mateo, al reproducir y reelaborar la tradición marcana (Mc 14:3–9), transforma un gesto doméstico en un acto profético de alcance universal. Mientras en Marcos el énfasis recae en la acción misma y en la memoria del gesto, Mateo destaca su valor teológico y su carácter prefigurativo: el perfume derramado no es un homenaje anticipado, sino una unción funeraria simbólica que prepara al Mesías para su muerte y sepultura. En palabras de Jesús:

“al derramar este perfume sobre mi cuerpo, lo ha hecho para mi sepultura” (Mt 26:12).

Este acto, protagonizado por una mujer anónima, ha sido interpretado a lo largo de los siglos como una síntesis del Evangelio: un gesto de fe pura, despojado de cálculo, que encarna la esencia del discipulado. Como observa Hans Urs von Balthasar:

“en el exceso de su amor, la mujer anticipa la lógica de la cruz: la prodigalidad del don absoluto.”1

Más allá de su belleza literaria, el texto plantea interrogantes teológicos de fondo:

  • ¿Cuál es el significado del ungimiento dentro de la cristología mateana?
  • ¿Cómo se articula la tensión entre el culto y la diaconía (“los pobres siempre los tendréis”)?
  • ¿Qué función desempeña la mujer en la economía simbólica del Reino?
  • ¿Y cómo ha leído la tradición eclesial este episodio en su dimensión litúrgica, sacramental y espiritual?

Este ensayo abordará dichas cuestiones desde un enfoque exegético, histórico y teológico, integrando la voz de la tradición patrística con el pensamiento contemporáneo. A través de un análisis comparado de los relatos paralelos (Mc 14:3–9; Lc 7:36–50; Jn 12:1–8) y de una lectura detallada del texto griego, se buscará mostrar que Mateo presenta la unción en Betania como una epifanía del amor mesiánico, un momento donde la fe silenciosa de una mujer interpreta mejor que nadie la pasión inminente del Hijo del Hombre.

II. Contexto histórico y literario

El relato se sitúa en Betania, pequeña aldea cercana a Jerusalén, hogar de amigos y discípulos de Jesús. En la narrativa mateana, Betania es símbolo de intimidad y revelación, contrapuesta al rechazo que Jesús encuentra en la ciudad santa.

El anfitrión, Simón el leproso, representa el límite entre pureza e impureza. Su casa, transformada en lugar de comunión, prefigura el Reino donde los marginados se convierten en anfitriones del Mesías. Ulrich Luz destaca que “el escenario en casa del leproso pone en evidencia la inversión teológica de Mateo: lo impuro es el espacio donde se manifiesta la santidad de Cristo.”2

El relato se inscribe en la tradición de los ungimientos bíblicos, donde el aceite simboliza consagración y hospitalidad (cf. Éx 29:7; Sal 23:5). Sin embargo, el gesto de la mujer va más allá de la hospitalidad: ella no unge los pies como acto de servicio, sino la cabeza como signo de entronización y sepultura.

Literariamente, el texto está enmarcado por referencias a la muerte de Jesús (26:2, 12). Mateo acentúa la relación entre el ungimiento y la pasión, transformando un acto doméstico en un rito profético. Raymond E. Brown observa que “la unción en Betania es la primera proclamación explícita del valor redentor de la muerte de Cristo.”3

La carga simbólica del perfume —μύρον βαρυτίμου— sugiere el carácter excesivo del amor: es costoso, irrazonable y bello. En ese derroche se revela la lógica del Reino, donde el valor no se mide por utilidad, sino por amor.

1. Función teológica del personaje femenino

La mujer anónima de Betania ocupa un lugar central. En un relato dominado por varones —sumos sacerdotes, discípulos, Judas—, ella emerge como figura paradigmática de la fe. Su anonimato permite que represente a toda la comunidad creyente.

Elisabeth Schüssler Fiorenza, en su influyente obra In Memory of Her (1983), interpreta este texto como “el manifiesto fundacional del discipulado femenino”.4 Jesús declara que su gesto será recordado “dondequiera que se predique este evangelio”, lo que equivale a canonizar la acción de una mujer como parte esencial del kerigma cristiano.

Para Hans Urs von Balthasar, esta figura es “la contrafigura de Judas”: ambos se aproximan a Jesús con un acto exterior de entrega, pero uno por amor gratuito, el otro por cálculo interesado.5 El contraste narrativo muestra que la verdadera teología nace del amor, no del análisis.

2. Estructura y teología narrativa

La escena, en su estructura interna, presenta una simetría deliberada:

  1. Introducción y contexto (v. 6) – Jesús en casa de Simón.
  2. El gesto de la mujer (v. 7) – Derramamiento del perfume.
  3. Reacción de los discípulos (vv. 8–9) – Indignación racional.
  4. Defensa de Jesús (vv. 10–11) – Interpretación teológica del gesto.
  5. Sentido profético (v. 12) – Unción para la sepultura.
  6. Oráculo de memoria (v. 13) – Proyección universal del acto.

Esta progresión lleva del acto concreto al significado salvífico, y del tiempo presente al futuro escatológico (“dondequiera que se predique este evangelio”). Mateo convierte una escena doméstica en un anuncio universal.

3. Conexión con la Pasión y la Eucaristía

El ungimiento no solo prepara a Jesús para su muerte, sino que introduce la teología del cuerpo ofrecido. En Mt 26:12, Jesús dice: “lo ha hecho para mi sepultura”. En Mt 26:26, tomará el pan y dirá: “esto es mi cuerpo”. Entre ambos textos media una misma lógica: el cuerpo es dado y consagrado.

R.T. France y Davies & Allison coinciden en que el relato de Betania anticipa sacramentalmente la pasión.6 En este sentido, la mujer actúa como una “liturgista profética”: realiza el primer gesto eucarístico antes de la institución formal.

III. Comparación sinóptica: Marcos 14:3–9, Lucas 7:36–50 y Juan 12:1–8

El relato de Mateo 26:6–13 no se encuentra aislado en la tradición sinóptica. Tres evangelistas más transmiten versiones de un episodio semejante, cada uno con variantes notables. La comparación entre los textos revela tanto la evolución de la tradición como la intención teológica de cada autor.

1. Paralelos narrativos

A continuación se presenta una síntesis sinóptica de los elementos principales del ungimiento en los cuatro evangelios:

ElementoMateo 26:6–13Marcos 14:3–9Lucas 7:36–50Juan 12:1–8
LugarBetania, casa de Simón el leprosoBetania, casa de Simón el leprosoCiudad de Galilea, casa de un fariseo llamado SimónBetania, casa de Lázaro
TiempoInmediatamente antes de la PasiónIdéntico contextoEtapa temprana del ministerio públicoSeis días antes de la Pascua
MujerAnónimaAnónimaPecadora públicaMaría, hermana de Lázaro
Parte ungidaCabezaCabezaPies (con lágrimas y cabello)Pies (con cabello)
PerfumeCostoso, sin especificarNardo puroNo especificaNardo puro (una libra)
ReacciónIndignación de los discípulosIndignación de algunosEscándalo del fariseoQueja de Judas
Interpretación de Jesús“Me ha ungido para mi sepultura”Igual“Se le ha perdonado mucho porque amó mucho”“Lo ha guardado para mi sepultura”
Palabras finales“Dondequiera que se predique este evangelio…”Igual“Tus pecados te son perdonados”“Déjala, los pobres siempre los tendréis”

2. Marcos y Mateo: continuidad redaccional

El consenso académico sostiene que Mateo depende literariamente de Marcos 14:3–9.7 Ambos relatos comparten estructura, vocabulario y teología básica. No obstante, Mateo modifica sutilmente su fuente con una intención teológica clara:

  • Universaliza la reacción de los discípulos (Marcos habla de “algunos”, Mateo de “los discípulos”), enfatizando la incomprensión colectiva del grupo apostólico.8
  • Omite el detalle del frasco roto (Mc 14:3), desplazando el foco desde el gesto físico al sentido espiritual.9
  • Elimina referencias emocionales y subraya el lenguaje ético y teológico (“ha hecho conmigo una buena obra”).10
  • Concluye con una fórmula universal de memoria (“dondequiera que se predique este evangelio…”), que amplía el marco de Marcos hacia la misión eclesial global.

Estas modificaciones reflejan el estilo de Mateo: su evangelio tiende a sistematizar y universalizar las tradiciones recibidas, otorgando al episodio de Betania una función programática dentro de la teología de la Pasión.

Para Davies y Allison, Mateo transforma un relato marcano de “memoria afectiva” en un relato de “memoria teológica”: el gesto de la mujer deja de ser un simple homenaje y se convierte en una proclamación profética del kerigma.11

Ulrich Luz comenta que la diferencia entre Mateo y Marcos se resume en una frase:

“Mateo ve en el acto lo que la Iglesia ve en la cruz: el amor que da todo.”12

3. Lucas 7:36–50: un ungimiento distinto

El relato lucano, aunque similar en estructura, pertenece a un contexto teológico completamente distinto. La mujer que unge a Jesús no lo hace en Betania, ni antes de la Pasión, sino en casa de un fariseo de Galilea durante el ministerio público. Allí, el énfasis recae en el perdón de los pecados, no en la preparación para la muerte.

La mayoría de los comentaristas concuerdan en que Lucas ha reconfigurado una tradición de ungimiento independiente, vinculándola con su teología del perdón y la misericordia.13

Raymond Brown observa que el contraste central en Lucas es moral, no cristológico:

la mujer “pecadora” expresa gratitud y amor, mientras que el fariseo muestra juicio y frialdad.14

En Mateo y Marcos, en cambio, el foco se desplaza de la mujer hacia el significado de su acción respecto a Jesús.

François Bovon, en su comentario sobre Lucas, sostiene que el evangelista “deshistoriza” el ungimiento de Betania para convertirlo en una parábola viva del perdón.15 Así, Lucas utiliza el gesto como ilustración del principio de 7:47:

“A quien mucho se le perdona, mucho ama.”

John Nolland añade que en Lucas, el perfume y las lágrimas simbolizan la transformación interior del creyente; en Mateo y Marcos, el perfume representa la consagración de Cristo mismo.16

En síntesis, mientras que Mateo–Marcos presentan un ungimiento cristológico–profético, Lucas ofrece un ungimiento soteriológico–moral.

4. Juan 12:1–8: desarrollo teológico y personalización

El Evangelio de Juan retoma la tradición sinóptica, pero la personaliza profundamente. La mujer es identificada como María de Betania, hermana de Lázaro. El acto se sitúa seis días antes de la Pascua, y se combina con la figura de Judas como antagonista.

Según Raymond Brown, el cuarto evangelio “teologiza” el relato de Betania, integrándolo en la secuencia narrativa de la glorificación de Jesús.17 En Juan, el ungimiento ya no es solo profecía de muerte, sino también gesto de amor en la amistad.

C.K. Barrett señala que Juan traslada la unción de la cabeza a los pies para reforzar el tema de la humildad que culminará en el lavatorio de los pies (Jn 13:1–15).18 En la simbología joánica, el perfume que llena la casa (12:3) anticipa la difusión universal del Espíritu.

Rudolf Schnackenburg ve en la figura de María un modelo de adoración contemplativa frente al cálculo de Judas: “el amor que no calcula se convierte en profecía.”19 Joseph Ratzinger, en su Jesús de Nazaret II, interpreta este gesto como “el acto litúrgico más puro del Evangelio”, porque une la devoción personal con el sentido pascual.20

Así, Juan no contradice a los sinópticos, sino que profundiza su teología: la unción es tanto preparación funeraria como anticipo de la resurrección.

5. Unidad o pluralidad de los relatos

La cuestión crítica de si los evangelios narran un solo evento o varios distintos ha ocupado a la exégesis moderna desde el siglo XIX.

La posición mayoritaria hoy —sostenida por Raymond Brown, John Meier, Davies & Allison y Ulrich Luz— considera que los relatos de Mateo, Marcos y Juan derivan de una misma tradición original, transmitida con variaciones teológicas, mientras que Lucas 7 refleja un episodio independiente de tradición distinta.21

Los criterios principales para esta conclusión son:

  • Coincidencia de lugar (Betania) y anfitrión (Simón el leproso) en Mt/Mc.
  • Coincidencia de tema (unción para la sepultura) en Mt/Mc/Jn.
  • Diferencias cronológicas y temáticas notables en Lucas.

Sin embargo, la convergencia teológica entre todos los relatos es notable: en cada uno, una mujer realiza un gesto de amor desbordante, incomprendido por los varones presentes. En todos, la acción se convierte en vehículo de revelación.

M. Eugene Boring resume así la convergencia:

“En las cuatro versiones, el amor femenino interpreta la misión de Jesús mejor que cualquier discurso teológico masculino.”22

6. Teología comparada de los ungimientos

EvangelistaEje teológicoSímbolo centralPalabras claveTema dominante
MateoMuerte redentora y universalidad del EvangelioCuerpo ungido para la sepulturaκαλὸν ἔργον, σῶμά μουAmor profético y eucarístico
MarcosActo profético de consagraciónPerfume de nardoἐποίησεν ὅσα ἔσχεν (“hizo lo que pudo”)Fidelidad y memoria
LucasPerdón y conversiónLágrimas y cabelloἡ ἀγάπη πολλήMisericordia y gracia
JuanAmor personal y glorificaciónPerfume que llena la casaτηρήσῃ εἰς τὴν ἡμέραν τοῦ ἐνταφιασμοῦAdoración y amistad divina

Esta diversidad demuestra la plasticidad teológica de la tradición cristiana primitiva: un mismo gesto puede encarnar dimensiones complementarias del misterio de Cristo —profética, moral, litúrgica y espiritual.

7. Conclusión intertextual

El análisis comparado muestra que Mateo, en continuidad con Marcos, ofrece la versión más teológicamente condensada del ungimiento. Su relato conserva la sobriedad narrativa de la tradición primitiva, pero la reviste de una densidad simbólica que trasciende el contexto histórico.

La mujer de Betania, en Mateo, no llora ni habla: actúa. Su gesto, interpretado por Jesús, se convierte en acto teológico fundacional. Allí donde los evangelios desarrollan el perdón o la amistad, Mateo centra la mirada en la sepultura del Mesías.

En términos narrativos, Mateo transforma un momento doméstico en un sacramento narrativo: el perfume es la ofrenda; el cuerpo, el altar; la palabra de Jesús, la liturgia.

Como observa Ulrich Luz:

“el perfume derramado en Betania no solo perfuma el cuerpo de Jesús, sino todo el Evangelio.”23

IV. Exégesis verso a verso de Mateo 26:6–13

Versículo 6: “Estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso”

El versículo inicial establece el marco geográfico y simbólico del episodio. La localización en Βηθανία (Betania) —“casa del pobre” o “de la aflicción”— prepara al lector para un encuentro entre la marginalidad y la gloria.

Ulrich Luz observa que en Mateo, Betania “funciona como espacio teológico de transición”: el lugar donde lo impuro es redimido y lo oculto se revela.24

La mención de Σίμωνος τοῦ λεπροῦ (“Simón el leproso”) no indica necesariamente una enfermedad activa, sino un antiguo estado o apodo. Craig Keener sugiere que la identificación de Simón como “leproso” cumple una función narrativa de inclusión radical: Jesús es recibido por quien habría sido considerado socialmente muerto.25

La tradición patrística leyó este detalle de manera profundamente simbólica. Jerónimo afirma que “Cristo entra en casa del leproso para mostrar que el Verbo se hospeda donde antes moraba la corrupción.”26 Orígenes agrega que Betania representa “el alma purificada de la lepra del pecado, donde el Salvador encuentra reposo.”27

En clave narrativa, la ambientación en la casa de un leproso introduce el tono paradójico de la escena: el Mesías no es ungido en el templo, sino en la casa de un impuro; no por un sacerdote, sino por una mujer. Así, el evangelista desplaza el eje del culto hacia el amor profético.

Versículo 7: “Se le acercó una mujer con un frasco de alabastro lleno de perfume muy costoso, y lo derramó sobre su cabeza mientras él estaba sentado a la mesa.”

La frase comienza con el verbo προσῆλθεν (“se acercó”), el mismo que Mateo emplea para los personajes que buscan a Jesús con fe: el leproso (8:2), el centurión (8:5), la mujer cananea (15:25). En todos los casos, el acercamiento físico simboliza proximidad espiritual.

El sustantivo ἀλάβαστρον μυροῦ βαρυτίμου designa un frasco de alabastro con perfume de gran valor. La raíz βαρύς (“pesado”) combinada con τιμή (“honor”) sugiere un “valor honorable”, no solo económico. Blomberg subraya que el término implica “peso de dignidad”:

el gesto honra al Mesías en el momento de su humillación.28

Mateo, a diferencia de Marcos, como dijimos el omite el detalle del frasco roto (συντρίψασα τὸν ἀλάβαστρον, Mc 14:3). Para France, esta omisión intencional desplaza el énfasis del dramatismo físico al significado teológico del acto.29 La unción no es un arrebato emotivo, sino un gesto deliberado y consciente.

El hecho de que la mujer derrame el perfume ἐπὶ τῆς κεφαλῆς αὐτοῦ (“sobre su cabeza”) remite a la unción real del Antiguo Testamento (1 Sam 10:1; Sal 23:5). La cabeza es el símbolo de autoridad y consagración. Sin embargo, el contexto inmediato —la inminente pasión— transforma el sentido. El Rey ungido no será coronado con oro, sino con espinas. Como señala Hans Urs von Balthasar:

“ella lo unge no para el trono, sino para el sepulcro: la gloria y la cruz coinciden en un mismo perfume.”30

Tomás de Aquino, en la Catena Aurea, comenta:

“la cabeza de Cristo significa su divinidad, sus pies su humanidad; ella unge la cabeza porque reconoce al Dios, no al simple hombre.”31

Este simbolismo se complementa en Juan (12:3), donde María unge los pies: juntos expresan la plenitud del misterio cristológico.

Versículos 8–9: “Al ver esto, los discípulos se indignaron y dijeron: ‘¿Para qué este desperdicio? Podía haberse vendido por mucho dinero y haberse dado a los pobres.’”

El verbo ἠγανάκτησαν (“se indignaron”) indica una reacción moralista más que maliciosa. Mateo, al universalizar la indignación a οἱ μαθηταί (“los discípulos”), subraya que la incomprensión no es marginal sino comunitaria.

Davies y Allison interpretan este plural como “una crítica a la lógica instrumental del discipulado”: los discípulos aún miden el valor del Reino por su utilidad.32

La palabra ἀπώλεια (“desperdicio”) introduce una ironía teológica. En el evangelio, el término se usa para la “perdición” (cf. 7:13; 27:8). Los discípulos califican como “pérdida” el acto de amor que Jesús considera “buena obra”.

R.T. France destaca la paradoja narrativa: “el único derroche en esta sección no es el perfume, sino la vida del Mesías entregada en la cruz.”33 El razonamiento de los discípulos —“dar a los pobres”— refleja una piedad correcta pero desubicada. Orígenes comenta que “no se puede dar limosna más alta que ofrecer perfume al Verbo de Dios.”34

Desde una perspectiva ética, Dorothy A. Lee interpreta la objeción de los discípulos como “la tensión perenne entre adoración y servicio”: ambos son esenciales, pero el amor a Cristo es la fuente del amor al pobre.35

En clave narrativa, este pasaje anticipa el contraste entre la mujer de Betania y Judas Iscariote. Ambos manipulan un “tesoro”, pero uno lo entrega por amor, el otro por interés.36

Versículos 10–11: “Al darse cuenta Jesús, les dijo: ‘¿Por qué molestan a esta mujer? Ha hecho conmigo una buena obra. Porque siempre tendrán a los pobres con ustedes, pero a mí no siempre me tendrán.’”

El verbo ἐργάσατο (“ha hecho”) con el calificativo καλὸν ἔργον (“buena obra”) es clave. En la ética griega, kalon designa lo bello y noble, lo que posee valor en sí mismo. Jesús redefine la moral en términos de belleza teologal: la bondad no se mide por utilidad sino por amor.

Tomás de Aquino comenta que kalon ergon “se dice de las obras que agradan a Dios por su intención, no por su efecto.”37

La referencia a los pobres (τοὺς πτωχοὺς πάντοτε ἔχετε) alude a Deuteronomio 15:11, donde la afirmación “nunca faltarán pobres” se acompaña del mandato de abrir la mano al necesitado. Jesús no abroga ese mandamiento; lo sitúa en su momento kairológico: la presencia encarnada del Hijo de Dios exige una respuesta única e irrepetible.

R.T. France señala que el contraste “los pobres siempre… a mí no siempre” no relativiza la caridad, sino que jerarquiza la adoración:

“servir a los pobres es imitación; servir a Cristo es adoración.”38

Hans Küng, por su parte, advierte que el texto “corrige tanto el pietismo sin justicia como la filantropía sin trascendencia.”39

Desde una lectura espiritual, Henri Nouwen interpreta este versículo como una invitación a “discernir el momento de la presencia”:

hay un tiempo para servir y un tiempo para adorar.40

Agustín ya había advertido:

“Los pobres los tendrán siempre, porque Cristo los hizo su herencia; pero Él, en la carne, no lo tendrán siempre.”41

Versículo 12: “Al derramar este perfume sobre mi cuerpo, lo ha hecho para mi sepultura.”

Aquí culmina la autointerpretación de Jesús. El participio βαλοῦσα (“al derramar”) expresa una acción causal: la unción es vista desde la perspectiva de su propósito.

El término σῶμά μου (“mi cuerpo”) conecta directamente con la fórmula eucarística de 26:26. En Mateo, el cuerpo ungido es el mismo que será ofrecido; el perfume anticipa el pan consagrado.

Eduard Schweizer señala que la unción “sustituye el rito funerario que las mujeres no podrán realizar en la tumba” (cf. 28:1).42

Ulrich Luz amplía: “el cuerpo ungido de Jesús se convierte en el nuevo templo: ya no se unge al sacerdote, sino al sacrificio.”43

La teología sacrificial es clara: la unción prefigura la muerte redentora. Raymond Brown comenta que “Jesús no interpreta su muerte en clave política ni martirial, sino litúrgica: su cuerpo es una ofrenda.”44

En la patrística, Gregorio Magno alegoriza: “La Iglesia unge el cuerpo de Cristo cuando hace obras de misericordia con los miembros de su cuerpo místico.”45 Benedicto XVI lee esta frase como “la aceptación serena del sacrificio”: el perfume representa el de Jesús a la voluntad del Padre.46

Versículo 13: “En verdad les digo: dondequiera que se predique este evangelio en todo el mundo, se contará también lo que ésta ha hecho, para memoria suya.”

La expresión ἀμὴν λέγω ὑμῖν (“en verdad les digo”) introduce un oráculo solemne. Jesús pronuncia una profecía metanarrativa: el acto de la mujer quedará inscrito en la proclamación del Evangelio.
Este es el único lugar en los sinópticos donde Jesús predice explícitamente la difusión universal del evangelion.

Davies y Allison afirman que “Mateo, al conservar esta promesa, legitima su propia obra escrita como cumplimiento de esa profecía.”47

El sustantivo μνημόσυνον (“memoria”) tiene resonancias cultuales (cf. Lev 2:2; Hch 10:4): designa los sacrificios recordatorios ofrecidos a Dios. Así, el acto de la mujer se convierte en memorial litúrgico: un eco anticipado de la anamnesis eucarística.

Agustín comenta:

“Ella derramó perfume, nosotros derramamos alabanza; su olor llenó la casa, el Evangelio llenó el mundo.”48

Karl Barth ve aquí la “canonización del amor humano”: un acto gratuito entra en la eternidad del kerigma.49 Hans Urs von Balthasar subraya que Jesús no dice “se recordará lo que he hecho”, sino “lo que ella ha hecho”: “el amor humano se vuelve teología cuando participa del amor divino.»50

Finalmente, Miroslav Volf interpreta este versículo como una “revolución de la memoria”: el Evangelio eleva los gestos ocultos de las mujeres y los pobres al rango de sacramento histórico.51

  • Síntesis exegética

El movimiento del texto —de la impureza a la memoria eterna— traza el itinerario de la salvación según Mateo.

  1. Impureza redimida: el Mesías entra en casa del leproso.
  2. Fe silenciosa: una mujer se acerca sin palabras.
  3. Amor incomprendido: los discípulos confunden generosidad con despilfarro.
  4. Revelación del valor: Jesús redefine la belleza del acto.
  5. Consagración profética: la unción anticipa la sepultura y la eucaristía.
  6. Universalización: el amor particular se convierte en memoria global.

El perfume derramado se convierte así en una metáfora del Evangelio mismo: una buena nueva que se esparce, un aroma que invade la historia con la fragancia del Reino.

V. Discusión teológica

1. Cristología: el Ungido para la muerte

El relato de Betania constituye uno de los momentos más altos de la cristología narrativa de Mateo. Jesús aparece como el Ungido (χριστός) no por manos sacerdotales ni con aceite del templo, sino por una mujer anónima, en la casa de un leproso. El título “Cristo”, que etimológicamente significa “el ungido”, adquiere aquí su sentido más profundo: el Mesías que es consagrado no para dominar, sino para morir.

Hans Urs von Balthasar resume magistralmente esta paradoja:

“la unción de Betania es la coronación invertida del Rey; es su entronización en el sufrimiento, su glorificación a través del anonadamiento.”52

En otras palabras, la mujer realiza litúrgicamente lo que la teología paulina expresará conceptualmente en Filipenses 2:6–8: Cristo se abaja hasta la muerte, y precisamente en esa kénosis se manifiesta su realeza.

R.T. France y Raymond Brown coinciden en que el perfume derramado sobre la cabeza alude a la consagración regia, mientras que la interpretación que Jesús da —“para mi sepultura”— introduce el giro pascual: el Ungido es simultáneamente rey y víctima.53

Desde la patrística, Gregorio Magno lee la escena en clave de corporeidad mística:

“El cuerpo de Cristo es ungido cuando la Iglesia, su esposa, le ofrece las obras de misericordia.”54

Así, la cristología de Betania se abre a una eclesiología de participación: la comunidad continúa la unción de Cristo en su servicio a los necesitados.

En el trasfondo de Mateo, esta unción anticipa no solo la muerte, sino también la resurrección y glorificación. El perfume que “llena la casa” (cf. Jn 12:3) simboliza, para Benedicto XVI, el “aroma de la resurrección”, la victoria del amor sobre la corrupción.55 En la cruz, el Ungido derramará su propia vida como el perfume perfecto que consagra el mundo.

2. Eclesiología: la mujer como figura de la Iglesia

En el plano eclesiológico, la mujer de Betania representa a la Iglesia creyente que comprende el misterio de Cristo por intuición amorosa antes de que los discípulos lo comprendan por doctrina.

Elisabeth Schüssler Fiorenza, en su influyente obra In Memory of Her, sostiene que este pasaje otorga a una mujer un rol hermenéutico decisivo en la historia de la salvación: “ella realiza una interpretación teológica del significado de la muerte de Jesús antes que los apóstoles; su gesto es la primera homilía pascual.”56 Jesús mismo legitima su acción como “memorial” que debe proclamarse con el Evangelio.

Ulrich Luz observa que Mateo, al mantener anónima a la mujer, “permite que ella simbolice a toda la comunidad creyente, especialmente a los marginados y sin nombre.”57 Su anonimato, lejos de disminuirla, universaliza su figura: ella es el arquetipo de todo discípulo que ama sin cálculo.

Esta lectura encuentra eco en Balthasar, quien la describe como “la primera teóloga de la cruz”: su silencio no es vacío, sino contemplación activa.58 En ella, la Iglesia aparece no como institución, sino como esposa adorante, portadora del perfume de la fe.

En contraste con los discípulos que calculan y Judas que comercia, la mujer “desperdicia” lo más precioso: su perfume, su gesto, su anonimato. Y precisamente en ese derroche de amor gratuito se revela la esencia de la Iglesia: comunidad que no especula, sino que se entrega.

3. Teología sacramental y litúrgica

El relato de Betania ha sido tradicionalmente interpretado como anticipación de la unción funeraria, pero también como símbolo eucarístico. El paralelismo entre “mi cuerpo” (26:12) y “esto es mi cuerpo” (26:26) no es casual: en ambos casos, se trata del cuerpo ofrecido y consagrado.

R.T. France sugiere que “Mateo vincula deliberadamente ambos actos, de modo que la unción prepara la comprensión sacramental del sacrificio.”59 El perfume, en esta lectura, equivale al vino de la Eucaristía: ambos son elementos materiales que expresan una realidad espiritual invisible.

Eduard Schweizer profundiza en esta correspondencia: “la mujer realiza en forma profética lo que la liturgia hará de modo ritual.”60 Su gesto transforma el ámbito doméstico en templo, el perfume en incienso, la mesa en altar.

En la tradición litúrgica oriental, este episodio se conmemora el Miércoles Santo. Schmemann comenta que “la casa del leproso se convierte en el lugar de la teofanía final antes de la Cruz; allí el cuerpo de Cristo es preparado no con hierbas mortuorias, sino con el Espíritu de la vida.”61

La simbología del perfume (μύρον) también conecta con la pneumatología. En la literatura bíblica, el aroma perfumado suele representar la presencia del Espíritu (cf. 2 Cor 2:15). Así, el ungimiento de Betania puede verse como una epifanía pneumatológica: el Espíritu consagra el cuerpo de Cristo para su entrega y resurrección.

4. Ética del amor y teología del don

En el nivel ético, el relato de Betania enseña una lógica distinta de la economía humana. Los discípulos razonan en términos de costo y utilidad; la mujer actúa desde la lógica del don absoluto.

Hans Küng advierte que “la escena denuncia tanto la religiosidad sin amor como el activismo sin contemplación.”62 Jesús no critica la preocupación por los pobres, sino la incapacidad de reconocer el valor supremo del amor gratuito.

N.T. Wright formula esta paradoja con precisión:

“El Reino de Dios invierte las jerarquías del valor: lo que el mundo llama desperdicio, el Evangelio llama adoración.”63

En este sentido, el ungimiento se convierte en parábola ética: amar a Cristo sin cálculo es la forma más alta de justicia.

La teología contemporánea del don, especialmente la propuesta por Jean-Luc Marion, encuentra aquí un ejemplo paradigmático:

el “don saturado” que excede toda medida. El perfume derramado es un signo de exceso, de gracia que se da sin esperar retorno.64

En esta misma línea, Karl Rahner define la gracia como superabundantia amoris: una economía divina del derroche.65 La mujer de Betania encarna esa economía alternativa, donde el amor vale más que el dinero y la adoración precede a la acción.

Desde la perspectiva pastoral, Henri Nouwen sintetiza esta ética del derroche sagrado: “solo quien se atreve a perder lo que es precioso puede entender la alegría del Reino.”66 En el gesto de la mujer, la ética se une a la mística.

5. Espiritualidad y experiencia del amor contemplativo

El pasaje no solo enseña, sino que inspira un modo de oración y discipulado. La mujer de Betania es icono de la espiritualidad contemplativa: su fe no discute, no explica, no proclama; actúa en silencio, con elocuencia de perfume.

Benedicto XVI la presenta como “modelo de la Iglesia orante que, antes de hacer, se deja tocar por la belleza de Cristo.”67 Su gesto invita a redescubrir la dimensión estética de la fe: la belleza como forma de verdad.

Hans Urs von Balthasar desarrolla precisamente esta “estética teológica”: el bien supremo se manifiesta como esplendor, y el acto de la mujer es su epifanía narrativa. “La belleza de su acción —dice— es el testimonio de que el amor es más convincente que cualquier discurso.”68

Henri Nouwen, desde una perspectiva espiritual moderna, interpreta la escena como un llamado a la presencia total:

“ella ofrece su tesoro, pero sobre todo su atención plena; el perfume de su amor es su oración.”69

El perfume que llena la casa simboliza, en esta clave, la oración contemplativa que transforma el espacio cotidiano en santuario. Así como el incienso del templo ascendía ante Dios, el perfume de Betania se eleva como liturgia interior.

6. Teología feminista y justicia del recuerdo

La proclamación final de Jesús —“dondequiera que se predique este Evangelio…”— adquiere especial relevancia para la teología feminista contemporánea. Schüssler Fiorenza la interpreta como “una reivindicación explícita de la autoridad teológica femenina en la memoria cristiana.”70

Según ella, la “memoria de la mujer” se ha visto frecuentemente eclipsada en la tradición patriarcal de la Iglesia, pero en Mateo 26:13 Jesús mismo la canoniza: su gesto se convierte en parte del Evangelio.

Phyllis Trible amplía esta idea al afirmar que el relato “universaliza la experiencia de una mujer como paradigma del discipulado”:

el Evangelio no está completo sin recordar su historia.71

Esta dimensión liberadora también se refleja en Miroslav Volf, quien considera que la “memoria de los pequeños y los olvidados” es esencial para la reconciliación: el Reino de Dios es el lugar donde el gesto de una mujer humilde adquiere valor eterno.72

De este modo, el ungimiento en Betania no solo revela una teología del amor, sino también una justicia del recuerdo, donde la historia marginal es asumida por la narración divina.

7. Convergencia teológica

La riqueza de interpretaciones converge en un punto: el ungimiento de Betania es epifanía total del misterio cristiano. En él se entrelazan los polos de la fe:

  • la Cristología (Jesús, el Ungido que muere),
  • la Eclesiología (la Iglesia que lo comprende por el amor),
  • la Sacramentalidad (el cuerpo ofrecido y consagrado),
  • la Ética (el amor que trasciende el cálculo), y
  • la Espiritualidad (la adoración silenciosa que llena la casa).

El perfume derramado se convierte así en símbolo del propio Evangelio: un exceso de amor que transforma el mundo.

Como escribe Balthasar, “todo el cristianismo se resume en ese frasco abierto: el Dios que se entrega, el hombre que responde, y el universo que queda perfumado por su intercambio.”73

VI. Conclusiones y aplicaciones teológicas contemporáneas

1. Síntesis teológica general

El relato del ungimiento en Betania condensa, en una escena doméstica y silenciosa, todo el drama del Evangelio. En ella, Jesús es reconocido, amado y consagrado no por los poderosos, sino por una mujer sin nombre.

En este gesto, lo humano y lo divino se entrelazan: la mujer ofrece su tesoro, y Cristo ofrece su cuerpo. Entre ambos se crea una comunión que anticipa la economía pascual.

El perfume derramado —como observan Luz y Balthasar— actúa como metáfora del Evangelio mismo: un exceso que se difunde, una gracia que no puede guardarse.74 En el lenguaje simbólico de Mateo, la unción anuncia la muerte redentora de Jesús y su memorial universal.

Desde una perspectiva sistemática, el pasaje integra los ejes centrales de la teología cristiana:

  • Cristología: el Mesías es ungido para morir, revelando la gloria en la entrega.
  • Eclesiología: la comunidad creyente se identifica con la mujer que reconoce antes de comprender.
  • Liturgia: la casa del leproso se convierte en santuario, y el perfume en eucaristía.
  • Antropología teológica: el amor humano, en su gratuidad, se hace transparencia del amor divino.
  • Pneumatología: el aroma representa la acción del Espíritu que consagra lo perecedero.

En una sola escena, Mateo ofrece un microcosmos del Reino, donde lo pequeño y lo invisible —una mujer, un frasco, un gesto— se transforman en revelación de lo eterno.

2. Dimensión litúrgica: el perfume como memorial eucarístico

El Evangelio termina con una promesa:

“dondequiera que se predique este evangelio… se contará lo que ésta ha hecho.”

Esta frase posee resonancias litúrgicas profundas. El término μνημόσυνον (memorial) conecta el ungimiento con la anamnesis eucarística: recordar no como acto mental, sino como presencia real.

Alexander Schmemann explica que, en la liturgia, el memorial no repite un hecho pasado, sino que “actualiza sacramentalmente su poder salvador.”75 Así, cada celebración eucarística prolonga el gesto de la mujer: la Iglesia derrama sobre el cuerpo de Cristo el perfume del amor agradecido.

Benedicto XVI añade que “la unción de Betania es la primera liturgia cristiana: un culto que nace del corazón, no del rito.”76 En tiempos donde la fe puede volverse rutina, el relato recuerda que la verdadera liturgia no consiste en palabras, sino en adoración amorosa.

La escena invita también a redescubrir la dimensión estética del culto. La belleza no es lujo, sino expresión del amor a Dios. La mujer no calculó el costo del perfume porque comprendió que la adoración no admite contabilidad. Hans Urs von Balthasar lo expresa así:

“La belleza de su gesto es teología en acto; el derroche es su ortodoxia.77

3. Dimensión ética y pastoral: la tensión entre servicio y adoración

Jesús no niega el valor de ayudar a los pobres; al contrario, sitúa esa obligación dentro del marco más amplio de la adoración. La frase “a los pobres los tendrán siempre” (v. 11) ha sido a veces malentendida como una excusa para la pasividad, pero el contexto revela que no relativiza la justicia, sino que prioriza el amor como fuente de toda justicia.

Hans Küng advertía que “sin la dimensión contemplativa, la acción cristiana se vacía de sentido; sin la acción, la contemplación se vuelve estéril.”78 La mujer de Betania encarna la síntesis: su gesto es al mismo tiempo adoración y profecía, culto y compromiso.

En la práctica pastoral, el texto desafía tanto al activismo sin oración como al espiritualismo sin compromiso. Enseña que servir a Cristo en los pobres requiere primero reconocer a Cristo en sí mismo.

Como escribe Dorothy Lee, “solo quien ha ungido al Señor con su amor puede luego ungir las heridas del mundo.”79

Este equilibrio dinámico entre servicio y adoración constituye la ética del Reino: una espiritualidad de la ternura eficaz, donde el amor se expresa tanto en el altar como en la calle.

4. Dimensión eclesial y de género: la voz que el Evangelio inmortaliza

El mandato de Jesús de recordar el gesto de la mujer en todo el mundo es también un acto de canonización de lo femenino en la historia de la salvación.

Elisabeth Schüssler Fiorenza observa que esta es “la única persona en los Evangelios a quien Jesús promete memoria perpetua junto con la proclamación del Evangelio.”80 Ningún apóstol recibe ese honor.

En un contexto eclesial donde las voces femeninas fueron a menudo silenciadas, el texto de Mateo se erige como acto profético de inclusión. La mujer de Betania no predica con palabras, sino con una acción teológica que Jesús eleva al rango de evangelio.

Phyllis Trible subraya que “la memoria de esta mujer corrige la amnesia patriarcal del cristianismo.”81

Para la Iglesia actual, su ejemplo redefine el liderazgo espiritual: el discipulado no se mide por jerarquía ni discurso, sino por capacidad de amar hasta el exceso.

5. Dimensión espiritual: el derroche del amor como camino místico

La mujer de Betania enseña la mística del derroche: amar a Dios más allá del cálculo, sin buscar recompensa. Su perfume simboliza la oración que se entrega, la fe que no razona, el amor que no negocia.

Henri Nouwen llama a esto “la espiritualidad del perfume”: “derramar lo más precioso en los pies de Cristo sin esperar nada, porque su sola presencia basta.”82 En una cultura que valora la eficiencia, esta escena recuerda que el amor más puro es el que parece improductivo.

El perfume que llena la casa también representa la presencia transformadora de la gracia. Como escribe Miroslav Volf:

«el Evangelio convierte los gestos marginales en memoria eterna; el olor del amor no se desvanece.”83

Esta es la espiritualidad que la escena invita a encarnar: ser aroma de Cristo en medio del mundo (cf. 2 Cor 2:15).

6. Aplicaciones teológicas contemporáneas

  1. Para la teología de la adoración: el relato reclama una renovación de la experiencia litúrgica como encuentro de amor, no mera repetición ritual.
  2. Para la teología de la mujer: reivindica la autoridad espiritual y teológica del gesto femenino como portador de revelación.
  3. Para la teología pastoral: invita a reconciliar el binomio Marta–María (servicio–contemplación) en un discipulado integral.
  4. Para la espiritualidad cristiana: llama a redescubrir la gratuidad como criterio del amor auténtico.
  5. Para la teología ecológica: el perfume que llena la casa es imagen de la gracia que impregna toda la creación, recordando la responsabilidad de cuidar la “casa común”.

En resumen, el ungimiento en Betania no es solo un relato devocional, sino una clave hermenéutica del cristianismo mismo: el amor gratuito como revelación de Dios.

7. Conclusión final

El Evangelio según Mateo nos muestra que la verdad de Cristo no se revela en los discursos de los sabios, sino en el gesto de una mujer anónima que derrama perfume sobre su Señor.
En ese momento, el Evangelio se vuelve aroma: la Palabra se hace belleza, el sacrificio se hace amor, la muerte se hace ofrenda.

El “derroche” de Betania es la medida del Reino: un exceso que no destruye, sino que consagra; un perfume que no se gasta, sino que llena el mundo.

Por eso Jesús promete que su gesto será recordado “en todo lugar donde se proclame este Evangelio.”
Y en efecto, cada vez que la Iglesia celebra la Eucaristía, proclama su memoria: “Esto es mi cuerpo… esto es mi perfume.”


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  1. Hans Urs von Balthasar, Theo-Drama IV: El actuar de la Iglesia, (Madrid: Encuentro, 1992), 87. ↩︎
  2. Luz, Ulrich. Matthew 21–28. Hermeneia. Minneapolis: Fortress, 2005. ↩︎
  3. Brown, Raymond E. The Death of the Messiah. Vol. 1. New York: Doubleday, 1994. ↩︎
  4. Elisabeth Schüssler Fiorenza, In Memory of Her (New York: Crossroad, 1983), 141. ↩︎
  5. Balthasar, Theo-Drama IV, 88. ↩︎
  6. France, The Gospel of Matthew, 970; Davies & Allison, ICC: Matthew III (Edinburgh: T&T Clark, 1997), 472. ↩︎
  7. France, The Gospel of Matthew, 965–972. ↩︎
  8. Davies & Allison, Matthew III, 470. ↩︎
  9. France, The Gospel of Matthew, 969. ↩︎
  10. Luz, Matthew 21–28, 326. ↩︎
  11. Davies & Allison, Matthew III, 473. ↩︎
  12. Luz, Matthew 21–28, 327. ↩︎
  13. R. E. Brown, Death of the Messiah, 368–370. ↩︎
  14. Ibid., 371. ↩︎
  15. François Bovon, Luke 1–9: A Commentary (Minneapolis: Fortress, 2002), 299–300. ↩︎
  16. John Nolland, Luke 1–9:20 (Waco: Word, 1989), 350. ↩︎
  17. Brown, Death of the Messiah, 377. ↩︎
  18. C. K. Barrett, The Gospel According to St. John (London: SPCK, 1978), 407–410. ↩︎
  19. Rudolf Schnackenburg, The Gospel According to St. John, Vol. 2 (New York: Herder, 1980), 388. ↩︎
  20. Joseph Ratzinger–Benedicto XVI, Jesús de Nazaret II (Madrid: La Esfera de los Libros, 2007), 58. ↩︎
  21. Meier, A Marginal Jew, IV, 516–519. ↩︎
  22. M. Eugene Boring, Matthew: The New Interpreter’s Bible, Vol. 8 (Nashville: Abingdon, 1995), 463. ↩︎
  23. Luz, Matthew 21–28, 328. ↩︎
  24. Ulrich Luz, Matthew 21–28, Hermeneia (Minneapolis: Fortress, 2005), 326. ↩︎
  25. Craig S. Keener, A Commentary on the Gospel of Matthew (Grand Rapids: Eerdmans, 1999), 616. ↩︎
  26. Jerónimo, Commentarii in Matthaeum, PL 26, col. 189. ↩︎
  27. Orígenes, Commentarium in Matthaeum 78.2. ↩︎
  28. Craig Blomberg, Matthew (NAC; Nashville: Broadman, 1992), 384. ↩︎
  29. R. T. France, The Gospel of Matthew (Grand Rapids: Eerdmans, 2007), 969. ↩︎
  30. Hans Urs von Balthasar, Theo-Drama IV (Madrid: Encuentro, 1992), 88. ↩︎
  31. Tomás de Aquino, Catena Aurea in Matthaeum, cap. 26. ↩︎
  32. Davies & Allison, Matthew III (Edinburgh: T&T Clark, 1997), 471. ↩︎
  33. France, The Gospel of Matthew, 970. ↩︎
  34. Orígenes, Commentarium in Matthaeum 78.3. ↩︎
  35. Dorothy A. Lee, “The Anointing Woman and the Language of Love,” Anglican Theological Review 82 (2000): 21–36. ↩︎
  36. Ulrich Luz, Matthew 21–28, 327. ↩︎
  37. Tomás de Aquino, Summa Theologiae II–II, q.27, a.4. ↩︎
  38. France, The Gospel of Matthew, 971. ↩︎
  39. Hans Küng, Cristianismo. Esencia y destino (Madrid: Trotta, 1997), 184. ↩︎
  40. Henri Nouwen, The Road to Daybreak (New York: Image, 1988), 73. ↩︎
  41. Agustín, Sermo 50.6. ↩︎
  42. Eduard Schweizer, Das Evangelium nach Matthäus (Zürich: Theologischer Verlag, 1973), 309. ↩︎
  43. Luz, Matthew 21–28, 328. ↩︎
  44. Raymond E. Brown, The Death of the Messiah, Vol. 1 (New York: Doubleday, 1994), 377. ↩︎
  45. Gregorio Magno, Homiliae in Evangelia 33.4. ↩︎
  46. Joseph Ratzinger–Benedicto XVI, Jesús de Nazaret II (Madrid: La Esfera de los Libros, 2007), 59. ↩︎
  47. Davies & Allison, Matthew III, 474. ↩︎
  48. Agustín, Sermo 50.7. ↩︎
  49. Karl Barth, Church Dogmatics IV/3 (Edinburgh: T&T Clark, 1961), 457. ↩︎
  50. Balthasar, Theo-Drama IV, 89. ↩︎
  51. Miroslav Volf, Exclusion and Embrace (Nashville: Abingdon, 1996), 112. ↩︎
  52. Hans Urs von Balthasar, Theo-Drama IV (Madrid: Encuentro, 1992), 87. ↩︎
  53. R. T. France, The Gospel of Matthew (Grand Rapids: Eerdmans, 2007), 967; Raymond E. Brown, The Death of the Messiah, Vol. 1 (New York: Doubleday, 1994), 372–373. ↩︎
  54. Gregorio Magno, Homiliae in Evangelia 33.4. ↩︎
  55. Joseph Ratzinger [Benedicto XVI], Jesús de Nazaret II (Madrid: La Esfera de los Libros, 2007), 58. ↩︎
  56. Elisabeth Schüssler Fiorenza, In Memory of Her (New York: Crossroad, 1983), 141. ↩︎
  57. Ulrich Luz, Matthew 21–28, Hermeneia (Minneapolis: Fortress, 2005), 327. ↩︎
  58. Balthasar, Theo-Drama IV, 89. ↩︎
  59. France, The Gospel of Matthew, 970. ↩︎
  60. Eduard Schweizer, Das Evangelium nach Matthäus (Zürich: Theologischer Verlag, 1973), 309. ↩︎
  61. Schmemann, La Eucaristía, 144. ↩︎
  62. Hans Küng, Cristianismo. Esencia y destino (Madrid: Trotta, 1997), 184. ↩︎
  63. N. T. Wright, Jesus and the Victory of God (Minneapolis: Fortress, 1996), 512. ↩︎
  64. Jean-Luc Marion, Étant donné (Paris: PUF, 1997), 234–235. ↩︎
  65. Karl Rahner, Escritos de Teología V (Madrid: Taurus, 1968), 119. ↩︎
  66. Henri Nouwen, The Road to Daybreak (New York: Image, 1988), 73. ↩︎
  67. Benedicto XVI, Jesús de Nazaret II, 61. ↩︎
  68. Balthasar, Gloria II (Madrid: Encuentro, 1985), 312. ↩︎
  69. Nouwen, The Road to Daybreak, 74. ↩︎
  70. chüssler Fiorenza, In Memory of Her, 142–143. ↩︎
  71. Phyllis Trible, Texts of Terror (Philadelphia: Fortress, 1984), 197. ↩︎
  72. Miroslav Volf, Exclusion and Embrace (Nashville: Abingdon, 1996), 114. ↩︎
  73. Balthasar, Theo-Drama IV, 90. ↩︎
  74. Ulrich Luz, Matthew 21–28, Hermeneia (Minneapolis: Fortress, 2005), 328; Hans Urs von Balthasar, Theo-Drama IV (Madrid: Encuentro, 1992), 89. ↩︎
  75. Alexander Schmemann, La Eucaristía: Sacramento del Reino (Madrid: Sígueme, 2001), 142. ↩︎
  76. enedicto XVI, Jesús de Nazaret II (Madrid: La Esfera de los Libros, 2007), 59. ↩︎
  77. Hans Urs von Balthasar, Gloria II (Madrid: Encuentro, 1985), 312. ↩︎
  78. Hans Küng, Cristianismo. Esencia y destino (Madrid: Trotta, 1997), 184. ↩︎
  79. Dorothy A. Lee, “The Anointing Woman and the Language of Love,” Anglican Theological Review 82 (2000): 21–36. ↩︎
  80. Elisabeth Schüssler Fiorenza, In Memory of Her (New York: Crossroad, 1983), 141. ↩︎
  81. Phyllis Trible, Texts of Terror (Philadelphia: Fortress, 1984), 197. ↩︎
  82. Henri Nouwen, The Road to Daybreak (New York: Image, 1988), 74. ↩︎
  83. Miroslav Volf, Exclusion and Embrace (Nashville: Abingdon, 1996), 114 ↩︎

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