Rabi Akiva solía decir: «Todo lo que Hashem hace es para bien». Incluso cuando no vemos lo bueno e incluso cuando parece malo – hay que tener fe que todo es para bien.
Una vez Rabí Akiva se fue en un largo camino y tomó un burro con él para viajar, un gallo para despertarlo por la mañana y una vela para estudiar Torá por la noche. En su camino quiso frenar y descansar en una ciudad cuyos habitantes eran malvados, no les gustaban las visitas y los echaban fuera de la ciudad. También a Rabí Akiva se le negó la entrada y le cerraron la puerta.
Rabí Akiva dijo: «Todo es para bien«, al parecer no vale la pena quedarse en esta ciudad, y decidió quedarse en el campo. Poco a poco cayó la noche y Rabí Akiva confió en Hashem que lo cuidaría. Estudió a la luz de la vela y de repente oyó un rugido aterrador. No tuvo tiempo de moverse, y he aquí un león atacó al burro y lo devoró. Rabí Akiva dijo: «Todo lo que el Santo, bendito sea, hace, lo hace para bien«.
Después de un rato llegó un gato, saltó sobre el gallo y se lo devoró. Rabí Akiva no se puso mal y dijo: «Todo lo que Hashem hace, es para bien«. Mientras tanto, el viento sopló y apagó la vela. Rabí Akiva lamentó no poder seguir estudiando, pero inmediatamente se fortaleció y dijo, «Todo lo que Hashem hace es para bien«.
Repentinamente Rabí Akiva oyó voces de gente marchando. La ansiedad y el miedo se apoderaron de él. Y ahora se dio cuenta de que eran ladrones de carreteras. Pasaban por un campo a su lado. Se quedó en su asiento inmóvil. Por suerte los ladrones no lo notaron y continuaron hacia la ciudad. Estas personas eran traficantes de esclavos que capturaban gente, los tomaban cautivos y los vendían como esclavos. Fueron a la ciudad, fueron de casa en casa, atraparon a las personas, ataron sus manos y ojos, e incluso antes del amanecer se fueron con su botín a un lugar desconocido.
Rabí Akiva levantó sus manos al cielo, agradeció a Di-s por su milagroso rescate de los ladrones y dijo:
Y acaso no dije, todo lo que Hashem hace, es para bien. Si el burro y el gallo no hubiesen sido devorados, hubieran hecho un ruido y los ladrones me hubieran descubierto. Y si la vela estuviese encendida, su luz me delataría y hubiese sido llevado también como prisionero.
