ABOMINACIÓN DESOLADORA (shiqqûts meshômem, שִׁקּוּץ מְשׁוֹמֵם, traducida lit. al gr. de la Sept. bdélygma eregmóseos, βδέλυγμα ἐρηγμώσεως = «la impureza de la desolación» (cf. Mt. 24:15; Mc. 13:14). Hebraísmo equivalente a un superlativo, utilizado por Daniel para describir la profanación del Templo (Dn. 11:31; 12:11). Equivale a sacrilegio en grado sumo: «Sobre alas (כְּנֽף) de abominaciones vendrá el desolador» (Dn. 9:27).
Frase que aparece en el libro veterotestamentario de Daniel (11:31, 12:11) y quizá 9:27), en 1 Macabeos 1:54 y en las enseñanzas de Jesús recogidas en los evangelios sinópticos (Mateo 24:15, Marcos 13:14). La frase se refiere en Daniel y 1 Macabeos a la profanación del templo por el emperador pagano Antíoco Epífanes en 167 a.C. y en la enseñanza de Jesús a algún desastre análogo que él anticipa.
A pesar de todos los esfuerzos por tratar de explicar estos términos en hebreo, los eruditos no se ponen de acuerdo respecto a su significado preciso. Mientras que la mayoría de los comentaristas interpreta la primera palabra heb. shiqqûts como «abominación», tal como se emplea para referirse a estatuas idolátricas, otros la toman en el sentido de menosprecio hacia un ídolo o un dios pagano.
El segundo elemento de la expresión, meshômem, es interpretado por muchos como «deolación» en abstracto, si bien otros lo toman como referencia concreta a una persona. Por encima del desacuerdo sobre el sentido preciso de esta expresión, los eruditos concuerdan en su significado general. Se admite comúnmente, lo cual es acertado, que la expresión hebrea se debe entender como un emblema de la idolatría, cuya imposición supone una profanación insoportable de la santidad del culto divino. «Cualquier cosa que violentase los sentimientos religiosos del pueblo judío debía describirse de esa manera» (Swete).
Daniel y 1 Macabeos
- La frase hebrea en Daniel:
La expresión “abominación desoladora” de Dan 11:31 se usa en una profecía sobre la profanación del templo por parte del rey griego Antíoco IV en el segundo siglo a.C. Los otros usos (en Dan 9:27 y Dan 12:11) predicen un acontecimiento (o acontecimientos; comparar con Eze 33:29). Es probable que Antíoco IV Epífanes aboliera los sacrificios diarios del templo en el 167 a.C. (Dan 11:31). Esto ocurre en la “semana” final de la profecía de las “setenta semanas” (Dan 9). Dan 12:11 habla de un tiempo de “tribulación” (Septuaginta) incomparable en la historia y de la resurrección del cuerpo (Dan 12:1–2), como esperada para el final de los tiempos (Dan 12:9).
Hay una serie de dificultades textuales y de traducción en los tres textos de Daniel. La traducción más sencilla de Daniel 11:31 es: «Y levantarán la abominación desoladora» (wĕnātĕnû haš-šiqq̌ṣ mĕšōmēm). Dan 12:11 habla de «el tiempo … para el establecimiento de una abominación siendo / haciendo desolado» (lātēt šiqq̌ṣ šōmēm).
Dan 9:27 se lee literalmente: «y sobre ala abominaciones haciendo desolación» (wĕ ʿal kĕnap šiqq̌ṣı̂m mĕšō-mēm), que puede significar: «sobre el ala de las abominaciones vendrá uno que hace desolación» (así RSV), o si el participio «haciendo desolación» se interpreta con el sustantivo «abominaciones» (aunque en nuestros textos el participio es singular y el sustantivo plural), el texto puede significar: «Sobre un ala… levantará una abominación desoladora» (así NVI). En cualquier caso, el significado del «ala» en 9:27 es problemático, y los eruditos lo han explicado de diversas maneras, por ejemplo, como una referencia al «pináculo» del templo de Jerusalén, a los «cuernos» del altar del templo y/o a las «alas» de Baal representado como un águila o un sol alado.
Otros comentaristas han sugerido emendar el texto, por ejemplo, leyendo «y en su lugar» o «sobre su base» (wĕ ʿal kannô/kannām). (Sobre estas posibilidades, véanse los comentarios de Daniel y Goldstein 1 Macabeos AB, 147.)
A pesar de la incertidumbre de tales detalles, el sentido general de los pasajes de Daniel es claro y el mismo en los tres pasajes (cf. también 8:13). Se refieren a la llegada a Jerusalén de un invasor pagano, que pondrá fin por la fuerza al culto tradicional del templo, personificado por el holocausto diario, y que introducirá el culto pagano («la abominación desoladora») hasta el tiempo del fin.
Daniel hace referencia a los sucesos acontecidos durante el dominio de rey helenístico de la dinastía seléucida > Antíoco IV. Se atribuyó el título de Theós Epífanes, que significa «el dios manifiesto». Mostró un absoluto desprecio por la nación de Israel. En el año 168 a.C. saqueó el > Templo de Jerusalén, apoderándose del candelabro de siete brazos, del altar de oro y de todos los utensilios de valor. Un año más tarde, el 15 de diciembre de 167, profanó el Santuario al erigir un ara a Zeus Olímpico sobre el altar de los holocaustos y derramar sangre de cerdo sobre el propiciatorio (1 Mac. 1:54–57; 2 Mac. 6:2), auténtica «abominación de la desolación».
- Antíoco Epífanes:
Casi todos los comentaristas, incluidos los que cuestionan el consenso académico de que Daniel en su forma actual debe fecharse en el siglo II a.C., ven en la «abominación» daniélica una referencia a la profanación del templo por Antíoco IV («Epifanes») en 167 a.C.
La frase de 1 Mac 1:54 se refiere explícitamente a este acontecimiento: «El día quince de Chislev, en el año ciento cuarenta y cinco, erigieron un sacrilegio desolador sobre el altar de los holocaustos». Antíoco gobernaba el imperio seléucida, del que formaba parte Palestina, y respondió a un acto de desafío por parte de los judíos atacando Jerusalén y tratando de abolir la práctica de la religión judía. Su acción más horrible fue la profanación del templo y la introducción en él del culto pagano (es decir, «la abominación de la desolación»).
Su acción encontró una valiente resistencia, inspirada y liderada por la familia de Judas Macabeo. Contra todo pronóstico, los judíos derrotaron a los ejércitos seléucidas y recuperaron una parte importante del control de sus propios asuntos, incluido el templo; éste fue limpiado de la «abominación» en el año 164 a.C., un acontecimiento recordado desde entonces por los judíos en la fiesta de Janucá o Dedicación (véase MACABEOS, 1-2).
Observaciones adicionales.
Conviene señalar otros puntos sobre la «abominación» daniélica.
a. La inusual frase «abominación de la desolación» es considerada comúnmente por los eruditos como una referencia despectiva a la deidad a la que Antíoco volvió a dedicar el templo de Jerusalén. La nueva dedicación fue probablemente a Zeus Olimpo (así 2 Mac 6:1), que puede haber sido identificado con, o al menos dado el nombre semítico de, el dios fenicio Baʿal šāmên (= «Señor del cielo»). Para evitar referirse directamente a la deidad pagana, el autor de Daniel parodia, sustituyendo el término šiqq̌ṣ (es decir, abominación) por el nombre Baal (o Zeus) y la palabra šōmēm (es decir, desolador) por la consonánticamente similar šāmêm (es decir, del cielo). El término šiqquṣ se usa frecuentemente en el AT para designar algo sucio o repugnante, y en particular a los ídolos; la sustitución de este término por el nombre «Baal» puede compararse con el uso en otras partes del AT de la palabra bôšeth («vergüenza») por Baal, como en los nombres de 2 Sam 4:1, 4, etc. (Para una modificación de este punto de vista, véase Goldstein 1 Macabeos AB, 143-52).
b. Hay algunas dudas sobre si «de desolación» es la mejor traducción para la(s) palabra(s) hebrea(s) relevante(s) en los textos de Daniel. La raíz hebrea šmm puede tener el sentido de «estar desolado», por ejemplo, de lugares desiertos; pero también puede significar «estar horrorizado».
Las versiones griegas del AT optan por el primer sentido, utilizando el verbo erēmoō; pero muchos eruditos modernos consideran que el segundo significado es más probable en Daniel, y que deberíamos traducir toda la frase como «espantoso sacrilegio.» Es posible, sin embargo, que el autor de Daniel pretendiera varias connotaciones: el término puede haber sido una parodia del nombre del dios pagano (véase más arriba), y puede haber sugerido tanto la desolación traída al templo (desolación espiritual al menos), como la naturaleza espantosa de lo que había tenido lugar; es sólo posible que haya también una alusión a la supuesta locura de Antíoco, ya que la raíz šmm tiene a veces este sentido en hebreo postbíblico (Rowley 1932: 265).
c. ¿Qué forma adoptó la «abominación» instaurada por Antíoco? Una lectura de 1 Macabeos (1:54, 59) y de Josefo (Ant 12 §252) sugiere que se erigió un altar pagano sobre el altar de los holocaustos del templo. No se menciona explícitamente que se erigiera un ídolo, ni que se destruyera uno cuando se purificó el templo (1 Mac 4:43). Sin embargo, la posterior tradición cristiana y judía de que en el templo rededicado se erigió una estatua de Zeus (quizá también estatuas del propio Antíoco) puede tener algún fundamento histórico.
La frase «abominación desoladora» podría ser una referencia a tal cosa innombrable, o a alguna(s) otra(s) estructura(s) de piedra asociada(s) al culto pagano (Rowley 1953: 310-12; Goldstein 1 Macabeos AB, 143-52). Se ha sugerido que Antíoco veía su rededicación del templo como la restauración de la religión original de los judíos más que como la introducción de una nueva religión y deidad; pero tanto si ésta era su teoría como si simplemente se veía a sí mismo suprimiendo una religión indeseable y políticamente subversiva y sustituyéndola por algo superior, el efecto sobre los judíos fue el mismo. (Sobre Antíoco y su perspectiva religiosa, véase Mørkholm 1966, y Goldstein 1 Macabeos AB, 104-60).
d. Es interesante la sugerencia de que el mito babilónico de la creación, con su relato de Marduk matando al monstruo del caos Tiamat, haya influido en la representación daniélica de la «abominación» (Heaton Daniel TBC, 92-96). Sin embargo, aunque es plausible postular conexiones entre el mito babilónico y las cuatro bestias marinas de Daniel 7 y luego también con la «bestia» del Apocalipsis, no está claro que el mito haya contribuido en absoluto directamente a la descripción daniélica de la abominación.
Los Evangelios y el Nuevo Testamento
Los LXX traducen la frase daniélica «abominación de la desolación» en 12:11 con las palabras to bdelugma tēs erēmōseōs (fraseología similar empleada también en 9:26, 11:31; cf. bdelugma erēmōseōs en 1 Mac 1:54). Mateo y Marcos utilizan precisamente esta frase griega en sus relatos paralelos del discurso escatológico de Jesús (Mt 24:15; Mc 13:14). Al hablar del futuro, Jesús advierte en general de los sufrimientos venideros, y luego dice en particular: «Cuando veáis la abominación desoladora donde no debe estar [así Marcos; Mateo «en el lugar santo»], entonces los que estén en Judea huyan a los montes…». La imagen es de un desastre en Judea y de un sufrimiento enorme y generalizado, al que sólo pondrá fin la venida del Hijo del Hombre celestial. El pasaje paralelo de Lucas no contiene la frase «abominación desoladora», sino que dice: «Cuando veáis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed que se acerca su desolación» (21:20).
La «abominación» sinóptica ha sido objeto de diversas interpretaciones (para un resumen de opiniones, véase, por ejemplo, Ford 1979: 158-69). Muchos estudiosos la han relacionado con acontecimientos concretos del siglo I, por ejemplo con la crisis que se produjo en Palestina en 39-40 E.C., cuando el emperador Calígula ordenó que se colocara su estatua en el templo de Jerusalén (orden que finalmente no se llevó a cabo, gracias a la muerte del emperador), o a los acontecimientos que condujeron a la destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C. Más concretamente, algunos han identificado la «abominación» con las vergonzosas y sangrientas disputas de los zelotes durante la guerra judía (Jos JW 4 §196-207, 377-94, etc.), o con los estandartes romanos que avanzaban sobre Jerusalén.
Otros eruditos se han negado a ver tal significado histórico en la frase, prefiriendo en su lugar interpretar la «abominación» como la venida de una figura escatológica del anticristo, similar quizás al «hombre de pecado» paulino y a la «bestia» del Apocalipsis. Otros han defendido una doble referencia a acontecimientos históricos del siglo I y a una futura catástrofe escatológica.
Decidir entre estas interpretaciones es una tarea complicada, que conlleva juicios sobre muchas cuestiones relacionadas, por ejemplo, sobre la historia y la autenticidad de las tradiciones en cuestión, sobre las fechas respectivas de los Evangelios sinópticos y sobre la naturaleza de la profecía del NT. Y, por supuesto, puede que haya varias interpretaciones de la «abominación» representada en el NT. Sin embargo, cabe señalar algunos puntos más.
- El origen de la tradición:
Los Evangelios atribuyen a Jesús la tradición cristiana de la «abominación», pero muchos estudiosos han cuestionado esa atribución, argumentando que el discurso escatológico sinóptico contiene una cantidad considerable de material que tuvo su origen en la Iglesia (o incluso en la
tradición judía) y no en las propias enseñanzas de Jesús. Han defendido, por motivos literarios, la

naturaleza compuesta del discurso escatológico, y por motivos teológicos e históricos, que la tradición tuvo su origen después del ministerio de Jesús, quizá en la situación de crisis provocada por Calígula en el 39 d.C. Este argumento ha sido rebatido por otros estudiosos, que consideran que la tradición es totalmente congruente con otros aspectos de la enseñanza de Jesús. (Sobre la historia del discurso véanse los comentarios, también Wenham 1984 para las referencias).
- Antecedentes:
Para entender el uso que hace el Nuevo Testamento de la expresión «abominación desoladora», conviene recordar, en primer lugar, la importancia histórica y emocional del período y la experiencia macabeos para los judíos del siglo I de nuestra era. Era natural que vieran paralelismos entre su experiencia del dominio romano y la experiencia macabea del dominio seléucida, y que consideraran la valiente postura de los macabeos como un ejemplo y una inspiración en momentos de tensión o confrontación con Roma (aunque hubiera diferentes opiniones sobre qué tipo de resistencia era necesaria). También era natural que los judíos fueran especialmente sensibles a cualquier cosa que se pareciera al ultraje perpetrado por Antíoco; así, cuando Pilato ordenó que se introdujeran estandartes legionarios romanos en Jerusalén, le sorprendió el clamor masivo entre los judíos (Jos JW 2 §175).
En segundo lugar, es útil reconocer la importancia del libro de Daniel dentro de la tradición cristiana del período del NT. No sólo la «abominación de la desolación» tiene un trasfondo daniélico, sino también la tradición del Hijo del Hombre celestial, como se encuentra ahora en los Evangelios; y es posible que la enseñanza del reino de Jesús derive más de Daniel que de ningún otro lugar (Dan 2:44; 7:14, 27, etc.). Es difícil exagerar la importancia de Daniel para la escatología del NT en su conjunto; el discurso escatológico de Jesús en particular se ha considerado un midrash sobre Daniel (así Hartman 1966). La deuda del NT con el libro de Daniel está sin duda relacionada con el interés general de los judíos palestinos del siglo I por la experiencia macabea. Esa experiencia se consideraba paradigmática y profética.
Tal comprensión es clara en Lucas, que no hace referencia a «la abominación», pero que se refiere explícitamente a los «ejércitos» que rodean Jerusalén, a la desolación de la ciudad, y luego a la gente que es asesinada y llevada cautiva, mientras los gentiles pisotean la ciudad. A menudo se supone que las significativas diferencias de Lucas en este punto con respecto a Mateo y Marcos son un reflejo de su punto de vista posterior al 70 d.C.; ha modificado la tradición de Marcos a la luz de su conocimiento de los acontecimientos y con el fin de distinguir claramente entre los sucesos del 70 d.C. y la venida escatológica del Hijo del Hombre. En contra de esta opinión se ha argumentado que los cambios de Lucas no revelan ningún conocimiento específico de los acontecimientos del año 70 d.C., y que podrían ser simples aclaraciones de la oscura redacción de Marcos, o incluso una tradición primitiva independiente.
Aunque es menos obvio lo que pretenden Marcos y Mateo cuando se refieren a la «abominación desoladora en pie», es bastante probable que Lucas haya transmitido correctamente su significado. Curiosamente, Marcos utiliza el participio masculino «en pie» (hestēkota) con el sustantivo neutro «abominación» (bdelugma), lo que sugiere que asocia el terrible acontecimiento con un individuo malvado; también se refiere a la abominación en pie «donde no debe», mientras que Mateo dice más claramente «en el lugar santo». Una posible explicación de la oscuridad de Marcos es que tal vez escribiera en un momento delicado, cuando la cautela era apropiada; su evangelio se ha datado a menudo en el período 66-70 d.C. Es interesante señalar que el escritor judío Josefo considera que la «abominación» de Daniel profetiza tanto la desolación de Antíoco como la perpetrada por los romanos (Ant 10 §276); los evangelistas del NT pueden haber tenido la misma interpretación.
- Observaciones finales sobre la frase sinóptica:
Si la experiencia macabea y el libro de Daniel fueron tan importantes en el siglo I d.C., entonces esto es probablemente una pista de que la «abominación» del NT se habrá entendido por algo análogo a la acción de Antíoco, es decir, como un ataque idólatra contra el pueblo y el templo de Dios por parte de una poderosa fuerza pagana. Las propias evidencias de los Evangelios apoyan la opinión de que así lo entendieron: Mateo invita específicamente a sus lectores a recordar a Daniel (24:15), y es posible que el tan debatido «que el lector comprenda» de Marcos sea una invitación similar (13:14). Los tres evangelistas incluyen la orden a los de Judea de «huir a las colinas», una frase que recuerda a 1 Mac 2:28 (Mateo 24:16), (Marcos 13:14), (Lucas 21:21). Lucas tiene probables ecos de Daniel cuando se refiere a los gentiles pisoteando Jerusalén (Lucas 21:24; cf. Daniel 8:13).
Otro indicio de la interpretación de la abominación por parte de los evangelistas es la predicción de la destrucción del templo que en cada Evangelio precede al discurso escatológico. Puesto que el discurso, incluida la advertencia de la «abominación», se presenta como explicativo de esa predicción, hay razones de peso para vincular la instalación de la abominación con la destrucción predicha del templo (que por lo demás no se menciona en el discurso, a menos que la «venida del Hijo del Hombre» se interprete como una referencia a esa destrucción). El cuadro, entonces, parecería ser el de una catástrofe mayor, análoga a la de 167 a.C., pero involucrando la profanación y destrucción del templo. La «desolación» de la frase sinóptica probablemente se entendió literalmente.
- Otras partes del Nuevo Testamento:
Aunque la frase «abominación desoladora» no se encuentra en el Nuevo Testamento fuera de los Evangelios, la idea daniélica se refleja probablemente en el «hombre de pecado» paulino de 2 Tesalonicenses 2, en el «Anticristo» juanino de 1 Juan 2:18, 4:3, y en la «bestia» de Apocalipsis 13:18.
Si tenemos en estos diferentes escritos variaciones sobre un tema y tradición escatológicos comunes, entonces 2 Tesalonicenses, si es paulino, es nuestro contacto escrito más temprano con la tradición, mostrando que es bastante primitiva. Puede ser que cuando Pablo llama al inicuo «el hombre de perdición» o «de destrucción», esto es equivalente a la frase sinóptica «de desolación». Pero es notable que tanto Pablo como Juan, tal vez porque están escribiendo en un contexto gentil, describen el mal futuro en términos religiosos más bien generales, sin alusiones políticas o militares obvias (es decir, sin referencia explícita a un ataque a Jerusalén, aunque nótese la referencia de Pablo a que el hombre de pecado está en el «templo de Dios» y su comentario sobre los judíos de Judea en 1 Tes 2:16), y también en términos de la aparición de una figura individual del anticristo en lugar de en términos de una «abominación» que se establece.
Se ha sugerido que Pablo se vio influido en su pensamiento por la escandalosa amenaza de Calígula contra el templo en 39-40 d.C., pero su «hombre de pecado» es totalmente explicable sobre la base de la tradición daniélica. En el Apocalipsis, la bestia es claramente de carácter político, es decir, el imperio romano, pero el ataque no es ahora (¿después del 70 d.C.?) contra la ciudad de Jerusalén, sino contra el pueblo reconstituido de Dios, es decir, la iglesia.
- Fuentes principales:
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Wenham, David. The Rediscovery of Jesus’ Eschatological Discourse. Sheffield: Journal for the Study of the Old Testament Press, 1984.




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