El perdón es uno de los principios básicos de la fe cristiana, pero en realidad, su relevancia trasciende las fronteras religiosas. Independientemente de si somos cristianos o no, el perdón nos enriquece y nos humaniza.
Perdonar y reconciliarnos con nuestro ofensor requiere un esfuerzo que muchas veces preferimos evitar, pretendiendo que no sucedió nada. El problema es que el daño no desaparece y es probable que se convierta en la raíz de nuevos conflictos.
El reconocido teólogo C. S. Lewis1 una vez escribió:
“Todo el mundo dice que el perdón es una idea hermosa, hasta que tienen algo que perdonar”.
¡Y que cierto es!, el perdón es un acto me atrevería llamarlo divino o sobre humano, es un atributo loable que desciende del mismo trono de Dios, porque cuando perdonamos nos estamos pareciendo al mismo Dios quien nos perdona en Cristo, y como diria el Pst. MacArthur2 si usted quiere ver a un hombre en su mejor condición, él está en su mejor condición, en su capacidad de perdonar3.
Ahora, dejar los conflictos sin resolución por la falta de perdón está muy lejos de la naturaleza del evangelio y de la ética que deriva de su mensaje. Por eso deseo que, informados por la Palabra de Dios, podamos estar convencidos de que postergar el perdón ante una ofensa recibida es contrario a la voluntad de Dios.
- Definición del Perdón
- En la Biblia
- Observaciones generales y pensamientos claves
- Reflexión de C.S. Lewis sobre el perdón
- Pregunta clave: ¿Podemos perdonar cuando el ofensor no se arrepiente?
- 4 razones bíblicas para no postergar el perdón
- Posibles causas y síntomas
- Lo que la Psicología y consejería Cristiana dice:
Definición del Perdón
El perdón se define como la decisión de no tomar en cuenta las ofensas y agravios de otros, y se manifiesta tanto en los hechos como en la actitud del corazón. El perdón implica la renuncia a toda represalia o vindicación e incluye la determinación de aplacar todo brote de resentimiento presente y futuro, es decir, tratar con la ofensa como si esta nunca hubiera sucedido.
El perdón es un elemento clave en un proceso de consejería bíblica ya que personas desean consejo sobre cómo manejar su pecado, el pecado de otros en su contra o el pecado en contra de Dios. El perdón tiene un lugar central en el proceso de consejería ya que es la herramienta que Dios usa para traer reconciliación. El perdón es un tema de suma importancia para el cristiano. Se podría decir que ser un cristiano está basado en ser una persona perdonada. Es un rasgo que nos identifica y es por eso que este tema es fundamental.
Ya que Dios nos ha perdonado completamente, debemos también perdonar a otros (Mt 18:21–35, 1Co 13:5; Sal 103:12; Is 43:25).
»Yo soy el que por amor a mí mismo borra tus transgresiones y no se acuerda más de tus pecados.
Hace más de trescientos años, el puritano Thomas Watson4 hizo algunos comentarios sobre la frase del padrenuestro:
«Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores»
(Mt 6:12).
Watson se preguntaba cómo uno podía reconocer que había perdonado a alguien de manera sincera, y así llegó a esta definición bíblica del perdón:
Cuando nos esforzamos en erradicar todos los pensamientos sobre la venganza; cuando renunciamos a hacerle daño, cuando nos afligimos con sus calamidades, cuando buscamos la reconciliación, cuando oramos por ellos y luego demostramos la disposición de aliviarlos de sus cargas5
(A Body of Divinity [Tratado de teología]).
Son muchos los escenarios para aplicar este entendimiento del perdón. Por ejemplo, seremos acusados falsamente, una conversación será malentendida y seremos lastimados por aquellos a quienes deseábamos ayudar, una mirada nuestra se interpretará como menosprecio, y en ocasiones hasta nuestro silencio será considerado como una ofensa a otros.

Algunas veces pareciera que estamos caminando entre vidrios rotos, y que cualquier paso que demos puede causar heridas. En muchas ocasiones he pensado que si adoptara una actitud de autoprotección me libraría de caminar en medio de lo que parece hielo frágil. Es como construir barricadas cada vez más altas entre mis prójimos y yo con el propósito de no generar más dolor del que ya se ha creado, y para el cual no he recurrido al perdón.
Hay varios problemas con pensar así:
- La falta de perdón demuestra que Dios no está gobernando mi corazón y que he usurpado Su lugar de honor y gobierno.
- Hasta que no entienda que no perdonar es pecado, no podré ofrecer a quienes me lastimen el perdón que recibí de Dios.
- Perdonar es señal de una sana teología en mí.
En la Biblia
El perdón es un tema central en la historia de la redención. La obra de Jesús es la base del perdón que recibimos de Dios (Efesios 4:31–32; 2 Corintios 2:10–11; Isaías 43:25) y hay una promesa de perdón para el pecador arrepentido (1 Juan 1:9).
31 Abandonen toda amargura, ira y enojo, gritos y calumnias, y toda forma de malicia.
32 Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo.
International Bible Society, Nueva Versión Internacional (East Brunswick, NJ: Sociedad Bı́blica Internacional, 1979), Ef 4:31–32.
Jesús enseñó que tenemos que perdonar (Marcos 11:25, Col 3:13; Rom 8:32; Lucas 6:37).
25 Y cuando estén orando, si tienen algo contra alguien, perdónenlo, para que también su Padre que está en el cielo les perdone a ustedes sus pecados.
International Bible Society, Nueva Versión Internacional (East Brunswick, NJ: Sociedad Bı́blica Internacional, 1979), Mr 11:25.
- Ejemplo de perdón: Esteban pidió a Dios que perdonara a quienes le apedreaban; él mismo no les tenía en cuenta esta maldad contra su persona (Hechos 7:60).
- Ejemplo de la ausencia de perdón: Mateo 18:28–30 muestra las consecuencias de no perdonar: el que no perdona no recibe tampoco perdón.
Las aproximadamente 125 referencias directas al perdón en la Biblia son principalmente de naturaleza franca y apuntan al simbolismo que rodea al mismo. La clave para comprender las imágenes del perdón es que este considera al pecado como algo que debe erradicarse o eliminarse. Complementando este tema tenemos otro que se centra en las relaciones interrumpida entre personas que necesitan ser restauradas. En ambos casos, las imágenes del perdón giran en torno a la resolución de un problema eliminando algo o reconciliándose con alguien.
Casi todas las imágenes bíblicas del perdón son estampas del divino. Sin embargo, en el plano humano, encontramos el de José de sus malvados hermanos, el de Esaú de Jacob, y el mandato de Jesús de perdonar al prójimo «setenta veces siete» (Mt 18:22; Lc 17:4), respaldado por una parábola que hablaba de la cancelación de deudas (Mt 18:23–35). La imagen de una ecuación aparece en las declaraciones de Jesús acerca de que Dios perdona a las personas cuando estas hacen lo propio con los demás (Mt 6:12, 14–15). La parábola del hijo pródigo y el padre perdonador es una imagen del perdón humano pero también una metáfora del divino (Lc 15:11–32).
El perdón como eliminación del pecado
La mayor parte de las imágenes bíblicas de perdón implican librarse del pecado de una forma u otra. Parte del simbolismo es espacial, ya que el mismo es eliminado (Sal 103:12; Zac 3:9), echado a las profundidades del mar (Mi 7:19), deshecho «como una nube… y como niebla» (Is 44:22 RVR1960), echado detrás de la espalda de Dios (Is 38:17), quitado «de en medio» (Col 2:14; He 9:26 RVR1960).
En una variante, se cubre el pecado (Sal 32:1; Ro 4:7), para apartarlo de la vista, o se borra (Sal 51:9; Jer 18:23). Si comenzamos con la premisa de que el pecado es una contaminación interior, el perdón puede representarse como un proceso de lavado (Sal 51:7; Is 4:4; Hch 22:16), de purificación (Lv 16:30; Nm 8:21; Sal 51:2; Is 4:4; Jer 33:8; Ez 36:33; Zac 13:1; 1 Jn 1:7, 9), la recepción de un «corazón limpio» (Sal 51:10) o ser «purificado con sangre» (He 9:22 NVI).
El simbolismo del color adopta el rojo como el del pecado, y el perdón es en consecuencia la limpieza de la sustancia escarlata para dejar un objeto tan blanco como la nieve y la lana (Is 1:18).
El pecado también se considera una deuda o un castigo, con la consecuencia de que el perdón pasa a ser un pago o condonación de la deuda (Mt 6:12; Is 40:2) y una cancelación de «la deuda que teníamos pendiente por los requisitos de la ley» (Col 2:14 NVI). En una línea parecida encontramos diversos ejemplos de Dios no haciendo nada en relación al pecado, no contándolo (2 Co 5:19), no recordándolo (Jer 31:34; He 8:12), no teniéndolo en cuenta (Ro 4:8). El perdón también es que Dios oculta su rostro del pecado de alguien (Sal 51:9; ver Jer 16:17 para la imagen opuesta).
Un grupo parecido de imágenes se centra en liberar de la esclavitud y curar la enfermedad. Si el pecado es una carga que la persona lleva, el perdón es que Cristo «llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero» (1 P 2:24), o que Dios los clava «en la cruz» (Col 2:14). El perdón también es una liberación de la esclavitud (Hch 13:38–39; Ro 6:7, 18; Gá 1:4; Ap 1:5).
En la época bíblica, las personas establecían una poderosa conexión entre la pecaminosidad humana y la enfermedad física. En consecuencia, encontramos pasajes que consideran el perdón como un proceso que al mismo tiempo también libera el cuerpo de la enfermedad (Sal 32:1–5; 103:3; Is 53:5; Mt 9:2, 5; Mr 2:5, 9; Lc 5:20, 23; 1 P 2:24).
El perdón como relación de reconciliación
El segundo tema principal se centra en la relación restaurada entre Dios y el pecador que tiene lugar con el perdón. La imagen clásica es la de la bienvenida del padre al pródigo (Lc 15:11–32). Romanos 5:10–11 pinta un cuadro parecido de reconciliación acompañada por gozo (cp. 2 Co 5:19; Col 1:22), mientras que otros pasajes emplean la imagen de hacer «la paz mediante la sangre de su cruz» (Col 1:20 RVR1960; cp. Ef 2:15). El perdón es la reconciliación de personas que eran «en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente» (Col 1:21 RVR1960). En los Evangelios tenemos imágenes de Jesús compartiendo mesa con publicanos y pecadores.
Los atributos específicos de Dios que se representan más a menudo con declaraciones de su perdón son la misericordia, la gracia y el amor firme. De hecho, una fórmula estándar que aparece literalmente siete veces en la Biblia es que Dios es «misericordioso y piadoso, tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad» (Ex 34:6; Neh 9:17; Sal 86:15; Sal 103:8; Sal 145:8; Jl 2:13; Jon 4:2; modificada en 2 Cr 30:9; Neh 9:31; Sal 111:4; Sal 112:4).
Las imágenes que rodean al perdón de Dios se caracterizan por la magnitud y la abundancia. Son «abundantes», sin medias tintas. El Señor no solo elimina el pecado humano, sino que lo aleja «cuanto está lejos el oriente del occidente» (Sal 103:12), evidenciando así un amor tan grande «como la altura de los cielos sobre la tierra» (Sal 103:11). En la imagen de Jesús del padre que perdona a su hijo pródigo, aquel no solo acepta a este, sino que corre a abrazarlo y organiza una gran fiesta.
Equilibrando las imágenes de la magnitud encontramos las de la ternura: el cántico de Zacarías habla del perdón de los pecados «por la entrañable misericordia de nuestro Dios» (Lc 1:77–78), y Salmos 103 compensa el simbolismo del inmenso espacio con una imagen del Señor compadeciéndose de las personas «como el padre se compadece de los hijos» (Sal 103:13).
En el lado humano de esta transacción, el perdón se representa en base a que una persona tome la iniciativa pidiéndolo. Quien experimenta finalmente el perdón comienza como un penitente, una persona arrepentida de su pecado que pide perdón a Dios. Los salmos de penitencia, como el 32 y el 51, representan el abanico de sentimientos y actitudes del ser humano que dan forma al penitente. Para recibir el perdón del Señor, uno debe pedirlo (2 Cr 33:12–13). El salmista declara que Dios es «bueno y perdonador» con todos aquellos que le invocan (Sal 86:5). Las imágenes del perdón como un proceso que el penitente acomete es algo evidente en el camino hacia el perdón que Levítico 6:1–7 bosqueja y que el sistema de sacrificios del AT describe en términos más generales.
Un importante tema adicional es la naturaleza del «antes y el después de la experiencia del perdón. Este es un cambio de estatus de la culpa a la inocencia declarada (cp. Ex 34:7, con su imagen de Dios limpiando al culpable; Sal 32:5; Jer 33:8). Existe una dimensión psicológica en esta experiencia del «antes y después», con ansiedad y síntomas psicosomáticos precediendo al acto de ser perdonado, así como alivio y gozo después del mismo6. Salmos 32:1–2 marca la pauta cuando llama «bienaventurada» a la persona perdonada. La respuesta humana al perdón de Dios también es amarle, con un amor que Jesús declaró proporcional a la magnitud del perdón recibido por el arrepentido (Lc 7:36–50).
El aura predominante que rodea las imágenes bíblicas del perdón es triple, y gira en torno a la gran necesidad que el corazón humano tiene de ser perdonado, en un acto crucial por medio del cual Dios elimina el pecado y derrama abundantemente su misericordia.
Observaciones generales y pensamientos claves
- El creyente es una persona que ha entendido que antes era un enemigo de Dios, un hijo de ira y que Dios, sin tener por qué hacerlo, perdonó sus pecados, pasados, presentes y futuros.
- La base de nuestro perdón no es nuestros propio mérito o el de otra persona, sino el perdón que hemos recibido de Cristo (Efesios 4:31–32), por ende, los creyentes deben ser las personas más perdonadoras del mundo, pues son canales de la gracia perdonadora de Dios.
- El perdón bíblico es el único perdón en el mundo que tiene una base robusta de justicia, pues es el único que es aceptado por Dios ya que tiene como base la muerte violenta de Jesús en una cruz después de un juicio y trato injusto (fue flagelado, escupido, abandonado, traicionado).
- La Biblia muestra dos tipos de perdón que parecerían contradecirse (ver Lucas 17:3 y Marcos 11:25). En realidad, estos son dos lados de una misma moneda. Tenemos que ayudar a nuestros aconsejados a entender estos dos niveles de perdón.
- La actitud del perdón. Es decir, el perdón a nivel de corazón que ocurre de manera privada (muchas veces en oración) donde la persona tiene una disposición de perdonar y no permite que la amargura tome control de su vida (Mateo 6:12; Marcos 11:24–26, LBLA).
- La transacción del perdón. Este es el perdón que observamos en Lucas 17:3 donde vemos que total reconciliación solo puede ocurrir si la persona se arrepiente. El perdón no solo es una herramienta para que tentamos paz, o para que haya tranquilidad. El perdón es herramienta que nos ayuda a reconciliar relaciones y mostrar el poder del evangelio.
- Las promesas que se hacen al pedir perdón:
- No voy a estacionarme o permitir que mi mente more en este incidente.
- No voy a sacar a colación este incidente para usarlo en tu contra y solo te lo recordaré si es absolutamente necesario para tu bien.
- No hablaré con otras personas sobre este incidente.
- No permitiré que este incidente se interponga entre nosotros ni ponga obstáculos en nuestra relación personal.
- Cómo perdonamos, basado en Lucas 17:
- Inmediatamente (Lucas 17:3).
- Repetidamente (Lucas 17:4).
- Qué no es el perdón:
- El perdón no es un sentimiento, sino una acción activa.
- El perdón no es olvidar, sino activamente escoger no recordar.
- El perdón no es excusar las consecuencias, sino confiar en la justicia de Cristo.
- Los 7 elementos de la confesión (ver Mt. 7:3–5; 1 Juan 1:8–9; Pr 28:13):
- Diríjase a todos los afectados tanto directos como indirectos.
- Evite las expresiones “si”, “pero” y “tal vez”. El uso de estas palabras cambian la culpa o anulan la disculpa. “Si no lo hubieras hecho…” “Yo dije __, pero tú…”
- Reconozca específicamente lo que hizo mal. Cuanto más específica sea la disculpa, más auténtica será ya que muestra que entiende el mal que ha hecho.
- Reconozca cuánto ha lastimado a otros. Es importante mostrar empatía y compasión, diciendo: “Mis palabras deben haberte hecho sentir menospreciado… avergonzado… o enfurecido”.
- Acepte las consecuencias. Un “perdóname” no tiene como objetivo borrar las consecuencias.
- Cambie su comportamiento.
- Pida perdón. Diga “¿Me perdonas?” Dando la oportunidad a la persona ofendida de procesar y responder con honestidad.
Reflexión de C.S. Lewis sobre el perdón
Aquí les dejo7 unas palabras del viejo Jack8 extraídas de su ensayo sobre el perdón. Lo pueden encontrar en el libro “El perdón y otros ensayos cristianos” publicado por Editorial Andrés Bello.
Disfruten y déjense humillar por palabras tan simples y, al mismo tiempo, potentes:
“En la iglesia (y en otras partes), afirmamos muchas cosas sin pensar lo que estamos diciendo. Por ejemplo, al rezar el Credo, decimos “Creo en el perdón de los pecados”. Durante muchos años, repetía esas palabras sin preguntarme por qué motivo se encuentran en esa oración. A primera vista, no es necesario incluirlas. “Es evidente que un cristiano cree en el perdón de los pecados -pensaba yo-; se sobreentiende.” Sin embargo, al parecer los autores del Credo consideraron importante recordar este aspecto de nuestra fe cada vez que asistimos a la iglesia, y, por mi parte, he comenzado a reconocer que tenían razón. Creer en el perdón de los pecados no es tan fácil como yo pensaba. Esta creencia se debilitará con facilidad si no la reforzamos de manera permanente.
Creemos que Dios perdona nuestros pecados, pero también que no lo hará si nosotros no perdonamos a los demás cuando nos ofenden. La segunda parte de esta afirmación es indudable, porque se menciona en la Oración de Nuestro Señor. Él lo afirmó enfáticamente: si no perdonáis, no seréis perdonados. Nada es más claro en su enseñanza, y esta regla no tiene excepciones. Dios no nos pide perdonar los pecados del prójimo sólo si no son en extremo graves o cuando existen circunstancias atenuantes; debemos perdonar todas las faltas, aunque sean muy mal intencionadas, ruines y frecuentes. De lo contrario, ninguno de nuestros pecados será perdonado.
En mi opinión, con frecuencia interpretamos equivocadamente el perdón de Dios y de los hombres. En cuanto a Dios, cuando creemos pedirle perdón, a menudo deseamos otra cosa (a menos que nos hayamos observado con cuidado): en realidad, no queremos ser perdonados, sino disculpados; pero son dos cosas muy distintas. Perdonar es decir “Sí, has cometido un pecado, pero acepto tu arrepentimiento, en ningún momento utilizaré la falta en contra tuya y entre los dos todo volverá a ser como antes”. En cambio, disculpar es decir “Me doy cuenta de que no podías evitarlo o no era tu intención y en realidad no eras culpable”. Si uno no ha sido verdaderamente culpable, no hay nada que perdonar, y en este sentido disculpar es en cierto modo lo contrario.
Sin duda, entre Dios y el hombre o entre dos personas, en muchos casos existe una combinación de ambas cosas. En realidad, lo que en un principio parecía un pecado, en parte no era culpa de nadie y se disculpa, y el resto es perdonado. Con una excusa perfecta, no necesitamos perdón; pero si una acción requiere ser perdonada, es imposible una excusa. La dificultad reside en el hecho de que al “pedir perdón a Dios” muchas veces en realidad estamos pidiéndole aceptar nuestras excusas. Este error es producto de la existencia de ciertas “circunstancias atenuantes” en la generalidad de los casos. Estamos tan deseosos de recalcar estas circunstancias ante Dios (y ante nosotros mismos) que tendemos a olvidar lo esencial, es decir, esa pequeña parte inexcusable, pero no imperdonable, gracias a Dios. En estas condiciones creemos arrepentirnos y ser perdonados, pero en realidad simplemente hemos quedado satisfechos con nuestras excusas, que en gran medida pueden ser insuficientes: todas las personas se satisfacen muy fácilmente consigo mismas.
Existen dos maneras de evitar este peligro. Por una parte, recordemos que Dios tiene presente toda excusa verdadera de mucho mejor manera que nosotros. Si en realidad existen “circunstancias atenuantes”, en ningún caso las pasará por alto. Con frecuencia, Él conoce gran cantidad de excusas en las cuales nosotros jamás hemos pensado, y al morir las almas humildes tendrán la encantadora sorpresa de descubrir que en algunas ocasiones sus pecados no habían sido tan graves como creían. Él se hará cargo de todo lo excusable. Nuestro deber consiste en darle cuenta de la parte inexcusable, del pecado. Perdemos el tiempo hablando de todo lo disculpable (según nosotros). Cuando consultamos un médico, le damos a conocer nuestras afecciones. Si tenemos un brazo quebrado, es inútil explicarle que las piernas, los ojos y la garganta están en perfecto estado. Tal vez nos equivocamos, pero si esos órganos están en buenas condiciones, el doctor se dará cuenta.
Este peligro también desaparece si de verdad creemos en el perdón de los pecados. En gran medida, el afán de presentar excusas es producto de nuestra incredulidad: pensamos que Dios no nos acogerá sin un argumento en favor nuestro; pero en esas condiciones no existe perdón. El perdón verdadero implica mirar sin rodeos el pecado, la parte inexcusable, cuando se han descartado todas las circunstancias atenuantes, verlo en todo su horror, bajeza y maldad y reconciliarse a pesar de todo con el hombre que lo ha cometido.
Eso -y nada más que eso- es el perdón, y siempre podremos recibirlo de Dios, si lo pedimos.
El perdón entre los seres humanos es en parte similar y en parte diferente. Es semejante porque tampoco consiste en disculpar, como creen muchas personas. Cuando les pedimos perdonar un engaño o un abuso, piensan que estamos sugiriendo el hecho de que en realidad no se ha cometido una falta; pero en ese caso no habría nada que perdonar. Los afectados nos dirán: “Este hombre no ha cumplido un compromiso de gran importancia”. Eso es lo que deben perdonar (no significa que vayan a creer en él cuando se comprometa nuevamente; significa que deben hacer todo lo posible por eliminar su resentimiento por completo y cualquier deseo de humillar, herir o castigar al ofensor). Existe una diferencia entre esta situación y el hecho de pedir perdón a Dios: admitimos con gran facilidad nuestras propias excusas, pero no juzgamos a los demás con el mismo criterio. Cuando hemos pecado, nos parece que las excusas podrían ser mejores (aun cuando no tenemos certeza); cuando los demás nos ofenden, consideramos excesivas las excusas (aun cuando tampoco tenemos certeza). Por consiguiente, en primer lugar debemos observar con detención si existen circunstancias atenuantes en virtud de las cuales una persona no sea tan culpable como creíamos; pero la perdonaremos aun cuando sea absolutamente culpable, y si el noventa y nueve por ciento de esa culpa aparente puede justificarse en buena forma con excusas, el problema del perdón reside en el uno por ciento restante. No hay caridad cristiana, sino mera justicia, al disculpar lo excusable. Para ser cristianos, debemos perdonar lo inexcusable, porque así procede Dios con nosotros.
Es difícil. Tal vez no es tan difícil perdonar una gran ofensa. ¿Pero cómo olvidar las provocaciones incesantes de la vida cotidiana?, ¿cómo perdonar de manera permanente a una suegra dominante, a un marido fastidioso, a una esposa regañona, a una hija egoísta o a un hijo mentiroso? A mi modo de ver, sólo es posible conseguirlo recordando nuestra situación, comprendiendo el sentido de estas palabras en nuestras oraciones de cada noche: “Perdónanos nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Sólo en estas condiciones podemos ser perdonados. Si no las aceptamos, estamos rechazando la misericordia divina. La regla no tiene excepciones y en las palabras de Dios no existe ambigüedad«.
Pregunta clave: ¿Podemos perdonar cuando el ofensor no se arrepiente?
El perdón es algo desgarrador. ¿Quién quiere perdonar al culpable que nos hirió maliciosamente? El perdón también puede ser confuso. ¿Qué debemos hacer cuando la persona que nos ha hecho daño no se arrepiente? No reconoce lo que hizo, no pide perdón y —cuando lo hace— no lo dice en serio. ¿Qué hacer entonces?
Algunos teólogos afirman que es un error perdonar a un ofensor impenitente, mientras que otros dicen que es un error no hacerlo. Repasemos los argumentos a favor de ambas opciones y veamos si podemos encontrar una solución9.
El perdón requiere arrepentimiento
En Unpacking Forgiveness [Explicando el perdón], Chris Brauns10 da cuatro razones de peso por las que no debemos perdonar a menos que el ofensor se arrepienta.
1. El perdón sin arrepentimiento no es bíblico.
Pablo nos dice que perdonemos a los demás «como también Dios los perdonó en Cristo» (Ef 4:32), y Dios exige arrepentimiento antes de perdonar. Cuando aquellos que sintieron convicción de pecado le preguntaron a Pedro qué debían hacer, les dijo: «Arrepiéntanse y sean bautizados cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados» (Hch 2:38). En última instancia, en el infierno no hay personas perdonadas.
2. El perdón sin arrepentimiento crea un riesgo moral.
Si pago la deuda moral de un ofensor impenitente, fallo en responsabilizarle, llamarlo a que rinda cuentas, y aumento las posibilidades de que vuelva a atacar. Ha aprendido que puede salirse con la suya y puede aspirar a más.
3. El perdón sin arrepentimiento no es moralmente serio.
No tiene en cuenta la ofensa. Nicholas Wolterstorff11 escribe:
Puedo estar dispuesto a perdonar a mi ofensor cuando se arrepienta. Puedo tener una disposición perdonadora hacia él. Pero me parece que dejar de tener en cuenta el mal que alguien cometió mientras se cree que él mismo sigue respaldando lo que hizo, significa que no se está tratando el hecho o a su autor con la seriedad moral requerida para el perdón; es restarle importancia en lugar de perdonar.
Justice in Love (Emory University Studies in Law and Religion (EUSLR)
Las comisiones de la verdad y la reconciliación, tanto en Ruanda como en Sudáfrica, hicieron énfasis en que no puede haber perdón sin confesión. Es peligrosamente ingenuo intentar reconciliar a las partes involucradas si los infractores no asumen lo que han hecho.
4. El perdón sin arrepentimiento degenera fácilmente en el perdón terapéutico.
Un punto de vista popular y erróneo asume que el punto del perdón es mi salud mental: «No importa si la persona ofensora se arrepiente de lo que me hizo. Perdono por mi bien, para romper las cadenas de su ofensa y recuperar el control de mi vida. La perdono para poder olvidarla y seguir adelante».
Aunque el perdón puede tener beneficios terapéuticos, perdonar solo para obtenerlos no es auténtico. Es otro movimiento defensivo vestido de piedad, destinado a apartar del camino al ofensor. Pero el perdón verdadero no es egoísta. Su objetivo es la reconciliación, busca lo mejor para la parte ofendida: su arrepentimiento y la restauración de la relación en la medida de lo posible (puede que queden algunas consecuencias).
Quienes argumentan que el perdón requiere arrepentimiento no dicen que la impenitencia del ofensor nos permite guardar rencor. Insisten en que debemos hacer el difícil trabajo interno que prepara nuestros corazones para perdonar. Debemos cultivar una actitud de perdón, ofreciendo incondicionalmente el perdón a todos los culpables. Decimos a todos los ofensores que estamos dispuestos a pagar su deuda moral si asumen lo que hicieron. Sin embargo, no les perdonamos de una vez; no decimos las palabras «te perdono» hasta que se arrepientan.
El perdón (interno) no requiere arrepentimiento
Otros teólogos se fijan en estos dos pasos del perdón —el trabajo interno del corazón y el externo apretón de manos— y recomiendan que el término «perdón» se utilice para ambas partes. Tim Keller12 los llama perdón «interno» y «externo», y David Powlison13 dice que son perdón «actitudinal» y «transaccional».
Ambos están de acuerdo en que la etiqueta «perdón» se utiliza adecuadamente para la primera etapa —la angustiosa tarea de liberar la deuda moral del ofensor en el corazón— y que esto debe ocurrir tanto si el ofensor se arrepiente como si no. Jesús oró desde la cruz: «Padre, perdónalos» (Lc 23:34), y Esteban oró por sus verdugos: «Señor, no les tomes en cuenta este pecado» (Hch 7:60), así que debemos perdonar a todos en nuestros corazones. Don Carson está de acuerdo con Keller y Powlison en principio, pero utiliza «perdón» para la primera etapa y «reconciliación» para la segunda.
El punto de vista de D.A. Carson14 sobre el perdón coincide con su comprensión de la expiación. Así como la muerte de Jesús es suficiente para todos y eficaz para los elegidos que de ese modo creen, el perdón de todos solo se aplica a quienes lo reciben y se reconcilian. Este enfoque en dos etapas es similar a la noción luterana de justificación «objetiva» y «subjetiva». Objetivamente, Dios declara al mundo inocente por la muerte de Jesús, pero subjetivamente esto debe aplicarse a cada persona mediante la fe salvadora.
Este enfoque evita los extremos de la amargura, por un lado, y de la gracia barata, por otro. No se nos permite guardar rencor; debemos perdonar interiormente toda ofensa. Pero no nos reconciliaremos ni concederemos el perdón hasta que el ofensor se arrepienta. El mundo no es demasiado oscuro: debemos perdonar siempre. Tampoco es demasiado liviano ni ligero: exigimos responsabilidad antes de la reconciliación.
Sin embargo, decir que debemos perdonar a todos de corazón plantea cuestiones importantes.
- ¿Cómo podemos perdonar a los ofensores impenitentes y evitar los peligros que Brauns señala más arriba?
- ¿No es el perdón sin arrepentimiento un intento terapéutico antibíblico que crea riesgos morales y no trata la ofensa con la seriedad moral que merece?
Un deposito del perdón
Propongo un enfoque modificado en dos fases que creo que resuelve estos problemas. En el caso de los ofensores que no se arrepienten, debemos perdonarlos pero no indultarlos o absolverlos. Esto parece extraño porque lo es. El pecado hace que las cosas sean extrañas. Los mismos pecadores que necesitan el perdón pueden estropear su arrepentimiento, entorpeciendo el camino que va de la confesión a la reconciliación. En tales casos, debemos separar los dos elementos normalmente unidos:
- El pago.
- El indulto.
Perdonar significa absolver a un delincuente pagando/absorbiendo su deuda moral.
Cuando un ofensor se arrepiente, está claro que debemos tanto pagar como absolver. Asumimos el costo moral por haber sido víctimas de un pecado y aseguramos al infractor nuestro perdón. Cuando el delincuente no se arrepiente por cualquier motivo —quizá es duro de corazón o ha muerto— debemos separar el pago de la absolución. No procedemos a absolverlo (no pasamos por alto sus ofensas) porque no se ha arrepentido, pero aún así debemos absorber el costo moral.
Robert Wynalda III sugirió que lo que hacemos es emitir un cheque moral a nombre del infractor y depositarlo en una cuenta de depósito moral, a la que podrá acceder cuando se arrepienta.
Esta solución debería satisfacer a quienes insisten con razón en que el perdón requiere arrepentimiento, porque el indulto y la absolución está condicionado a que la persona se declare en bancarrota moral. Sin arrepentimiento, no hay indulto.
Y debería satisfacer a quienes insisten con razón en que la impenitencia del ofensor no es excusa para guardar rencor, porque hacemos algo más que preparar nuestros corazones para perdonar. Hacemos algo más que estar dispuestos a pagar, con la pluma sobre la chequera moral. Escribimos el cheque. Pagamos la deuda. Ya no está en nuestras manos. Ya no es asunto nuestro.
Esta solución ofrece a los consejeros una forma práctica de ayudar a quienes luchan con la amargura. El perdón no suele ser un acto aislado, sobre todo cuando se trata de heridas profundas.
¿Qué pasaría si diéramos a los afectados chequeras físicas para que pudieran extender cheques a cuentas imaginarias, a nombre de los ofensores, por la cantidad que consideran que les han hecho daño?
De este modo, pagarían pero no indultarían todavía el costo moral de las ofensas. Evitarían tanto la amargura como la gracia barata, y tratarían tanto las ofensas como el mandato de Dios de perdonar con la seriedad moral que cada uno merece.
Una ilustración
Para ilustrarlo, pensemos en una mujer cuyo esposo la ha abandonado por otra mujer. Es comprensible que la esposa abandonada caiga en la ira, los celos y la amargura. Pero no sucumbe. Por la gracia de Cristo, ella se abre camino a través de la espesura del resentimiento, absorbe el costo de ser ofendida al escribir cheque tras cheque a nombre de su esposo, hasta que finalmente es libre. Ya no guarda rencor por la ofensa de su esposo. Deja de criticarlo delante de sus hijos. Ha pagado, pero aún no lo ha indultado y absuelto. Ha sido liberada, pero él todavía no.
La liberación de él solo llega con su arrepentimiento. Años después, el esposo infiel confiesa su pecado a su esposa con lágrimas en los ojos. Reconoce el daño hecho a ella y a sus hijos y lo repara en la medida de lo posible. Ella le dice que lo perdona. Quedan muchas consecuencias, como años perdidos, confianza quebrantada y una familia destrozada. Pero su asombrosa deuda moral queda borrada.
Un último punto, y es importante. Al extender el cheque moral, recuerda que no es nuestro dinero. No tenemos los recursos para perdonar, especialmente por ataques personales a sangre fría. Nuestro Padre no espera que fabriquemos la gracia que paga la deuda moral. Sí nos exige que recurramos a la dotación que Él nos ha proporcionado generosamente.
No somos generadores de perdón. Somos meros distribuidores, que enviamos el dinero duramente ganado con la sangre de nuestro Salvador a quienes más lo necesitan.
4 razones bíblicas para no postergar el perdón
¿Alguna vez escuchaste la frase «borrón y cuenta nueva»? Aunque puede expresar un genuino deseo de perdonar y comenzar de cero, también puede usarse solo como una excusa para no abordar el problema.
Perdonar y reconciliarnos con nuestro ofensor requiere un esfuerzo que muchas veces preferimos evitar, pretendiendo que no sucedió nada. El problema es que el daño no desaparece y es probable que se convierta en la raíz de nuevos conflictos.
Dejar los conflictos sin resolución por la falta de perdón está muy lejos de la naturaleza del evangelio y de la ética que deriva de su mensaje. Por eso deseo que, informados por la Palabra de Dios, podamos estar convencidos de que postergar el perdón ante una ofensa recibida es contrario a la voluntad de Dios.
Te invito a considerar cuatro razones bíblicas sobre por qué postergar el perdón no es coherente con el evangelio15.
1. Postergar el perdón pone en duda nuestra comprensión del evangelio
Lo primero que debemos entender como creyentes es que postergar el perdón, evitando de esa manera la oportunidad de resolver un conflicto, es opuesto al evangelio que nos salvó. El apóstol Pablo nos recuerda que de la manera en la que Cristo nos perdonó, también debemos perdonar a los demás (Col 3:13).
Cierta vez, Pedro se acercó a Jesús para preguntarle hasta cuántas veces debía perdonar a un hermano que pecaba en su contra. El Señor le contestó: «hasta setenta veces siete» (Mt 18:21-22), dando a entender que debía hacerlo todas las veces que sea necesario. Entonces Jesús continuó con una parábola sobre dos deudores (vv. 23-35): un rey perdonó una deuda enorme que tenía un siervo, pero este no pudo perdonar una deuda mucho menor que otro siervo tenía con él. Cuando el rey se enteró de la situación, se enfureció con aquel deudor por no extender la misma compasión que había recibido.
Con esta parábola, Jesús deja en claro que debemos perdonar a los demás a la luz del gran perdón que el Rey celestial nos otorgó. Si postergamos el perdón y no mostramos compasión por aquellos que nos ofenden, se hace evidente que no estamos apreciando la compasión que Dios tuvo por nosotros ante una deuda infinitamente mayor.
«Si postergamos el perdón a aquellos que nos ofenden, se hace evidente que no estamos apreciando la compasión que Dios tuvo por nosotros«
La falta de perdón hacia nuestros hermanos es ofensiva para Dios; por lo tanto, debe ser nuestra meta estar en paz con todas las personas, mientras dependa de nosotros (Ro 12:18).
2. Postergar el perdón nos afecta más que la ofensa misma
La falta de perdón nos trae mal y empeora la herida de la ofensa inicial. Para los cristianos, la falta de perdón provoca daño a nuestra comunión con Dios, pues entorpece nuestras oraciones (Mr 11:25-26). Además, la falta de perdón deja conflictos sin resolver, que luego se transforman en una raíz de amargura y de peleas futuras, entre otras consecuencias. Pero la Palabra nos exhorta a buscar la paz con todos y a no dejar que la amargura germine en nuestro corazón (cp. He 12:14-15).
Déjame ilustrar lo que digo: Imagina que vas conduciendo con tu motocicleta y tienes una caída por el mal estado de la carretera y la caída termina siendo una dolorosa herida en la pierna. La herida es profunda, por lo que deberían hacerte curaciones diarias, utilizar un vendaje y cuidar la zona lastimada para que sanara de manera correcta. Sin embargo, prefieres continuar con tu vida, pretendiendo que no había ningún problema. Luego de unos días, abres el vendaje y notas que la herida se ha infectado y luce mucho peor la herida que al inicio. Con la ayuda de un familiar utilizas un algodón para raspar la herida, hasta limpiar toda la infección. Sin lugar a dudas sera muy doloroso, pero será el inicio de la recuperación.
Sucede algo similar cuando no perdonamos y preferimos conservar la ofensa en nuestro corazón, pretendiendo que nada pasó. De esa manera las heridas no podrán sanar, sino que irán empeorando hasta que estemos infectados de resentimiento. Me gusta como lo expresa James MacDonald16:
«Retener el perdón es una manera ineficaz de castigar a otro y es destructivo para la persona que ha recibido el daño. Es como tomar el veneno de la amargura y esperar que la otra persona se muera»
(Consejería Bíblica Cristocéntrica, p. 280).
«Cristo nos dio el ejemplo y el poder para perdonar sin rencores a quienes nos hirieron«
Postergar el perdón nos daña más que la ofensa misma, principalmente porque entorpece nuestra comunión con Dios. Pero también porque permite que la amargura se instale en nuestro corazón y que el resentimiento gobierne nuestras relaciones.
3. Postergar el perdón implica olvidar que Dios tomó la iniciativa para perdonarnos
La mayoría de las veces, nuestro orgullo no nos permite perdonar a nuestros ofensores y resolver los conflictos. Sin embargo, nuestra falta de disposición para buscar el perdón contrasta mucho con la actitud que Dios mostró con el mundo rebelde.
La humanidad ofendió a Dios con su pecado y le dio la espalda. Nadie busca a Dios, nadie hace lo bueno ante Sus ojos, nadie puede alcanzar Sus demandas de justicia (Ro 3:9-18). Todos están destituidos de la gloria de Dios, separados de Él (v. 23). La relación entre Dios y nosotros estaba rota por culpa de nuestro pecado. Pero Dios, siendo la parte inocente y ofendida, decidió tomar la iniciativa en la reconciliación con Su pueblo, venciendo toda barrera, incluso la de nuestra propia oposición (cp. Fil 2:5-8).
Fue así que el Dios todopoderoso, con el fin de preservar Su justicia intachable y mostrar Su amor incomparable, envió a Jesús a morir en la cruz para tomar nuestro lugar y pagar nuestra deuda de pecado (cp. Jn 3:16). No existía ninguna otra forma en que pudiéramos alcanzar el perdón de Dios y resolver el peor problema de nuestra existencia, así que Dios estuvo dispuesto a pagar el costo de la reconciliación.
A la luz de esta verdad, nosotros también debemos tomar la iniciativa de buscar el perdón y resolver los conflictos interpersonales, aún cuando seamos la parte ofendida.
4. Postergar el perdón implica negar que el evangelio nos fortalece para perdonar
En medio del dolor por la ofensa recibida debemos recordar que, a pesar de nuestra rebeldía, Dios tomó la iniciativa y perdonó nuestros pecados en Cristo. De esta manera, no solo nos dio el ejemplo, sino que a través de Su Espíritu nos da el poder para perdonar sin rencores a quienes nos hirieron. A la luz del evangelio, no podemos postergar el perdón a los demás y mucho menos a nuestros hermanos en la fe.
Entender el evangelio y profundizar en el significado de la cruz nos dará la fortaleza para perdonar a aquellos que pecaron contra nosotros. El corazón que recibió un perdón tan grande no dará lugar al resentimiento y tendrá al perdón como primera opción.
El daño de una ofensa puede causar mucho dolor y entorpecer nuestra relación con nuestros hermanos, a tal punto que prefiramos evitar las conversaciones incómodas y postergar la resolución del conflicto. Sin embargo, a la luz del evangelio y en la medida en que la otra persona te lo permita, te animo a que puedas tener la iniciativa para buscar el perdón, la reconciliación y resolver los problemas (cp. Fil 2:5-8).
«Entender el evangelio y profundizar en el significado de la cruz nos dará la fortaleza para perdonar a aquellos que nos ofenden«
Con todo esto en mente, quiero animarte a practicar el perdón sin dilaciones ni resentimientos. No será fácil, seguramente la ofensa que te hicieron dejó una herida profunda, pero podemos perdonar a otros de manera sincera porque Cristo nos perdonó primero (Col 3:13). Así que la próxima vez que quieras usar una frase como «borrón y cuenta nueva» para no abordar un conflicto y postergar el perdón a otra persona, recuerda a Cristo y toma la iniciativa para la reconciliación.
Posibles causas y síntomas
Causas
- Pecado en contra nuestra y pecado en contra de otros.
- Pecado en contra de Dios.
Manifestaciones
- La Biblia muestra que una persona que perdona bíblicamente:
- Tiene paz y es pacificadora.
- Muestra valentía en la adversidad (Hechos 7:60).
- Muestra que entiende su pecado (Mateo 6:14–15).
- Muestra el evangelio (Mateo 6:12; Lucas 15:20–24).
- Es paciente y humilde (Mateo 18:21–22).
- Busca imitar a Dios (Ef 5:1–2).
- Entiende el amor bíblico (1Co 13:5; 1Pe 4:8).
- Las consecuencias de no perdonar se manifiestan en forma de:
- Amargura.
- Arrogancia.
- Violencia.
- Impaciencia.
- Falta de gozo.
- Otros tipos de pecado.
- No entender el evangelio (perdición).
- Ver Mateo 18:28–30; Efesios 4:31–32.
Lo que la Psicología y consejería Cristiana dice:
Definición
Perdonar es renunciar al cobro de una deuda, a la venganza, o a guardar rencor por una ofensa recibida17.
Características
- La psicología plantea que el acto de perdonar es sumamente terapéutico si incluye no solo la renuncia a ejecutar un acto de venganza hacia el ofensor, sino también la iniciativa de realizar un bien en su favor.
- La razón parte de la premisa de que cuanto más se intente evitar pensar en algo, más se afianzan estos pensamientos en la mente. Dicho de otra manera: cuanto más se intente no repasar mentalmente las ofensas recibidas, más intensa y frecuentemente aparecerán en el pensamiento.
- Por lo tanto, será necesario ejecutar una acción, mental o conductual, a favor del ofensor para debilitar los pensamientos negativos.
- De esta manera, se irán modificando, no solo las acciones externas contra el ofensor, sino también las internas, es decir, los sentimientos.
- Desde esta perspectiva, el perdón es una decisión deliberada y consciente que afecta de manera secundaria a las emociones.
- Cuando alguien se niega a perdonar, suele repasar una y otra vez, mental o verbalmente, el daño y la injusticia que le han hecho. Esto genera que la herida se abra permanentemente y nunca se sane.
- Desde la psicología, la importancia de perdonar está centrada en el bienestar personal del ofendido. A diferencia de esto, el eje central del perdón bíblico es glorificar y obedecer a Dios, quien otorgó amplio perdón a los pecadores.
Los modelos y teorías del perdón se han derivado de cuatro maneras diferentes (McCullough18 y Worthington19, 1994a): de teorías psicológicas existentes; tareas y procesos; etapas de desarrollo moral; y tipologías descriptivas.
Teorías psicológicas. Las teorías psicológicas hacen uso de la psicodinámica general, particularmente de la situación terapéutica, para conceptualizar el proceso de perdonar. Patton (1985) ofrece un ejemplo pastoral en términos de vergüenza, ira, poder y sus diversos despliegues defensivos.
Advierte contra los clientes que utilizan el perdón para autojustificarse y argumenta además que el perdón no puede ser un acto o una actitud, sino algo de lo que el paciente se da cuenta después de que haya transcurrido el tiempo suficiente. Durante este tiempo, otras experiencias terapéuticas han proporcionado indirectamente la postura, la curación y las habilidades cognitivas superiores del ego necesarias para permitir el perdón.
La siguiente es una lista parcial de las capacidades de procesamiento cognitivo implicadas en el perdón:
- La capacidad de empatizar y abandonar la propia posición egocéntrica. Esto implica un descubrimiento de la semejanza o similitud y el respeto por la persona del otro.
- Aprecio por el yo y crecimiento de la estructura del yo al margen del otro.
- Una teoría de los motivos.
- Discriminación de los límites entre las partes.
- Una comprensión de las vulnerabilidades de ambas partes.
- Conciencia de la reexperimentación de ciertas emociones difíciles para el desarrollo.
- Capacidad para tolerar y aclarar las contradicciones emocionales, (es decir, ambivalencia, confusión, contradicciones lógicas).
- Aceptación de las limitaciones propias y ajenas.
El crecimiento de estas habilidades del yo requiere una relación terapéutica, visión y tiempo para un trabajo efectivo. Ejemplos de otros modelos psicodinámicos son Lapsley (1966), Smith (1981) y Brandsma (1982).
Tareas y procesos
Enright y sus colegas han identificado 20 subprocesos implicados en el perdón interpersonal (Gassin & Enright, 1995). El suyo es el ejemplo más diferenciado de una iteración de tareas y procesos (véase el cuadro 1). Enfatizan que no se trata de un modelo de pasos fijos, sino que puede ser generalmente secuencial, uno del que varios individuos tomarán diferentes puntos de partida y partes, dependiendo de sus asuntos particulares. Los primeros pasos deben ser alguna variación de los siguientes
- La conciencia del dolor emocional.
- Una decisión de perdonar entendida como un proceso.
- Un compromiso para trabajar los pensamientos, sentimientos y comportamientos según corresponda.
Sigue una concatenación individualizada de las diversas tareas y procesos hasta que se experimenta una liberación de la mayor parte, si no de toda, la emoción y el pensamiento negativos dirigidos al agresor. Particularmente mencionado por la mayoría de los teóricos es la operación de la empatía y el altruismo como un proceso subyacente al perdón.
Etapas del desarrollo moral
El tercer tipo de modelo es análogo al del desarrollo moral, generalmente basado en el modelo de seis etapas de Lawrence Kohlberg sobre estrategias cognitivas de justicia (Kohlberg, 1976; Enright et al., 1991; McCullough & Worthington, 1994b). También se toma de esta área de investigación la diferencia de género entre los valores masculinos y femeninos (es decir, el perdón es visto como algo femenino y misericordioso, que enfatiza el amor sacrificial y la restauración de las relaciones en lugar del interés propio masculino o la justicia del «ojo por ojo»).
Estos modelos hacen hincapié en el desarrollo cognitivo de la capacidad de la persona para aprehender y utilizar estrategias morales superiores. La capacidad de las personas para perdonar estará condicionada por su nivel de desarrollo en cuanto a cómo procesan los dilemas morales y los principios cognitivos que han asimilado previamente. En esta literatura, lo ideal es que las intervenciones y las expectativas se realicen al nivel de la etapa de desarrollo actual del cliente o ligeramente por delante. De lo contrario, se parte de la hipótesis de que la persona es incapaz de asimilar la intervención.
Sin embargo, dadas las distorsiones posibles con el perdón, muchos piensan que el verdadero perdón no puede obtenerse hasta que la persona haya alcanzado la madurez; es decir, tener cierta comprensión de los conceptos de la etapa 6 de Kohlberg (Enright et al., 1991; McCullough y Worthington, 1994b). Además, los mejores resultados probablemente se obtendrán cuando tanto el terapeuta como el cliente valoren altamente el perdón.
Tipologías descriptivas
Las tipologías del perdón categorizan fenómenos basados en características descriptivas críticas que los diferencian. Sus conceptos usualmente no están anclados en una teoría y tienen poco valor predictivo o explicativo, pero pueden ser útiles en el entorno de la consejería. Algunas de las tipologías propuestas y que reciben apoyo son el rol expeditivo en contraste con el rol esperado y posteriormente intrínseco (Trainer, 1981); otra que discrimina por grado es el desapego en contraste con el perdón limitado y pleno (Nelson, 1992).
En su revisión de la literatura científica sobre el perdón, McCullough y Worthington (1994) encontraron un puñado de estudios que apoyan los beneficios positivos de perdonar en las áreas de dolor crónico, problemas cardiovasculares, reducción del comportamiento violento y una relación positiva general con la salud física. Enumeraron varias variables que son importantes a la hora de considerar si un cliente será capaz de perdonar y en qué medida, como el trastorno mental, la edad, el desarrollo moral, la religiosidad, la gravedad del daño, el estilo defensivo, el trastorno de personalidad y el trastorno disociativo.
Proponen cinco elementos proporcionados por el terapeuta que subyacen a todas las intervenciones terapéuticas relativas al perdón:
- Fomentar la consideración positiva incondicional para explorar heridas y sentimientos.
- Reenfocar la atención lejos de las emociones negativas reencuadrando o viendo desde un contexto más amplio o una perspectiva diferente.
- Fomentar la empatía hacia el agresor.
- Centrarse en el autoperdón.
- Hablar de reconciliación.
El crecimiento de la literatura conceptual y científica ha aportado mucho a la pragmática del asesoramiento y la psicoterapia. Las diferencias que surgen entre los que practican terapias de base religiosa y los que practican terapias de base secular son notables ahora en esta interfaz.
La Tabla 2 muestra algunas de las diferencias filosóficas y técnicas que existen entre un enfoque cristiano y una orientación secular. Se podría escribir mucho sobre estas distinciones, incluido su grado de separación y utilidad. Baste señalar que varios autores del campo adoptan posturas diferentes, aunque implícitas, sobre estas distinciones.
El grado de religiosidad personal de los terapeutas seculares tiene una influencia mínima en el uso del contenido del perdón en la terapia (DiBlasio & Benda, 1991), probablemente porque no se les enseñó tal cosa en sus programas de formación. Por el contrario, entre el 6% y el 23% de las sesiones de terapia explícitamente cristiana incluyen contenido de perdón (Worthington, DuPont, Berry y Duncan, 1988).
Hay muchas trampas clínicas en el uso del concepto de perdón. Las preguntas clínicas siguen siendo: ¿cuán explícitamente debe un terapeuta alentar a los clientes a perdonar, y si es así, de qué formas y en qué momento?
El consenso es que cuando hay un daño grave, no se debe alentar el perdón temprano. Esto se debe al dolor que despierta, a la tendencia a minimizar la brutalidad y a la falta de recursos del ego; así, el perdón puede exacerbar inadvertidamente los sentimientos de baja autoestima. Un trauma debe ser resuelto y el ego fortalecido antes de que el perdón pueda ser considerado, o será usado defensivamente (autojustificadamente) o tomará una pseudo forma. Del mismo modo, perdonar por sentido del deber o por miedo a las represalias conduce más tarde a un aumento de las emociones negativas.
Los consejeros deben ser sensibles a ser persuasivos en lugar de engatusar a los clientes para que perdonen. En muchos sentidos, una analogía con una planta parecería indicada como estrategia: el terapeuta planta la semilla, riega y abona a intervalos irregulares mientras atiende otros asuntos, y luego queda gratamente sorprendido por las nuevas flores que florecen cuando se encuentra el perdón. Esta analogía no se sostiene, sin embargo, en intervenciones francamente psicoeducativas en las que varios aspectos del perdón se abordan explícitamente en cada una de varias sesiones estructuradas y limitadas en el tiempo. Las diferencias entre estos enfoques requieren un mayor estudio en términos de resultados.
Queda mucho trabajo conceptual por hacer. Algunas cuestiones primarias implican una mejor vinculación de los modelos con las técnicas, la identificación de pseudoformas de perdón, la correlación de los aspectos intrapsíquicos e interpersonales, y el desarrollo de una comprensión más rica de lo que significa (y cómo) perdonarse a uno mismo. El diagnóstico de la personalidad también puede ser crucial; es decir, el perdón puede carecer de sentido con personalidades antisociales y puede ser contraproducente con personalidades dependientes que necesitan aprender a expresar su ira y no cumplir con las prescripciones de sus terapeutas.
La explosión de literatura e interés sobre el tema del perdón ha sido gratificante y productiva. Es necesario hacer más en varios frentes. Sin embargo, este es un concepto propedéutico e instructivo, un modelo a seguir por otros, y uno que puede mostrar la sólida superioridad de una orientación explícitamente cristiana tanto en el concepto como en la terapéutica.
Tabla 1
Procesos implicados en el perdón interpersonal (de Gassin & Enright, 1995)
| 1. Examen de las defensas psicológicas. |
| 2. Confrontación de la ira para liberarla, no albergarla. |
| 3. Admisión de la vergüenza, cuando sea apropiado. |
| 4. Conciencia de la catexis. |
| 5. Conciencia del ensayo cognitivo de la ofensa. |
| 6. Toma de conciencia de que el yo puede sufrir un cambio permanente y negativo a causa de la ofensa. |
| 7. Comprensión de que la parte lesionada puede estar comparándose a sí misma con el agresor. |
| 8. Comprensión de una posible alteración de la visión del «mundo justo». |
| 9. Cambio de actitud/conversión/nueva percepción de que las viejas estrategias de resolución no funcionan. |
| 10. La voluntad de explorar el perdón como una opción. |
| 11. Compromiso de perdonar al agresor. |
| 12. Reencuadrar (a través de la asunción de roles) al malhechor viéndolo en su contexto. |
| 13. Empatía hacia el agresor. |
| 14. Conciencia de compasión hacia el infractor. |
| 15. Comprensión de que uno mismo ha necesitado el perdón de los demás en el pasado. |
| 16. Aceptación o absorción del dolor. |
| 17. Encontrar sentido al sufrimiento y al proceso de perdón. |
| 18. Comprensión de que el yo puede tener un nuevo propósito debido a lo sucedido. |
| 19. Consciencia de una disminución del afecto negativo y, quizás, un aumento del afecto positivo hacia el agresor. |
| 20. Consciencia de liberación emocional interna. |
Tabla 2
Énfasis secular frente a énfasis espiritual en el perdón
| Secular | Concepto | Espiritual |
|---|---|---|
| Fenómenos psicológicos desde la teoría de la psicología científica basada en datos empíricos | Definición de concepto | Los fenómenos espirituales desde la filosofía religiosa basada en la revelación |
| Definido por la parte ofendida | Definición de delito | Definido por la ley moral |
| Ofensa por ignorancia | Motivación ofensiva | Ofensa por el pecado |
| Ayudarse a sí mismo | Motivación para perdonar | Seguir el imperativo y el modelo de Dios: – Hacer avanzar el reino – Emular a Cristo – Un conducto para comunicarse con Dios – Mecanismo de salvación, es decir, eliminación de un obstáculo a la actividad de Dios. |
| Los humanos estamos orientados al placer, no a la deficiencia | Visión de la humanidad | Los humanos somos criaturas espirituales, imperfectas, con un lado oscuro |
| Individual | Focos | Volver a hacer posible la comunidad, la interconexión y la unidad |
| Neutralidad emocional | Objetivo | Reconciliación, ágape |
| Variable de sentido: una lección, encontrar un nuevo propósito | Sufrimiento | El sufrimiento tiene sentido: refuerza la fe, la disciplina y aumenta los beneficios para los demás |
| Afrontar el dolor emocional de forma pragmática | Dolor | Absorbe el dolor: un regalo de abnegación |
| Valor, fuerza e integridad personales | Necesario | Gracia y fe necesarias |
| Estrategia de resolución de problemas con muchas técnicas | Técnica de tratamiento | Técnica necesaria pero tienen meta significados, parte de un propósito mayor orientado a la virtud religiosa Se fomenta el uso de símbolos religiosos |
| Procesos psicológicos difíciles | Marco | Guerra espiritual |
| La expresión del amor como valor actitudinal | ||
| Psicopatología | Infractor | Compañero pecador |
| Aceptación | Afectar al resultado | Compasión |
| Relaciones personales, procesos intrapsíquicos, somatización | Efectos | En última instancia, en relación con Dios |
✦ Bibliografía:
J. M. Brandsma, «Forgiveness», ed., David G. Benner y Peter C. Hill. David G. Benner y Peter C. Hill, Baker encyclopedia of psychology & counseling, Baker reference library (Grand Rapids, MI: Baker Books, 1999), 468-470.
Kike Torres y Marcelo Muñoz, Base de datos de la Guía de Consejería, ed. Sonia Martínez y Tony Segar (Bellingham, WA: Editorial Tesoro Bíblico, 2020).
T. Longman III, J. C. Wilhoit, y L. Ryken, eds., «PERDÓN», trans. Rubén Gómez Pons, Gran Diccionario Enciclopédico de Imágenes & Símbolos de la Biblia (Barcelona, España: Editorial CLIE, 2015), 910.
¿Qué es el perdón según la Biblia? 25 Enero, 2024 | Catherine Scheraldi
4 razones bíblicas para no postergar el perdón 15 Agosto, 2023 | David del Castillo
¿Podemos perdonar cuando el ofensor no se arrepiente? 13 Agosto, 2024 | Mike Wittmer
- Clive Staples Lewis (pronunciado en inglés: /klaiv steɪplz ‘lu:ɪs/, Belfast, Irlanda del Norte, 29 de noviembre de 1898-Oxford, Inglaterra, 22 de noviembre de 1963), popularmente conocido como C. S. Lewis, fue un apologista cristiano anglicano, medievalista, y escritor británico, reconocido por sus obras de ficción, especialmente por su saga Las crónicas de Narnia. También fue crítico literario, académico de la universidad de Oxford en el Magdalen College y locutor de radio norirlandés. Lewis escribió novelas como Cartas del diablo a su sobrino y la Trilogía cósmica con temáticas apologéticas cristianas, y ensayos apologéticos (mayormente en forma de libro) como Mero Cristianismo, Los milagros y El problema del dolor, entre otros.
Lewis fue un amigo cercano de J. R. R. Tolkien, el autor de El Señor de los Anillos. Ambos autores fueron prominentes figuras de la facultad de inglés de la Universidad de Oxford y miembros activos del grupo literario informal de Oxford conocido como los «Inklings«. De acuerdo a sus memorias denominadas Sorprendido por la alegría, Lewis fue bautizado en la Iglesia de Irlanda cuando nació, pero durante su adolescencia se alejó de su fe y se definió como ateo. Debido a la influencia de Tolkien y otros amigos, cuando tenía cerca de 30 años, Lewis se reconvirtió al cristianismo, siendo «un seglar muy común de la Iglesia de Inglaterra«. Su conversión tuvo un profundo efecto en sus obras, y sus transmisiones radiofónicas en tiempo de guerra sobre temas relacionados con el cristianismo fueron ampliamente aclamadas.
En 1956 contrajo matrimonio con la escritora estadounidense Joy Gresham, 17 años menor que él, que falleció cuatro años después a causa de un cáncer óseo, a la edad de 45 años. Lewis murió tres años después de su esposa, en 1963, debido a una insuficiencia renal.
Las obras de Lewis han sido traducidas a más de 30 idiomas, y ha vendido millones de copias a través de los años. Los libros que componen Las crónicas de Narnia han sido los más vendidos y se han popularizado en el teatro, la televisión y el cine. Ejemplos de ello incluyen la serie de televisión de la BBC en 1988, la adaptación al cine de El león, la bruja y el armario en 2005, El príncipe Caspian en 2008, y La Travesía del Viajero del Alba en 2010. El éxito de estas últimas producciones ha llevado a iniciar los proyectos de adaptación de La Silla de Plata, y Cartas del diablo a su sobrino.23 ↩︎ - John Fullerton MacArthur Jr. (Los Ángeles, California; 19 de junio de 1939) es un teólogo, pastor y autor estadounidense, conocido por su programa de radio de enseñanza cristiana, sindicado internacionalmente, Grace to You (Gracia a Vosotros). Es el pastor y maestro de la Grace Community Church en Sun Valley, California desde el 9 de febrero de 1969 y actualmente es también el presidente de The Master’s University en Newhall, California y de The Master’s Seminary en Los Ángeles.
Teológicamente, MacArthur es considerado un calvinista, y un fuerte defensor de la predicación expositiva. Ha sido reconocido por Christianity Today como uno de los predicadores más influyentes de su tiempo, y ha sido un invitado frecuente en el programa Larry King Live como representativo de una perspectiva cristiana evangélica. Ha escrito o editado más de 150 libros, de los que se puede destacar la Biblia de Estudio MacArthur, del que se han vendido más de 1 millón de copias y recibió un Gold Medallion Book Award. También es autor de otros best-sellers como el Comentario MacArthur del Nuevo Testamento o Doce Hombres: Comunes y Corrientes. ↩︎ - Extraído del sermón, Aprendiendo a perdonar, 1ª Pte. https://www.gracia.org/library/sermons-library/GAV-2333/aprendiendo-a-perdonar-1%C2%AA-pte ↩︎
- Watson, Thomas (m. hacia 1686). Ministro y escritor puritano. Educado en el Emmanuel College, Cambridge (llamado por C. H. Spurgeon «la madre lactante de los gigantes divinos evangélicos»), fue conocido allí como un estudiante muy diligente. En 1646 fue nombrado rector de St. Stephen’s, Walbrook, Londres, donde combinó una considerable erudición con la predicación popular. Un obispo anglicano que le escuchó allí pidió una vez una copia de una oración que Watson había pronunciado y se mostró incrédulo cuando le dijeron que era extemporánea. Su mandato en St. Stephen terminó con la expulsión por inconformismo en virtud de la Ley de Uniformidad de 1662. Fue un hecho irónico, ya que Watson había seguido siendo monárquico bajo Cromwell y su hijo, fue encarcelado brevemente por ello y había apoyado activamente la restauración de la monarquía en 1660.
Durante varios años Watson ejerció su ministerio en secreto, hasta que la relajación de la legislación represiva permitió a los no conformistas celebrar cultos públicos en sus propios lugares de reunión, en uno de los cuales Watson fue durante un tiempo co-pastor con Stephen Charnock. Los detalles sobre la vida de Watson suelen ser escasos; parece que se retiró a Essex hacia 1680. Escritor prolífico, se le recuerda principalmente por su Body of Practical Divinity, publicado póstumamente en 1692. Compuesta por 176 sermones, esta obra seguía siendo muy apreciada, sobre todo entre la gente corriente del siglo XIX, probablemente por su presentación lúcida y sucinta del material. Spurgeon, a pesar de discrepar con Watson sobre el bautismo de niños, describe su obra como «una feliz unión de sana doctrina, experiencia que escruta el corazón y sabiduría práctica.» ↩︎ - Para un desarrollo sistemático Bíblico de esta declaración de Thomas Watson del perdón, ver artículo de TGC por Catherine Scheraldi de Núñez: ¿Qué es el perdón según la Biblia? ↩︎
- Para mayor información ver artículo de J. M. Brandsma, «Forgiveness», ed., David G. Benner y Peter C. Hill. David G. Benner y Peter C. Hill, Baker encyclopedia of psychology & counseling, Baker reference library (Grand Rapids, MI: Baker Books, 1999), 469. ↩︎
- Estraído de: https://jonathanmunozv.wordpress.com/2014/03/11/c-s-lewis-y-el-perdon/ ↩︎
- Las iniciales de C.S. Lewis significan Clives Staples, pero durante la mayor parte de su vida Lewis se llamó Jack. Devin Brown explica.
«Aunque nació y fue bautizado como Clive, a Lewis pronto le disgustó el nombre que le habían puesto sus padres. Alrededor de los cuatro años, se dirigió a su madre y, señalándose a sí mismo, declaró que a partir de entonces le llamarían «Jacksie». Este nombre, más tarde acortado a Jacks y luego a Jack, se convirtió en el único nombre al que respondería. En su libro Jack’s Life (La vida de Jack), Douglas Gresham, hijastro de Lewis, explica por qué Lewis eligió este nombre: «En realidad, eligió el nombre de Jacksie por un perrito al que le tenía cariño. Fue atropellado (probablemente por un caballo y un carro, ya que casi no había coches en la época y el lugar en que él era un niño), y Jack, como se le conoció más tarde, simplemente tomó el nombre para sí mismo» ↩︎ - Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Eduardo Fergusson. ↩︎
- Chris Brauns es el pastor de The Red Brick Church en Stillman Valley, Illinois. Es autor de Unpacking Forgiveness: Biblical Answers for Complex Questions and Deep Wounds, Bound Together: How We Are Tied to Others in Good and Bad Choices, y When the Word Leads Your Pastoral Search: Principios y prácticas bíblicas para guiar tu búsqueda. Chris escribe un blog en A Brick in the Valley. ↩︎
- Nicholas Paul Wolterstorff (21 de enero de 1932) es un filósofo y teólogo estadounidense. Actualmente es profesor emérito Noah Porter de Teología Filosófica en la Universidad de Yale. Escritor prolífico con amplios intereses filosóficos y teológicos, ha escrito libros sobre estética, epistemología, filosofía política, filosofía de la religión, metafísica y filosofía de la educación. En Fe y racionalidad, Wolterstorff, Alvin Plantinga y William Alston desarrollaron y ampliaron una visión de la epistemología religiosa que ha llegado a conocerse como epistemología reformada. También ayudó a fundar la revista Fe y Filosofía y la Sociedad de Filósofos Cristianos. ↩︎
- Timothy J. Keller (Allentown, Pensilvania, 23 de septiembre de 1950-Nueva York, 19 de mayo de 2023) fue un pastor, teólogo y apologeta estadounidense.
Keller fue presidente y co-fundador de Redeemer City to City, una organización que entrena pastores para servir alrededor del mundo. Fue el pastor fundador de Redeemer Presbyterian Church en la ciudad de Nueva York, y fue el autor de varios libros incluidos dentro de los más vendidos según The New York Times: El Dios pródigo: el redescubrimiento de la esencia de la fe cristiana (2015), La oración: experimentando asombro e intimidad con Dios (2017) y ¿Es razonable creer en Dios?: convicción, en tiempos de escepticismo (2017). La precuela para este último libro también fue escrita por Keller, y se titula Una fe lógica: argumentos razonables para creer en Dios (2017). ↩︎ - David Powlison (1949 – 2019) sirvió como director ejecutivo de la CCEF (Fundación de Consejería y Educación Cristiana) y miembro del Consejo de The Gospel Coalition. Es autor de numerosos libros, incluidos Good and Angry. Él y su esposa, Nan, tuvieron tres hijos. ↩︎
- Donald Arthur Carson (Montreal, Canadá, 21 de diciembre de 1946) es un teólogo, predicador, misionero, escritor y erudito bíblico Canadiense-estadounidense conocido por ser profesor emérito de Nuevo Testamento en Trinity Evangelical Divinity School y cofundador de Coalición por el Evangelio.
Carson ha sido descrito como «el trabajo más seminal del Nuevo Testamento por los evangélicos contemporáneos» y como «uno de los últimos grandes hombres del Renacimiento en la erudición bíblica evangélica». Ha escrito sobre una amplia gama de temas que incluyen el Nuevo Testamento , la hermenéutica , la teología bíblica , el Nuevo Testamento griego , el uso del Antiguo Testamento en el Nuevo testamento y más. ↩︎ - Extraído de: https://www.coalicionporelevangelio.org/articulo/razones-biblicas-perdon/ ↩︎
- James MacDonald (nacido el 4 de octubre de 1960) es un pastor cristiano evangélico, evangelista televisivo y autor nacido en Canadá. Fue el pastor principal de la megaiglesia Harvest Bible Chapel en Rolling Meadows, Illinois, Estados Unidos, y fue el anfitrión del antiguo ministerio de transmisión de la iglesia, Walk in the Word.
MacDonald fue despedido de Harvest Bible Chapel en 2019 después de más de 30 años como pastor principal tras las acusaciones de que había incurrido en conductas «perjudiciales para los mejores intereses de la iglesia.» ↩︎ - El perdón como concepto de interfaz entre las disciplinas de la psicología, la teología y el crecimiento espiritual ha florecido en la década de 1990. Muchos profesionales de diversas perspectivas señalan ahora explícitamente el perdón como un concepto clínico útil tanto en la psicoterapia como en el asesoramiento religioso. La clarificación conceptual ha avanzado mucho. Esto ha llevado a definiciones e intervenciones operativas, y se ha comenzado a recopilar datos empíricos. La pragmática del uso clínico del concepto se ha aclarado mucho gracias a la miríada de perspectivas. Este artículo irá de lo conceptual a lo científico, y luego a lo pragmático y clínico.
La explosión de literatura publicada sobre el perdón interpersonal incluye más de 70 libros y muchos artículos. Enright, Eastin, Golden, Sarinopoulos y Freedman (1992) han presentado un breve análisis histórico y filosófico del término, tal como se ha utilizado en el pasado y en el presente, que proporciona una excelente base conceptual. Una definición práctica puede ser la siguiente El perdón es la superación de pensamientos, sentimientos y comportamientos negativos, no negando la ofensa o el derecho a estar herido o enfadado, sino viendo al ofensor con aceptación (si no con compasión) para que el que perdona pueda sanar.
Para aclarar más los límites, veamos lo que no es este concepto. El perdón no es negación o indiferencia, perdón, reconciliación, condonación, excusa, olvido pasivo, debilidad o un juego interpersonal (para su definición y ampliación, véase Enright et al., 1991). El perdón no anula en modo alguno el delito, pero trabaja para hacerse cargo de las distorsiones causadas por los aspectos malsanos de la ira y el resentimiento para que la persona pueda alcanzar la paz mental y corporal. ↩︎ - Michael McCullough (nacido el 27 de julio de 1969) es un psicólogo y escritor estadounidense. Se doctoró por la Virginia Commonwealth University en 1995 y recibió un doctorado honoris causa por la Universidad de Lovaina (UCLouvain) en 2015. Es catedrático de Psicología en la Universidad de California en San Diego, donde dirige el Laboratorio de Evolución y Comportamiento Humano. Estudia las funciones del comportamiento humano y las emociones utilizando las herramientas conceptuales de la psicología evolutiva y la ciencia cognitiva. Ha realizado investigaciones sobre la medición del perdón, la empatía, el altruismo, los objetivos prosociales en la vida y la experiencia vital temprana. [1] Es autor de The Kindness of Strangers: How a Selfish Ape Invented a New Moral Code (Basic Books, 2020) y Beyond Revenge: The Evolution of the Forgiveness Instinct (2008, Jossey-Bass). ↩︎
- Everett L. Worthington Jr. es psicólogo clínico licenciado y profesor de psicología en la Virginia Commonwealth University (VCU) Sus intereses de investigación incluyen el perdón y otras virtudes, la religión y la espiritualidad en la práctica clínica, y el enfoque centrado en la esperanza para el asesoramiento de parejas. [Ha escrito más de 30 libros sobre temas como el perdón a los demás, el autoperdón, la fortaleza del carácter, la religión y la psicología, y la terapia de pareja, y ha publicado más de 350 artículos y capítulos académicos. Worthington ha sido citado con frecuencia como experto en sus temas de interés en la literatura científica y en los medios de comunicación. ↩︎








