Guerrero divino

Entre los muchos hilos entretejidos a lo largo del canon de los dos Testamentos, el concepto de Dios como Guerrero Divino podría plantear el mayor desafío a la fe de los fieles. La convicción de que Dios actúa como Guerrero Divino1 tanto en la esfera terrenal como en la celestial es inquebrantable en ambos Testamentos. El objetivo de este artículo es examinar el hilo conductor del Guerrero Divino desde el Pentateuco hasta el Apocalipsis.

Mientras los israelitas celebraban su libertad del ejército egipcio en la parte lejana del mar, imaginaron a Dios como un gran guerrero que luchó a su favor:

«El Señor es un guerrero; su nombre es el Señor»

Ex 15:3 NVI.

En el otro extremo del canon, la iglesia también aguarda expectante el regreso de Jesús con simbolismo militar:

«de su boca sale una espada afilada con la que herirá a las naciones»

Ap 19:15 NVI.

De hecho, Dios aparece a lo largo de la Biblia como un soldado poderoso que afirma su poder contra el mal del mundo2.

Israel y todo el Antiguo Oriente Próximo conocieron la guerra prácticamente de forma constante. Los ejércitos estaban siempre en movimiento para expandir los territorios imperiales y defenderse contra la invasión extranjera. Un guerrero era una persona poderosa, peligrosa y reconfortante a la vez, dependiendo de si atacaba o defendía. Los escritores bíblicos reconocían la soberanía de Dios sobre su historia, y conforme fueron viendo la victoria o la derrota en la guerra, vislumbraron la presencia de Dios en las categorías militares.

  1. Dios como comandante en jefe de Israel
  2. El guerrero divino a favor y en contra de Israel
  3. El guerrero divino como futuro libertador de Israel
  4. La batalla final del guerrero divino
  5. Guerrero divino en la Torá
  6. Profetas anteriores
  7. Los profetas posteriores
  8. Escritos
  9. Guerrero divino en el Nuevo Testamento
    1. Los Evangelios y los Hechos
      1. Expulsión de demonios
      2. Satanás cae como un rayo
      3. El victorioso Hijo del Hombre
    2. Epístolas paulinas
    3. Apocalipsis
  10. Conclusión
  11. Guerrero divino en la literatura judía posbíblica
    1. Apócrifos.
    2. Qumrán

Dios como comandante en jefe de Israel

Dios prometió proteger a Israel contra sus enemigos mientras permaneciese leal a él Dt 28:7. Cuando surgió la necesidad, se reveló a sí mismo en apariencia de guerrero. Una de las apariciones más dramáticas del guerrero divino tuvo lugar en la noche de la batalla de Jericó.

Cerca de la ciudad, Josué se encontró con una figura con una espada desenvainada Jos 5:13–15. Al pedírselo, se identificó como el «comandante del ejército del Señor». La respuesta de Josué, similar a la de Moisés ante la zarza ardiente, no deja lugar a duda de que el soldado no es otro que el mismo Dios. Este le da instrucciones a Josué sobre el asedio de Jericó Jos 6:2–5, prologado por la declaración: «He entregado en tu mano a Jericó» (v.2). La estrategia concluye con la destrucción de los grandiosos muros de la ciudad sin que el ejército los tocara, demostrando claramente el origen divino de esta victoria.

A lo largo del AT, Dios lucha repetidamente contra los enemigos de carne y sangre de Israel. A veces no emplea un medio aparente para alcanzar la victoria, como en el caso de Jericó; en otras ocasiones utiliza la propia naturaleza Jos 10:9–15. Otro método más incluía a los ejércitos de Israel 2 S 5:22–25. A lo largo del AT se invoca a Yavéh por su epíteto ṣebā’ōt3. Este epíteto, aunque debatido, se traduce de forma más natural como «ejércitos» o más tradicionalmente, «huestes».

No es de sorprender que figure en pasajes asociados con el tema del guerrero divino. Por ejemplo, cuando David se enfrenta a Goliat en batalla, exclama: «Vengo a ti en el nombre del Señor Todopoderoso, el Dios de los ejércitos de Israel» 1 S 17:45. Los ejércitos del Señor son humanos y también angélicos.

El símbolo principal de la presencia de Dios con el ejército fue el arca del pacto. Situada normalmente en el lugar más santo del santuario, se sacó el arca para acompañar al ejército durante los tiempos de guerra. El informe de la derrota de Jericó se centra en el arca del pacto. El desfile que rodea los muros de la ciudad se enfoca en el arca, que simboliza la presencia y el poder de Dios, causa final del desmoronamiento de la ciudad. El arca también guiaba a los israelitas mientras marchaban por el desierto hacia la Tierra Prometida. El llamado de guerra con el que comenzaban cada día de marcha indica de una forma bastante clara que la procesión de Israel hacia Canaán fue la marcha de un ejército:

¡Levántate, Señor!
Sean dispersados tus enemigos;
huyan de tu presencia los que te odian.
Nm 10:35 NVI.

Dios guerrero mesopotámico dispara su flecha encendida.

La historia de la derrota del ejército israelita a manos de los filisteos, con la consiguiente captura del arca demuestra que esta no es un talismán mágico, sino un símbolo poderoso del poder de Dios que no puede manipularse al margen de su voluntad (1 S 4:1–11). El siguiente episodio deja claro que Dios es capaz de ganar la batalla si así lo elige: los filisteos se llevan el arca en un carro a su tierra natal y Dios responde afligiendo a los israelitas con enfermedad y problemas (1 S 5:1–7:1).

El guerrero divino a favor y en contra de Israel

Cuando Dios aparece como guerrero divino en el AT, suele venir a salvar a su pueblo de sus enemigos. Esto sucede desde el momento en el que cruzaron el Mar Rojo hasta el final de la historia de Israel.

El tema del guerrero divino está estrechamente relacionado con la idea del pacto en el AT. Dios se revela como rey por medio del tratado del pacto y promote proteger a sus súbditos de la peligrosa amenaza de sus enemigos. Podemos verlo en las bendiciones que fluyen si se obedece la ley del pacto.

En Deuteronomio 28:7 Dios el rey promete que si Israel le obedece:

«El Señor vencerá a tus enemigos cuando te ataquen. ¡Saldrán a atacarte de una sola dirección, pero se dispersarán por siete!» (NVI).

Esto lo hace muchas veces en la historia de Israel, apareciendo bajo una diversidad de formas y usando diferentes medios para ganar la batalla.

Dios usa con frecuencia las fuerzas de la naturaleza, su propia creación, como armas. Al cruzar el Mar Rojo, cuando Israel se salva y Egipto es juzgado, Dios usa los vientos para volver a empujar las aguas del mar para permitir el acceso seguro de Israel hasta el otro lado y, a continuación, hace que las aguas se derrumben para matar a los egipcios. Más tarde, cuando Josué lucha contra una coalición de reyes cananitas del sur, Dios usa grandes piedras de granizo para matar al enemigo y hace que el sol se detenga en el cielo para que haya más luz del día y que puedan acabar la batalla.

Los peces del Mar Rojo se comen a soldados y caballos del Faraón.

En otras ocasiones, Dios usa a su ejército celestial para luchar contra los enemigos de Israel. Tal vez haya un indicio de esto en las guerras de David contra los filisteos, cuando Dios le da instrucciones para que espere hasta escuchar el sonido como de pies que marchan en las copas de los álamos antes de atacar. Este sonido indica que «el Señor va delante de ti» (2 S 5:22–25). La imagen gráfica del ejército celestial de Dios se presenta en 2 Reyes 6:6–23, cuando los arameos suben contra la ciudad de Dotan donde se encuentra el profeta Eliseo y sus seguidores. La ciudad indefensa y sus habitantes son presa fácil del ejército extranjero y uno de los siervos de Eliseo tiembla de miedo. Para calmarlo, el profeta ora para que Dios le muestre la realidad de la situación. En respuesta, el siervo ve al ejército arameo rodeado por los «caballos y los carros de fuego» (2 R 6:17) del ejército divino.

Pero en la mayoría de los casos, Dios usa a su gente para ganar la batalla, aunque el pueblo que ha elegido a penas esté formado por soldados experimentados o grandes ejércitos. Los dos casos más notables de esto son Gedeón y David. Dios escogió a Gedeón para que librara el territorio del intruso extranjero (Jue 6–8). Cuando sale a reunir su ejército, Dios le advierte que tiene demasiados soldados. Le da instrucciones a su líder de Guerra humano que reduzca el número de ellos, desde los treinta y dos mil originales a una pequeña fuerza de trescientos, que él utilice posteriormente para derrotar a la fuerza superior de Madián.

A nivel individual observamos el mismo principio en funcionamiento en el combate mano a mano de David y Goliat. El gigante es un mercenario, un soldado experimentado armado hasta los dientes con armas formidables. Por otra parte, David está de visita y llega tal como está cuidando el rebaño de su padre, sin armadura y tan solo con una honda (1 S 17). En esta historia no solo observamos el principio de que los grandes números son innecesarios en las batallas del guerrero divino, sino también que el armamento superior no sirve de nada.

David expresa su confianza en la capacidad de Dios, el guerrero divino, para ganar la batalla en su desafío a Goliat:

Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina, pero yo vengo contra ti en nombre del Señor de los Ejércitos Celestiales, el Dios de los ejércitos de Israel, a quien tú has desafiado. Hoy el Señor te conquistará, y yo te mataré y te cortaré la cabeza. Y luego daré los cadáveres de tus hombres a las aves y a los animales salvajes, ¡y todo el mundo sabrá que hay un Dios en Israel! Todos los que están aquí reunidos sabrán que el Señor rescata a su pueblo, pero no con espada ni con lanza. ¡Esta es la batalla del Señor, y los entregará a ustedes en nuestras manos!

La relevancia del tema del guerrero divino en estas historias es que Dios es quien gana victorias para Israel. Ellos no derrotan al enemigo por su propia fuerza o su inteligencia superior, sino porque Dios ha peleado por ellos. Como Dios mismo le expresó a Gedeón:

«Tienes demasiados guerreros contigo. Si dejo que todos ustedes peleen contra los madianitas, los israelitas se jactarán ante mí de que se salvaron con su propia fuerza»

Jue 7:2 NVI.

Dado que es Dios quien libera como guerrero divino, la única respuesta adecuada a la victoria es un salmo de alabanza. El Salmo 98, por ejemplo, se cantaba de inmediato después de la victoria. Otros ejemplos impresionantes de cánticos entonados tras la vitoria pueden encontrarse en Éxodo 15; Jueces 5 y Salmo 24.

Sin embargo, Dios también lucha en contra de Israel. El tema del guerrero divino juega un importante papel en las derrotas de Israel así como en sus victorias. En su pacto con Israel, Dios no solo promete su ayuda militar cuando su pueblo confía en él y le obedece, sino que también indica que los abandonará y hasta peleará en contra de ellos si son rebeldes. A media que fluye la victoria militar divina desde la obediencia a la ley, también la derrota le seguirá a la desobediencia:

El Señor hará que tus enemigos te derroten. ¡Tú saldrás a atacarlos de una sola dirección pero te dispersarás por siete! Serás un objeto de horror para todos los reinos de la tierra. Tus cadáveres serán alimento para las aves carroñeras y los animales salvajes, y no habrá nadie allí para espantarlos

Dt 28:25–26 NVI.

Inmediatamente después de la gran victoria sobre la poderosa ciudad de Jericó, Israel bajo el mando de Josué experimenta una devastadora derrota a manos de la diminuta ciudad de Hai, cuyo nombre significa «ruina» (Jos 7). La derrote se le atribuye a la desobediencia de uno de los miembros de la comunidad del pacto, Acán, con el resultado de que Dios no aparece como guerrero divino en favor de ellos. Israel «quebrantó el pacto» (Jos 7:11), así que Dios «no estar[ía] más con [ellos]» (Jos 7:12).

No obstante, lo más impresionante es la destrucción de Jerusalén en el momento del ataque babilonio que condujo al exilio. El libro de Lamentaciones recoge el lamento que siguió a la devastación de aquella ciudad y su templo. Los fieles demuestran la perspectiva adecuada sobre el asunto. No fueron los babilonios quienes causaron la horrible destrucción, sino más bien:

El Señor llegó a ser como enemigo, destruyó a Israel;

Destruyó todos sus palacios, derribó sus fortalezas, Y multiplicó en la hija de Judá la tristeza y el lamento

Lm 2:5 RVR1960.

A lo largo de Lamentaciones, se representa a Dios como guerrero que lucha contra su pueblo escogido y no a su favor.

El guerrero divino como futuro libertador de Israel

Aunque para muchos el exilio pareció el final de la relación entre Israel y Dios, en realidad fue tan solo un nuevo comienzo. En el 539 A.C. y por medio de un edicto de Ciro, jefe supremo persa, un pequeño remanente regresó a su tierra y finalmente reedificó el templo. No obstante, Israel no fue más que una sombra de su anterior grandeza y siguió viviendo bajo dominación extranjera.

Dios les dio a los profetas de aquella época la visión de un futuro cambiado. Sería un futuro en el que el pueblo de Dios ya no sería pisoteado. Esta visión se inauguró con el tema del guerrero divino. Dios aparecería y lucharía a favor de su pueblo para liberarlo de sus enemigos. Los ejemplos se pueden encontrar en los profetas exílicos y postexílicos Daniel y Zacarías.

En esa visión nocturna, vi que alguien con aspecto humano venía entre las nubes del cielo. Se acercó al venerable Anciano y fue llevado a su presencia, 14 y se le dio autoridad, poder y majestad. ¡Todos los pueblos, naciones y lenguas lo adoraron! ¡Su dominio es un dominio eterno, que no pasará, y su reino jamás será destruido!

Dn 7:13–14 NTV

He aquí, el día de Jehová viene, y en medio de ti serán repartidos tus despojos…

Después saldrá Jehová y peleará con aquellas naciones, como peleó en el día de la batalla… Y huiréis al valle de los montes, porque el valle de los montes llegará hasta Azal; huiréis de la manera que huisteis por causa del terremoto en los días de Uzías rey de Judá; y vendrá Jehová mi Dios, y con él todos los santos

Zac 14:1, 3, 5.

Con esta nota acaba el AT, esperando la reaparición del guerrero divino.

Jesús, el guerrero divino. El ministerio de Jesús se inicia en el desierto de Judea. Juan el Bautista anuncia su venida con palabras que evocan a los últimos profetas del AT:

Pero el que viene después de mí es más poderoso que yo, y ni siquiera merezco llevarle las sandalias. Él los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego. Tiene el rastrillo en la mano y limpiará su era, recogiendo el trigo en su granero; la paja, en cambio, la quemará con fuego que nunca se apagará»

Mt 3:11–12.

Aunque no use un simbolismo específicamente marcial, las palabras de Juan anticipan a un Mesías combativo. Por tanto, cuando Jesús empieza su ministerio sanando, realizando exorcismos y predicando las buenas nuevas, Juan se siente confundido hasta el punto de llegar a cuestionar la identidad de Jesús (Mt 11:1–19).

Jesús responde las preguntas de Juan que le hacen llegar los discípulos de este por sus actos de sanidad, exorcismos y predicación. Como demuestran los acontecimientos posteriores y el libro de Apocalipsis, Jesús pretendía mostrar con ellos su continuidad con el tema del guerrero divino, aunque el objeto de su guerra ha cambiado desde los enemigos de Dios de carne y hueso a los poderes espirituales que facultan el mal en el mundo.

Pablo pudo, pues, mirar en retrospectiva hacia la muerte, la resurrección y la ascensión de Jesucristo a la luz del simbolismo del guerrero divino. En Colosenses 2:13–15, por ejemplo, culmina con su argumento con el lenguaje del guerrero divino:

«Y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz»

Col 2:15 NVI.

El tema del guerrero divino se pone, pues, en funcionamiento en el NT para describir la victoria de Jesús sobre Satanás en la cruz.

Aunque Satanás había sido derrotado, el NT también entiende que, durante un tiempo, seguirá siendo capaz de causar gran aflicción. El periodo de tiempo entre la cruz y el regreso de Cristo es el lapso entre la batalla que aseguró la victoria suprema y la derrota final y el cese de la hostilidad.

Mientras tanto, la lucha continua, y la iglesia está llamada a guerrear contra los enemigos de Dios así como Israel fue su ejército en el AT. La diferencia es que las armas de la iglesia son espirituales y no físicas:

Una palabra final: sean fuertes en el Señor y en su gran poder. Pónganse toda la armadura de Dios para poder mantenerse firmes contra todas las estrategias del diablo. Pues no luchamos] contra enemigos de carne y hueso, sino contra gobernadores malignos y autoridades del mundo invisible, contra fuerzas poderosas de este mundo tenebroso y contra espíritus malignos de los lugares celestiales

Ef 6:10–12 NIV; cp. 6:10–20.

La batalla final del guerrero divino

Aunque Jesús derrotó a Satanás en la cruz, el NT nos informa que Jesús, el guerrero divino, volverá a aparecer en el futuro para finalizar la Victoria y liberar el cosmos de Satán y de todo el mal.

Según los escritos apocalípticos del NT, la iglesia está en la misma situación que los israelitas al final del period del AT: esperar la intervención decisiva del guerrero divino.

Jesús mismo enseñó que regresaría como guerrero. En el pretendido Pequeño Apocalipsis de Marcos 13 advierte sobre el futuro final violento de la historia cuando regrese en las «nubes». Esta referencia a la nube vehicular evoca recuerdos de Yahvéh como aquel que cabalga sobre las nubes para entrar en batalla a favor de su pueblo (Sal 68:4; Dn 7:13; Nah 1:3).

Sin embargo, es el libro de Apocalipsis el que está repleto de referencias a las batallas venideras de Jesús, el guerrero divino. El pasaje de Apocalipsis 19:11–17 está formado de un popurrí de trozos de Deuteronomio, Salmos e Isaías que describen a Yahvéh como el guerrero divino. En este pasaje, Jesús aparece sobre un caballo de guerra con la espada desenvainada. Va vestido con «una túnica bañada de sangre, y su título era «la Palabra de Dios» (Ap 19:13). Los ejércitos del cielo marchan tras él. Entonces emprende una guerra victoriosa contra «a la bestia, a los reyes de la tierra y a sus ejércitos» (Ap 19:19).

Desde Génesis a Apocalipsis nos encontramos, pues, con la imagen de Dios como guerrero. El objeto de su guerra cambia a lo largo de la historia redentora. En el AT, Dios lucha contra enemigos de carne y hueso. En el NT, Jesús dirige la iglesia en una batalla contra las fuerzas espirituales de maldad, mientras que también anticipa la guerra culminante que tiene lugar al final de la historia.

LA DESTRUCCIÓN DEL LEVIATÁN
En aquel día el Señor castigará con su espada dolorosa, grande y fuerte al Leviatán , la serpiente penetrante, incluso al Leviatán, la serpiente retorcida; y matará a la
que está en el mar… (Isaías 27: 1)
Canción recomendada sobre el Guerrero divino: YHVH varón de Guerra por Rene Gonzalez

Guerrero divino en la Torá

¿Dónde aparece por primera vez la representación de Dios como Guerrero Divino en la trama del Antiguo Testamento? Para algunos (Levenson; Cross; contra Tsumura), es cuando Dios derrota a las fuerzas del caos, en particular al mar, para establecer un mundo ordenado en la creación (Génesis 1:1-2:3; Salmos 74:12-17). Toda ambigüedad desaparece cuando avanzamos a la liberación de Israel de Egipto por parte de Dios.

Después de que Dios divide el mar, Israel cruza a salvo y las hordas egipcias se ahogan. Israel y Moisés cantan entonces: «El Señor es un guerrero; el Señor es su nombre; los carros del faraón y su ejército los ha arrojado al mar» (Éxodo 15:3-4). Algunos eruditos interpretan este acontecimiento a la luz de los antiguos mitos en los que Marduk y Baal conquistan a los peligrosos dioses del mar, Tiamat y Yam, pero Sa-Moon Kang (123-25) tiene razón al afirmar que el mar es el arma de YHWH, no su enemigo, en el Éxodo.

A medida que continúa el canto de Moisés, se desarrolla un antiguo patrón del Cercano Oriente en el que las victoriosas batallas marítimas (Día, 97-101) dan lugar a la construcción de templos («Los traerás y los plantarás en la montaña de tu herencia, el lugar, SEÑOR, que hiciste para tu morada, el santuario», Éxodo 15:17) y a la entronización como rey («El SEÑOR reina por los siglos de los siglos», 15:18). Lo que los israelitas expresan en canciones sobre el Señor como un guerrero salvador se muestra a lo largo de las narraciones en Éxodo 1-14 (Trimm). El Dios de Israel doma la creación, causa pánico y envía un destructor angelical, todo con el propósito de darse a conocer como el Señor, el guerrero salvador que lucha por su pueblo. Este momento fundacional en la historia de Israel ofrece un patrón que se repite a lo largo del Antiguo Testamento: «El Señor peleará por ti; tú solo quédate quieto» (14:14).

El énfasis en que el Señor lucha por Israel continúa en su viaje al Sinaí. Cuando los amalecitas atacan a Israel, es un ataque contra el trono del Señor (Éxodo 17:16). Moisés deja claro que el Guerrero Divino es quien concede la victoria y que el éxito contra los amalecitas, por lo tanto, aumenta y disminuye dependiendo de si los brazos de Moisés están levantados mientras sostiene el bastón de Dios (17:9-13). El patrón de intervención divina continúa en el viaje de Israel hasta el borde de la tierra prometida, donde es el Señor quien entrega Arad (Núm. 21:1-3) y Basán (21:34). Deuteronomio 33, el último cántico del Pentateuco (Miller), comienza con una visión del Señor que viene del Sinaí con su ejército (v. 2) como su rey (v. 5) y concluye ensalzándolo:

«Él es tu escudo y tu ayuda, y tu gloriosa espada. Tus enemigos se encogerán ante ti, y tú pisarás sus alturas» (33:29).

En las intervenciones salvíficas de Dios en Egipto y en el viaje al Sinaí y Canaán, el motivo del Guerrero Divino en el Pentateuco muestra que Israel debe estar preparado para confiar en que el Señor irá delante de ellos cuando tomen la tierra prometida (Deuteronomio 7:17-24). Sin embargo, se advierte a Israel que el Guerrero Divino hará la guerra contra Israel si no son fieles a las estipulaciones dadas en el Sinaí (Deuteronomio 7:26).

Profetas anteriores

La conquista de Canaán hace que Israel obtenga solo una pequeña parte de la tierra prometida: la zona centro-oriental (Jericó y la región de Hai), la zona centro-sureste (la región de Gabaón) y la zona noreste (la región de Hazor). Sin embargo, la escasez de esta adquisición no tiene nada que ver con la incapacidad de YHWH, ya que todas las victorias de Israel dependen de la intervención del Guerrero Divino (von Rad, 41-52). Después de que Dios divide el río Jordán (Josué 3) e Israel se consagra a sí mismo como el ejército santo del Señor en Gilgal (Josué 5:2-12), un ser celestial, identificado como el comandante del ejército del Señor, actúa como representante de Dios (Josué 5:13-15).

Le asegura a Josué: «He entregado a Jericó en tus manos» (Josué 6:2), y la estrategia militar para tomar Jericó apunta a la guerra del Santo. Siete sacerdotes con trompetas marchan ante el arca de la alianza, símbolo de la presencia real de Dios, en medio del ejército de Israel mientras rodean Jericó una vez al día durante los primeros seis días y siete veces el séptimo día. Mientras las trompetas suenan y el ejército grita, los muros se derrumban e Israel destruye toda la ciudad en ardiente devoción, como ḥērem, a Dios.

Cerca de allí, en Hai, después de un fracaso inicial, Israel vuelve a salir victorioso cuando Josué levanta una jabalina hacia Hai (Josué 8:18, 26). Cuando Israel lucha contra la coalición anti-Gabaón, el Señor lanza granizo sobre los enemigos de Israel (Josué 10:11) y hace que el sol se detenga para alargar el día y asegurar el éxito de Israel (Josué 10:13). El relato termina: «Ciertamente el Señor luchaba por Israel» (Josué 10:14). La campaña del norte de Israel también es un éxito porque «el Señor entregó [la coalición del norte] en manos de Israel» (Josué 11:8). Así, al igual que la liberación de Israel de Egipto depende enteramente del Guerrero Divino, también lo hace la posesión de Canaán por parte de Israel.

El conflicto asola la existencia de Israel en la tierra, pero el Guerrero Divino interviene continuamente para liberar a su pueblo, incluso en medio de la perpetua desobediencia de Israel. Como revela el ciclo de los jueces, una y otra vez Dios levanta un libertador para su pueblo. A través de Aod, el Señor entrega a Moab en manos de Israel (Jueces 3:28). Tal como profetiza Débora, el honor recae en una mujer (Jael) cuando el Señor entrega a Sísara en sus manos (Jueces 4:9, 23). Cuando los madianitas oprimen a Israel, Dios hace que Gedeón seleccione solo

Gedeon selecciona a los miembros de su ejército en función de cómo sacian su sed

trescientos soldados, causa pánico en el campamento enemigo (Jueces 7:22) y vence a los madianitas. El Espíritu de Dios incluso da poder a jueces sospechosos como Jefté (Jueces 11:29) y Sansón (Jueces 14:19; 15:14-15) para afligir a los amonitas y filisteos. El tema continúa durante la monarquía. El Espíritu da poder al rey Saúl para rescatar una ciudad israelita de los amonitas (1 Samuel 11:6).

La presencia de Dios también permite a David derrotar a los enemigos de Israel (por ejemplo, 2 Samuel 5:6-10). Durante la monarquía dividida, una de las intervenciones más dramáticas del Guerrero Divino en toda la Biblia ocurre cuando el ángel del Señor «mató a ciento ochenta y cinco mil en el campamento asirio» (2 Reyes 19:35).

En vista de este telón de fondo de los éxitos del Guerrero Divino en nombre de Israel y a través de él, destacan los fracasos de Israel en la batalla. Cuando Israel no puede tomar Hai, es debido al pecado de Acán (Josué 7). Cuando Dios vende a Israel en manos de otras naciones en Jueces, es porque han hecho el mal. Cuando los filisteos confiscan el arca, un amuleto de la suerte de los sacerdotes, e Israel cae ante ellos, esto es una acusación contra la familia de Elí (1 Samuel 4).

Finalmente, la marea se vuelve contra Israel y Judá a medida que se hunden cada vez más en el pecado y la apostasía. Asiria y luego Babilonia los llevan cautivos, y el templo es destruido. Al final de los Profetas Antiguos, el Guerrero Divino parece haber dejado de luchar en nombre de Israel; ya no poseen la tierra que el Guerrero Divino luchó por darles en Josué. Peor aún, el Guerrero Divino ahora parece estar luchando contra Israel, un punto desarrollado más explícitamente en los Profetas Posteriores.

Los profetas posteriores

Los profetas posteriores, desde Isaías hasta Malaquías, ofrecen dos perspectivas distintas sobre el motivo del Guerrero Divino. El libro de Isaías servirá de ejemplo para este corpus. En primer lugar, como se ha dicho anteriormente, los Profetas Posteriores conciben al Guerrero Divino como alguien que ahora lucha contra Israel (Longman y Reid, 48-60).

En el capítulo inicial de Isaías, Dios declara:

«¡Ay! Desahogaré mi ira sobre mis adversarios y me vengaré de mis enemigos»

Isaías 1:24.

Cuando esta línea se considera de forma aislada, no queda claro quiénes son los adversarios y enemigos del Señor. La siguiente línea aclara la ambigüedad: «Volveré mi mano contra ti» Isaías 1:25. El «tú» es Sión; la nación elegida por Dios es ahora su enemiga. Dios está luchando contra ellos, utilizando a Asiria (por ejemplo, Isaías 7:17; Isaías 10:5) y, más tarde, a Babilonia (Isaías 39:5-7; cf. Habacuc 1:6) para castigar a su pueblo por rebelarse contra él. Por espantoso que parezca que Dios utilice naciones malvadas como instrumentos para castigar a Israel, los profetas también dejan claro que el Guerrero Divino también traerá juicio sobre Babilonia (Isaías 13-14; Jeremías 50-51).

Así, los Profetas Posteriores ofrecen una perspectiva sobre la devastación de Israel y Judá a manos de las potencias mundiales: el propio Guerrero Divino está empuñando estos imperios como armas contra su propio pueblo, que ahora son sus enemigos debido a su pecado. En segundo lugar, los Profetas Posteriores son únicos en su descripción escatológica del Guerrero Divino. Dos de los pasajes más llamativos, que influyen en el Nuevo Testamento, son Isaías 59:15-20 y Isaías 63:1-6 (Abernethy, 83-102).

Ante el asombro de YHWH al ver que no hay justicia ni nadie que intervenga en relación con la justicia (Isaías 59:15-16a), toma el asunto en sus propias manos: «Su propio brazo le consiguió la salvación» (Isaías 59:16b). El «brazo» de Dios es a menudo una metáfora de su poderosa intervención en la historia, en particular en el éxodo (Éx 6:6; 15:16; Deut 4:34; Deut 5:15; 7:19; 9:29; 11:2; 26:8; Salmos 77:15).

Se engalana con armadura de guerra, con la justicia como coraza, la salvación como yelmo, la venganza como vestidura y un manto de celo (Isaías 59:17). Sorprendentemente, no se mencionan armas ofensivas; en cambio, como era común en el mundo antiguo, la atención se centra en cómo las prendas reflejan la naturaleza de la persona que las lleva (por ejemplo, Job 29:14; Salmos 109:29).

Estas prendas revelan la esencia y la motivación del Guerrero Divino. El Señor es un guerrero que detesta la injusticia, por lo que entra en la refriega con el celo de corregir todo lo que está mal («justicia») y salvar. Los «enemigos» y «adversarios» contra los que el Señor librará batalla se extienden a todo el mundo («pagará a las islas»), pero también incluyen a aquellos entre Israel que no se arrepienten (Isaías 59:18-19). Aquellos «que se arrepientan de sus pecados» experimentarán la intervención del Guerrero Divino como redención (59:20).

Isaías 63:1-6 describe al Guerrero Divino regresando de la batalla con vestiduras ensangrentadas. Como en Isaías 59:15-20, el Señor, al no encontrar a nadie que le ayude, toma el asunto en sus propias manos: «Mi propio brazo me ha traído la salvación» (Is 63:5). Logra esta salvación pisoteando a las naciones como se pisa la uva en un lagar (Is 63:3, 6). Aunque es espantoso, el Guerrero Divino nos invita a interpretar sus acciones salvíficamente: «Soy yo, que proclamo la victoria [ṣədāqâ], poderoso para salvar» (Is 63:1).

Así, Isaías 59 y 63 profetizan que el Guerrero Divino que ha actuado a través de su brazo en el éxodo para salvar a Israel actuará de nuevo de manera culminante y escatológica para juzgar el mal en todo el mundo (incluido Israel) y salvar a sus fieles siervos (incluidos los de las naciones).

Escritos

Los Escritos se relacionan con el núcleo de la Torá y los Profetas, por lo que no es sorprendente que expresen el motivo del Guerrero Divino. Dentro del Salterio, hay numerosos salmos pertinentes a nuestro tema: Salmos 18, 21, 24, 29, 46, 47, 66, 68, 76, 93, 96, 97, 98, 114, 124, 125 y 136 (Longman, 274).

Hay numerosos solapamientos entre estos salmos:

  1. Fenómenos naturales (incluidos el fuego y los relámpagos) como armas (18:9-15; 21:9; 29:7; 68:4, 8, 33; 97:2-4).
  2. Enemigos humanos de Israel como objetivos (18:14; 21:8-9; 66:3; 68:1-2, 21).
  3. Alusiones al éxodo y a la separación del mar (66:6; 114:1-3; 136:12-13).
  4. El fin de la guerra (46:9-10; 76:3).
  5. La victoria que subraya la realeza divina (24:7-10; 29:10-11; 47:2; 68:24; 97:1).
  6. Un alcance internacional (46:9-10; 66:7; 96:3; 98:3).
  7. La guerra que culmina en el santuario (68:17; 114:2).

El Guerrero Divino cuyas acciones se relatan en las narraciones históricas de Israel y cuyos juicios salvíficos se profetizan es el tema de las alabanzas de Israel mientras celebran a su rey victorioso.

    Así, a lo largo de todas las secciones del Antiguo Testamento, los autores bíblicos retratan a Dios como un Guerrero Divino. En la Torá, el Señor es un Guerrero Divino que derrota al opresor de Israel, Egipto, y, cuando Israel se dirige a la tierra prometida, a las naciones amenazantes. En los Profetas Antiguos, el Guerrero Divino continúa luchando en nombre de Israel cuando comienzan a establecerse en Canaán, pero la incesante rebelión de Israel contra el Señor culmina con el Guerrero Divino librando una guerra contra Israel y Judá a través de Asiria y Babilonia.

    Los Profetas Posteriores describen la batalla del Guerrero Divino contra su propio pueblo y miran hacia el futuro escatológico, cuando Dios vendrá con un poder militar culminante para salvar a sus fieles siervos y juzgar a los rebeldes. En los Escritos, el motivo del Guerrero Divino es más evidente en el Salterio, donde se encuentra a Israel alabando a Dios por las mismas acciones que se muestran en la Torá y los Profetas.

    Guerrero divino en el Nuevo Testamento

    El motivo del Guerrero divino en el NT se corresponde con el testimonio del AT, pero el NT enfatiza claramente las realidades espirituales y celestiales que Dios vence. Sin embargo, sería un error hacer una simple dicotomía afirmando que el Guerrero divino conquista realidades físicas como las naciones humanas en el AT, mientras que conquista realidades espirituales en el NT.

    En el Antiguo Testamento, las victorias del Señor sobre las naciones conducen a la libertad espiritual de Israel y demuestran su poder sobre los «dioses» de la época; en el Nuevo Testamento (especialmente en el Apocalipsis), las victorias de Dios incluyen su castigo a las malvadas naciones humanas, no solo a las fuerzas del mal. Así pues, los Testamentos muestran una diferencia en el énfasis del motivo del Guerrero Divino, no una dicotomía.

    Los Evangelios y los Hechos

    Los Evangelios y los Hechos presentan a Jesús como el Guerrero Divino que ha venido a vencer a la muerte, a Satanás y a los demonios.

    Expulsión de demonios

    Así como Dios «expulsó» a los enemigos de Israel de Canaán (ekballō LXX; por ejemplo, Deut. 11:23; Jos. 24:18), Jesús «expulsa» a los demonios. En una ocasión, los fariseos afirman que Jesús expulsa a los demonios solo por Belcebú. Jesús argumenta que Satanás no expulsaría a Satanás. En cambio, «si es por el Espíritu de Dios que expulso a los demonios, entonces el reino de Dios ha llegado a vosotros» (Mt 12:28; cf. Mt 8:12, 16, 31).

    En otra ocasión, Jesús expulsa una legión de demonios del hombre atormentado en la región de los gadarenos (Marcos 5:1-20). Cuando entran en los cerdos y se ahogan en el mar, esto puede aludir al acontecimiento del éxodo, en el que las hordas egipcias se ahogan en el mar. En consonancia con este tema del éxodo, justo antes de este relato en Marcos, Jesús muestra su poder similar al éxodo sobre el mar cuando calma la tormenta (Marcos 4:35-41).

    Satanás cae como un rayo

    La declaración de Jesús «Vi a Satanás caer del cielo como un rayo» Lucas 10:18 coordina la guerra divina en la tierra con la guerra celestial. Jesús dice esto después de que los setenta y dos regresan e informan:

    «Hasta los demonios se nos someten en tu nombre»

    Lucas 10:17

    Algunos interpretan Lucas 10:18 como una declaración sobre la caída prehistórica de Satanás, como una referencia a la victoria de Cristo sobre Satanás en su encarnación o muerte y resurrección, o incluso como una profecía sobre la caída de Satanás al final de los tiempos. Ming Gao (100-135), sin embargo, argumenta de manera convincente que Jesús entiende que los exorcismos de sus discípulos en la tierra están en coordinación con la victoria de Dios sobre Satanás en ese momento en el lugar celestial. Además, Jesús vence a Satanás cuando resiste la tentación en el desierto.

    Así, el Guerrero Divino —Jesús— otorga autoridad a sus seguidores para contribuir a la batalla de Dios contra Satanás, donde la batalla en la tierra se corresponde con la batalla en el cielo.

    El victorioso Hijo del Hombre

    Jesús decide no recurrir a miríadas de guerreros angelicales cuando es detenido (Mateo 26:53), pero esto no significa que renuncie a su papel de Guerrero Divino. En cambio, los capítulos finales de los Evangelios ponen de manifiesto el papel de Jesús como Guerrero Divino.

    Jesús informa crípticamente al Sanedrín:

    «Desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Todopoderoso y viniendo sobre las nubes del cielo»

    Mateo 26:64.

    Aunque el hombre que tienen ante sí no parece impresionante y está destinado a una muerte vergonzosa, pronto lo verán de forma muy diferente. Será conocido como aquel de quien profetizó Daniel 7:13, aquel que recibe del Anciano de Días poder y dominio sobre todos. La inversión del estatus de Jesús se hace evidente cuando Mateo relata los signos del día escatológico del Señor en relación con la muerte de Jesús: tinieblas y terremotos (Mateo 27:45, 51; véase Johnson).

    El juicio escatológico en la muerte de Jesús no recibe la última palabra; Jesús «emerge como el Hijo de Dios triunfante» (Longman y Reid, 132) cuando las tumbas se abren de golpe, los muertos se levantan y Jesús resucita. El Guerrero Divino ha vencido a la muerte.

    Epístolas paulinas

    Las epístolas de Pablo interpretan el significado de la vida, muerte, resurrección, ascensión y segunda venida de Jesús y lo aplican a la iglesia. Retrospectivamente, Pablo declara que:

    …en la cruz Dios «desarmó a los principados y a las potestades, […] triunfando sobre ellos en la cruz»

    Colosenses 2:15.

    Estos principados y potestades son fuerzas espirituales que mantienen a las personas cautivas en un comportamiento pecaminoso y la consiguiente sentencia de muerte; tales espíritus pueden promover la idolatría y falsas concepciones sobre la vida y la religión Colosenses 2:8, Colosenses 2:11. En la cruz, sin embargo, Cristo muestra que es «jefe sobre todo poder y autoridad» Col 2:10 cuando su muerte vence el poder del pecado sobre la carne y el pecado Col 2:11, 2:13-14, y su resurrección ofrece esperanza de una nueva vida Col 2:12. Así, la cruz es donde el Guerrero Divino triunfa sobre las fuerzas y la condenación del pecado y la muerte.

    De cara al futuro, Pablo aún espera la destrucción completa de la muerte y de «todo dominio, autoridad y poder» 1 Corintios 15:24. Algunos de los corintios cuestionan la resurrección de los muertos, por lo que Pablo aclara que Cristo es el primero en obtener la victoria 1 Corintios 15:20, 1 Corintios 15:23 y que volverá para hacer realidad la victoria de su pueblo: «El último enemigo que será destruido es la muerte» 1 Corintios 15:26. Así, aunque la cruz señala un golpe decisivo a los poderes y autoridades de este mundo en la victoria de Cristo, Pablo espera la destrucción definitiva de la muerte, el dominio, las autoridades y los poderes cuando Cristo venga de nuevo.

    Entre las victorias pasadas y futuras de Cristo, Pablo espera que el pueblo de Dios participe en la misión del Guerrero Divino (Neufeld). En Isaías 59:15-20, Dios es el Guerrero Divino que se viste con atuendo de batalla. En Efesios 6, Pablo exhorta a los creyentes a ponerse la misma armadura que Dios mismo se pone en Isaías: la coraza de justicia y el yelmo de la salvación Efesios 6:14, 6:17.

    Es más, los Efesios también tienen un arma ofensiva, la «espada del Espíritu, que es la palabra de Dios» Efesios 6:17. Esta armadura es para proteger a los creyentes y permitirles luchar «contra los gobernantes, contra las autoridades, contra los poderes de este mundo oscuro y contra las fuerzas espirituales del mal en los reinos celestiales» Efesios 6:12.

    ‎El apóstol Pablo, inspirado por Dios, escribió una carta a la iglesia de Éfeso desde una cárcel romana. Los soldados romanos que custodiaban la cárcel llevaban la armadura de los legionarios del primer siglo.

    Apocalipsis

    El libro del Apocalipsis comienza anunciando que Cristo «viene con las nubes» (1:7), una declaración que recuerda a Daniel 7:13 (citado por Jesús en Mateo 26:64) cuando el Hijo del Hombre venga a establecer su dominio. Este Cristo es el que tiene ojos «como llama de fuego» (Apocalipsis 1:14) y una «espada aguda de dos filos» que sale de su boca (1:16).

    La descripción posterior más desarrollada de Cristo como Guerrero Divino en el Apocalipsis se hace eco de este capítulo inicial. En Apocalipsis 19, un jinete llamado «Fiel y Verdadero» está librando una guerra (19:11). Tiene ojos como «fuego ardiente» y una «espada afilada» que sale de su boca (19:12, 15), lo que lo identifica inequívocamente como el Cristo que se encuentra en Apocalipsis 1. Los ejércitos lo siguen, pero no van vestidos con armaduras de batalla.

    En cambio, el propio Guerrero Divino «pisa el lagar del furor de la ira de Dios Todopoderoso» (19:15; cf. 14:9-11, 19-20), que se refiere a Isaías 63. Aunque la bestia y los reyes de la tierra con sus ejércitos se preparan para luchar contra el Guerrero Divino, no hay desafío en la batalla.

    Simplemente se nos dice el resultado: la bestia y el falso profeta son arrojados al lago de fuego y los reyes y sus ejércitos son muertos por la espada de la boca de Cristo (Apocalipsis 19:19-21). Es más, el Guerrero Divino envía a Satanás y a la muerte misma al lago de fuego (20:10, 14) junto con aquellos cuyos nombres no están escritos en el libro de la vida (20:15). Aunque hay diversas opiniones sobre cómo interpretar este simbolismo a lo largo del Apocalipsis (Collins), el Apocalipsis describe a Cristo como el Guerrero Divino, el Cordero vencedor, cuya victoria sobre el mal y el juicio de los malvados en su primera y segunda venida aseguran a los fieles que su rey es mucho más grande que todos los demás.

    Conclusión

    Al rastrear el motivo del Guerrero Divino a través de los Testamentos, la unidad y diversidad del testimonio de la Biblia sobre este aspecto de Dios quedan plenamente expuestas. A lo largo de la Biblia, Dios como el Guerrero Divino es responsable de la victoria, pero las estrategias que utiliza son diversas: plagas y mar; un bastón levantado o una jabalina; marchas, el arca y trompetas; emboscadas; granizo y el sol quieto; una mujer y su estaca de tienda; jueces y reyes en Israel; el ángel de la muerte; imperios extranjeros; una palabra hablada; una cruz improbable; y una iglesia armada con la espada del Espíritu.

    A lo largo de la Biblia, los destinatarios de la ira de Dios también varían: amenazas a Israel como Egipto, Amalec, Moab, las naciones cananeas, los filisteos, Asiria y Babilonia; rebeldes contra Dios, incluidos Israel y Judá; fuerzas espirituales contra Dios, incluidos el pecado, la muerte, los demonios y Satanás; y aquellos que no están en el libro de la vida.

    La abrumadora impresión del testimonio de las Escrituras es que la iglesia puede estar segura de que el Guerrero Divino ha luchado y seguirá luchando victoriosamente contra todos los poderes que amenazan sus buenos propósitos para su pueblo liberado.

    Guerrero divino en la literatura judía posbíblica

    Apócrifos.

    Escritos para registrar otra respuesta judía a la misma crisis política que dio lugar al libro de Daniel, 1 y 2 Macabeos también ven la supervivencia de los judíos dependiente de la intervención de Dios como guerrero. En estas obras, sin embargo, el guerrero divino no es descrito como actuando solo para lograr una victoria final y apocalíptica sobre el malvado reino terrenal de Antíoco. Más bien, se entiende que Dios ordena y participa en la insurrección armada liderada por los macabeos. Las guerrillas judías, superadas en número, reconocieron, según estos relatos de la guerra, que solo el poder del cielo podía asegurar su éxito (1 Mac 3:18-22; 4:9-11, 30-33).

    En visiones en el propio campo de batalla, se dice que los macabeos vieron una caballería celestial que conducía al ejército judío a la batalla (2 Mac 10:27-31; 11:6-12; cf. 5:1-4). Así, la antigua imagen del guerrero divino se utilizó en respuesta a una nueva crisis política de formas contrastantes: en 1 y 2 Macabeos para inspirar la resistencia armada en un conflicto histórico real, en Daniel para menospreciar la resistencia humana y expresar confianza en una solución divina más allá de los límites de las instituciones humanas actuales.

    Qumrán

    Dentro de la secta religiosa separatista de Qumrán, la imagen de Dios como guerrero es particularmente prominente en el Rollo de la Guerra, donde asume una forma altamente apocalíptica. El Rollo de la Guerra describe una batalla divina contra las fuerzas de la oscuridad que erradicará el mal de una vez por todas.

    En este caso, los miembros de la secta esperan participar en la guerra final, y se incluyen instrucciones detalladas para prescribir las normas para los oficiales, el reclutamiento de soldados, la organización de ejércitos, los tipos de señales, la estrategia de batalla e incluso los himnos de victoria que se cantarán después del conflicto. En este documento apocalíptico, la expectativa de un conflicto cósmico entre el guerrero divino y el mal cósmico y terrenal se combina con la preparación para la participación humana en la batalla.

    Sin embargo, la guerra no será estrictamente histórica, como la guerra de los macabeos o las insurrecciones contra Roma, sino una inaugurada por la aparición del guerrero divino y que culminará con la fundación del gobierno divino en el mundo.

    Fuentes principales:

    Andrew T. au=Abernethy, «Divine Warrior», en Dictionary of the New Testament Use of the Old Testament, ed. G. K. Beale et al. (Grand Rapids, MI: Baker Academic: A Division of Baker Publishing Group, 2023), 193–197.

    T. Longman III, J. C. Wilhoit, y L. Ryken, eds., «DIVINO (2), GUERRERO», en Gran Diccionario Enciclopédico de Imágenes & Símbolos de la Biblia, trad. Rubén Gómez Pons (Barcelona, España: Editorial CLIE, 2015), 358–362.

    Theodore Hiebert, «Warrior, Divine», en The Anchor Yale Bible Dictionary, ed. David Noel Freedman (Nueva York: Doubleday, 1992), 879.

    Bibliografía:

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    G. von Rad, Holy War in Ancient Israel (Grand Rapids: Eerdmans, 1991 [1958]).

    Abernethy, A. T., The Book of Isaiah and God’s Kingdom, NSBT 40 (IVP Academic, 2016);

    Collins, A. Y., The Combat Myth in the Book of Revelation, HDR 9 (Edwards Brothers, 1976);

    Cross, F. M., Canaanite Myth and Hebrew Epic (Harvard University Press, 1973);

    Day, J., God’s Conflict with the Dragon and the Sea, UCOP 35 (Cambridge University Press, 1985);

    Gao, M., Heaven and Earth in Luke-Acts (Langham Partnership, 2017);

    Johnson, R. M., I See Dead People (P&R, 2019);

    Kang, S.-M., Divine War in the Old Testament and in the Ancient Near East, BZAW 177 (de Gruyter, 1989);

    Levenson, J. D., Creation and the Persistence of Evil (Princeton University Press, 1988);

    Longman, T., III, “Psalm 98: A Divine Warrior Victory Song,” JETS 27 (1984): 267–74;

    Longman, T., III, and D. G. Reid, God Is a Warrior (Zondervan, 1995);

    Miller, P. D., The Divine Warrior in Early Israel, HSM 5 (Harvard University Press, 1973);

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    Trimm, C., “YHWH Fights for Them!,” GorgBS 58 (Gorgias, 2014);

    Tsumura, D., Creation and Destruction (Eisenbrauns, 2005);

    von Rad, G., Holy War in Ancient Israel, trans. M. J. Dawn (Eerdmans, 1991).


      1. La investigación académica y la escritura en el área del motivo del guerrero divino es extensa y compleja. Muchos estudiosos atribuyen los orígenes de la investigación a los primeros trabajos de Friedrich Schwally, quien, desde finales de 1800 hasta principios de 1900, describió una imagen general del motivo tanto en la Biblia hebrea como en el Corán. Lo más notable fueron sus textos, Der Heilige Krieg im alten Israel (”The Holy War in Ancient Israel,” [1901]) y Der Heilige Krieg des Islam en religionsgeschichtlicher und staatsrechtlicher Beleuchtung (“Guerra Santa en la Religión del Islam y el Examen de la Ley”). Estos dos trabajos ayudaron a establecer los fundamentos de la investigación en el área y a solidificar la conciencia intercultural del motivo necesario para los esfuerzos escolares modernos.
        Siguiendo a Schwally, las escuelas alemanas continuaron investigando en el área de los guerreros divinos y los motivos de la guerra santa, especialmente observando la prevalencia del motivo en el corpus de la Biblia hebrea. La investigación en fuentes extrabíblicas produjo correlaciones importantes entre las primeras cananeas, mesopotámicas, e incluso las culturas egipcias. En la década de 1950, el tema ganó aún más impulso a través del trabajo de Gerhard von Rad, en su texto de actualidad, Der Heilige Krieg im alten Israel. Von Rad argumentó que los elementos centrales de la estructura religiosa de Israel, y posteriormente sus tendencias guerreras en la historia, fueron la ideología del guerrero divino y el llamado a la guerra santa. La investigación de Von Rad reorientó las discusiones académicas sobre el desarrollo social, religioso y político del antiguo Israel.
        Durante principios de la década de 1970, Frank Moore Cross capitalizó el estudio del motivo del guerrero divino en sus intentos de alinear la literatura cananea temprana con la Biblia hebrea y, más específicamente, el salterio hebreo. La investigación cruzada, especialmente su libro, Canaanite Myth and Hebrew Epic, influyó en muchos eruditos nuevos para explorar este motivo. El estudiante de Cross Patrick D. Miller quizás se haya asociado más con la investigación sobre el tema (véase Miller, Divine Warrior in Early Israel). La investigación posterior se ha acercado al motivo del guerrero divino en relación con:
        • mitología y normas culturales
        • literatura profética
        • temas controvertidos teológicos y éticos como:
        • el dia del señor
        • ordenó genocidio y guerra
        • La ética de la guerra en la Biblia hebrea. ↩︎
      2. Las imágenes de guerreros divinos juegan un papel importante en la Biblia hebrea y el Nuevo Testamento. Por ejemplo, Barry conecta al siervo sufriente en Is 53 con el motivo del guerrero divino, asociando al sirviente con el “brazo de Yahvé” en Is 53:1 y sugiriendo que el sirviente “sería visto como el guerrero divino de Yahvé en la batalla” (Barry, Resurrected Servant, 135–37).
        Estudios detallados han explorado la función y el propósito de las imágenes en una amplia variedad de textos del Antiguo Testamento, incluidos Isaías (Christensen, “March of Conquest”; Brettler, “Incompatible Metaphors”; Barry, Resurrected Servant), Job (Klassen, “Taunts of the Divine Warrior”), Zacarías (Halpern, “Ritual Background”; Hanson, “Zechariah 9”), e incluso Canción de canciones (Wilson-Wright, “Love Conquers All”). Para el Nuevo Testamento, las imágenes son evidentes en el Evangelio de Mateo (Ángel, “Crucifixus Vincens”), las cartas de Pablo (1Ts 5; Ef 6; Neufeld, Divine Warrior from Isaiah to Ephesians) y el libro de Apocalipsis (véase Longman, “Divine Warrior”, 297–302). J. N. Tindall, «Divine Warrior», en Diccionario Bíblico Lexham, ed. John D. Barry y Lazarus Wentz (Bellingham, WA: Lexham Press, 2014). ↩︎
      3. [צְבָאוֹת tsevaʾoth; Σαβαώθ Sabaōth]. «Huestes» es un sustantivo plural de tsavaʾ (צָבָא), que comúnmente designa el servicio militar o las tropas. La forma plural aparece como epíteto de Yahvé unas 285 veces como «Yahvé/Señor de las Huestes» (véase SEÑOR DE LAS HUESTES). La mayoría de las apariciones del epíteto se encuentran en los libros proféticos. Por ejemplo, «Hosts» nunca se utiliza aparte del nombre divino y se abre camino en el NT como «Lord of Hosts» (kyrios Sabaōth [κύριος Σαβαὼθ]; Rom 9:29; Jas 5:4). Los orígenes de la frase siguen siendo objeto de debate, pero parece expresar la soberanía y el poder de Yahvé y está estrechamente asociada con su nombre (Amós 4:13; 5:27; Isaías 47:4; Jeremías 10:16; 31:5; etc.). Una ocasión designa explícitamente a Yahvé como el líder de los ejércitos de Israel (1 Sam 17:45). Muchos eruditos remontan los orígenes de este epíteto al culto en Silo, donde se asociaba con el arca (véase ARCA DEL PACTO; 1 Sam 1:3, 11; 4:4).
        El término hueste aparece en singular unas 200 veces, y se refiere más comúnmente a una unidad militar o ejército, tanto terrenal como celestial. La «hueste del cielo» (tsavaʾ hashamayim צָבָא הַשָּׁמַיִם) se refiere comúnmente a los cuerpos celestes, el sol, la luna y las estrellas, a los que se prohibió adorar a Israel (Deut 4:19; 17:4), aunque hay amplias referencias a prácticas sincretistas (2 Re 17:16; 21:3; 23:5; Jer 19:13; Sof 1:5; etc.). De hecho, hay varios pasajes que sugieren que las deidades astrales podrían haber estado asociadas con el culto yahwista (Job 38:6-7; Isa 14:13; Dan 8:9-11; So 1:5). Tanto el sol como la luna podían ser invocados como miembros de los ejércitos celestiales de Yahvé (Josué 10:12). En Josué 5:13-15, Josué tiene un encuentro con un ser que se identifica a sí mismo como «el comandante del ejército de Yahvé».
        No todos los usos del término implican necesariamente una función militar. En varios pasajes, el «Ejército del Cielo» constituye los miembros de la corte celestial de Yahvé. En la visión de Miqueas, el profeta ve a Yahvé entronizado y rodeado de «todo el ejército del cielo» (1 Reyes 22:19-22). Una escena similar ocurre en Isaías 6:1-8, donde el «ejército» es reemplazado por querubines. Los Salmos 103:19-22 y 148:1-2 presentan a los ángeles entre las huestes que alaban a Yahvé (compárese con Lucas 2:13; véase ÁNGEL). No es raro que las tradiciones proféticas relacionen la autoridad profética con la participación en este consejo (Amós 3:7; Jer 23:18, 22). En Sal 82:1, Dios se encuentra en la «asamblea de El» y emite un juicio sobre el séquito celestial, identificado como «dioses» e «hijos de Elyon/el Altísimo» (véase ELYON). Las huestes del cielo también se entienden como parte de la creación de Yahvé (Gn 2:1; Neh 9:6). Véase E. Theodore Jr. Mullen, «Hosts, Host of Heaven», en The New Interpreter’s Dictionary of the Bible, ed. Katharine Doob Sakenfeld (Nashville, TN: Abingdon Press, 2006–2009), 902. ↩︎

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