El título mesiánico “Hijo del Hombre” es uno de los más enigmáticos y teológicamente cargados en los Evangelios (c.f. Hijo del hombre). Su trasfondo más significativo se encuentra en Daniel 7:13–14, donde una figura “como un hijo de hombre” es presentada ante el “Anciano de días” y recibe dominio, gloria y reino eterno. A lo largo de su ministerio, Jesús utiliza repetidamente este título para referirse a sí mismo, en contextos que incluyen sufrimiento, autoridad presente y gloria futura. Esta autodesignación, junto con sus declaraciones sobre el cumplimiento de Daniel 7, se convierte en un eje fundamental para entender su identidad y misión.
La interpretación tradicional ha oscilado entre leer Daniel 7 como una profecía sobre la segunda venida futura de Cristo y entenderlo como una visión de su entronización celestial tras la resurrección. En las últimas décadas, estudiosos como R. T. France y N. T. Wright han ofrecido lecturas renovadas que resaltan la dimensión presente y vindicadora del cumplimiento de Daniel 7 en la vida, muerte, resurrección y exaltación de Jesús, sin negar sus implicaciones escatológicas. Para estos autores, las declaraciones de Jesús sobre “venir en las nubes” y “ver al Hijo del Hombre” no apuntan exclusivamente a un evento futuro aún no realizado, sino a su entronización y vindicación como el representante fiel de Israel, tras su sufrimiento y exaltación.
Este artículo examinará la entronización o vindicación del Hijo del Hombre de Daniel 7 a la luz de todos los Evangelios, siguiendo un enfoque teológico–bíblico. Se analizará cómo los Evangelios presentan progresivamente a Jesús como el cumplimiento de la figura daniélica, cómo sus propias palabras reinterpretan la expectativa apocalíptica de su tiempo, y cómo autores contemporáneos como France y Wright han contribuido a una comprensión más matizada y contextual de estos textos. Finalmente, se explorarán las implicaciones cristológicas y escatológicas de esta lectura para la teología bíblica.
- 1. Daniel 7: Contexto y significado original
- 2. El “Hijo del Hombre” en la predicación de Jesús
- 3. Vindicación y entronización en los Evangelios sinópticos
- 4. El “Hijo del Hombre” en el Evangelio de Juan
- 5. Aportes de R. T. France
- 6. Aportes de N. T. Wright
- 6.1. La entronización como cumplimiento histórico
- 6.2. La fusión de sufrimiento y gloria
- 6.3. La interpretación de los discursos escatológicos
- 6.4. La resurrección como entronización
- 6.5 El reinado de Jesús y los Evangelios
- 6.6. Contexto histórico y juicio sobre Jerusalén
- 6.7. Implicaciones cósmicas: el Hijo del Hombre y el señorío universal
- 6.8. Contribución teológica
- 7. Implicaciones teológicas, cristológicas y escatológicas
- 8. Conclusión
- Bibliografía
1. Daniel 7: Contexto y significado original
El capítulo 7 de Daniel constituye un punto de inflexión en el libro, pues introduce la sección apocalíptica con visiones simbólicas que contrastan con las narraciones cortesanas de los capítulos anteriores. El profeta describe cuatro bestias que surgen del mar, representando poderes imperiales sucesivos (Dn 7:1–8) (c.f Teología de la Historia en el libro de Daniel), seguidas por la escena de un tribunal celestial donde el “Anciano de días” toma asiento para juzgar, quitar el dominio de las bestias y otorgar el reino a “uno como hijo de hombre” (Dn 7:9–14).
1.1 Contexto histórico y literario
La visión de Daniel surge en un contexto de dominación extranjera sobre Israel, probablemente en el período del exilio o del dominio helenístico, cuando la esperanza de liberación nacional se vinculaba estrechamente con la soberanía de Dios sobre las naciones. El género apocalíptico utiliza símbolos vívidos para revelar la perspectiva divina sobre la historia, enfatizando que los reinos humanos, representados por bestias, son transitorios y finalmente serán reemplazados por el gobierno eterno de Dios y su pueblo.
La estructura literaria del capítulo enfatiza un contraste entre la brutalidad de las bestias y la dignidad humana y celestial de la figura “como hijo de hombre”. Esta figura se presenta “con las nubes del cielo” (Dn 7:13), un lenguaje que en el Antiguo Testamento está reservado típicamente para teofanías divinas (cf. Sal 104:3; Is 19:1). La escena describe su ascenso hacia la presencia del Anciano de días, no un descenso a la tierra, lo cual es fundamental para la interpretación posterior del texto en los Evangelios.
1.2 La figura “como hijo de hombre”
El hebreo/arameo utilizado —כְּבַר אֱנָשׁ (kĕvar ʾĕnāš)— significa literalmente “como un ser humano” o “semejante a un hombre”. Muchos estudiosos interpretan esta figura como corporativa, representando al “pueblo de los santos del Altísimo” (Dn 7:18, 27), que recibe el reino después de sufrir la opresión de los poderes bestiales. Sin embargo, la figura también tiene rasgos individuales y personales, pues se la describe en términos que trascienden una simple colectividad y se le otorga autoridad, gloria y soberanía universal.
Esta combinación de dimensión colectiva e individual es clave para entender cómo Jesús aplica Daniel 7 a sí mismo. Como representante de Israel, él encarna el destino de los santos, pero también asume un rol único y personal como el que es exaltado a la diestra de Dios.
1.3 Entrega del reino y vindicación
En Daniel 7:13–14, el “hijo de hombre” recibe “dominio, gloria y reino”, de modo que “todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvan”. Su dominio es “eterno” y “no pasará”. Esta escena no describe un juicio final sobre la tierra, sino una escena celestial de entronización, en la que Dios vindica al pueblo o a su representante frente a los poderes opresores. Como observa N. T. Wright:
“Daniel 7 no habla del ‘descenso’ de alguien a la tierra, sino de la exaltación del representante de los santos ante el trono de Dios”1.
Esta lectura será crucial para entender cómo los Evangelios reinterpretan las expectativas apocalípticas judías de la época.
2. El “Hijo del Hombre” en la predicación de Jesús
Entre los títulos cristológicos presentes en los Evangelios, ninguno es tan frecuente en labios de Jesús ni tan discutido por los estudiosos como “el Hijo del Hombre”. Mientras que otros títulos como “Mesías” o “Hijo de Dios” son atribuidos a Jesús por otros personajes, “Hijo del Hombre” es el título preferido por Jesús para referirse a sí mismo, apareciendo más de 80 veces en los Evangelios. Su significado no es unívoco; el uso de Jesús abarca una variedad de contextos —autoridad presente, sufrimiento, vindicación futura—, todos ellos con raíces en Daniel 7 y en las expectativas apocalípticas judías del Segundo Templo.
2.1. Autorreferencia estratégica
El uso del título “Hijo del Hombre” por Jesús ha sido interpretado como una forma velada de autorrevelación. A diferencia de títulos políticamente cargados como “Mesías” —que podían despertar expectativas nacionalistas—, “Hijo del Hombre” no tenía un uso técnico claramente definido en el judaísmo del siglo I. Esta ambigüedad le permitió a Jesús definir el contenido del título a través de su propio ministerio. Como observa R. T. France:
“el título no era un eslogan mesiánico de la época; Jesús lo adoptó para llenarlo de su propio significado, enraizado en Daniel 7 pero reconfigurado en términos de su misión”.2
En las narraciones evangélicas, Jesús habla del “Hijo del Hombre” en tercera persona, aunque el contexto deja claro que se refiere a sí mismo. Este modo de hablar tiene un efecto teológico importante: permite que la figura del Hijo del Hombre trascienda la mera identidad personal de Jesús, aludiendo a un papel escatológico y representativo que se despliega progresivamente en la historia de la salvación.
2.2. Tres grandes ejes temáticos
Los estudiosos suelen clasificar las declaraciones de Jesús sobre el Hijo del Hombre en tres grandes categorías:
- El Hijo del Hombre en su autoridad presente:
Estas declaraciones enfatizan el poder y la autoridad de Jesús durante su ministerio terrenal. Por ejemplo, en Marcos 2:10 (“el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados”) y Mateo 12:8 (“el Hijo del Hombre es Señor del sábado”), Jesús se presenta como portador de una autoridad divina que anticipa su futura entronización. Wright destaca que estas afirmaciones deben leerse a la luz de Daniel 7: la autoridad que se le otorga al “hijo de hombre” celestial se hace visible ya en la tierra a través de las acciones de Jesús3. - El Hijo del Hombre en su sufrimiento y muerte:
Paradójicamente, Jesús vincula la figura gloriosa de Daniel 7 con el destino del Siervo sufriente (cf. Is 52–53). En textos como Marcos 8:31 y 10:45, el “Hijo del Hombre debe padecer mucho” y “dar su vida en rescate por muchos”. France subraya que esta combinación inesperada de gloria y sufrimiento redefine radicalmente la expectativa apocalíptica: “Jesús fusiona la figura triunfante de Daniel 7 con la del Siervo de Yahvé, trazando un camino de exaltación a través de la humillación”4. - El Hijo del Hombre en su vindicación y gloria:
Finalmente, Jesús anuncia que el Hijo del Hombre “vendrá en las nubes con gran poder y gloria” (Mc 13:26; Mt 24:30) y que será visto “sentado a la diestra del Poder y viniendo en las nubes del cielo” (Mc 14:62). Estas declaraciones aluden directamente a Daniel 7:13–14, reinterpretando el “venir en las nubes” no como un descenso visible a la tierra, sino como una exaltación y vindicación ante el tribunal de Dios. Wright insiste en que Jesús hablaba de un evento que ocurriría “dentro de la generación de sus oyentes”, relacionado con su resurrección, ascensión y la caída de Jerusalén en el año 70 d.C., como señales históricas de su entronización5.
2.3. Significado teológico
En conjunto, el uso de “Hijo del Hombre” en la predicación de Jesús presenta una narrativa cristológica dinámica:
- Jesús posee ya una autoridad divina presente;
- debe sufrir y morir como representante fiel de su pueblo;
- será vindicado y entronizado por Dios, manifestando su gloria.
Este patrón narrativo corresponde estrechamente al desarrollo de Daniel 7: del sufrimiento de los “santos” bajo poderes bestiales, a la vindicación y otorgamiento del reino. France resume esta dinámica diciendo que “la autodesignación de Jesús como Hijo del Hombre no es un simple título mesiánico, sino un programa teológico que abarca autoridad, sufrimiento y gloria en continuidad con Daniel 7”6.
3. Vindicación y entronización en los Evangelios sinópticos
Los Evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) ofrecen el marco narrativo fundamental para comprender cómo Jesús reinterpretó Daniel 7 y cómo la Iglesia primitiva entendió su entronización celestial. Estos textos presentan un patrón coherente: Jesús anuncia su vindicación como el Hijo del Hombre que será glorificado después del sufrimiento, y esta vindicación se hace visible en eventos históricos concretos: su resurrección, ascensión y la manifestación de su autoridad en la historia (particularmente en la destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C.).
Tanto R. T. France como N. T. Wright enfatizan que los dichos escatológicos de Jesús en los sinópticos no deben leerse primordialmente como predicciones de una parusía futura visible, sino como anuncios de su exaltación real en continuidad con Daniel 7.
3.1. Marcos 13 y Mateo 24: “ver al Hijo del Hombre viniendo en las nubes”
Uno de los textos más discutidos es el discurso escatológico de Jesús (Mc 13; Mt 24; Lc 21). Allí declara:
“Entonces verán al Hijo del Hombre viniendo en las nubes con gran poder y gloria” (Mc 13:26; cf. Mt 24:30; Lc 21:27).
Tradicionalmente, este versículo ha sido leído como una referencia a la segunda venida futura de Cristo. Sin embargo, tanto France como Wright argumentan que esta interpretación no corresponde al sentido original de Daniel 7 ni al contexto histórico del discurso. Daniel 7:13 describe la venida del Hijo del Hombre hacia Dios, no desde el cielo a la tierra. Por tanto, cuando Jesús cita este texto, está hablando de su vindicación celestial tras la tribulación, no de su retorno visible.
France observa lo siguiente:
“el lenguaje apocalíptico de Mateo 24:30 no describe un descenso físico de Jesús a la tierra, sino la manifestación visible en la historia del hecho de que el Hijo del Hombre ha sido entronizado en el cielo”7.
En la narrativa sinóptica, esta “manifestación” se relaciona estrechamente con la destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C., que actúa como señal histórica de que Jesús ha sido vindicado como el verdadero representante de Israel, en contraste con el sistema del templo que lo rechazó8 (c.f. Sobre la abominación desoladora por Charles L. Quarles)..
Wright desarrolla esta idea extensamente:
“Cuando Jesús habló de que el Hijo del Hombre vendría sobre las nubes, no se refería a un evento de fin del mundo. Estaba citando Daniel 7 para referirse a su propia exaltación y a los acontecimientos por medio de los cuales esa exaltación sería demostrada públicamente —en particular, la caída de Jerusalén”9.
Este enfoque no niega la expectativa de una futura venida final, pero distingue cuidadosamente entre la entronización vindicadora y la parusía consumadora.
3.2. Marcos 14:62: “veréis al Hijo del Hombre…”
Otro pasaje crucial es el juicio de Jesús ante el sumo sacerdote. Cuando este le pregunta si es “el Cristo, el Hijo del Bendito”, Jesús responde:
“Yo soy; y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder y viniendo con las nubes del cielo” (Mc 14:62).
Esta declaración combina dos textos clave: Salmo 110:1 (“siéntate a mi diestra”) y Daniel 7:13 (“venir en las nubes”). Jesús no sólo afirma su identidad mesiánica, sino que anuncia que sus jueces verán su vindicación cuando Dios lo entronice a su diestra.
France explica:
“Jesús proclama aquí no una parusía futura, sino su inminente vindicación ante el tribunal celestial, que se manifestará en los acontecimientos históricos que seguirán a su muerte”10.
La reacción del sumo sacerdote —rasgar sus vestiduras y acusarlo de blasfemia— muestra que entendieron esta afirmación como una reivindicación de autoridad divina.
Wright resalta que este momento constituye el clímax de la confrontación entre Jesús y las autoridades judías: “Jesús se presenta como el Hijo del Hombre que será exaltado, y aquellos que lo condenan serán testigos, en su propia generación, de los signos de esa exaltación”11.
De nuevo, la referencia no es a un descenso visible de Jesús sobre las nubes, sino a su ascenso y entronización.
3.3. Resurrección, ascensión y vindicación
Los Evangelios sinópticos concluyen con la resurrección y ascensión de Jesús, eventos que, aunque narrados con sobriedad, funcionan como la confirmación narrativa de su entronización daniélica. Mateo 28:18 es particularmente claro: “Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra”. Esta declaración evoca directamente Daniel 7:14, donde al “hijo de hombre” se le otorga dominio universal. Como señala France:
“la gran comisión no introduce una nueva etapa, sino que proclama que la visión de Daniel 7 ya se ha cumplido en la exaltación de Jesús”12.
Marcos concluye su Evangelio con la ascensión y la afirmación de que Jesús “se sentó a la diestra de Dios” (Mc 16:19). Lucas, por su parte, desarrolla la ascensión en Hechos 1, presentándola como el momento en que Jesús es llevado a la gloria, coherente con la visión de Daniel 7.
Wright sintetiza este desarrollo afirmando que:
“la resurrección y la ascensión de Jesús constituyen la entronización del Hijo del Hombre; a partir de ese momento, él ejerce la autoridad que le fue dada por el Anciano de días”13.
3.4. La destrucción de Jerusalén como señal
Finalmente, los Evangelios sinópticos vinculan explícitamente la caída de Jerusalén con la vindicación del Hijo del Hombre. Jesús anuncia que “no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca” (Mc 13:30; Mt 24:34).
France argumenta que esta afirmación sólo cobra sentido si se entiende que el “venir en las nubes” se refiere a la entronización y vindicación de Jesús, manifestada en los eventos del año 70 d.C.14. La destrucción del templo confirma que Dios ha juzgado al antiguo orden y ha exaltado a su Mesías.
4. El “Hijo del Hombre” en el Evangelio de Juan
El Evangelio de Juan ofrece una perspectiva teológica distinta pero complementaria a la de los sinópticos sobre la identidad y misión del “Hijo del Hombre”. Aunque utiliza el título con menor frecuencia que los sinópticos, cada uso está cargado de profunda significación cristológica, vinculando la exaltación de Jesús con su crucifixión, resurrección y ascensión. Juan no presenta un discurso escatológico paralelo a Mateo 24–25, pero en su narrativa, la entronización daniélica del Hijo del Hombre se entreteje estrechamente con el drama pascual.
4.1. Juan 1:51 — La visión de Jacob reinterpretada
La primera mención del Hijo del Hombre en Juan aparece en 1:51, donde Jesús dice a Natanael:
“De cierto, de cierto os digo: de aquí en adelante veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del Hombre”.
Este versículo evoca la visión de Jacob en Génesis 28, reinterpretada cristológicamente. Jesús se presenta como el nuevo Betel, el lugar donde el cielo y la tierra se encuentran.
Como señala R. T. France, “la imagen de los ángeles ascendiendo y descendiendo sobre el Hijo del Hombre apunta a su papel como mediador escatológico, aquel en quien se realiza la comunión entre Dios y la humanidad”15. Además, la alusión al “ver” anticipa el tema juanino de la revelación progresiva de la gloria del Hijo del Hombre, que culminará en su exaltación.
4.2. “Levantar” al Hijo del Hombre: exaltación a través de la cruz
Uno de los aportes más distintivos de Juan es su uso del verbo ὑψόω (hypsóō, “levantar, exaltar”) para referirse a la crucifixión de Jesús. En Juan 3:14, Jesús declara:
“Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado”.
Este motivo reaparece en Juan 8:28 y 12:32–34. El “levantamiento” alude tanto al acto histórico de la crucifixión como a la exaltación celestial, fundiendo en un solo movimiento la humillación y la gloria.
N. T. Wright comenta:
“Para Juan, la crucifixión no es un preludio a la exaltación; es el medio mismo por el cual el Hijo del Hombre es entronizado y su gloria revelada”16.
Este enfoque se alinea estrechamente con Daniel 7: la autoridad y la gloria son concedidas al “hijo de hombre” precisamente cuando es vindicado por Dios, después de haber enfrentado el poder bestial.
4.3. Juan 5:27 — Autoridad judicial del Hijo del Hombre
En Juan 5:27, Jesús afirma que el Padre “le ha dado autoridad para hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre”. Este versículo conecta explícitamente el título con la función judicial escatológica, evocando Daniel 7:22, donde “vino el Anciano de días y se dio el juicio a los santos del Altísimo”. En el contexto joanino, esta autoridad ya está presente en la misión de Jesús: su palabra otorga vida o juicio ahora (Jn 5:24), anticipando la resurrección futura (Jn 5:28–29). Como señala France, “el Hijo del Hombre de Juan no espera pasivamente la entronización; él ya ejerce su autoridad en el presente, en perfecta unidad con el Padre”17.
4.4. La “hora” de glorificación
A diferencia de los sinópticos, Juan organiza su narrativa en torno a la “hora” de Jesús, que llega finalmente en su pasión. En Juan 12:23, al anticipar la cruz, Jesús declara:
“Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado”.
La glorificación no ocurre después de la cruz, sino a través de ella. Para Wright, “la cruz es el trono desde el cual el Hijo del Hombre reina”18. Este lenguaje paradójico —gloria en la humillación, entronización en el levantamiento— refleja la fusión juanina de Daniel 7 (gloria y autoridad) con Isaías 52–53 (el Siervo exaltado a través del sufrimiento).
4.5. Ascensión implícita y entronización
Aunque Juan no narra la ascensión de manera explícita como Lucas, el tema está presente de forma implícita en varios pasajes (por ejemplo, Jn 6:62: “¿Qué, si vierais al Hijo del Hombre subir adonde estaba antes?”). Este lenguaje refuerza la idea de que Jesús, tras su muerte y resurrección, regresa a la presencia del Padre, en cumplimiento de la visión de Daniel 7.
Wright destaca que “la exaltación joanina no es un acontecimiento añadido a la crucifixión y resurrección, sino la dimensión celestial de esos mismos eventos”19.
4.6. Síntesis teológica
En el Evangelio de Juan, el título “Hijo del Hombre” funciona como una clave cristológica para interpretar la cruz, la resurrección y la glorificación. Jesús es el mediador celestial que abre el cielo (1:51), el juez investido de autoridad (5:27), y el exaltado a través del levantamiento en la cruz (3:14; 12:23).
La entronización daniélica no se presenta como un evento separado en el futuro, sino como una realidad ya inaugurada en la hora de Jesús. Así, Juan ofrece una perspectiva teológica profundamente integrada: la cruz es la escalera de Jacob, el trono y el juicio en un solo acto.
5. Aportes de R. T. France
R. T. France es uno de los exegetas contemporáneos más influyentes en el estudio del Nuevo Testamento, especialmente en lo que respecta a la cristología de los Evangelios y el uso de títulos mesiánicos como “Hijo del Hombre”. Su obra se distingue por una exégesis contextualizada, que combina análisis literario, histórico y teológico, y ofrece claves para comprender cómo Jesús reinterpretó la figura daniélica en su predicación y acción histórica.
5.1. Relectura de Daniel 7 en clave histórica
France sostiene que Jesús entendía el pasaje de Daniel 7 de forma histórica y teológica. Para él, la figura del Hijo del Hombre no es un simple símbolo apocalíptico, ni una abstracción escatológica; es una proyección de la autoridad y glorificación que Dios concede a su representante fiel, que se manifiesta en la historia de manera concreta. France observa que:
“La entronización del Hijo del Hombre es el acto por el cual Dios, tras el sufrimiento del Mesías, manifiesta su victoria sobre los poderes opresores y confirma la fidelidad de su pueblo. Jesús se presenta como ese Hijo del Hombre que cumple la visión de Daniel, realizando ya en su ministerio la autoridad celestial prometida”20.
Este enfoque permite interpretar los discursos sobre la “venida en las nubes” y la “sentencia a los pueblos” como referencias a la vindicación presente y futura, evitando lecturas meramente futuristas o simbólicas.
En su obra Jesus and the Old Testament, France amplía esta idea, mostrando cómo Jesús interpreta las Escrituras hebreas de manera dinámica, aplicando Daniel 7 a su propia misión:
“Jesús lee Daniel 7 de manera que la figura del Hijo del Hombre es vista no solo como un personaje escatológico, sino como su propia persona histórica, cuya vida, muerte y resurrección inauguran el cumplimiento de la soberanía de Dios sobre los poderes humanos”21.
5.2. Autoridad y sufrimiento: la fusión del Hijo del Hombre y el Siervo
France enfatiza que Jesús combina el patrón de Daniel 7 (gloria y dominio) con el modelo del Siervo sufriente de Isaías 52–53. Esta fusión permite una cristología coherente: el Hijo del Hombre no es un príncipe celeste distante, sino el representante de Israel que sufre y es exaltado. Como explica France:
“Jesús adopta el título de Hijo del Hombre para expresar una identidad que abarca sufrimiento, autoridad y gloria. La cruz no contradice la promesa de Daniel 7, sino que es su medio de cumplimiento”22.
Este análisis muestra cómo los Evangelios sinópticos narran la vindicación del Hijo del Hombre como un proceso histórico: el sufrimiento, la muerte y la resurrección forman una unidad narrativa y teológica, en la que la exaltación no es un mero evento futuro, sino la consecuencia del cumplimiento de la voluntad de Dios en la historia.
5.3. Exégesis del discurso escatológico
France dedica especial atención a los discursos sobre la “venida del Hijo del Hombre” en Marcos 13 y Mateo 24. Él sostiene que estas secciones deben leerse a la luz de Daniel 7, entendiendo que:
- La “venida en las nubes” simboliza la entronización de Jesús ante el tribunal de Dios, no un regreso físico a la tierra.
- Las referencias a la destrucción de Jerusalén y al juicio sobre la generación de su tiempo son manifestaciones históricas de esa vindicación.
- La autoridad y el dominio prometidos a Daniel 7 se cumplen en el momento de la exaltación de Jesús, aunque también mantienen un horizonte escatológico más amplio23.
France combina la sensibilidad histórica con la teología bíblica, mostrando que la vindicación del Hijo del Hombre es tanto un acontecimiento celestial como un proceso en la historia.
5.4. La dimensión presente de la entronización
Otro aporte central de France es su énfasis en la realidad presente de la entronización. Según él, los evangelios presentan a Jesús como ya en ejercicio de su autoridad en su ministerio, antes de la resurrección y la ascensión. La predicación, los milagros y la confrontación con los poderes religiosos son manifestaciones de su dominio sobre las fuerzas del mal y sobre la ley. France concluye:
“Jesús no espera pasivamente el futuro; él ya encarna la entronización del Hijo del Hombre, anticipando su gloria y estableciendo su reino en medio del mundo”24.
Esta interpretación resalta que la exégesis de Daniel 7 no es un mero ejercicio académico: permite comprender la coherencia interna de la cristología evangélica y cómo la figura del Hijo del Hombre integra sufrimiento, autoridad y gloria en un solo proceso teológico.
6. Aportes de N. T. Wright
N. T. Wright es uno de los principales estudiosos contemporáneos en el campo de la cristología histórica y la teología del Nuevo Testamento, y su interpretación del título “Hijo del Hombre” y de Daniel 7 ha renovado el entendimiento de la vindicación y entronización de Jesús. Wright enfatiza que los Evangelios deben ser leídos en su contexto judío del Segundo Templo, donde las expectativas apocalípticas y mesiánicas influían decisivamente en la predicación de Jesús.
6.1. La entronización como cumplimiento histórico
Wright sostiene que la entronización del Hijo del Hombre no es un mero evento futuro, sino que se realiza históricamente a través de la resurrección y la ascensión. Según él:
“Cuando Jesús habló de que el Hijo del Hombre vendría sobre las nubes, estaba citando Daniel 7 para describir su propia exaltación, que sería visible históricamente en la resurrección, la ascensión y los acontecimientos que marcaron el juicio sobre Jerusalén”25.
Esta lectura desafía interpretaciones exclusivamente futuristas, mostrando que la vindicación de Jesús ya se inició en su tiempo y que los eventos del año 70 d.C. constituyen una confirmación histórica de su entronización.
6.2. La fusión de sufrimiento y gloria
Al igual que France, Wright subraya la paradoja de que el Hijo del Hombre alcanza la gloria a través del sufrimiento. Sin embargo, su enfoque se centra en la dimensión política y escatológica del triunfo de Dios:
“El sufrimiento del Hijo del Hombre no es un fracaso; es el medio por el cual Dios derrota los poderes que oprimen a su pueblo. Su exaltación no ocurre en el vacío, sino que se manifiesta en la historia, inaugurando el reino de Dios y cumpliendo la visión de Daniel 7”26.
Wright conecta explícitamente esta perspectiva con la expectativa apocalíptica judía: la entronización de Jesús confirma que Dios actúa para vindicar a su pueblo frente a las potencias que los han oprimido.
6.3. La interpretación de los discursos escatológicos
Wright dedica un análisis detallado a los discursos sobre la venida del Hijo del Hombre en Mateo 24, Marcos 13 y Lucas 21. Él argumenta que estos pasajes combinan escatología y cumplimiento histórico:
- El “venir sobre las nubes” es símbolo de exaltación celestial, no un retorno físico visible.
- La destrucción de Jerusalén es la manifestación histórica de la victoria del Hijo del Hombre.
- La combinación de juicio, gloria y vindicación muestra que la entronización es tanto un acto divino como un evento histórico27.
Para Wright, esta interpretación permite reconciliar los elementos apocalípticos de Daniel 7 con la realidad histórica y la predicación de Jesús, subrayando que la cristología de los Evangelios es inseparable de su contexto judío.
6.4. La resurrección como entronización
Uno de los aportes más influyentes de Wright es su énfasis en la resurrección como momento de entronización. Según él, la resurrección no solo confirma la identidad mesiánica de Jesús, sino que realiza la vindicación prometida en Daniel 7:
“La resurrección de Jesús es el acto inaugural de la entronización del Hijo del Hombre. Desde ese momento, su autoridad se ejerce en el cielo y en la tierra, y los poderes que lo rechazaron quedan históricamente derrotados”28.
En The Resurrection of the Son of God, Wright profundiza en la resurrección como momento decisivo de la entronización. Su argumento central es que la resurrección no es simplemente la “prueba” de la divinidad de Jesús, sino el acto por el cual Dios lo entroniza como Señor:
“La resurrección de Jesús no fue un simple regreso a la vida; fue su ascenso al trono como Hijo del Hombre. Es el momento en que el Dios de Israel vindica a su representante y lo instala en autoridad sobre el mundo”29.
De esta manera, Wright ofrece una lectura coherente y holística que integra la pasión, la resurrección y los discursos escatológicos en un solo marco teológico.
6.5 El reinado de Jesús y los Evangelios
En How God Became King, Wright subraya que los Evangelios no son simplemente biografías de Jesús ni anticipaciones de la cruz, sino relatos de la entronización real de Jesús. Él argumenta que:
“Los Evangelios narran cómo el Dios de Israel se convierte en rey en y a través de Jesús. Las acciones y palabras de Jesús, culminando en su muerte y resurrección, son la historia de cómo el Hijo del Hombre recibe su autoridad real”30.
Aquí Wright destaca la dimensión real y política del reinado de Jesús: Daniel 7 no se cumple en una esfera meramente “celestial” desligada del mundo, sino que inaugura una nueva realidad histórica en la que Jesús es proclamado Señor y Rey.
6.6. Contexto histórico y juicio sobre Jerusalén
Wright dedica también atención a cómo los discursos escatológicos en Mateo 24, Marcos 13 y Lucas 21 deben leerse a la luz de Daniel 7 y la historia judía. En Jesus and the Victory of God él argumenta que:
- El “venir sobre las nubes” es símbolo de exaltación celestial, no un descenso físico.
- La destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C. es la manifestación histórica del juicio del Hijo del Hombre sobre el sistema que lo rechazó.
- Este juicio es parte integral de su entronización y vindicación31.
Esta lectura histórica y teológica permite reconciliar los elementos apocalípticos con el ministerio histórico de Jesús, mostrando que su entronización tiene manifestaciones visibles en la historia.
6.7. Implicaciones cósmicas: el Hijo del Hombre y el señorío universal
Finalmente, en Paul and the Faithfulness of God, Wright explora cómo la entronización de Jesús como Hijo del Hombre tuvo implicaciones cósmicas y políticas en la teología cristiana primitiva.
El lenguaje paulino sobre “Jesús como Señor” y “exaltado sobre todo nombre” (cf. Fil 2:9–11) refleja la misma realidad que Daniel 7: el dominio del Hijo del Hombre sobre todas las naciones32. Wright muestra que la iglesia primitiva no interpretó Daniel 7 como un evento postergado, sino como una realidad inaugurada que definía su misión en el mundo.
6.8. Contribución teológica
En síntesis, los aportes de Wright permiten comprender que:
- La vindicación y entronización del Hijo del Hombre están históricamente realizadas en los eventos centrales del ministerio de Jesús.
- La gloria de Jesús se manifiesta a través del sufrimiento, en continuidad con el Siervo sufriente y la figura de Daniel 7.
- La cristología de los Evangelios combina escatología, historia y teología, mostrando que el Hijo del Hombre ya ejerce su autoridad y será plenamente reconocido en el futuro final.
Este enfoque de Wright enfatiza que la entronización del Hijo del Hombre es un acto de Dios en la historia, y no un concepto puramente escatológico o simbólico, ofreciendo así una interpretación profundamente contextual y teológicamente rica.
7. Implicaciones teológicas, cristológicas y escatológicas
El estudio del Hijo del Hombre de Daniel 7 y su reinterpretación en los Evangelios tiene profundas implicaciones para la teología bíblica, la cristología y la escatología. Las contribuciones de R. T. France y N. T. Wright permiten apreciar cómo la figura del Hijo del Hombre articula autoridad, sufrimiento y gloria, integrando la historia de Jesús con la esperanza mesiánica de Israel.
7.1. Implicaciones teológicas
Desde un punto de vista teológico, la entronización del Hijo del Hombre refleja la soberanía de Dios sobre la historia. Daniel 7 enfatiza que los reinos humanos son transitorios y que el poder definitivo pertenece a Dios, quien vindica a su representante fiel. En los Evangelios, la glorificación de Jesús demuestra que la historia no es caótica ni arbitraria: Dios actúa a través de su Hijo, incluso en medio de sufrimiento y opresión:
“La vindicación del Hijo del Hombre muestra que la autoridad de Dios no es abstracta; se manifiesta en la historia a través de la obediencia y la fidelidad de su Mesías”33.
La teología de los Evangelios, por tanto, combina realidad histórica y esperanza futura, mostrando que Dios inaugura ya su reino a través de Jesús, aunque su plenitud se realizará al final de los tiempos.
7.2. Implicaciones cristológicas
Cristológicamente, el título “Hijo del Hombre” subraya la unidad de humanidad y divinidad en Jesús. Tres aspectos destacan:
- Identidad representativa: Jesús encarna la figura colectiva de Israel y de los santos, cumpliendo Daniel 7 como representante fiel de su pueblo.
- Paradoja del sufrimiento y la gloria: Jesús es glorificado a través de la crucifixión, mostrando que su autoridad y dominio no dependen de la fuerza humana, sino de la obediencia y fidelidad al Padre34.
- Autoridad presente y futura: La vindicación del Hijo del Hombre no se limita a un evento futuro; Jesús ejerce ya su autoridad durante su ministerio, anticipando su glorificación definitiva35.
France y Wright coinciden en que la cristología del Hijo del Hombre es inseparable de su misión histórica: Jesús no solo anuncia el reino, sino que lo realiza y manifiesta en su resurrección y exaltación. Así, el Hijo del Hombre se convierte en modelo de mediación divina, autoridad revelada y juez escatológico.
7.3. Implicaciones escatológicas
Escatológicamente, la interpretación de Daniel 7 en los Evangelios transforma la expectativa apocalíptica de Israel. Wright enfatiza que la vindicación del Hijo del Hombre ocurre históricamente en la resurrección y la caída de Jerusalén, pero mantiene un horizonte escatológico:
“La exaltación del Hijo del Hombre inaugura el reino de Dios, pero su consumación aún espera el cumplimiento final de todas las cosas”36.
En este sentido, la entronización no elimina la esperanza futura, sino que la anticipa y garantiza. La resurrección y ascensión de Jesús funcionan como signos históricos de la victoria de Dios, preparando la llegada definitiva del reino. Esta visión escatológica integra la acción presente de Dios con la expectativa futura, reafirmando que la historia tiene un propósito divino.
7.4. Síntesis teológica-cristológica-escatológica
En conjunto, el estudio del Hijo del Hombre permite concluir que:
- La teología de la entronización enfatiza la soberanía y acción de Dios en la historia.
- La cristología muestra a Jesús como representante fiel, cuya autoridad y gloria se realizan a través del sufrimiento y la obediencia.
- La escatología combina cumplimiento histórico y esperanza futura, mostrando que la vindicación de Jesús inaugura ya el reino de Dios, sin eliminar su consumación futura.
France y Wright coinciden en que el Hijo del Hombre es el eje donde convergen historia, teología y esperanza escatológica, ofreciendo una visión coherente de la misión de Jesús, su glorificación y su autoridad universal.
8. Conclusión
El estudio de la entronización o vindicación del Hijo del Hombre de Daniel 7 en los Evangelios revela una cristología integral, que combina autoridad, sufrimiento y gloria en la persona de Jesús. A través de su autodesignación como Hijo del Hombre, Jesús no solo se identifica con la esperanza mesiánica de Israel, sino que la redefine y realiza históricamente, manifestando la soberanía de Dios y la inauguración del reino.
Los Evangelios sinópticos presentan esta vindicación en términos históricos y teológicos: la resurrección, la ascensión y la caída de Jerusalén muestran que la autoridad de Jesús ha sido confirmada y que su gloria se manifiesta tanto en el cielo como en la tierra. Juan, por su parte, destaca la dimensión paradójica de la glorificación a través de la cruz, revelando que la entronización del Hijo del Hombre no es un acontecimiento distante, sino la consummación de la misión redentora de Jesús.
Los estudios de R. T. France y N. T. Wright permiten comprender cómo la predicación de Jesús sobre el Hijo del Hombre integra la teología bíblica, la historia y la escatología. France enfatiza la coherencia entre el sufrimiento, la autoridad y la glorificación, mientras que Wright subraya la historicidad de la vindicación y su manifestación en los eventos del siglo I. Ambos coinciden en que la entronización es un acto de Dios en la historia, que inaugura el reino y anticipa su consumación escatológica.
En síntesis, la figura del Hijo del Hombre constituye el núcleo de la cristología evangélica, mostrando cómo Jesús realiza la promesa de Daniel 7 y redefine la expectativa apocalíptica de Israel. Su vindicación y entronización no solo confirman su identidad mesiánica, sino que también iluminan la acción de Dios en la historia, ofreciendo un modelo de autoridad, fidelidad y esperanza que sigue siendo central para la teología cristiana.
Bibliografía
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