- El viaje de Israel fuera de Egipto:
Éxodo 13:17-19 – «Y luego que Faraón dejó ir al pueblo, Dios no los llevó por el camino de la tierra de los filisteos, que estaba cerca; porque dijo Dios: Para que no se arrepienta el pueblo cuando vea la guerra, y se vuelva a Egipto. (18) Mas hizo Dios que el pueblo rodease por el camino del desierto del Mar Rojo. Y subieron los hijos de Israel de Egipto armados. (19) Tomó también consigo Moisés los huesos de José, el cual había juramentado a los hijos de Israel, diciendo: Dios ciertamente os visitará, y haréis subir mis huesos de aquí con vosotros»
Faraón dejó ir al pueblo con el fin de que no volviera – (Éx 9:28; 11:1; 14:5). El Eterno no puede hacer nada ilegal, nada injusto, y por esto era muy importante que la salida fuera hecha con el consentimiento de Faraón, si no, hubiera sido un hurto, un acto ilegal.
YHVH no es un ladrón ni un mentiroso. El no puede quebrantar su propia Torá. La Torá es la expresión de su carácter. Por lo tanto, si quebrantase uno de los mandamientos dejaría de ser el que es.
«…Por el camino de la tierra de los filisteos…» – Literalmente «hacia el camino» (ver com. vers. 18). En Sucot, el primer lugar donde acampó Israel, probablemente fue completada su organización para la cual ya se habían tomado algunas medidas.
La ruta más corta y más directa de Egipto a Canaán habría sido por el camino de la costa a Gaza, que estaba a unos 250 km de Sucot. Antes de que estuvieran listos para tomar posesión de la tierra de Canaán, primero debían unificarse como nación y debían aprender a confiar en Dios, a quien apenas conocían todavía.
Eran una raza de esclavos desarmados y no estaban acostumbrados a la guerra. Debía efectuarse una transformación espiritual, intelectual y política antes de que pudieran estar preparados para cooperar con Dios en la conquista de Canaán.
«…Se vuelva a Egipto…» – El peligro de que, ante la más pequeña derrota o desánimo, regresaran los israelitas y se sometieran otra vez a la servidumbre, se demuestra por su actitud en ocasiones posteriores – (Núm. 14: 4). Si hubiesen sabido lo que tenían por delante, nunca hubieran estado dispuestos a salir de Egipto. Con toda probabilidad, esperaban estar en Canaán después de unas pocas semanas.
Dios no los guió por el camino de los Filisteos porque era corto. La razón fue que habría sido fácil para el pueblo volver a Egipto y había que evitarlo de toda forma. Hay varias razones por las que YHVH no quería que no entraran en territorio de los Filisteos:
- Si los Filisteos atacan, los temerosos de los hijos de Israel querrán volver a Egipto – (Rashí).
- Por el pacto de paz que hubo entre Abraham y Abimelec los hijos de Israel no podían atacar a los filisteos – (Génesis 21).
- Basado en 1 Crónicas 7:20-21 una gran parte de la tribu de Efraín salió de Egipto antes de tiempo y fue atacado por los filisteos. Las palabras que dicen “cuando vea guerra” pueden ser interpretadas de esta manera.
«…Hizo Dios que el pueblo rodease…» – Es decir, en vez de permitir que los israelitas fueran por la ruta más directa, Dios los guió por una más tortuosa. Dios había informado antes a Moisés que el pueblo de Israel debía reunirse en el monte Horeb después de su partida de Egipto – (cap. 3: 12). Sabía, pues, por adelantado la ruta que tenían que seguir, sin duda la misma que recientemente él había seguido al ir de Madián a Egipto. De ahí que el pueblo se desviara hacia el sur desde Sucot y llegase al borde del desierto de Etam – (vers. 20). Fue tan sólo después de que habían ido más allá de Etam y entrado en el desierto mismo, cuando apareció la columna de nube para guiarlos – (vers. 21).
«…Desierto del Mar Rojo…» – El nombre hebreo del mar Rojo es “Yam Suf”, “mar de cañas”. Es probable que la razón por la que es llamado mar Rojo sea por un error de traducción. En las primeras traducciones al inglés se tradujo como “Reed Sea”, “mar de cañas”.
Pero todo indica que los que luego tradujeron la Biblia, usando el inglés com base, se confundieron y entendieron la palabra “reed”, “caña”, como “red”, rojo. El mar de Cañas no es rojo. Cuando uno va allí, lo ve bien azul.
El desierto del mar rojo esto es, el desierto que está entre Egipto y el mar Rojo (ver párrafo anterior), no el desierto de la península del Sinaí. Esto es claro ante los siguientes hechos:
- La construcción gramatical hebrea, indica el mar Rojo como el destino de esta etapa del viaje.
- La construcción paralela del vers. 17, que dice literalmente «hacia la tierra de los filisteos«, requiere que el vers. 18 signifique «hacia el Mar Rojo«.
- Moisés inmediatamente designa el «desierto» como aquel al cual entraron al salir de Etam – (vers. 20).
Era doble el propósito de Dios al elegir la ruta del mar Rojo:
- Los israelitas estaban desarmados y eran inexpertos en el arte de la guerra y, en consecuencia, no estaban preparados para encontrarse con los belicosos filisteos (ver com. vers. 17). Los israelitas podían entender esta razón y es, por lo tanto, la que Dios les dio en esta ocasión (vers. 17).
- Como Dios ya le había advertido a Moisés (cap. 3: 12), tenía el propósito de encontrarse con el pueblo en el monte Horeb. Allí ellos hablan de completar su organización formal como una nación, allí él establecería una relación de pacto con ellos como nación, allí les impartiría su santa ley, y allí habían de ser instituidos los servicios del santuario.
Los hijos de Israel no estaban listos para entender o apreciar la necesidad de estas cosas y por esa razón Dios no se las mencionó en esa oportunidad.
El relativo aislamiento de la parte meridional de la península del Sinaí se adaptaba admirablemente para la realización del propósito para el cual Dios guió a su pueblo hasta las proximidades del monte Horeb. Esa escabrosa y árida península está rodeada de dos lados por brazos del mar Rojo y en el tercero por el gran desierto de Paran. No sólo el pueblo recibiría las instrucciones que Dios quería impartirle, sino que las privaciones de su largo y cansador viaje a través del desierto montañoso les brindarían situaciones en las cuales tuviera una oportunidad para aprender a confiar en Dios. Esta era precisamente la preparación que necesitaban los israelitas para la difícil tarea de la conquista de Canaán.
«…Los huesos de José…» – Aunque aquí y en la narración de la sepultura de los restos de José en Siquem (Jos. 24: 32) no se hace mención de los otros hijos de Jacob, la afirmación de Esteban delante del Sanedrín parece implicar que todos los padres «fueron trasladados a Siquem» – (Hech. 7: 15, 16).
El que los hijos de Israel preservaran los restos de José y cumplieran su pedido de sepultarlo en Canaán (Gén. 50: 24-26) muestra que indudablemente no habían perdido de vista la promesa de liberación.
¡Qué importante es cumplir los juramentos!
Moisés tenía que esforzarse para honrar un juramento que sus antepasados habían hecho.
Los hijos de Israel, los hermanos de José, que hicieron el juramento, estaban todos muertos y por esto no podrían llevar consigo sus huesos, como dice “con vosotros”. De este texto se puede deducir que los huesos de los doce hermanos fueron llevados de Egipto, no solo los huesos de José. En tal caso, cada tribu tendría un ataúd consigo durante los 40 años en el desierto.
Éxodo 13:20-22 – «Y partieron de Sucot y acamparon en Etam, a la entrada del desierto. (21) Y YHVH iba delante de ellos de día en una columna de nube para guiarlos por el camino, y de noche en una columna de fuego para alumbrarles, a fin de que anduviesen de día y de noche. (22) Nunca se apartó de delante del pueblo la columna de nube de día, ni de noche la columna de fuego»
«…Acamparon en Etam…» – De acuerdo con este texto y Núm. 33: 6, el segundo campamento de los israelitas estuvo «al confín del desierto«. Su lugar no ha sido todavía identificado.
Sin embargo, quizá la palabra hebrea Etam sea una transliteración del egipcio Khetem, «fortaleza«.
Los registros egipcios nos informan de la existencia de una línea de fortificaciones fronterizas desde el mar Mediterráneo hasta el golfo de Suez (ver com. Exo. 2: 15), construidas con el claro propósito de evitar que entraran en Egipto las tribus del desierto oriental y, al mismo tiempo, el de controlar el tránsito entre Egipto y el Asia. Siendo que esas fortalezas fronterizas estaban en el limite del desierto oriental, es posible que aquí se haga referencia a una de ellas…
Por lo menos en el caso de Moisés, esos puestos fronterizos no impidieron que un solitario fugitivo se filtrara a través de ellos y tuviera éxito en su huida al desierto (ver com. cap. 2: 15); pero es obvio que las huestes de Israel no podían haber pasado sin el consentimiento de los guardianes. Indudablemente Faraón nunca fue más allá, en su propósito, que permitir que los hebreos llegaran al desierto oriental egipcio y adoraran a Dios allí. Quizá, sólo cuando los guardianes de la frontera le informaron que los israelitas proseguían su marcha por el desierto hacia el mar Rojo, salió Faraón en su persecución (cap. 14: 3).
«…Una columna de nube…» – Como comandante militar egipcio y como fugitivo de Faraón (ver com. cap. 2: 15), Moisés ya estaba familiarizado con la ruta a seguir en general. Además Dios le dio instrucciones para guiar a Israel al monte Horeb – (cap. 3: 12).
i. En este versículo aparece el verbo guiar de forma hifil, causativa, para mostrarnos que
el Eterno iba delante mediante un emisario que le representaba – (Rashí).
La columna de nube fue el representante del Eterno en este caso. En Éxodo 14:19 está escrito:
“Y el ángel de Elohim que había ido delante del campamento de Israel, se apartó, e iba tras ellos; y la columna de nube que había ido delante de ellos, se apartó, y se les puso detrás”
Esto nos enseña que el representante de YHVH era un malaj, un ángel, que se manifestaba de manera de columna de nube de día y columna de fuego por la noche.
Los antiguos comandantes de ejército a veces usaban humo o señales de fuego para conducir sus fuerzas en marcha a través de tierras desoladas y sin caminos. Sin embargo, la columna de nube y fuego de Israel no fue producida por medios comunes sino que fue una manifestación milagrosa de la presencia de Cristo – (1 Cor. 10: 1-4, 9), la cual apareció delante de ellos cuando salieron de Etam y entraron en el desierto.
Parece que no hubo sino una «columna» – (Exo. 14: 24), pues aun cuando brillaba en la oscuridad es todavía llamada «la columna de nube» – (Exo. 14: 19) o simplemente «la nube» (Núm. 9: 21). De día aparecía como una nube oscura, en contraste con la luz del sol, pero de noche como una luz radiante – (Núm. 9: 15, 16).
En esa nube el Señor mismo estaba presente con su pueblo, y desde la nube hablaba a Moisés. Allí aparecía la gloria del Señor, más tarde conocida como la «Shekinah» – (Exo. 16: 10; 40: 34).
En una forma similar ya el Señor se había revelado a Moisés en la zarza ardiente (cap. 3: 2), y más tarde apareció en el Sinaí en medio de truenos y relámpagos (cap. 19: 16, 18). El fuego y la nube simbolizaban la dirección y protección divinas.
Éxodo 20:23-26 – «No hagáis conmigo dioses de plata, ni dioses de oro os haréis. (24) Altar de tierra harás para mí, y sacrificarás sobre él tus holocaustos y tus ofrendas de paz, tus ovejas y tus vacas; en todo lugar donde yo hiciere que esté la memoria de mi nombre, vendré a ti y te bendeciré. (25) Y si me hicieres altar de piedras, no las labres de cantería; porque si alzares herramienta sobre él, lo profanarás. (26) No subirás por gradas a mi altar, para que tu desnudez no se descubra junto a él»
En estos versos finales vemos como el Eterno advierte a Moisés de idolatría, es decir de adorar a imágenes de fundición o de barro, etc… Cosa que mas adelante el pueblo haría con el becerro de oro – (Ex 32).
Sin embargo el Eterno les da las especificaciones de como construir altares para El.
Deuteronomio 27:15 – “Maldito el hombre que hiciere escultura o imagen de fundición, abominación a YHVH, obra de mano de artífice…”
Salmos 115:4 – “…los ídolos de ellos son plata y oro, obra de mano de hombres. Tienen boca, mas no hablan; tienen ojos, mas no ven; orejas tienen, mas no oyen; tienen narices, mas no huelen; manos tienen, mas no palpan; tienen pies, mas no andan; No hablan con su garganta. Semejante a ellos son los que los hacen, y cualquiera que confían en ellos”
Isaias 44:9-20 – “…los formadores de imágenes de talla, todos ellos son vanidad, y lo mas precioso de ellos para nada es útil: y ellos mismos son testigos para su confusión, de que los ídolos no ven ni entienden ¿quien formó un dios, o quien fundió una imagen que para nada es de provecho? He aquí que todos los suyos será avergonzados, porque los artífices mismos son hombres. Todos ellos se juntarán, se presentarán, se asombrarán, y serán avergonzados a una”