Éxodo 20:1-2 – «Y habló Dios todas estas palabras, diciendo: (2) Yo soy YHVH tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre»
Nuestro Señor se refirió a los mandamientos como el camino por el cual se puede alcanzar la vida eterna – (Mat. 19: 16-19). Son adecuados para toda forma de sociedad humana; son aplicables y están en vigencia mientras dure el mundo – (Mat. 5: 17, 18). Nunca pueden volverse anticuados pues son la expresión inmutable de la voluntad y del carácter de Dios. Con buena razón Dios los entregó a su pueblo tanto oralmente como por escrito – (Exo. 31: 18; Deut. 4:13).
Yeshúa es la Palabra del Eterno hecha carne, como está escrito en:
Juan 1:14 – “Y la Palabra se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad”
1 Juan 1:1-2 – “Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y lo que han palpado nuestras manos, acerca de la Palabra de vida, pues la vida fue manifestada, y nosotros la hemos visto y damos testimonio y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre y se nos manifestó”
El Mesías Yeshúa es la manifestación del Padre en la tierra:
Juan 14:9b – “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”
Hebreos 1:3a – “Él es el resplandor de su gloria y la expresión exacta de su naturaleza”
Colosenses 2:9 – “Porque toda la plenitud de la Deidad reside corporalmente en él”
El Hijo es la manifestación del Eterno que está en los cielos. Él no solamente lo revela sino también lo representa:
Salmo 118:26a – “Bendito el que viene en el nombre de YHVH”
Juan 8:42 – “Yeshúa les dijo: Si Elohim fuera vuestro Padre, me amaríais, porque yo salí de Elohim y vine de Él, pues no he venido por mi propia iniciativa, sino que Él me envió”
Juan 6:45 – “Escrito está en los profetas: “Y TODOS SERÁN ENSEÑADOS POR
DIOS”
El Mesías es el Novio y la parte renovada y restaurada de Israel es la Novia.
En Éxodo 34:28; Deuteronomio 4:13 y 10:4 se encuentra la expresión “las diez palabras” En hebreo “aseret ha-dvarim”, en referencia a Éxodo 20:2-17 (20:2-14 según la versión hebrea). Esta es la primera de las diez. La expresión “diez mandamientos” no aparece en las Escrituras. Es más, en estas diez palabras se encuentran 14 de los 613 mandamientos de la Torá. Así que es más exacto hablar de las “diez palabras” que los “diez mandamientos” puesto que aquí se puede encontrar más de diez mandamientos.
Como en las Escrituras el número diez representa la totalidad, estas diez palabras representan toda la Torá. La Torá nos enseña que estas diez palabras estaban escritas en dos tablas de piedra. La tradición enseña que en la primera tabla había cinco palabras y en la segunda había cinco.
Las cinco primeras tienen que ver con la relación entre el hombre y el Eterno y las cinco últimas tienen que ver con la relación entre el hombre y su prójimo.
En las cinco primeras palabras aparece el nombre YHWH ocho veces, pero en las últimas cinco palabras no aparece. Las diez van desde lo más importante hasta lo menos importante. La primera es la más importante pero la última es la más difícil porque es más fácil controlar las acciones que los pensamientos.
La primera de las diez palabras empieza con “Yo soy…” El Eterno se presenta como el Eterno tu Elohim, de forma singular. Cada uno tiene que tener una relación personal y singular con él. La base de nuestra relación con Él es la redención que hemos experimentado, tanto la primera, que se hizo por medio de Moisés, como la segunda, que se hizo y se hará por medio de Yeshúa HaMashíaj.
Éxodo 20.3-6 – «No tendrás dioses ajenos delante de mí. (4) No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. (5) No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy YHVH tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, (6) y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos»
«…No tendrás dioses ajenos delante de mí…» – Literalmente, «delante de mi faz«. Esta forma idiomática hebrea con frecuencia significa «además de mí«, «en adición a mí«, o «en oposición a mí«. Siendo el único Dios verdadero, el Señor requiere que sólo él sea adorado. Este concepto de un solo Dios era extraño a la creencia y práctica politeísta de otras naciones. Dios nos exhorta para que lo coloquemos delante de todo lo demás, que lo coloquemos primero en nuestros afectos y en nuestras vidas, en armonía con el requerimiento de nuestro Señor en el Sermón del Monte – (Mat. 6: 33). La mera creencia no bastará, ni aun el reconocimiento de que él es el único Dios. Le debemos una lealtad de todo corazón y una consagración como a un Ser personal a quien tenemos el privilegio de conocer, amar y en quien confiar y con quien podemos tener una comunión bendita. Es peligroso depender de algo que no sea Dios, ya sea riqueza, conocimiento, posición o amigos. Es difícil luchar contra las seducciones del mundo, y es muy fácil confiar en lo que es visible y temporal – (Mat. 6: 19-34; 1 Juan 2: 15-17). No es difícil violar el espíritu de este primer mandamiento en nuestra era materialista, poniendo nuestra fe y confianza en alguna conveniencia o comodidad terrenal. Al hacerlo podemos olvidarnos de Aquel que creó las cosas de que disfrutamos – (2 Cor. 4: 18).
No es que existan otros dioses – (Deuteronomio 4:39; 1 Reyes 8:60; 1 Corintios 8:5-6), sino que se trata de no aceptar como nuestro Elohim algo que ha sido creado como si fuera el Creador – (Romanos 1:25). Esta palabra implica que está prohibido confiar en cualquier poder además del Eterno, adorar ídolos, santos o estatuas, inclinarse ante ellos, hacerlos o poseerlos.
Hay unas preguntas que nos ayudan para saber si tengo otros dioses en mi vida:
- ¿Quién manda en mi vida?
- ¿Dónde está mi confianza?
- ¿Dónde está mi pasión?
- ¿Quién es la fuente de mi vida?
- ¿Quién es mi alabanza?
Si un ídolo, una persona, un sistema, una organización o un objeto puede ser puesto como respuesta a una o varias de estas cinco preguntas, tengo un o varios dioses en mi Vida. El dinero es el ídolo más importante de este mundo. Los avaros no heredarán el Reino del Eterno porque son idólatras, como está escrito en 1 Corintios 6:10:
“…ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los difamadores, ni los estafadores heredarán el reino de Elohim…”
Efesios 5:5 – “Porque con certeza sabéis esto: que ningún inmoral, impuro, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino del Mesías y de Elohim”
1 Timoteo 6:10 – “Porque la raíz de todos los males es el amor al dinero, por el cual, codiciándolo algunos, se extraviaron de la fe y se torturaron con muchos dolores”
Mateo 6:24b – “…No podéis servir a Elohim y a las riquezas…”
«…que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen…» – El Eterno castiga la idolatría de los padres sobre sus hijos hasta la tercera y cuarta generación cuando no hay arrepentimiento en los hijos por la conducta de sus padres y cuando los hijos siguen esa conducta. En el momento del arrepentimiento es rota esta maldición – (Deuteronomio 24:16; Ezequiel 18). Por causa de este mandamiento los rabinos han establecido el mandamiento de no hacer estatuas de ninguna clase ni de hombres ni de animales ni de otro objeto en el universo.
Esta aparente amenaza ha turbado a algunos que ven en ella la manifestación de un espíritu vengativo. Sin embargo, debiera hacerse una distinción entre los resultados naturales de una conducta pecaminosa y el castigo que se inflige debido a ella. Dios no castiga a un individuo por los malos hechos de otro – (Eze. 18: 2-24). Cada hombre es responsable delante de Dios sólo por sus propios actos.
Al mismo tiempo, Dios no altera las leyes de la herencia para proteger a una generación de los delitos de sus padres, pues esto no correspondería con el carácter divino y con la forma en que trata a los hombres. La justicia divina visita la » maldad» de una generación sobre la siguiente únicamente mediante esas leyes de la herencia que fueron ordenadas por el Creador en el principio – (Gén. 1: 21, 24, 25).
Nadie puede eludir del todo las consecuencias de la disipación, la enfermedad,
el libertinaje, el mal proceder, la ignorancia y los malos hábitos transmitidos
por las generaciones precedentes. Los descendientes de idólatras degradados y los vástagos de hombres malos y viciosos generalmente comienzan la vida con las taras provocadas por pecados de orden físico y moral, y cosechan los frutos de las semillas sembradas por sus padres. La delincuencia juvenil comprueba la verdad del segundo mandamiento. El ambiente también tiene un notable efecto sobre cada generación joven.
Pero puesto que Dios es bondadoso y justo, podemos confiar en que tratará equitativamente a cada persona teniendo muy en cuenta la influencia, sobre el carácter, de las taras congénitas, las predisposiciones heredadas y la influencia de los ambientes previos. Su justicia y su misericordia lo demandan – (Sal. 87: 6; Luc. 12: 47,48; Juan 15: 22; Hech. 17: 30; 2 Cor. 8: 12). Al mismo tiempo nuestra meta es la de ser victoriosos sobre cada tendencia al mal heredada y cultivada.
Dios «visita» o «prescribe» los resultados de la iniquidad, no para vengarse sino para enseñar a los pecadores que una conducta indebida inevitablemente produce tristes resultados.
«…y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos…» – El verdadero amor a Dios se muestra mediante la obediencia. Puesto que Dios mismo es amor y sus tratos con sus criaturas son motivados por el amor – (1 Juan 4: 7-21), Dios no desea que lo obedezcamos como una obligación sino porque elegimos hacerlo – (Juan 14: 15, 21; 15: 10; 1 Juan 2: 5; 5: 3; 2 Juan 6).
(Para mas información ver el articulo: ¿Amas a Dios?)
Éxodo 20:7 – «No tomarás el nombre de YHVH tu Dios en vano; porque no dará por inocente YHVH al que tomare su nombre en vano»
La prohibición no se refiere a no usar el Nombre, sino usarlo vanamente y sin sentido. Esta prohibición también se aplica sobre aquellos que dicen que son del Eterno y no lo son, dando apariencia de piedad mientras que sus corazones tengan otra realidad – (Ezequiel 36:21-23; 39:7).
La prohibición de pronunciar el Nombre del Eterno es de origen rabínico, no de la Torá. Por eso los judíos no pronuncian el Nombre del Eterno, sino lo sustituyen por Adonai (Señor), HaShem (El Nombre) o el Eterno.
La palabra así traducida significa «iniquidad«, «falsedad«, «vanidad«, «vacuidad«. Inculcar reverencia es el principal propósito del tercer mandamiento – (Sal. 111: 9; Ecl. 5: 1, 2), que es una secuela apropiada de los dos que lo preceden. Los que sólo sirven al verdadero Dios, y le sirven en espíritu y en verdad, evitarán cualquier uso descuidado, irreverente o innecesario del nombre santo. No blasfemarán. La blasfemia, o cualquier lenguaje descuidado por el estilo, no sólo viola el espíritu de la religión sino que indica también falta de educación y caballerosidad.
Este mandamiento no sólo se aplica a las palabras que debiéramos evitar sino al cuidado con que debiéramos usar las que son buenas – (ver Mat. 12: 34-37).
El tercer mandamiento también condena las ceremonias vacuas y el formalismo en el culto (ver 2 Tim. 3: 5) y exalta el culto realizado en el verdadero espíritu de santidad – (Juan 4: 24).
Los judíos, quienes hasta el día de hoy no pronuncian el nombre. Como resultado, nadie sabe cómo debiera pronunciarse. Pero en su sujeción extrema a la letra de la ley, los judíos rindieron a Dios un homenaje vacío. Ese falso celo no impidió la trágica equivocación cometida por la nación judía hace 2.000 años – (Juan 1:11; Hech. 13: 46).
El tercer mandamiento también prohíbe el juramento falso, o perjurio, que siempre ha sido considerado como una grave falta social y moral digna del más severo castigo. El uso descuidado del nombre de Dios denota una falta de reverencia para con él. Si nuestro pensamiento se enfoca en un plano espiritualmente elevado, nuestras palabras también serán elevadas y serán dictadas por lo que es honrado y sincero – (Fil. 4: 8).
Éxodo 20:8-11 – «Acuérdate del día de reposo para santificarlo. (9) Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; (10) mas el séptimo día es reposo para YHVH tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas. (11) Porque en seis días hizo YHVH los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, YHVH bendijo el día de reposo y lo santificó«
El verbo “acuérdate” en hebreo está escrito en la forma paol, la cual implica algo constante, como el español gerundio “guardando”. Implica que uno se acuerde del Shabat durante toda la semana. Al comprar algo bonito se destina para el Shabat.
Esta palabra no hace más importante al cuarto mandamiento que a los otros nueve. Todos lo son igualmente. Quebrantar uno, es quebrantarlos todos – (Sant.2: 8-11). Pero el mandamiento del día de reposo nos recuerda que el séptimo día, el sábado, es el descanso señalado por Dios para el hombre, y que ese reposo se remonta hasta el mismo comienzo de la historia humana y es una parte inseparable de la semana de la creación – (Gén. 2: 1-3). Carece por completo de base el argumento de que el sábado fue dado al hombre por primera vez en el Sinaí – (Mar. 2: 27). En un sentido personal, el sábado se presenta como un recordativo de que en medio de los afanes apremiantes de la vida no debiéramos olvidar a Dios. Entrar plenamente en el espíritu del sábado es hallar una valiosa ayuda para obedecer el resto del Decálogo. La atención especial y la dedicación dadas, en este día de descanso, a Dios y a las cosas de valor eterno, proveen un caudal de poder para obtener
la victoria sobre los males contra los cuales se nos advierte en los otros mandamientos.
El sábado ha sido bien comparado a un puente tendido a través de las agitadas aguas de la vida sobre el cual podemos pasar para llegar a la orilla opuesta, a un eslabón entre la tierra y el cielo, un símbolo del día eterno cuando los que sean leales a Dios se revestirán para siempre con el manto de la santidad y del gozo inmortales.
Debiéramos «recordar» también que el mero descanso del trabajo físico no constituye la observancia del sábado. Nunca fue la intención que el sábado fuera un día de ociosidad e inactividad. La observancia del sábado no consiste tanto en abstenerse de ciertas formas de actividad como en participar deliberadamente en otras. Dejamos la rutina semanal del trabajo sólo como un medio para dedicar el día a otros propósitos.
El espíritu de la verdadera observancia del sábado nos inducirá a aprovechar sus horas sagradas procurando comprender más perfectamente el carácter y la voluntad de Dios, a apreciar más plenamente su amor y misericordia y a cooperar más eficazmente con él ayudando a nuestros prójimos en sus necesidades espirituales. Cualquier cosa que contribuya a esos propósitos primordiales es apropiada para el espíritu y la finalidad del sábado. Cualquier cosa que contribuya en primer lugar a la complacencia de los deseos personales de uno o a la prosecución de los intereses propios, es tan ajena a la verdadera observancia del sábado como un trabajo común. Este principio se aplica tanto a los pensamientos y a las palabras como a las acciones.
El sábado nos remonta a un mundo perfecto en el remoto pasado – (Gén. 1: 31; 2: 1-3), y nos advierte que hay un tiempo cuando el Creador, otra vez, hará «nuevas todas las cosas» – (Apoc. 21: 5). También es un recordativo de que Dios está listo para restaurar, dentro de nuestros corazones y de nuestras vidas, su propia imagen tal como era en el principio – (Gén. 1: 26, 27).
El que entra en el verdadero espíritu de la observancia del sábado se hace así idóneo para recibir el sello de Dios, que es el reconocimiento divino de que el carácter del Eterno está reflejado perfectamente en la vida del hombre – (Eze. 20: 20). Una vez cada semana tenemos el feliz privilegio de olvidar todo lo que nos recuerde este mundo de pecado, y «acordarnos» de las cosas que nos acercan a Dios. El sábado puede llegar a ser para nosotros un pequeño santuario en el desierto de este mundo, donde por un tiempo podemos estar libres de sus cuidados y podemos entrar, por así decirlo, en los gozos del cielo. Si el descanso del sábado fue deseable para los seres sin pecado del paraíso – (Gén. 2: 1-3), ¡cuánto más esencial lo es para los falibles mortales que se preparan para entrar de nuevo en esa bendita morada!
En Deuteronomio 5:12 está escrito “guarda el Shabat”. Estas dos palabras fueron dichas en un enunciado. El Eterno es el único que puede decir dos palabras en un enunciado – (Salmo 62:11).
Éxodo 31:14 con Números 28:9; Deuteronomio 22:11 con Deuteronomio 22:12 y Levítico 18:16 con Deuteronomio 25:5.
“…el séptimo día…” – No el sexto, ni el primero. No se puede sustituir por otro día. YHVH mandó que fuera el séptimo día y punto. El Eterno ha hecho un camino recto, pero el hombre lo ha torcido, como está escrito en Proverbios 21:8:
“Torcido es el camino del pecador mas el proceder del limpio es recto”
El séptimo día empieza a la caída del sol el viernes y termina a la caída del sol el sábado.
“…Shabat para YHVH tu Dios…” – El Shabat es para dedicarse al Eterno, no para otra cosa.
“…no harás en él obra alguna…” – La palabra hebrea que ha sido traducida como “obra” es “melajá”, que significa “obra”, “tarea”, “oficio”, “fabricación”. La primera vez que aparece es en Génesis 2:2-3 donde habla de la obra de la creación. “Melajá” tiene que ver con trabajo creativo, productivo y todo lo que interviene en la creación.
Esto no prohibe las obras de misericordia o el trabajo esencial para la preservación de la vida y la salud que no puede realizarse en otros días. Siempre «es lícito hacer bien en sábado» – (Mat. 12: 1-14; Mar. 2: 23-28). El descanso de que aquí se habla no ha de ser considerado meramente en términos de la cesación del trabajo ordinario, aunque por supuesto esto está incluido.
Debe ser un descanso santo, en el cual haya comunión con el Eterno.
“…Ni tu bestia…” – El cuidado de Dios por los animales resalta repetidas veces en los escritores del AT – (Exo. 23: 5, 12; Deut. 25: 4). El los recordó en el arca – (Gén. 8: 1).
Estuvieron incluidos en su pacto que siguió al diluvio – (Gén. 9: 9-11). El sostiene que los animales son suyos – (Sal. 50: 10). La presencia de «muchos animales» fue una razón para que Nínive fuera preservada – (Jon. 4: 11), etc…
“…Porque en seis días hizo YHVH los cielos y la tierra…” – El Eterno es nuestro Padre. Un padre es un ejemplo a seguir para sus hijos. Como él cesó en Shabat, nosotros también lo hacemos. Y así somos como él. El hombre fue creado a su imagen y semejanza. El que no guarda el Shabat no se parece al Eterno en esa área de su vida.
“…YHVH bendijo el dia de reposo (Shabat) y lo santificó…” – La bendición implica algo concreto. Por eso Rashí dice que el Eterno bendijo el Shabat con el maná. La santificación implica que ha sido apartado de los demás días para ser diferente y dedicado al uso exclusivo del Eterno.
(Para mas información ver nuestro articulo de: El Shabbat – Día de reposo)
Éxodo 20:12 – «Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que YHVH tu Dios te da»
El mandamiento de honrar a los padres está entre las cinco primeras palabras que tienen que ver con la relación con el Eterno. La relación con los padres es un reflejo de nuestra relación con el Eterno. El que no honra a sus padres no honra al Eterno. El que honra sus padres honra al Eterno. Las cinco primeras palabras están resumidas en el mandamiento de amar al Eterno con todo el corazón, mente y fuerzas – (Deuteronomio 6:5; Mateo 22:37-38). Las cinco últimas están resumidas en el mandamiento de amar al prójimo.
Puesto que antes de la edad cuando se tiene responsabilidad moral los padres son para sus hijos como los representantes de Dios, es lógico y adecuado que nuestro primer deber que atañe al hombre se refiriera a ellos – (Deut. 6: 6, 7; Efe. 6: 1-3; Col. 3: 20).
Otro propósito de este mandamiento es crear respeto por toda autoridad legítima. Un respeto tal comienza con el concepto que los niños tienen de sus padres. En la mente del niño esto se convierte en la base para el respeto y la obediencia que se deben a los que tienen una autoridad legítima sobre él para toda la vida, particularmente en la congregación y en el estado – (Rom. 13: 1-7; Heb. 13: 17; 1 Ped. 2: 13-18). Está incluido en el espíritu de este mandamiento el pensamiento de que los que gobiernan en el hogar y fuera de él debieran conducirse de tal manera que sean siempre dignos del respeto y de la obediencia de quienes dependen de ellos – (Efe. 6: 4, 9; Col.3:21; 4: 1).
Ademas este es el primer mandamiento con promesa – (Efesios 6:2). El honrar a los padres trae larga vida sobre la tierra. Honrar implica respetar con actitudes, palabras y obras. Honrar implica también ayudarles en sus necesidades materiales y prácticas, como dice:
Mateo 15:3-6 – “Y respondiendo él, les dijo: ¿Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Elohim a causa de vuestra tradición? Porque Elohim dijo: “HONRA A tu PADRE Y A tu MADRE,” y: “QUIEN HABLE MAL DE su PADRE O DE su MADRE, QUE MUERA.” Pero vosotros decís: “Cualquiera que diga a su padre o a su madre: ‘Es ofrenda a Elohim todo lo mío con que pudieras ser ayudado’, no necesitará más honrar a su padre o a su madre.” Y así invalidasteis la palabra de Elohim por causa de vuestra tradición”
La palabra griega que ha sido traducida como “tradición”, es “paradosis”. Aquí significa unas enseñanzas que han sido transmitidas de maestros a discípulos – (Gálatas 1:14; Colosenses 2:8). No se está refiriendo a las costumbres. Yeshúa atacó aquí las enseñanzas erróneas de los rabinos que quebrantaban los mandamientos de la Torá. El Mesías atacó estas enseñanzas tradicionales de los judíos en algunos casos, pero en muchos otros casos las aceptó. Una tradición no es lo mismo que una costumbre.
Yeshua no criticó las costumbres judías. Según el ejemplo de su vida vemos que las siguió. Las costumbres son las maneras de actuar, y las tradiciones son las interpretaciones de la Torá que han pasado de maestros a discípulos.
La palabra griega que normalmente se traduce como “costumbre” es “ethos”. Aparecen los siguientes versículos del texto griego de los Escritos Apostólicos – (Lucas 1:9; 2:42; 22:39; Juan 19:40; Hechos 6:14; 15:1; 21:21; 25:16; 26:3; 28:17; Hebreos 10:25).
Pablo no quebrantó las costumbres de los padres, según Hechos 28:17:
“Y aconteció que tres días después Pablo convocó a los principales de los judíos, y cuando se reunieron, les dijo: Hermanos, sin haber hecho yo nada contra nuestro pueblo ni contra las costumbres de nuestros padres, desde Jerusalén fui entregado preso en manos de los romanos”
(Para mas información ver el articulo: La honra a los padres)
Éxodo 20:13-17 – «No matarás. (14) No cometerás adulterio. (15) No hurtarás. (16) No hablarás contra tu prójimo falso testimonio. (17) No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo»
«…No matarás…» – Aquí no se trata de la ejecución de un juicio divino sobre una persona que ha sido condenada a muerte, sino de un asesinato. El que mata a un ser humano que ha sido creado a imagen de Dios, es como si matara a Dios mismo. El castigo por un asesinato es la pena capital – (Levítico 24:17).
Cualquier comprensión correcta de nuestra relación con nuestro prójimo indica que debemos respetar y honrar su vida, pues toda vida es sagrada – (Gén. 9: 5,6). Yeshua magnificó (Isa. 42: 21) este mandamiento al incluir, como parte de su violación, la ira Y el desprecio (Mat. 5: 21, 22). Más tarde el apóstol Juan añadió a su violación el odio (1 Juan 3: 14, 15). Este mandamiento no sólo prohibe la violencia física sino lo que es de consecuencias mucho mayores: el daño hecho al alma. Lo violamos cuando inducimos a otros al pecado por nuestro ejemplo y nuestra conducta y contribuimos así a la destrucción de sus almas.
Los que corrompen al inocente y seducen al virtuoso «matan» en un sentido mucho peor que el asesino y el bandido, pues hacen algo más que matar el cuerpo – (Mat. 10: 28).
«…No cometerás adulterio…» – Se trata de ser infiel en el pacto matrimonial mediante una relación sexual con una tercera persona – (Ezequiel 16:32). Con ese acto se quiebra el pacto. El castigo por adulterio es la pena capital – (Levítico 20:10).
Esta prohibición no sólo abarca el adulterio sino también la fornicación e impureza de toda y cualquier clase, en hechos, palabras y pensamientos – (Mat. 5: 27, 28). Este, nuestro tercer deber para con nuestro «prójimo«, significa respetar y honrar el vínculo sobre el cual se edifica la familia, el de la relación matrimonial, que para el creyente es tan preciosa como la vida misma – (Heb. 13: 4).
El casamiento hace del esposo y la esposa «una sola carne» – (Gén. 2: 24). Ser desleal a esta unión sagrada, o inducir a otro a serlo, es despreciar lo que es sagrado y es también cometer un crimen.
A través de toda la historia humana, por regla general no se ha considerado como una falta grave el que un esposo se convirtiera en adúltero. Sin embargo, si la esposa era la culpable, se la trataba con la máxima severidad. La sociedad habla de la «mujer caída«, pero poco se dice del «hombre caído«. El mandamiento se aplica con igual fuerza a ambos: al esposo y a la esposa – (Heb. 13: 4; Apoc. 21: 8).
«…No hurtarás…» – Aquí se interpreta como una prohibición para secuestrar una persona ya que en Levítico 19:11 aparece otro mandamiento que prohíbe el hurto en relación con los bienes materiales. El castigo por secuestro es la pena capital – (Éxodo 21:16).
«…No hablarás contra tu prójimo falso testimonio…» –En primer lugar se refiere a no testificar falsamente contra una persona en un tribunal, pero también implica no decir cosas contra el prójimo a otras personas, y en general no mentir. Una de las formas más graves de dar falso testimonio es cuando una persona dice algo en el nombre del Eterno que él no ha hablado.
Esta prohibición frecuentemente es violada hablando mal de otro, con lo que su reputación es manchada, sus motivos son tergiversados y su nombre es denigrado. Son demasiados los que hallan que es insípido e insustancial alabar a sus prójimos o hablar bien de ellos. Encuentran una emoción maligna en hacer resaltar los defectos de conducta de otros, en juzgar sus motivos y criticar sus esfuerzos. Ya que por desgracia muchos siempre están listos y ávidos para escuchar esta supuesta sabiduría, se aumenta la emoción y se exalta el yo egoísta y pecaminoso del detractor.
Este mandamiento también puede ser quebrantado por los que se quedan en silencio cuando oyen que un inocente es calumniado injustamente. Puede ser quebrantado por un encogimiento de hombros o un arquear de las cejas. Cualquiera que desfigura, de cualquier manera, la verdad exacta para obtener una ventaja personal o por cualquier otro propósito, es culpable de dar «falso testimonio«. La supresión de la verdad que podría perjudicarnos o perjudicar a otros, también significa dar «falso testimonio«.
Ese delito merece la pena capital – (Deuteronomio 18:20). El falso testimonio conduce a la destrucción de la sociedad. Causa que los inocentes sean castigados por algo que no hicieron. También permite que se cometan robos, asesinatos y opresiones para luego escapar del castigo. El que testifica falsamente trae destrucción al mundo.
Deuteronomio 19:15-21 – “No se levantará un solo testigo contra un hombre por cualquier iniquidad o por cualquier pecado que haya cometido; el caso será confirmado por el testimonio de dos o tres testigos. …….”
Salmo 34:12-13 – “¿Quién es el hombre que desea vida y quiere muchos días para
ver el bien? Guarda tu lengua del mal, y tus labios de hablar Engaño”
Proverbios 6:16-19 – “Seis cosas hay que odia YHVH, y siete son abominación para
El: ojos soberbios, lengua mentirosa, manos que derraman sangre inocente, un corazón que maquina planes perversos, pies que corren rápidamente hacia el mal, un testigo falso que dice mentiras, y el que siembra discordia entre hermanos”
Proverbios 12:22; 19:5 – “Los labios mentirosos son abominación a YHVH, pero los que
obran fielmente son su deleite… El testigo falso no quedará sin castigo, y el que cuenta mentiras no escapará… El testigo falso no quedará sin castigo, y el que cuenta mentiras perecerá… Como maza y espada y aguda saeta es el hombre que levanta falso testimonio contra su prójimo”
Levítico 19:16 – “No andarás de calumniador entre tu pueblo; no harás nada contra la vida de tu prójimo; yo soy YHVH”
Proverbios 10:18 – “El que oculta el odio tiene labios mentirosos, y el que esparce calumnia es un necio”
Apocalipsis 21:8, 27 – “Pero los cobardes, incrédulos, abominables, asesinos, inmorales, hechiceros, idólatras y todos los mentirosos tendrán su herencia en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda… y jamás entrará en ella (la nueva Jerusalén) nada inmundo, ni el que practica abominación y mentira, sino sólo aquellos cuyos nombres están escritos en el libro de la vida del Cordero”
(Para mas información ver nuestro estudio de: Lashón hará – La lengua maligna)
«…No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo…» – La codicia es querer algo que sea del otro. Está prohibido hacer cualquier intento para obtener algo que pertenece a otro cuando uno mismo desea poseerlo. Está prohibido convencer a alguien a vender algo que no deseaba vender, por medio de presión, incluso si se dé el pago total. El deseo de tener las cosas de otros puede llevar a la violencia y al asesinato – (1 Reyes 21).
El décimo mandamiento complementa al octavo pues la codicia es la raíz de la cual crece el robo. En realidad, el décimo mandamiento toca las raíces de los otros nueve. Representa un avance notable más allá de la moral de cualquier otro antiguo código.
La mayoría de los códigos no fueron más allá de los hechos y unos pocos tomaron en cuenta las palabras, pero ninguno tuvo el propósito de moderar los pensamientos. Esta prohibición es fundamental para la experiencia humana porque penetra hasta los motivos que están detrás de los actos externos. Nos enseña que Dios ve el corazón – (1 Sam. 16: 7; 1 Rey. 8: 39; 1 Crón. 28: 9; Heb. 4: 13) y se preocupa menos del acto externo que del pensamiento del cual brotó la acción. Establece el principio según el cual los mismos pensamientos de nuestro corazón están bajo la jurisdicción de la ley de Dios, y que somos tan responsables por ellos como por nuestras acciones.
El mal pensamiento acariciado promueve un mal deseo, el cual a su tiempo da a luz una mala acción – (Prov. 4: 23; Sant. 1: 13-15). Un hombre puede refrenarse de adulterar debido a las sanciones sociales y civiles que acarrean tales transgresiones y, sin embargo, a la vista del cielo puede ser tan culpable como si cometiera el hecho – (Mat. 5: 28).
Este mandamiento básico revela la profunda verdad de que no somos los impotentes esclavos de nuestros deseos y nuestras pasiones naturales. Dentro de nosotros hay una fuerza, la voluntad, que, bajo el control de Cristo, puede someter cada pasión y deseo ilegítimos – (Fil. 2: 13). Además, es un resumen del Decálogo al afirmar que el hombre es esencialmente un ente moral libre.
Éxodo 20:18-21 – «Todo el pueblo observaba el estruendo y los relámpagos, y el sonido de la bocina, y el monte que humeaba; y viéndolo el pueblo, temblaron, y se pusieron de lejos. (19) Y dijeron a Moisés: Habla tú con nosotros, y nosotros oiremos; pero no hable Dios con nosotros, para que no muramos. (20) Y Moisés respondió al pueblo: No temáis; porque para probaros vino Dios, y para que su temor esté delante de vosotros, para que no pequéis. (21) Entonces el pueblo estuvo a lo lejos, y Moisés se acercó a la oscuridad en la cual estaba Dios»
Los terrores del Sinaí -los truenos, los relámpagos, el sonido de la trompeta, la montaña humeante, la nube y la voz que hablaba desde ella- llenaron al pueblo de santo temor – (Deut. 5: 23-31).
Estas manifestaciones son muy similares a las que ocurrieron en Hechos 2 cuando fue entregado el Espíritu de Santidad a la Novia. El texto hebreo dice que vieron las voces y las llamas. En Hechos 2 se habla de que vinieron llamas de fuego que se repartieron sobre cada uno de ellos y empezaron a hablar en diferentes lenguas.
«…No temáis…» – Moisés tranquilizó al pueblo con la serena seguridad de que no necesitaba temer. Era el propósito de Dios impresionar en forma indeleble en sus mentes un concepto de su majestad y poder como un freno para el pecado. Los israelitas tenían todavía embotada su comprensión de Dios, y por lo tanto necesitaban la disciplina del temor hasta que llegara el tiempo cuando estuvieran listos para ser guiados por la tierna voz del amor.
«…Entonces el pueblo estuvo a lo lejos, Moisés se acercó…» – Cuando el pueblo se retiró -quizá hasta las puertas de sus tiendas-, Moisés se acercó a Dios. En contraste con el temor de sus compañeros israelitas que los apartó de Dios, el siervo del Señor, con la osadía de la fe y de la consagración, fue atraído al Señor. El estaría donde estuviera Dios.
Algunos, debido a su condición pecaminosa, son repelidos por la presencia divina; otros,
por su corazón recto, hallan su mayor satisfacción en la comunión con su Creador – (Mat. 8: 34; Luc. 4: 42; Job 23: 3; Sal. 42: 1,2). Hombres que han pecado mucho y que, por lo tanto, no pueden menos que ver a Dios como «vengador para castigar» y como un «fuego consumidor» – (Rom. 13: 4; Heb. 12: 29), con frecuencia pierden de vista los atributos más tiernos de Dios y dejan de creer que es su Padre «misericordioso y piadoso» – (Exo. 34: 6; Sal. 86: 15; 103: 13).
Éxodo 20:22-26 – «Y YHVH dijo a Moisés: Así dirás a los hijos de Israel: Vosotros habéis visto que he hablado desde el cielo con vosotros. (23) No hagáis conmigo dioses de plata, ni dioses de oro os haréis. (24) Altar de tierra harás para mí, y sacrificarás sobre él tus holocaustos y tus ofrendas de paz, tus ovejas y tus vacas; en todo lugar donde yo hiciere que esté la memoria de mi nombre, vendré a ti y te bendeciré. (25) Y si me hicieres altar de piedras, no las labres de cantería; porque si alzares herramienta sobre él, lo profanarás. (26) No subirás por gradas a mi altar, para que tu desnudez no se descubra junto a él»
«…No hagáis conmigo dioses de plata, ni dioses de oro os haréis…» – Es comprensible esta repetición de la prohibición del segundo mandamiento debido a la prevaleciente idolatría de ese tiempo. Se muestra cuán fuerte era esa presión idolátrica por el hecho de que, cuando el pueblo pensó que Moisés lo había dejado, inmediatamente hizo un becerro de oro (cap. 32). Pero «Dios es Espíritu» – (Juan 4: 24). Para que no lo adoraran mediante representaciones materiales, permaneció invisible mientras hablaba desde la nube en el monte Sinaí – (Deut. 4: 12).
«…Altar de tierra harás para mí…» – Los altares eran esenciales para las religiones de la antigüedad. Con frecuencia eran hechos de arcilla, tierra humífera o piedras recogidas en el lugar. Los altares patriarcales quizá eran de esta clase – (Gén. 8: 20; 12: 7; 13: 18; 22: 9).
Ahora se ordenó que continuara la misma costumbre pues los altares primorosos de piedras labradas fomentarían la idolatría, en razón de que las imágenes que pudieran esculpirse en los altares se convertirían en objetos de culto.
«…y sacrificarás sobre él tus holocaustos y tus ofrendas de paz…» – Que éstas se introdujeran aquí sin explicación previa indica que los sacrificios ya eran conocidos, y ciertamente era así – (Gén. 8: 20; 22: 9, 13).
No mucho antes Jetro había ofrecido un sacrificio dentro del campamento de Israel – (Exo. 18: 12). Aunque durante muchos años los Israelitas no habían ofrecido sacrificios a Dios en Egipto, evidentemente preservaron la idea de hacerlo.
Fue con el propósito expreso de ofrecer sacrificios por lo que Moisés pidió permiso a Faraón para ir al desierto – (caps. 8: 25-27; 10: 24, 25).
El holocausto simbolizaba consagración personal y entrega del yo – (Ley. 6: 8-13; Sal. 51: 16- 19), y el sacrificio de paz renovaba la comunión con Dios y expresaba gratitud – (Ley. 7: 11-34).
Aunque hemos pasado la época de ofrendas materiales tales como las mencionadas, todavía Dios nos invita a rendirle «sacrificios espirituales» – (1 Ped. 2: 5) de entrega del yo – (Rom. 12: 1), de «espíritu quebrantado» – (Sal. 51: 17) y de gozo y agradecimiento – (Sal. 27: 6;
107: 22).
«…Y si me hicieres altar de piedras, no las labres de cantería…» – En los casos cuando, a pesar de la preferencia divina del versículo anterior, el pueblo erigiera un altar de piedra más permanente y honorable, Dios requería que las piedras fueran dejadas en su estado rústico y natural.
Movido por el amor y en su ardiente deseo de que su pueblo no se corrompiera por la idolatría, otra vez Dios prohibe la talla de altares adornados con objetos que los indujeran a la idolatría. Esto sugiere el pensamiento adicional de que, si intentamos poner algo nuestro en el sacrificio como un motivo para su aceptación, lo ofrendamos en vano. La intromisión del yo, por bien intencionada que sea, es contaminación. El altar es una expresión de la voluntad de Dios. Trátese de mejorarlo, y se convertirá en una expresión de la voluntad del que intenta mejorarlo. El altar del yo no es el altar de Dios.
Los sacrificios ofrecidos en él pueden satisfacer al adorador, pero no pueden ser agradables a Dios. No perdamos la lección de la experiencia de Caín – (Gén. 4: 3, 4). La columna de Simeón Estilita no elevó el valor de sus oraciones. Nuestras plegarias tendrían una mejor posibilidad de llegar al cielo si provinieran de un corazón contrito al pie de la columna – (ver Isa. 66: 1, 2).
«…No subirás por gradas a mi altar, para que tu desnudez no se descubra junto a él…» – No es suficiente que la ofrenda sea hecha con un motivo puro; debe ser ofrecida de una manera pura y reverente.
Aquí no se refiere a la desnudez del miembro del hombre puesto que los sacerdotes llevaban calzoncillos de lino – (Éxodo 28:42), sino de la desnudez de las piernas. Por respeto al altar no se puede mostrar las piernas desnudas.
¡Cuándo más respeto no debemos mostrar a las personas y no exponer nuestros cuerpos ante ellas!
Esto también nos enseña la importancia de cubrir nuestro cuerpo cuando estamos sirviendo al Eterno.
me gustan muchos estos estudios, pues la verdad es que comparto la forma en que explicas cada pasaje, hace un tiempo estoy atento a los estudios que publicas saludos, muchas bendiciones para ti y tu familia.
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