La tercera clase de sacrificio es llamada שלמים , זבח comúnmente interpretada como ofrenda de agradecimiento, pero más correctamente como ofrenda de salvación. Además de esta forma más completa, que es la más comúnmente empleada en Levítico, nos encontramos con las formas abreviadas de זבחים , שלמים, en los caps. 7:16, 17; 23:37.
Levítico 3:1-4 – «…Si su ofrenda es un sacrificio de paz, si ofrece de la vacada, sea macho o hembra, lo presentará sin defecto ante YHVH. (2) Apoyará su mano sobre la cabeza de su víctima y la degollará a la entrada del Tabernáculo de Reunión. Los sacerdotes, hijos de Aarón, rociarán la sangre en derredor sobre el Altar. (3) Del sacrificio de las ofrendas de paz, presentará una ofrenda ígnea ante YHVH con la grosura que cubre los intestinos, toda la grosura que hay sobre las entrañas, (4) los dos riñones, la grosura que hay sobre ellos y sobre los lomos, y la grosura del hígado, que quitará con los riñones…»
- Ofrendas de paz:
Las ofrendas de paz son realizadas voluntariamente por una persona o grupo que se inspira para expresar su amor a Dios y dar gracias por Su bondad, y asimismo para acercarse más a El. En las palabras de Sforno (Kauanot HaTorá) la ofrenda de paz se trae como tributo a Dios, Bendito es, cuando la persona reconoce las sendas por las cuales Dios manifiesta Su constante benevolencia hacia nosotros.
Se han brindado varias razones del nombre shelamim, u ofrendas de paz. Según Rashi (basado en Sifrá), el nombre deriva de shalom, paz, porque las ofrendas de paz detentan la capacidad de incrementar la paz en el mundo. Otra forma de interpretarlo es que, puesto que la ofrenda de paz contiene una porción para el Altar, otra para los Cohanim e incluso otra para los dueños, su nombre simboliza la paz que resulta cuando las necesidades legítimas de cada grupo son satisfechas.
Según Korbán Abaron, la paz expresa a este nombre se refiere a la armonía entre el mundo celestial del espíritu y el mundo terrenal del cuerpo y lo material, pues quien trae una ofrenda de paz efectivamente busca unificar ambos. Rambán deriva el término shelamim de plenitud porque la persona que hace esta ofrenda no motivada por una necesidad de purgar algún pecado, sino de por un sentimiento de plenitud y un deseo voluntario de perfeccionarse.

vs.1 – «…Sacrificio de paz….» – En contraste con los holocaustos, un sacrificio de paz podría ser tanto un animal macho o hembra. Sin embargo el animal también debía ser sin defecto.
Este sacrificio también es llamado corbán, traducido como “ofrenda”. De esto aprendemos que el propósito principal de este sacrificio también es poder acercarnos a HaShem. Ese es el principal propósito con todos los sacrificios. El shelamim, sacrificio de paz, también es voluntario, como la olá y la minjá. En la olá se ofrecen sólo animales machos, pero la ofrenda shelamim puede ser macho o hembra. Esto nos enseña que el sacrificio de olá está conectado con la muerte Yeshúa el Mesías de una manera especial, porque él es un varón. Los animales no podían tener defecto para ser aceptados.
Sacrificio de paz, Heb. shélem, de una raíz que significa «hacer paz» (Jos. 10: 4) o «estar en paz» (Job 22: 21), «hacer restitución» (Exo. 22: 5), «completar [un pago]» – (Sal. 50:14). La marca distintiva de la ofrenda de paz era la comida en común, celebrada dentro del recinto del santuario, en la cual prevalecían el gozo y la alegría, y durante la cual departían el pueblo y los sacerdotes. No era ésta la ocasión para efectuar la paz, sino que se trataba de una Fiesta de regocijo porque la paz ya existía.
Generalmente era precedida por una ofrenda por el pecado y por un holocausto. La sangre había sido asperjada, se había hecho la expiación, se había otorgado el perdón, y se había recibido la seguridad de la justificación. Para celebrar esto, el que había ofrecido el sacrificio invitaba a sus parientes, a sus siervos y a los levitas a comer con él. Toda la familia se reunía en el atrio de la congregación para festejar la paz que había sido efectuada entre Dios y el hombre, y entre el hombre y su prójimo.
No puede concebirse mayor gozo que el de estar en paz con Dios (Rom. 5: 1). Este es el legado que Yeshua dejó al decir: «La paz os dejo, mi paz os doy» – (Juan 14: 27). La paz de Yeshua es esa tranquila seguridad que nace de la confianza en Dios.
El Mesías pronunció estas palabras de paz a la sombra misma del Getsemaní y del Gólgota. Sabía que tenía la prueba por delante, de modo que le salió al encuentro. Su corazón estaba lleno de paz y de amor. Sabía en quien había confiado, y tenía la seguridad de que el Padre lo amaba. Tal vez no pudiese ver más allá de los portales de la tumba. Quizá la esperanza no le presentara su salida del sepulcro como triunfador, ni le hablara de la aceptación de su sacrificio por parte de su Padre. Pero, por la fe, ya era vencedor. Sabía en quien había creído, y estaba seguro de que todo saldría bien. Esta es la paz que el Mesías nos legó. Significa unidad con el Padre; significa quietud, descanso, gozo y contentamiento; significa amor, fe, comunión y compañerismo; significa ausencia de preocupación, temor y ansiedad. El creyente que goza de esta paz tiene una fuente de fortaleza que no depende de las circunstancias. Está en armonía con Dios
Como ya se explicó, los diversos sacrificios del AT eran oraciones encarnadas. Unían la fe con las obras. Expresaban la necesidad que el hombre tiene de Dios y su relación con él. El pueblo no podía ofrecer el incienso junto con sus oraciones, pero podía proporcionar el incienso. No podía ministrar la sangre, pero podía proporcionar el sacrificio. No podía entrar en el santuario, pero podía proporcionar los presentes y las ofrendas que hacían posible el servicio.
No podía comer el pan de la proposición, pero podía proporcionar la «vianda… de ofrenda encendida para YHVH» (vers. 11). «Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo» – (Rom. 5: 1), «porque él es nuestra paz» – (Efe. 2: 14). En tiempos de antaño, se invitaba a Israel a festejar el hecho de que estaba en paz con Dios y el hombre, que sus pecados habían sido perdonados, que había sido restituido al favor del cielo. Estas eran ocasiones de gozo y gratitud, cuando ya se hablan aclarado las incomprensiones y prevalecían la paz y la confraternidad. Debían participar los hijos y las hijas, los siervos y las siervas, junto con los levitas invitados. Todos se sentaban a la mesa del Señor para gozarse juntos «en la esperanza de la gloria de Dios» – (Rom. 5: 2). El pueblo de Dios de estos tiempos haría bien en celebrar fiestas de regocijo por el hecho de que está en paz con Dios.
Esta es una ofrenda de comunión, pues paz significa o implica unir dos cosas que estaban separadas; además esta ofrenda tiene que ver con “comer juntos”. De hecho es la única de las ofrendas en que no se quemaba del todo el animal, sino que parte se quemaba (simbolizando que era para Dios) y la otra parte se regresaba a la persona, para que comiera (simbolizando que el hombre estaba “comiendo” con Dios).
¡Cuántas veces Yeshua estuvo promoviendo el comer con sus discípulos y la gente!
De hecho alimentó a las multitudes y en el libro de Apocalipsis, en el mensaje a la iglesia de Laodicea se nos dice lo siguiente:
Apocalipsis 3:20 – «…He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. Así que esta ofrenda tiene que ver con “sentarte a comer con Dios…”
Y esto es muy significativo para estos pueblos del medio oriente, pues su manera de comer es muy distinta a la nuestra: se sentaban y ponían todos los guisados con la carne; tomaban el pan y todos metían la mano con el pan en la misma olla de guisado, mordían y la volvían a meter. De manera que se necesitaba una total intimidad entro todos para compartir la mesa. Por eso para ellos era impensable comer con un gentil, pues ¿cómo podían hacerse uno con ellos?
De ahí que la idea del comer era que todos eran uno y parte de lo mismo. Por tanto la idea de esta ofrenda es precisamente esta: una ofrenda de paz en la que Dios y la persona se hacían uno.
∇ – ” … Una ofrenda festiva de paz….» – Aunque el sentido literal de וכח es degüello, el término connota un segundo significado. Rashi (Bereshit 31:54) comenta que cuando el contexto lo amerita, el vocablo se traduce como fiesta o banquete. Por otra parte, tanto Rabí Hirsch como HaKtav VeHaKabalá hacen notar que los shelamim son la única ofrenda respecto a la cual aparece el término zévaj. En su opinión, este posee relevancia respecto a la manera en la que se comía la ofrenda de paz, que era en forma de fiesta o banquete, en el sentido de que “al momento de consumir la carne de la ofrenda de paz, el dueño solía invitar a su familia y a sus amigos y conocidos para participar en su banquete, y reunido con todos alababa a Dios y les hablaba de Su generosidad”
∇ – «Según Rashbám, el nombre «Shelamím» deriva del verbo» שלם «, «shalém», que quiere decir «pagar» o «cumplimentar», o sea, que el hombre que ha hecho un voto, lo cumplimenta a través de este sacrificio llamado «Shelamím». Sin embargo. los Sabios de Israel entienden que la palabra» שלמים», «Shelamím», deriva de שלום «, «shalóm» -paz-, ya que de este sacrificio participaban todos en armonía; una parte del animal se consumía en el fuego del altar, otra se ofrecía a los cohaním y el resto de la carne era consumido por el oferente del sacrificio. El comentarista S. R. Hirsch, inspirado en interpretaciones anteriores a él mismo, nos explica que este sacrificio es llamado «Shelamím» porque se origina en la armonía y quietud interna del oferente, ya que este sacrificio era ofrecido voluntariamente en señal de agradecimiento por lo que tenemos, o reconocimiento por la vida que nos toca vivir. Los sabios del Midrásh dicen al respecto: מי שהוא שלום יביא שלמים «, «Mi shehu shalóm, iaví shelamím»aquella persona que está sumida en quietud y en paz, que ofrezca el sacrificio Shelamím»-. Es por eso que la Halajáh nos explica que la persona sumida en duelo no debe acercar ese tipo de sacrificio que, como dijimos, debe ser la expresión de la quietud y la tranquilidad interna de la persona».
vs.2 – «…Pondrá su mano…» – El animal era degollado en la puerta del tabernáculo de la congregación, donde se mataba la mayoría de los animales para los sacrificios, Y su sangre se rociaba sobre el altar del holocausto (ver com. de cap. 1: 4, 5).

∇ – ”…Apoyará….» – Puesto que la ofrenda de paz no tiene como finalidad expiar pecados, no se acompaña este gesto con ninguna confesión (véanse las notas a 1:4). Más bien, el dueño alaba a Dios mientras apoya sus manos sobre el animal (Hiljot Maasé HaKorbanot 3:15)».
vs.2b – «…y la degollará a la entrada del Tabernáculo de Reunión…» –
∇ – «…A la entrada del Tabernáculo…» – En el caso de ofrendas de inferior santidad, todo el Patío es una área apropiada para el degüello, a diferencia de ofrendas de mayor santidad, las que deben ser degolladas del lado norte del Altar (1:11). Por otra parte, a partir de la palabra פתח, la que literalmente significa “abertura”, los Sabios derivaron que no se debe degollar ninguna ofrenda sino hasta que se haya abierto la puerta del Santuario (Zevajim 55b)».
vs.3 – «…Toda la grosura…» – No la grasa dispersa por todo el cuerpo, sino la grasa que cubría ciertos órganos juntamente con los riñones, esta grasa era quemada sobre el altar. La palabra traducida «grosura» es jéleb, de una raíz poco usada que significa «estar gordo«. La palabra «leche» es jalab, y difiere de «grosura» solamente las vocales.
El mayor sacrificio de paz jamás realizado ocurrió cuando Salomón dedicó el templo, ofrendando 22,000 vacas y 120,000 ovejas – (1 Reyes 8:63). Esa debió de ser el asado más grande de la historia. Ezequías ofreció un festival donde 2,000 toros y 17,000 ovejas fueron sacrificados como ofrenda de paz – (2 Crónicas 30:24).
Levítico 3:5-11 – «…Los hijos de Aarón dejarán consumir esto en el altar, encima del holocausto, sobre la leña, sobre el fuego. Es ofrenda ígnea de olor que apacigua a YHVH. (6) Si su ofrenda para el sacrificio de ofrendas de paz a YHVH es del rebaño, lo presentará sin defecto, sea macho o hembra. (7) Si presenta un cordero por su ofrenda, entonces lo hará acercar delante de YHVH, (8) y apoyando su mano sobre la cabeza de su ofrenda, lo degollará delante de la tienda de reunión, y los hijos de Aarón rociarán su sangre en derredor sobre el altar. (9) Y del sacrificio de las ofrendas de paz, presentará como ofrenda ígnea ante YHVH la grasa y la cola entera, cortada desde el espinazo, así como la grasa que la cubre, (10) los dos riñones, la grasa que hay sobre ellos y sobre los lomos y la grasa del hígado, que quitará con los riñones, (11) y el sacerdote lo dejará consumir sobre el altar como ofrenda ígnea a YHVH…»
vs.5 – «…sobre la leña, sobre el fuego…» –La palabra hebrea que ha sido traducida como “sobre” es ´al. Normalmente significa “sobre” pero también puede significar “además”, como en Levítico 2:2.
Según Rashí, en este caso hay que entenderlo como “aparte de”. Esto significa que las partes separadas del animal del sacrificio de paz son quemadas sobre el altar después de la ofrenda de ascensión continua. Esto nos enseña que no puede haber un verdadero disfrute de la comunión con HaShem, sin antes haberse entregado totalmente.
También nos enseña que la muerte del Mesías Yeshúa es la base sobre la cual podemos tener comunión con HaShem y disfrutar ante su presencia.
- La olá dice: Toda mi vida es para ti.
- La minjá dice: Te sirvo con toda mi vida.
- El shelamim dice: Tú eres mi alegría y mi disfrute. Quiero estar contigo junto con mi familia y mis amigos, pasar tiempo en tu presencia, alabándote y recibir tus bendiciones.
vs.5b – «…De olor grato para YHVH…» – Puesto que la grasa era quemada sobre el altar, «una ofrenda de olor grato para YHVH«, no pareciera tener asidero la opinión de algunos que sostienen que la grasa era símbolo de pecado. El pecado es una abominación para Dios, y nada que lo simbolizara debía llegar al altar. Por esta razón se excluía la levadura, símbolo del pecado (cap. 2: 11, 12). Algunas veces se cita el Sal. 37: 20 como prueba de que la «grosura» significa pecado. Pero la palabra que
allí se traduce «grasa» (VVR) es yaqar, y significa «hermosura«, «magnificencia«, o «preciosura«, y no «grasa«. La BJ traduce esta frase: «El ornato de los prados«. La palabra yaqar es la que, en Isa. 43: 4, se traduce «de gran estima«, y es aplicada por Dios a su pueblo. La gordura siempre era quemada sobre el altar; Dios la reclamaba como suya (Lev. 3: 16); era de «olor grato» al Señor; era preciosa; era la «vianda» de la ofrenda presentada al Señor (vers. 16). La expresión registrada en Gén. 45: 18 (Val. ant.), comer «la grosura de la tierra», equivale a gozar de lo mejor que ésta ofrece.
∇ – «…Aparte de la ofrenda de elevación…» – La primera ofrenda del día era el tamid, la ofrenda de elevación que se realizaba a diario (Rashi; véase Pesajim 58b)».
vs.6 – «…De ovejas…» – Las mismas reglas se aplicaban tanto al ganado bovino como al ovino. Debe notarse que para esta ofrenda podía usarse un animal macho o hembra, pero siempre debía ser sin defecto. El oferente colocaba su mano sobre la cabeza de la víctima y la mataba, luego de lo cual el sacerdote ministraba la sangre.
∇ – «…Del rebaño…» – El término rebaño incluye tanto ovejascomo cabritos, mas puesto que el servicio de la ofrenda de paz era ligeramente diferente para cada especie, los síguientes versículos pasan a describir el servicio para ovejas y para cabritos por separado».
vs.9 – «…La cola entera…» – Se refiere al carnero de Bujaria (Ovis laticaudata). La cola de este animal pesa generalmente de 5 a 10. kg, pudiendo pesar hasta cerca de 25 kg. Debido a su peso, la cola roza con el suelo, lo que resulta en dolorosas llagas, que disminuyen el valor del animal. En esos casos, el pastor, tanto hoy como en la antigüedad, coloca una tabla o una especie de carrito para llevar el peso de la cola.
La cola en si está formada de una mezcla de grasa y médula, y, mezclada con otras cosas, era usada como un sustituto de la mantequilla por quienes no acataban la orden divina de no comer la grasa. En algunos países orientales todavía se da a la cola el mismo uso.
Levítico 3:12-17 – «…Y si su ofrenda es un chivo, lo hará acercar ante YHVH, (13) y apoyando su ma-no sobre la cabeza, lo degollará delante de la tienda de reunión. Después los hijos de Aarón rociarán su sangre en derredor sobre el altar, (14) y lo presentarán ígneo ante YHVH: la grasa que cubre las entrañas y toda la grasa que hay sobre las entrañas, (15) los dos riñones con la grasa que hay sobre ellos y sobre los lomos, y la grasa del hígado, que quitará con los riñones. (16) Y el sacerdote los dejará consumir sobre el altar. Sacrificio ígneo de olor que apacigua. Toda la grasa pertenece a YHVH. (17) Es estatuto perpetuo por vuestras generaciones en todos vuestros asentamientos: No comeréis grasa ni sangre…»
vs.12 – «…Cabra…» – El procedimiento debía ser el mismo que se empleaba en los otros sacrificios. La imposición de las manos, la degollación, el rociado de la sangre, todo sehacía de la misma forma. Se quitaba cuidadosamente la grasa y, junto con los riñones, se la quemaba sobre el altar.
vs. 16 – «…Toda la grasa pertenece a YHVH…» –
∇ – «…Todas las partes más selectas serán para Hashem…» – Esta frase aparentemente superflua nos enseña, respecto de todas las ofrendas, que las partes mencionadas aquí deben ser ofrendadas en el Altar, incluso cuando la no lo especifica, como en el caso del sacrificio pascual y las ofrendas de maaser (Sifrá)».
vs.17 – «…Estatuto perpetuo…» – Dios mandó a Israel que no comiese «ninguna grosura ni ninguna sangre«. «Toda la grosura es de YHVH» (vers. 16), y «el diezmo … de YHVH es» (cap. 27: 30), son declaraciones paralelas. La razón que se presenta para no comer la grasa es que pertenece a Dios (ver com. cap. 7: 23).
Había un significado práctico en este mandamiento. La prohibición de comer grosura era buena para Israel desde el punto de vista de enfermedades cardiovasculares y de sangre grasa. Y era especialmente buena debido a que la lombriz solitaria a menudo se hallaban en tejidos grasos, y al obedecer este mandamiento, los antiguos Israelitas evitaban estos peligrosos parásitos.
i. La palabra para perpetuo es la palabra hebrea Olam עוֹלָם, Olam quiere decir tiempo escondido o tiempo que en su sola potestad sabe Dios.
∇ – «.Aun en todas vuestras residencias (lejos del Santuario Central), en las que no se hacen sacrificios y se consume carne sacrificada comúnmente, sin ningún carácter sacro, sin que el sebo y la sangre sean ofrecidos en el altar, regirá también la prohibición de ingerir sebo o sangre, basado en Rashbam. Las razones por las cuales la Toráh prohíbe ingerir sebo o sangre, han motivado muchas corrientes de pensamiento entre los exégetas clásicos.
Maimónides dice que el sebo (grasas) perturba la digestión y produce una sangre fría y espesa, por eso conviene más quemar lo, antes que consumirlo. Asimismo, tanto la sangre como el animal muerto por muerte natural, son difíciles de digerir y conforman un alimento malo (Guía de los Perplejos III: 48). Najmánides formula una tesis bastante parecida: «Las grasas prohibidas se caracterizan por su pesadez y humedad. Son espesas, de digestión difícil y producen secreciones blancuzcas y que obstruyen». Abarbanel, en líneas generales, formula una tesis bastante similar a los anteriores, agregando que la sangre ingerida agita y excita y hace subir el calor animal.
Véase además, nuestro comentario a Levítico 1:5.
Por otra parte, la Toráh prohíbe rigurosamente el consumo de sangre. En Deuteronomio 12:23 la Toráh apela a la fuerza moral del hijo de Israel instándolo a no ingerir sangre; citamos textualmente el versículo: «Empero sé fuerte para no comer la sangre, ya que la sangre es la vida y no comas pues, la vida con la carne. No la comas; sobre la tierra habrás de derramarla cual agua. No la comas, para tu bien y el bien de tus hijos en pos de ti. Pues habrás hecho lo recto ante los ojos de Adonai».
Esta exhortación vibrante ha sido generalmente respetada por el pueblo de Israel. No obstante, cuando las fuerzas oscurantistas trataron de calumniar a nuestro pueblo, nos acusaron de «ingerir sangre humana». Esta «calumnia de sangre» representa una de las peores hipocresías de la humanidad para con nosotros. Nuestra respuesta fue: ¿cómo podría el pueblo de Israel ingerir «sangre humana» cuando su dieta alimenticia en nombre de la Toráh, le prohibe ingerir aún, una sola gota de sangre animal?
La Halajáh -Código de ley judaica- reglamenta las leyes de מליחת הבשר «melijat habasar», según las cuales, antes de comer carne animal faenada de acuerdo con las leyes de Cashrút hay que extraer de la carne la sangre que la misma contiene todavía. Eso se hace trozando la carne en pequeñas porciones y salándola durante una hora y así los granos de sal extraen lenta pero seguramente la sangre que contiene la carne».
Hoy ya no se ofrecen ofrendas literales de paz, de gozo y gratitud, pero su espíritu debería permanecer. Pocos, aun entre los supuestos «buenos» creyentes, se regocijan como debieran, como tienen el privilegio de hacerlo, en la paz y el amor de Dios. Aunque en algunos casos esto se deba a que no aprecian debidamente lo que Dios ha hecho por ellos, éste no es siempre el problema. Hay muchos creyentes que no comprenden que tienen el privilegio de ser felices en su religión. Viven más a la sombra de la cruz que a su luz. Piensan que es pecaminoso ser felices que aun una sonrisa podría ser inconveniente, y que la risa, sea inocente o no, es sacrílega. Señalan el hecho de que no hay registro de que Yeshua se hubiera reído o aun sonreído. Esto es verdad, pero tampoco hay registro de que Yeshua se hubiera peinado o bañado. Tales personas tratan de llevar la carga del mundo sobre sus hombros, y piensan que cualquier momento pasado en recreación no sólo es tiempo perdido, sino que es algo ciertamente irreligioso. Son «buenos» creyentes, pero no creyentes felices.
Si hubiesen vivido en el tiempo de Yeshua y si hubiesen estado entre sus seguidores, hubieran puesto en duda la conveniencia de que Yeshua asistiera a las bodas de Caná, y, de haberío acompañado, lo hubieran hecho de mala gana. Lo hubiera esperado con suma impaciencia.
¿Acaso no tenía una gran obra que realizar? ¿Cómo podía perder tiempo en fiestas sociales?
Si hubiesen sabido que tan sólo tenía tres años para trabajar, hubieran estado aún más perplejos. Esta clase de «buenos» creyentes habría creído que en las actividades sociales de Yeshua había algo malo.
¿Cómo podía pasar tiempo comiendo y bebiendo con los pecadores?
Aun los fariseos estaban perplejos por esto cuando señalaron el ayuno y la oración de los discípulos de Juan, para reprender implícitamente a el Mesías, quien estaba en un banquete (ver Luc. 5: 29-35).
Esto se escribe teniendo muy en cuenta los tiempos en que vivimos, al borde mismo de la eternidad. Si alguna vez hubo una época cuando la seriedad y la sobriedad debieran caracterizar las vidas de los seguidores del Mesías, éste es el momento.
En vista de la crisis que se avecina ¡cómo debiéramos «andar en santa y piadosa manera de vivir» –(2 Ped. 3: 11). Toda frivolidad y liviandad debiera ser puesta de lado, y la solemnidad debiera posesionarse de todo creyente. Están por ocurrir grandes y portentosos acontecimientos. Este no es momento para ocuparnos en bagatelas y necedades. El Rey está a las puertas. Sin embargo, estos hechos no nos debieran hacer olvidar que somos hijos del Rey, que nuestros pecados han sido perdonados, y que tenemos el derecho de estar felices y de regocijarnos. La obra debe ser terminada, y nosotros debemos participar en ella; pero algunos hablan como si todo dependiese de ellos. En sus oraciones le recuerdan a Dios lo que se necesita hacerse, como si tuviesen miedo de que él se fuera a olvidar de algunos asuntos que para ellos son de mucha importancia. Son almas «buenas«, ansiosas en todo momento de hacer lo correcto, pero nunca aprendieron a echar sus cargas sobre el Señor.
Están haciendo todo lo posible por llevar la carga y, aunque gimen bajo el peso, están determinados a no rendirse nunca. Luchan por avanzar y hacen mucho bien. Son obreros valiosos, y el Señor los ama entrañablemente. Pero con todo su trabajo y su esfuerzo, les falta una cosa: la fe en Dios. Les falta fe para creer que Aquel que empezó la obra también la ha de terminar; que él se interesa tanto o más por su obra que ellos mismos; que en este mismo momento Dios está haciendo todo lo posible por adelantar su causa. En su religión encuentran poco gozo y mucha preocupación. Son como Marta, que trabajó y se preocupó, pero dejó de lado lo que era necesario. Miran con desaprobación a las Marías; se quejan ante el Señor de ellas, y experimentan dificultades en comprender cómo el Mesías pudo tomar el partido de María. Preguntan si la comida se hubiera terminado de preparar, de haber habido dos Marías y ninguna Marta. Tales creyentes trabajan y son fieles en su trabajo, pero por dentro sienten que otros no están cumpliendo con su parte, y que a ellos les toca demasiada carga.
Resalta la misma lección en el relato del hijo pródigo. El hijo mayor dijo nunca haber hecho lo malo. Siempre había trabajado mucho, y no había perdido tiempo en fiestas ni francachelas. Ahora que había vuelto el hijo menor, después de haber gastado su parte de la herencia en una vida disoluta, el mayor estaba enojado y no quería entrar en la fiesta que se realizaba en honor del hermano que había regresado a casa. De nada valió que el padre saliera a rogarle que entrase. Por el contrario, el hijo reprendió a su padre diciéndole que, apenas había vuelto el pródigo que había gastado sus bienes con rameras, el padre le había hecho una fiesta y había matado el becerro gordo, pero nunca había hecho nada por su hijo obediente – (Luc. 15: 30).
En medio de los acontecimientos más solemnes, los creyentes debieran ser personas felices. Yeshua no mostró abatimiento ni desánimo, ni siquiera frente a la cruz. ¿Por qué no hemos de ser felices? Dios ha puesto una canción nueva en los corazones de los redimidos. Son hijos del Altísimo. Caminan con Dios. Están felices en su amor.
No todos los creyentes tienen la paz de Dios en sus corazones como debieran tenerla, y como tienen el derecho de tenerla. Se han olvidado de la promesa del Mesías: «La paz os dejo… No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo» (Juan 14: 27). Los corazones de muchos están turbados. Tienen miedo. Se preocupan. Algún
ser querido está fuera del redil y están tratando de hacerlo entrar con sus
oraciones. Día y noche trabajan y oran. No dejan nada sin hacer en sus
esfuerzos por lograr su salvación.
Si alguien puede ser salvo por las obras de otro, se proponen lograr ese propósito. No es que dejen a Dios de lado. Oran y ruegan a Dios. Oran como si hubiera que instar a Dios. Y finalmente ese seramado se vuelve a Dios. ¡Cuán felices están! Ahora pueden descansar. Su obra está hecha, su tarea, cumplida. Posiblemente a los tales no se les ocurre que a Dios le interesa tanto la conversión de esa alma como a ellos. ¿Se les ha ocurrido que mucho antes de que empezaran a orar y a trabajar, Dios había puesto en movimiento aquellos instrumentos que, de ser posible, lograrían el efecto deseado?
Dios no puede salvar a un hombre en contra de su voluntad, pero hay muchas cosas que puede hacer, y las está haciendo todas. Aún podría hacer más si nosotros cooperásemos con él, y le preguntásemos humildemente si hay alguna cosa que podemos hacer para ayudar, en vez de intentar dirigir al Señor. Somos propensos a querer hacer la obra de Dios y pedirle su ayuda, cuando sería mejor si reconociésemos que la obra es de Dios y cooperásemos con él. En el momento en que comprendemos esto, llega la paz al alma. La persona no deja de trabajar ni de orar, sino que cambia el énfasis. Comenzará a orar con fe. Si realmente creemos que Dios está obrando, si creemos que se interesa por la salvación de los hombres, oraremos más que nunca; pero dejaremos la responsabilidad con Dios. Con gozo y alegría presentemos nuestras vidas y nuestros corazones a Dios, en ofrenda de «olor grato«.