19 »No acumulen para sí tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido destruyen, y donde los ladrones se meten a robar. 20 Más bien, acumulen para sí tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido carcomen, ni los ladrones se meten a robar. 21 Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.
International Bible Society, Nueva Versión Internacional (East Brunswick, NJ: Sociedad Bı́blica Internacional, 1979), Mt 6:19–24.
22 »El ojo es la lámpara del cuerpo. Por tanto, si tu visión es clara, todo tu ser disfrutará de la luz. 23 Pero si tu visión está nublada, todo tu ser estará en oscuridad. Si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué densa será esa oscuridad!
24 »Nadie puede servir a dos señores, pues menospreciará a uno y amará al otro, o querrá mucho a uno y despreciará al otro. No se puede servir a la vez a Dios y a las riquezas.
19 »No acumulen para sí tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido destruyen, y donde los ladrones se meten a robar.
En una cultura en la que la banca era embrionaria y poco utilizada o fiable (véase Mt 25:25-27), los «tesoros» se guardaban normalmente en bienes o moneda fuerte en el hogar o en un lugar supuestamente seguro; (véase Mt 13:52 para lo primero y Mt 13:44; 25:25 para lo segundo). La inseguridad de los bienes materiales es un tema recurrente de los sabios (Prov 23:4-5; 27:24; Ecl 5:13-17; cf. Jer 17:11), Leamos algunas citas:
- Proverbios 23:4-5:
4 No te afanes acumulando riquezas; no te obsesiones con ellas.
5 ¿Acaso has podido verlas? ¡No existen! Es como si les salieran alas, pues se van volando como las águilas.
International Bible Society, Nueva Versión Internacional (East Brunswick, NJ: Sociedad Bı́blica Internacional, 1979), Pr 23:4–5.
- Proverbios 27:24:
24 pues las riquezas no son eternas ni la fortuna está siempre segura.
International Bible Society, Nueva Versión Internacional (East Brunswick, NJ: Sociedad Bı́blica Internacional, 1979), Pr 27:24.
- Eclesiastés 5:13-17:
13 He visto un mal terrible en esta vida: riquezas acumuladas que redundan en perjuicio de su dueño,
14 y riquezas que se pierden en un mal negocio. Y si llega su dueño a tener un hijo, ya no tendrá nada que dejarle.
15 Tal como salió del vientre de su madre, así se irá: desnudo como vino al mundo, y sin llevarse el fruto de tanto trabajo.
16 Esto es un mal terrible: que tal como viene el hombre, así se va. ¿Y de qué le sirve afanarse tanto para nada? 17 Además, toda su vida come en tinieblas, y en medio de muchas molestias, enfermedades y enojos.
International Bible Society, Nueva Versión Internacional (East Brunswick, NJ: Sociedad Bı́blica Internacional, 1979), Ec 5:13–17.
Encontramos como Jesús hace la metáfora de la polilla (σής), la polilla era un insecto destructor muy conocido en el mundo antiguo y, por tanto, se utilizaba con frecuencia como símbolo de destrucción (cf. Is 50:9; 51:8; y especialmente Job 4:19; otras menciones de la polilla – Sal 39:11; Job 13:28.12), veamos algunas citas:
- Isaías 50:9:
9 ¡El Señor omnipotente es quien me ayuda! ¿Quién me condenará? Todos ellos se gastarán; como a la ropa, la polilla se los comerá.
International Bible Society, Nueva Versión Internacional (East Brunswick, NJ: Sociedad Bı́blica Internacional, 1979), Is 50:9.
- Salmo 39:11:
11 Tú reprendes a los mortales, los castigas por su iniquidad; como polilla, acabas con sus placeres. ¡Un soplo nada más es el mortal!
International Bible Society, Nueva Versión Internacional (East Brunswick, NJ: Sociedad Bı́blica Internacional, 1979), Sal 39:11.
Las referencias bíblicas se refieren a la polilla de la ropa, es decir, a varias especies del género Tinea, unos insectos diminutos que ponen sus huevos en la ropa de lana, de la que luego se alimentan las larvas. Cuando la larva se alimenta, hace un capullo con su seda y las fibras de la tela de la que se alimenta, de modo que el color del capullo depende del color de la tela. El adulto sólo es dañino indirectamente, ya que sólo en la fase larvaria el insecto daña la ropa.
Igualmente obvio es que, por muy cuidadosamente que se conserven, las riquezas materiales no sirven para nada más allá de esta vida terrenal (Sal 39:6; 49,16-19; Ecl 2:20-26; éste es el sentido de la parábola de Lc 12:16-21).
Como la gente a menudo guardaba todos sus ahorros monetarios en cajas fuertes en sus propias casas o enterrados bajo el suelo, el peligro de ladrones y corrupción era bastante real (Stambaugh y Balch 1986: 73; cf. 24:43). 196
Las prendas preciosas, consideradas un tesoro (Jos 7:21; 2 Reyes 5:22-23; 7:8), podían corromperse por la polilla (Gundry 1982: 112), mientras que los metales preciosos se corromperían por la herrumbre.
Los ídolos hechos de materiales preciosos sucumbirían por igual al óxido y a la polilla (por ejemplo: Ep Jer 12).
- Carta de Jeremías 6:10-12:
10 A veces los sacerdotes toman en secreto el oro y la plata de sus dioses y se lo gastan en ellos mismos,
11 o incluso dan parte de ellos a las prostitutas de la terraza. Adornan a sus dioses con ropajes humanos, dioses de plata, oro y madera
12 que no pueden salvarse de la herrumbre y la corrosión. Cuando se han vestido con túnicas de púrpura,
The Holy Bible: New Revised Standard Version (Nashville: Thomas Nelson Publishers, 1989), Car Jer 6:10–13.
¿De qué servía la riqueza si uno la mantenía enterrada en el suelo por miedo a los ladrones (Hor. Sat. 1.1.41-42)?
Los antiguos a menudo reconocían la corruptibilidad de la riqueza (Sir 34:5; m. ʾAbot 2:8); Ben Sira amonesta a su oyente a usar el dinero para un amigo necesitado en lugar de dejar que se oxide, pues así uno acumularía tesoros según los mandamientos de Dios (Sir 29:10-11).
- Eclesiástico 29:10–11:
10 Pierde tu plata por el bien de un hermano o de un amigo y no dejes que se oxide bajo una piedra y se pierda.
11 Guarda tu tesoro según los mandamientos del Altísimo y te será más provechoso que el oro.
The Holy Bible: New Revised Standard Version (Nashville: Thomas Nelson Publishers, 1989), Eclo 29:10–11.
Willian Hendriksen lo ilustra de la siguiente manera:
“…Todos los agentes y procesos que hacen que los tesoros terrenales disminuyan en valor y finalmente dejen totalmente de cumplir su propósito…
Así el pan pone mohoso (Jos. 9:5), las vestiduras se gastan (Sal. 102:26), los campos (particularmente los abandonados) se llenan de malezas (Pr. 24:30), los muros y cercas caen (Pr. 24:31), los techos se deterioran y empiezan las goteras (Ec. 10:18), el oro y la plata se herrumbran y perecen (1 P. 1:7, 18). Súmese la destrucción causada por los terremotos, huracanes, tifones, tornados, enfermedades de las plantas, erosión del suelo, etc… La lista es casi interminable…”
William Hendriksen, Comentario al Nuevo Testamento: El Evangelio según San Mateo (Grand Rapids, MI: Libros Desafío, 2007), 360.
¿Cuál es el alcance del mandamiento de Jesús? ¿Cómo debe entenderse la prohibición sobre las riquezas?
Primeramente debe entenderse claramente que Jesús no está vinculando la prohibición sólo con el dinero. No dijo “no os hagáis con dinero”, sino “no os hagáis tesoros”. El Señor no se ocupaba tanto de las posesiones del creyente sino de su actitud hacia ellas.
La importancia no está en lo que se tenga o se pueda tener, sino en la actitud que se tiene hacia las posesiones. De otra manera, en el lugar que estas ocupan en la escala de valores de la vida del creyente.
El problema no está en que un hijo de Dios posea riquezas, sino en que las riquezas lo posean a él.
Hay notorios ejemplos de creyentes con riquezas. Abraham era un hombre sumamente rico en “ganado, en plata y en oro” (Gn. 13:2).
Sin embargo, aunque poseía tantas riquezas su objetivo no eran sus posesiones, sino su Dios. Era tal la intimidad y comunión con Dios que el Espíritu lo califica en la Palabra de “amigo de Dios” (2 Cr. 20:7; Stg. 2:23), y Dios mismo lo reconoce así (Is. 41:8).
Zaqueo era un hombre rico, es cierto que mucha de esa riqueza o tal vez toda ella, la consiguió por medios ilícitos en su puesto de jefe de publicanos. El objetivo de la vida de Zaqueo había sido acumular riquezas. Enriquecerse era objetivo prioritario en su vida. Sin embargo, luego del encuentro con Cristo, la visión ya no eran las riquezas sino la justicia, procurando devolver cuanto había sustraído con el recargo impuesto por la ley. De ahí en adelante, las riquezas no lo dominaban a él, sino al revés, por tanto, Jesús le llama “hijo de Abraham”, es decir, de la misma condición de fe que Abraham (Lc. 19:9).
José de Arimatea fue también un hombre rico, y al mismo tiempo discípulo de Jesús (Mt. 27:57).
Otros muchos tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento habían tenido muchas riquezas. El Señor no habló en contra de tener riquezas, sino en procurarlas como objetivo principal en la vida. Un tesoro es aquello que ocupa y satisface el corazón. Pueden manifestarse en distintas formas. Para unos el tesoro de su vida puede ser la familia; para otros el trabajo; otros tendrán como prioridad absoluta el estudio; algunos la casa, el deporte o la política.
En fin, cuanto sea absolutamente prioritario en la vida y objetivo, razón y propósito de ella, es un tesoro, porque lleva cautivo el corazón. En ese sentido hay ricos libres de sus tesoros y pobres esclavos de los suyos.
vs.20 – «…Más bien, acumulen para sí tesoros en el cielo…» 21 Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón…»
Los contemporáneos de Jesús subrayaban a menudo que la obediencia en la tierra conducía a un tesoro en el cielo (4 Esdras 7:77; 2 Bar. 14:12; 24:1; 44:14).197
- 4 Esdras 7:77:
77 Porque tenéis un tesoro de obras guardado con el Altísimo, pero no se os mostrará hasta los últimos tiempos
The Holy Bible: New Revised Standard Version (Nashville: Thomas Nelson Publishers, 1989), 2 Esd 7:77.
- 2 Bar. 14:12:
12* Porque los justos justamente tienen buena esperanza para el fin y se van de esta morada sin temor, porque poseen con vosotros una reserva de buenas obras que se conserva en tesoros.
James H. Charlesworth, The Old Testament pseudepigrapha, vol. 1 (New York; London: Yale University Press, 1983), 626.
La tradición del siglo II declaraba que un rey del siglo I que daba a los pobres prescindía de los tesoros terrenales para ganar los celestiales (t. Peʾa 4:18). Un maestro posterior insistió en que si sus discípulos buscaban riquezas en este mundo perderían su recompensa en el mundo venidero, donde sólo su trabajo en la ley sería recompensado (Montefiore y Loewe 1974: 205-6). Sin embargo, para Jesús, el tesoro no está simplemente en el cielo (Mt 19:21); representa el reino de los cielos (13:44). Los idólatras que valoran demasiado a Mammon como para abandonarlo por lo que Jesús valora no tendrán lugar en su reino (19:21-30; cf. Lc 14:33).
En lugar de tan dudosas adquisiciones, los «tesoros celestiales» son una alternativa mucho más deseable; (cf. Is 33:1-6), donde el «tesoro» estable del temor del Señor se contrapone al efímero triunfo de los enemigos de Sión.- Isaías 33:1-6:
1 ¡Ay de ti, destructor, que no has sido destruido! ¡Ay de ti, traidor, que no has sido traicionado! Cuando dejes de destruir, te destruirán; cuando dejes de traicionar, te traicionarán.
2 Señor, ten compasión de nosotros; pues en ti esperamos. Sé nuestra fortaleza cada mañana, nuestra salvación en tiempo de angustia.
3 Al estruendo de tu voz, huyen los pueblos; cuando te levantas, se dispersan las naciones.
4 Los despojos de ustedes se recogen como si fueran devorados por orugas; sobre ellos se lanza el enemigo como una bandada de langostas.
5 Exaltado es el Señor porque mora en las alturas, y llena a Sión de justicia y rectitud.
6 Él será la seguridad de tus tiempos, te dará en abundancia salvación, sabiduría y conocimiento; el temor del Señor será tu tesoro.
La naturaleza de estos tesoros celestiales no se detalla aquí, pero más adelante en el Evangelio oiremos hablar de «heredar la vida eterna» como compensación por la pérdida de las ventajas terrenales (19:27-29; cf. 16:25-26), de «entrar en el gozo del Señor» (25:21, 23) y de «heredar el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo» (25:34), que además se identifica como «vida eterna» (25:46).
Hay dos modos de allegar tesoros en el cielo. En primer lugar por medio de una vida dedicada a Dios, como fue el caso de Moisés, que tuvo “por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón” (He. 11:26).
También se allegan tesoros en el cielo compartiendo y administrando los bienes terrenales, como ya se ha dicho antes en la recomendación de Pablo a quienes tienen posesiones de este mundo: “Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos, atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eterna” (1 Ti. 6:18–19).
Ninguna comparación posible hay entre los tesoros terrenales y los celestiales. El Señor dijo a sus oyentes que las riquezas terrenales son perecederas. Frente a esto está la permanencia de los tesoros celestiales (1 P. 1:3–4).
El apóstol Pedro afirma que los tesoros celestiales, que constituyen la herencia eterna del creyente, son incorruptibles, es decir, la corrupción que deteriora los bienes terrenales, cualquiera que sea su forma, nada tiene que ver con los celestiales.
Son también incontaminables, esto es no se deterioran con el paso del tiempo; el orín no los deshace, ni la polilla puede destruirlos; son tesoros al margen de la contaminación.
Son también inmarcesibles, es decir, no menguan ni se marchita. Además están reservados en los cielos, a donde ningún ladrón alcanza.
La reserva de los tales está en la mano de Dios que los otorga, quien los da también los custodia definitivamente. Están reservados en los cielos, el lugar más extraordinario fuera de toda esfera de influencia del sistema actual que se destruirá con el tiempo.
La reserva de los tesoros produce absoluta seguridad, porque Dios que los custodia los destina también a vosotros, afirma Pedro.
Pero, todavía hay una mayor dimensión de la seguridad: la herencia está reservada por Dios, los destinatarios de ella son los hijos de Dios, ciudadanos del reino de Cristo, a quienes Dios custodia también para que tengan la seguridad y certeza de alcanzarlos, como enfatiza el apóstol: “que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe” (1 P. 1:5). Estas son razones más que poderosas para que la vida del creyente tenga una marcada orientación celestial.
Un maestro judío del siglo I insistía en que había que valorar la propiedad del prójimo tanto como la propia (m. ʾAbot 2:12; cf. Éx 22:6; 23:4-5; Dt 22:1-4). Pero casi todas las declaraciones que se conservan de Jesús sobre la riqueza van más allá del modelo rabínico; por ello, algunos estudiosos sugieren que «más cerca de Qumrán, Jesús desdeña toda riqueza terrenal» (Meier 1980: 65; cf. Flusser 1988: 194-95).
Qumrán, sin embargo, practicaba un rígido comunalismo (1QS 6.22-23; Jos. Ant. 18.20; War 2.122; Philo Prob. 85-86; Hypothetica 11.4-5; Mealand 1975), mientras que los primeros cristianos compartían las posesiones voluntariamente según las necesidades (Hechos 2:45; 4:32-35; véase Fitzmyer 1966: 243).198
Jesús no estableció un consejo para hacer cumplir sus enseñanzas sobre las posesiones como en Qumrán, pero sus puntos de vista no eran menos contraculturales y radicales que los de Qumrán.
Algunos otros sabios contraculturales de la antigüedad también abogaban por la falta de apego a las posesiones materiales. Un sabio comentó que sólo puedes perder lo que tienes, así que si hubieras tenido más, habrías perdido más; si hubieras tenido menos que perder, te habrías quejado de no tener mucho (Epict. Disc. 1.18.15-16).
Sin embargo, a diferencia de algunos filósofos, Jesús no está en contra de las posesiones porque las suponga malas (cf. Lucrecio Nat. 5.1105-42; Sen. Dial. 5.33.1); la cuestión no es que las posesiones en sí sean malas, sino que una prioridad superior exige los recursos de las personas. Si valoran lo que Dios valora en lugar de lo que valora la mayoría de las sociedades, deben valorar las necesidades básicas de los demás que carecen de recursos adecuados por encima de la acumulación de posesiones más allá de las necesidades básicas (19:21; cf. Lc 3:11; 12:33-34).
22 »El ojo es la lámpara del cuerpo. Por tanto, si tu visión es clara, todo tu ser disfrutará de la luz. 23 Pero si tu visión está nublada, todo tu ser estará en oscuridad. Si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué densa será esa oscuridad!
La «luz interior parece irónica. Los que tienen ojos malos, que andan en tinieblas, creen que tienen luz, pero esta luz es en realidad tinieblas. Las tinieblas son tanto más terribles por no reconocerla como lo que es (cf. Jn 9:41).
Esta descripción tan sencilla tiene implicaciones metafóricas. El «ojo» puede equivaler al «corazón». El corazón puesto en Dios para atenerse a sus mandamientos (Sal 119:10) equivale al ojo que se fija en la ley de Dios (Sal 119,18.148; cf. Sal 119,14; 36-37).
Del mismo modo, Jesús pasa del «corazón» (v.21) al «ojo» (vv.22-23). Además, el texto se mueve entre la descripción física y la metáfora por las palabras elegidas para “bueno” ἁπλοῦς y “malo” πονηρῶς (ver notas al margen sobre estas palabras).
La luz del ojo ilumina el camino del cuerpo (en hebreo «vista» es » m’eor ‘eynayim ,» literalmente «el brillo de los ojos»). Proverbios 4:25 lo asume como obvio: «Mantén tus ojos en lo que está frente a ti, mirando derecho delante de ti». 32 Pero en lo que dice a continuación, Jesús interpreta la afirmación en el sentido de que el ojo, en lugar de iluminar el camino del cuerpo, en realidad ilumina el propio cuerpo. El ojo es algo así como el carácter interior o el espíritu de la persona, y si ese espíritu interior está iluminado, entonces toda la persona se llena de luz.
Estos difíciles versículos sólo pueden entenderse correctamente si se tiene en cuenta el contexto en el que se sitúan, es decir, las perícopas situadas a ambos lados, que se refieren a la preocupación por la riqueza.
El ojo ἁπλοῦς Haplous y el ojo πονηρός ponēros no deben entenderse físicamente como un ojo sano y otro enfermo (contra Guelich, Sermón).
En este pasaje se hace referencia al ojo metafóricamente. El ojo πονηρός es el «mal de ojo» de las culturas del Cercano Oriente: un ojo que codicia con envidia lo que pertenece a otro, un ojo avaro o codicioso (véase G. Harder, TDNT 6:555-56). Para el uso judío de la expresión en este sentido, véase m. ˒Abot 2:12, 15; 5:16, 22 (= Danby , 2:9, 11; 5:13, 19).
- m.Abot 2:12-13:
R. Josué: «Un ojo envidioso, las propensiones pecaminosas y la misantropía expulsan al hombre del mundo».
wMichael L. Rodkinson, trans., The Babylonian Talmud: Original Text, Edited, Corrected, Formulated, and Translated into English, vol. 9a (Boston, MA: The Talmud Society, 1918), 62.
Otras referencias al mal de ojo en este sentido se encuentran en Mat 20:15 y Mc 7:22 (cf. Sir 14:8-10; Tob 4:7).
- Mateo 20:15:
15 ¿Es que no tengo derecho a hacer lo que quiera con mi dinero? ¿O te da envidia de que yo sea generoso?”h
h 20:15 ¿O … generoso? Lit. ¿O es tu ojo malo porque yo soy bueno?
International Bible Society, Nueva Versión Internacional (East Brunswick, NJ: Sociedad Bı́blica Internacional, 1979), Mt 20:14–15.
- Eclesiástico 14:8–10:
8 El avaro es una persona malvada se aparta y desprecia a la gente.
9 El ojo del avaro no se sacia con su parte; la injusticia codiciosa marchita el alma.
10 El avaro envidia el pan y falta en su mesa.
The Holy Bible: New Revised Standard Version (Nashville: Thomas Nelson Publishers, 1989), Eclo 14:8–10.
24 »Nadie puede servir a dos señores, pues menospreciará a uno y amará al otro, o querrá mucho a uno y despreciará al otro. No se puede servir a la vez a Dios y a las riquezas.
La práctica de la esclavitud subyace en este versículo (cf. Lucas 16:13), que es un ejemplo de quiasmo, o paralelismo introvertido. Un esclavo no puede servir de todo corazón a dos amos, ya que la esclavitud exige que el esclavo preste toda su atención al amo. Si hay dos amos, sus exigencias serán incompatibles. Del mismo modo, los discípulos de Jesús no pueden dividir su lealtad entre los valores celestiales y los terrenales. El uso de los polos opuestos «amor» y «odio» refleja un modismo semítico que no debe exagerarse (cf. Lucas 14:26). El punto es que el esclavo inevitablemente amará y se dedicará a un amo más que al otro (cf. Mt. 10:37).
Hay que amar a Dios o al dinero; el que se declara amante de ambos es un idólatra (6:24).
La ley judía abordaba casos posiblemente teóricos de personas que eran mitad esclavas y mitad libres o propiedad conjunta de dos personas (m. ʿEd. 1:13; Giṭ. 4:5; Pesaḥ. 8:1; t. Ker. 1:17; b. ʿArak. 2b; B. Qam. 90a; Giṭ. 43a; Ḥag. 2a; Qidd. 90a; Yebam. 66a); las divisiones de patrimonios en las herencias podían favorecer este tipo de situaciones (cf. P. Grenf. 1.21).
Esta parece haber sido una situación poco común (cf. Hch 16:16), pero la observación de Jesús parece haber obtenido precisión: el esclavo naturalmente prefería un amo al otro (Groenewald 1967; Beare 1981: 183). 203
Jesús advierte a su audiencia que uno debe elegir a qué amo servirá: los que trabajan para las posesiones terminarán odiando a Dios; los que trabajan para Dios terminarán odiando las posesiones. 204
Del mismo modo, el discipulado requiere un compromiso absoluto e indiviso. La posibilidad de una lealtad dividida expresada en este pasaje se enfatiza en la frase final: No se puede servir a Dios y al dinero. (Para un examen responsable de las cuestiones prácticas, véase France, «God and Mammon»).
La palabra μαμωνᾶς, «mamón», se traduce del sustantivo arameo ממֹון , mamôn (estado enfático, ממוֹנא , mamônā˒), que significa «riqueza» (en el sentido amplio de la palabra) o , más básicamente , «propiedad» , y aquí se personifica y se considera como un amo potencial .
Probablemente la mejor explicación para el significado de la palabra es que procede de la raíz aman, de la que deriva «amén», que significa «firme», «seguro» o «cierto». Por lo tanto, «mammon» («riqueza») es cualquier cosa en la que uno confíe, que puede ser dinero, propiedad o riqueza de cualquier tipo. Aunque no se encuentra en el Antiguo Testamento, la palabra aparece en algunos de los del Mar Muerto (1QS 6:2; CD 14:20) y en el Targum, la paráfrasis aramea del Antiguo Testamento (cf. Tg. Onq. Gn 37:26, en referencia al el pago por José). En Lucas 16:11, oímos hablar de «mamona injusta». La implicación es clara: aunque mamón, o riqueza, no es malo en sí mismo puede convertirse fácilmente en el amo de uno, lo que lleva a buscar tesoros terrenales en lugar del tesoro celestial.214
El uso que hace Milton de «Mammon» como nombre de un ángel caído29 lleva al extremo esta personificación de la riqueza como un amo que hace pretensiones que rivalizan con las de Dios. Pero aquí se trata de una mera personificación literaria; no hay pruebas de que nadie en el mundo antiguo pensara en un ser real llamado «Mammon». El término tampoco es peyorativo en sí mismo, como puede verse por el uso de māmôn en los targums de Dt 6:5 («ama al Señor tu Dios con… todo tu māmôn»)30 y Prov 3:9 («honra al Señor con tu māmôn»); en Gn 34:23 representa el hebreo para «ganado», la principal «riqueza» de los siquemitas.
Cuando se hace referencia a la riqueza de forma peyorativa, māmôn suele calificarse con dišeqar, «de falsedad» (cf. «el mamón de la injusticia», Lc. 16:9, 11; 1 En. 63:10), aunque a veces el contexto demuestra que la palabra por sí sola tiene una connotación peyorativa. El término no se usa en el hebreo del AT;31 en el hebreo de Qumrán y de la Mishnah māmôn denota dinero o propiedad sin ninguna connotación peyorativa;32b en m. Sanh. 1:1 dînê māmônôt es un término técnico para casos legales relacionados con la propiedad.
Así pues, la advertencia de Jesús aquí no es específicamente contra las riquezas mal habidas, sino sobre las posesiones como tales que, por neutral que sea su carácter, pueden convertirse en un foco de preocupación y codicia que compite por la lealtad de los discípulos con Dios mismo.33 El principio del materialismo está en inevitable conflicto con la realeza de Dios.34
Además de su aparición en el paralelo lucano (16:13), la palabra se encuentra en otras partes del NT sólo en Lucas 16:9 y 11, donde en ambas ocasiones está modificada por la raíz ἀδικία («injusto para nosotros»). La palabra también aparece en 2 Clem 6:1 (en dependencia de Mateo), así como en m. Sanh. 1:1; b. ˒Abot ; 2:7, donde se informa que Hillel dijo «cuantas más posesiones, más cuidado». (Véase C. Brown, NIDNTT 2:836-38.)
Para quienes estén interesados en cómo podrían sonar en nuestra cultura las exigencias radicales del texto, me detengo aquí para repetir el lamento del erudito norteamericano Craig Blomberg 1992a: 124:
«Muchos observadores perspicaces han percibido que el mayor peligro para el cristianismo occidental no son, como a veces se afirma, las ideologías predominantes como el marxismo, el islam, el movimiento de la Nueva Era o el humanismo, sino más bien el materialismo omnipresente de nuestra cultura opulenta». Señalando que el Nuevo Testamento también llama a las iglesias de una parte del mundo a velar por las necesidades de las iglesias de otros lugares (2 Cor 8:13-15), Blomberg recuerda además a los lectores que, dado que «más del 50% de todos los creyentes viven ahora en el Mundo de los Dos Tercios… surge un enorme desafío para el cristianismo del Primer Mundo». Sin duda, la mayoría de los presupuestos individuales y de las iglesias necesitan un reajuste drástico» (Blomberg 1992a: 126-27; cf. también ídem 1992b; Schmidt 1988; Hagner 1995: 562).
Portanto extraemos que la lealtad dividida es imposible: un discípulo no puede ser esclavo leal tanto de Dios (que produce tesoros celestiales) como de la riqueza (que produce tesoros terrenales). 8 El reino de Dios exige lealtad exclusiva, como Jesús le recordó a Satanás (4:10, citando Deut. 6:13). La devoción a él debe ser absoluta. Esto se enfatiza aún más por el cambio de la tercera a la segunda persona en la última cláusula de 6:24 (véase Brennecke 1997).
- Excursus – Algunas opiniones contemporaneas sobre la riqueza por Craig S. Keener:
Los sabios griegos y romanos afirmaban a menudo que la riqueza podía utilizarse positivamente (Platón, Leyes 9.870AB; Diog. Laert. 6.6.95; Sen. De Benef. 6.3.1-2), pero muchos alababan la bendición moral de la pobreza (Diod. Sic. 10.7.1; Sen. Ep. Lucil. 4; 17:4-5; Dial. 2.13.3; 5.2.1; 12.10.10-11.2; Diog. Laert. 6.9.104; Aul. Gel. 9.8),194 y condenó el peligro de la riqueza (Lucrecio Nat. 5.1105-42; Catón Distichs 4.1; Pub. Syr. 58; Sen. Dial. 5.33.1; Luciano Sabiduría de Nigrino; Heráclito 8, a Hermodoro; Plut. Educ. 8, Mor. 5D; Fedro 4.12.5-8; Sall. Catil. 5.8; 52.7; Jug. 6.1).
La riqueza carece de valor en comparación con el conocimiento (Dio Cris. 79 Disc. §6; Diog. Laert. 2.115) o la virtud (Hor. Ep. 1.1.52). La mayoría de los filósofos y moralistas destacan la virtud del contento (Horacio Oda 2.18; 3.16; Mart. Epig. 4.77.2; Juv. Sat. 14.303-4; Cicerón Tusc. Disp. 5.31-32; Diógenes 46, a Platón; Pub. Syr. 626; Sen. Ep. Lucil. 61.4; Plut. Amor a la riqueza, Mor. 523C-28B; Diog. Laert. 6.1.11; 10.1.11; Dio Chrys. 6.º disco; Marc. Aur. 5.1, 14; 8.45.1; Jos. Apion 2.291-92). La riqueza provocaba ansiedad (Plut. Amor a la riqueza 1-2, Mor. 523 DE; Diog. Laert. 4.48; cf. también m. ʾAbot 2:7, atribuido a Hillel).
En general, griegos y romanos parecen haber conservado el respeto por las anticuadas virtudes de la disciplina militar y la sencillez rústica (por ejemplo, Diod. Sic. 33.7.1-5; 37.2.1; 38/39.9.1; Dion. Hal. 6.94.2; 6.96.2; Livio 21.4.5-7; 39.40.10-11; Aul. Gel. 1.14; 2.24; 13.24; 15.12.1-4; Corn. Nep. 3 [Arístides], 3.2; 19 [Foción], 1.3-4; 25 [Ático], 13.6-7; 14.3; 22.4; Sall. Catil. 54.4-5; Jug. 85.33); ciertamente condenaban la avaricia (por ejemplo, Herodiano 3.8.8) y alababan la gererosidad (por ejemplo, Arist. N.E. 4.1.6-14, 1120a).
Las opiniones judías sobre la riqueza variaban de forma similar, normalmente dependiendo de cómo la gente utilizara la riqueza.
Algunos podían considerar la riqueza de forma positiva, como un signo de bendición (Sib. Or. 3.783; Ep. Arist. 204-5; m. ʾAbot 4:9; Qidd. 4:14; cf. Sifre Deut. 352.1.1); sin embargo, muchos también reconocían los peligros espirituales de la riqueza (1 Enoc 63:10; 94:8; 96:4; 97:8; 1QS 10.18-19; 11.2; CD 4.17; 8.7; Sir 31:8-11; Ep. Arist. 211; Jos. Guerra 2.250; Ant. 4.190; m. ʾAbot 2:7; Sifre Deut. 43.3.1-2, 5; 318.1.1-4) y «amor al lucro» (Sib. Or. 3.189, 234-36, 640-42; Ps-Phocyl. 42-47; 1 Enoch 108:8; Test. Lev. 17.11; Jud. 17.1; 18.2; 19.1; Sir 31:5-8; Philo Spec. 1.281), un vicio que también se encuentra en la tradición griega (Isoc. Demon. 9, 27-28, Or. 1; Platón Hiparco, 225A-32C; Plut. La valentía de las mujeres: Chiomara, Mor. 258E; Diog. Laert. 4.48; 6.2.50; Theon Progymn. 3.91-92).
A veces los escritores judíos incluso oponen la inutilidad de la riqueza mundana al verdadero tesoro del mundo venidero: (1 Enoc 100.6; m. ʾAbot 4.1; 6.9; b. B. Meṣ. 114b; Gen. Rab. 67:5; cf. Herm. 1.1.1). La verdadera riqueza podría incluir, pues, la satisfacción (m. ʾAbot 4:1; Finkelstein 1970: 187).
Las opiniones sobre la riqueza variaban entre los pensadores del mundo grecorromano, pero la mayoría de la gente de entonces, como la mayoría de la gente de hoy, perseguía cualquier avance material disponible.
Para los ricos, eso significaba una mayor riqueza; para la mayor parte del Imperio, significaba la subsistencia continuada. Los que asocian estrictamente las opiniones de Jesús con las de los filósofos cínicos pasan por alto la diversidad del pensamiento griego y judío sobre la riqueza.
Varios escritores antiguos expresaron la inutilidad de la riqueza, aunque algunos de esos críticos (como Séneca y Filón) aparentemente ignoraban su propia posesión de la misma.195
El énfasis judío de Jesús en depender de Dios también difiere considerablemente en contenido del énfasis cínico en la autodependencia (Witherington 1994: 124). Pero Jesús vivía con sencillez (8:20), y la mayoría de los habitantes del Imperio romano habrían considerado este llamamiento a abandonar la valoración de las posesiones como excesivamente radical.
Sin embargo, aunque se sentían incómodos con quienes predicaban el abandono universal de las posesiones, los antiguos podían respetar a quienes, como los esenios, abandonaban las suyas (Jos. Guerra 2.122-27; Ant. 18.20, 22; Filón Todo hombre bueno es libre 76-87; Hypothetica 11.4; Plinio N.H. 5.15.73; cf. Filón Vit. Con. 34-39).
- Notas:
197 197 Cf. además Tob 4:8-10; 12:8; Test. Lev. 13:5; Gén. Rab. 9:9; 53:5; Ex. Rab. 31:2; 45:6; Lev. Rab. 34:16; Qoh. Rab. 1:3, §1; Song Rab. 7:14, §1; Marmorstein 1968a: 20; Sandmel 1978b: 190-91; Guelich 1982: 327; cf. Col 1:5; 1 Pe 1:4; Gk. Esdras 1:14. Para «tesoros» en el cielo en un sentido más cósmico, cf., p. ej., 2 Enoc 5:1-2; 6; 3 Enoc 10:6; 2 Bar. 10:11.
32 Num 15:39-40 hace que los ojos y el corazón sean casi paralelos: «Acuérdate de todos los mandamientos del Señor, para ponerlos por obra, no para seguir tu propio corazón y tus propios ojos, tras los cuales te inclinas a prostituirte. Así os acordaréis de todos mis mandamientos y los pondréis por obra, y seréis santos a vuestro Dios»
203 203 El paralelismo con 6:24 que citan Safrai y Flusser -los humanos son esclavos tanto de Dios como del impulso maligno hasta que mueren (Safrai y Flusser 1976; Flusser 1988: 169-70)- pasa por alto el argumento de Jesús de que uno no debe y, en última instancia, no puede tener dos amos.
204 204 «Odiar» podría significar «amar menos», es decir, odiar en comparación con el amor que uno siente por otra cosa (10:37//Lc 14:26; Gundry 1982: 115 cita Gn 29:30, 33).
29 Milton, El paraíso perdido 1.678 y ss.; una personificación similar se encuentra en Spenser (que describe la «Cueva de Mammon», el dios de la riqueza), y ya en Piers Plowman, pero no tiene fundamento en fuentes antiguas. Es una extrapolación del uso «personificado» del término aquí.
30 Tanto el Targum Pseudo-Jonathan como el Targum Neofiti I.
31 31 En el texto hebreo de Eclo 31:8, sin embargo, aparece el interesante elogio de un hombre rico que no persigue el māmôn; aquí la palabra parece tener una connotación negativa.
32 32b 1QS 6:2; CD 14:20; 1Q27 2:5; m. ʾAbot. 2:12. Nótese, sin embargo, m. Yad. 4:3, donde R. Eleazar acusa a R. Tarfón de dar a la gente māmôn pero permitir que sus almas mueran (véase D. Instone-Brewer, Tradiciones 1.162-166).
33 T. E. Schmidt, Hostilidad 126-127, argumenta en contra de los comentaristas que explican el «amor» y el «odio» de este dicho «como opuestos comparativos y no absolutos, como en Gn 29:31-33; Dt 21:15», ya que en esos contextos se conserva incluso la esposa «menos amada», pero aquí sólo es posible un amo. Lucas 14:26 comparado con Mt 10:37 demuestra que μισέω puede usarse en tiempos del NT en el sentido de «amar menos que», pero la forma antitética de este dicho indica una elección entre dos opciones más que una clasificación comparativa.
34 34 Una versión de este dicho aparece en Gos. Thom. 47, como parte de una serie de afirmaciones de incompatibilidad (incluidos dichos sobre el vino nuevo y el remiendo de una prenda que se parecen a 9:16-17)
8. Riqueza es μαμωνᾶς , de NwOmmf , usado para «riqueza» o «propiedad». Véase Lucas 16:9, 11, 13; m. ʾAbot 2.17; CD 14.20; 4Q266 frg. 10.1.14; 1QS 6.2; 1Q27 frg. 1.2.5; y Jastrow 1971: 794 para el uso rabínico. El judaísmo del Segundo Templo podía reconocer la riqueza como una bendición divina (Let. Aris. 204-5; m. ʾAbot 4.9), pero también era consciente de sus peligros para el pueblo de Dios. Véase Mt. 19:22-26; Sir. 31:8-11; 1 En. 63.10; 94.8; 96.4; 97.8; 1 ECS 10.18-19; 11.2; CD 4.17; 8.7. Servir a la riqueza es tan incompatible con servir a Dios como servir a los ídolos (Nolland 2005: 304; cf. Éxo. 20:5; 34:14; Dt. 4:23-24; 5:8-9; 6:14-15).
214 Para más información sobre este tema, véase E. P. Groenewald, «God and Mammon», Neot 1 (1967): 59-66; R. T. France, «God and Mammon», EvQ 51 (1979): 3-21; J. Dupont, «Dieu ou Mammon (Mt 6,24; Lc 16,13)», en F. Neirynck (ed.), Études sur les évangiles synoptiques (BETL 70; 2 vols., Leuven: Lovaina University Press, 1985), 2:551-67; F. Beutter, «Die Rede von den zwei Herren, von Gott und dem Mammon (Mt 6,24)», en M. Lutz-Bachmann (ed.), Und dennoch ist von Gott zu reden (H. Vorgrimler FS; Friburgo: Herder, 1994), 69-84.
- Bibliografía:
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1 R. T. France, The Gospel of Matthew, The New International Commentary on the New Testament (Grand Rapids, MI: Wm. B. Eerdmans Publication Co., 2007), 262–263.
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1 Herbert W. Basser with Marsha B. Cohen, The Gospel of Matthew and Judaic Traditions – Brill, s. f.
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