El «Reino de Dios/Cielos»

El tema del reino de Dios recorre ambos Testamentos, sirviendo de punto focal a los propósitos de Dios para la historia del mundo. Las Escrituras de Israel y el NT retratan a Dios como rey del universo, la fuerza fundamental detrás de todo lo que es y será. En hebreo, el sustantivo abstracto reino (malkhuth) deriva naturalmente del término rey (melekh מֶלֶךְ), de modo que se transmite el hecho del poder divino, real.

Las frases bíblicas «reino de Dios» así como «reino de los cielos» se centran en el papel de Dios en la configuración de la experiencia humana. Al mismo tiempo, reino en las lenguas semíticas, así como en griego (donde basileia también deriva del sustantivo de rey [basileus βασιλεύς]), puede referirse al área sobre la que se extiende el gobierno real.

El «Reino de Dios/Cielo» es un tema de gran importancia en la Biblia por dos razones principales:

  1. Su frecuencia en los tres primeros evangelios canónicos (sinópticos) del NT.
  2. La convicción de que se sitúa en el centro mismo del mensaje del Jesús histórico.

Su significado, que procede de un mundo de monarcas y monarquías orientales muy diferente del de las modernas democracias occidentales, ha sido interpretado de diversas maneras.

  1. Terminología
  2. Uso secular
  3. El reino es el reinado de Dios
    1. El uso del A.T
    2. El uso del N.T
  4. El reino Soteriológico
  5. El reino es Dinámico
    1. El reino viene al fin del mundo
    2. El reino ya ha irrumpido en la historia
    3. El reino de Dios es sobrenatural
  6. El Misterio del Reino
  7. El Reino como los Dominios de Bendición redentiva
    1. El Dominante futuro
    2. Un Dominio presente
  8. El Reino y la Iglesia

Terminología

«El reino de Dios» ocurre cuatro veces en Mateo (12:28; 19:24; 21:31, 43), cuatro veces en Marcos, treinta y dos veces en Lucas, dos veces en Juan (3:3, 5), seis veces en Hechos, ocho veces en Pablo, una en Apocalipsis (12:10). «El Reino de los cielos» aparece treinta y tres veces en Mateo, y una vez en una lectura variante en Juan 3:5, una vez en la obra apócrifa El Evangelio de los Hebreos 11. «Reino» aparece nueve veces (p. ej., Mt. 25:34; Lc. 12:32; 22:29; 1 Co. 15:34; Ap. 1:9); también «tu reino» (Mt. 6:10: Lc. 11:10); «su reino» (Mt. 6:33; Lc. 12:31; 1 Ts. 2:12), «el reino de su (mi) Padre» (Mt. 13:43; 26:29); «El evangelio del Reino» (Mt. 4:23; 9:35; 24:14), «la palabra del reino» (Mt. 13:19), «los hijos del reino» (Mt. 8:12; 13:38), el reino de nuestro padre «David» (Mr. 11:10). Dos veces «reino» se usa para los redimidos (Ap. 1:6; 5:9).

«El reino de Dios» y el «reino de los cielos» son variaciones lingüísticas para referirse a la misma idea. El modismo hebreo con frecuencia colocaba un término apropiado en lugar del nombre de la deidad (Lc. 15:21; Mt. 21:25; Mr. 14:61; 1 Mac. 3:50; Pirke Aboth. 1:3). Mateo retiene el modismo hebreo, mientras que los otros evangelios lo traducen por griego idiomático. Véase Mt. 19:23–24 para su identidad en significado.

El reino de Dios es también el reino de Cristo. Jesús habla del reino del Hijo del Hombre (Mt. 13:41; Mt. 16:28), y de «mi reino» Lc. 22:30; Jn. 18:36. Véase «su reino» (Lc. 1:33; 2 Ti. 4:1); «tu reino» (Mt. 20:31; Lc. 23:42; Heb. 1:8); «el reino de su amado Hijo» (Col. 1:13); «su reino celestial» (2 Ti. 4:18); «el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo» (2 P. 1:11). Dios ha dado el reino a Cristo (Lc. 22:29), y una vez que el Hijo haya cumplido con su gobierno, entregará el reino al Padre (1 Co. 15:24). Por tanto, es el «reino de Cristo y de Dios» (Ef. 5:5). El reino del mundo vendrá a ser «el reino de nuestro Señor y de su Cristo» (Ap. 11:15). No hay tensión entre «El poder y reino de nuestro Dios y la autoridad de su Cristo» (Ap. 12:10).

Uso secular

Basileia es, primero que todo, la autoridad para gobernar como rey, y, en segundo lugar, el territorio sobre el cual se ejerce el reinado.

A.
El significado abstracto. En Lc. 19:12, 15 un noble se fue a un país lejano a recibir un «reino (= reinado), esto es, la autoridad para gobernar. Ap. 17:12 habla de diez reyes, reyes que todavía no han recibido un reino; recibirán «autoridad como reyes» por una hora. Estos reyes entregaron su reino, su autoridad, a la Bestia (Ap. 17:17). La prostituta es la gran ciudad que tiene «reino», esto es, dominio sobre los reyes de la tierra (Ap. 17:18).

B. Significado concreto. El reino es también un reino sobre el cual se ejerce el reinado. La idea de un reino en este sentido se encuentra en Mateo 4:8 = Lucas 4:5; Mateo 24:7; Marcos 6:23; Apocalipsis 16:10.

El reino es el reinado de Dios

«El Reino de Dios» significa, primero, todo el gobierno de Dios, la autoridad real divina.

El uso del A.T

La palabra hebrea malḵûṯ, al igual que basilea, comunica principalmente el significado abstracto, no el concreto. El reinado de un rey comúnmente se fecha con la frase «en el año … del malḵûṯ», esto es, de su reinado (1 Cr. 26:31; Dn. 1:1). El establecimiento del malḵûṯ de Salmón significa la obtención de su reinado (1 R. 2:12). Cuando David recibió el malḵûṯ de Saúl (1 Cr. 12:23) esto significó que el recibió la autoridad para reinar como rey. La idea abstracta es obvia cuando la palabra se coloca en forma paralela a los conceptos abstractos de poder, fuerza, gloria, dominio (Dn. 2:37; Dn. 4:34 [arameo v. 31]; Dn. 7:14).

Cuando malḵûṯ se usa para Dios, casi siempre se refiere a su autoridad o su gobierno como el Rey celestial. Véase Sal. 22:28 (hebreo v. 29); Sal. 103:19; Sal. 145:11, 13; Abd. 21; Dn. 6:26.

El uso del N.T

El reino de Dios es la autoridad y gobierno divino que el Padre dio al Hijo (Lc. 22:29). Cristo ejercerá este gobierno hasta que haya subyugado a todo lo que se opone a Dios. Cuando haya puesto a todos sus enemigos bajo sus pies, devolverá el reino—su autoridad mesiánica—al Padre (1 Co. 15:24–28). El reinado (no los reinados) que ahora los hombres ejercen en oposición a Dios vendrá a ser el reino de nuestro Señor y el de su Cristo (Ap. 11:15) «y reinará por los siglos de los siglos». En Ap. 12:10 el reino de Dios es paralelo a la salvación y poder de Dios y la autoridad de su Cristo.

Este significado abstracto es obvio en los Evangelios. En Lc. 1:33 el reino eterno de Cristo es sinónimo con su gobierno. Cuando Jesús dijo que su reino no era de este mundo (Jn. 18:36) no se refería al territorio sobre el que gobierna; lo que quería decir era que su gobierno no se derivaba de una autoridad terrenal, sino de Dios, y que su monarquía no se manifestaría como un reinado humano sino que en conformidad con el propósito divino. El reino que los hombres deben recibir con la simplicidad de un niño (Mr. 10:15; Mt. 19:14; Lc. 18:17), que los hombres deben buscar (Mt. 6:33; Lc. 12:31), que Cristo dará a sus discípulos (Lc. 22:29) es el gobierno divino.

El reino Soteriológico

El propósito del gobierno divino es la redención de los hombres y su liberación de los poderes del mal. 1 Co. 15:23–28 es definitivo en este respecto. El reinado de Cristo significa la destrucción de todos los poderes hostiles, el último siendo la muerte. El reino de Dios es el reino de Dios en Cristo, destruyendo todo lo que es hostil al gobierno divino.

El NT ve un reino hostil que se pone en contra del reinado de Dios. «El reino del mundo» (no como la RV60 «los reinos») se opone al reinado de Dios (Ap. 11:15) y debe ser conquistado. Los reinos del mundo están bajo el control satánico (Mt. 4:8; Lc. 4:5). Mt. 12:26 y Lc. 11:18 hablan del reino de Satanás, cuyo poder sobre los hombres se manifiesta en la posesión demoníaca. Este mundo o siglo se opone a la obra del reino de Dios; los cuidados del siglo ahogarán la palabra del reino (Mt. 13:22). Esta oposición entre los dos reinos, el de Dios y el de Satanás, se resume en 2 Co. 4:4. Satanás es llamado «el dios de este siglo» y ejerce su gobierno manteniendo a los hombres en tinieblas. Esta afirmación debe entenderse a la luz del hecho de que Dios permanece el rey de los siglos (1 Ti. 1:17; Ap. 15:3).

El Reino de Dios es el gobierno redentivo de Dios en Cristo, derrotando a Satanás y a los poderes del mal y liberando a los hombres de la influencia del mal. Trae a los hombres «justicia, gozo y paz en el Espíritu Santo» (Ro. 14:17). La entrada en el reino de Cristo significa liberación del poder de las tinieblas (Col. 1:13) y se lleva a cabo por el nuevo nacimiento (Jn. 3:3, 5).

El reino es Dinámico

El reino no es un principio abstracto; el reino viene. Es el gobierno de Dios que activamente invade el reinado de Satanás. La venida del reino, tal como Juan el Bautista declara, significará un acto divino colosal: un bautismo de juicio y fuego (Mt. 3:11ss.). Dios estaba por manifestar su gobierno soberano en la venida de Cristo en salvación y juicio.

El reino viene al fin del mundo

Juan esperaba un solo, aunque complejo, acto de salvación y juicio. Jesús hizo una separación entre la visitación presente y la futura del reino. Hay una venida futura escatológica del reino al fin del mundo. Esto lo enseñó Jesús en la oración: «Venga tu reino» (Mt. 6:10). Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, se sentará sobre el trono de juicio. Los impíos recibirán la condenación de fuego, los justos «heredarán el reino» (Mt. 25:31–46). La misma separación del fin del mundo se describe en Mt. 13:36–43. Esta venida escatológica del reino traerá la palingenesia (Mt. 19:28), el nuevo nacimiento o transformación del orden material.

El reino ya ha irrumpido en la historia

Jesús enseñó que el reino, que vendrá en gloria al fin del mundo, se ha introducido en la historia en su propia persona y misión. El gobierno redentivo de Dios ya ha invadido el reino de Satanás para liberar a los hombres del poder del mal. En el exorcismo de demonios, Jesús afirmó la presencia y poder del reino. Mientras que la destrucción de Satanás espera la venida del Hijo del Hombre en gloria (Mt. 25:41; Ap. 20:10), Jesús ya ha vencido a Satanás. El hombre fuerte (Satanás) ha sido atado por el hombre más fuerte (Cristo), y los hombres pueden ahora experimentar una nueva liberación del mal (Mt. 12:29). La misión de los discípulos en el nombre y poder de Cristo echando fuera demonios significa la destrucción del poder de Satanás (Lc. 10:18). De esta forma, Jesús puede decir que el reino de Dios estaba presente entre los hombres (Lc. 17:21). En las obras mesiánicas de Cristo en cumplimiento de Is. 35:5–6, el reino manifiesta su poder. En Mt. 11:12, el verbo biazetai debe interpretarse como voz media, «el reino de los cielos entra con fuerza», y no como la RV60 «sufre violencia».

El reino de Dios es sobrenatural

Como la actividad dinámica del gobierno de Dios, el reino es sobrenatural. Es obra de Dios. Sólo la acción sobrenatural de Dios puede destruir a Satanás, destruir la muerte (1 Co. 15:26), levantar a los muertos en cuerpos incorruptibles para que hereden las bendiciones del reino (1 Co. 15:50ss.) y transformar el orden del mundo (Mt. 19:28). El mismo gobierno sobrenatural ha invadido el reino de Satanás para liberar a los hombres de la esclavitud de las tinieblas satánicas. La parábola de la semilla creciendo por sí misma expresa esta verdad (Mr. 4:26–29).

La tierra de suyo lleva fruto. Los hombres podrán sembrar la semilla predicando (Mt. 10:7; Lc. 10:9; Hch. 8:12; Hch. 28:23, 31); pueden persuadir a los hombres en cuanto al reino (Hch. 19:8), pero no pueden edificarlo. Es la obra de Dios. Los hombres pueden recibir el reino (Mr. 10:15; Lc. 18:17), pero jamás se dice que lo establezcan. Los hombres pueden rechazar o rehusarse a entrar en el (Mt. 23:13), pero no pueden destruirlo. Pueden esperarlo (Lc. 23:51), orar por su venida (Mt. 6:10) y buscarlo (Mt. 6:33), pero no pueden traerlo. El reino es del todo la obra de Dios aun cuando opera en los hombres y a través de ellos. Los hombres pueden realizar cosas para el bien del reino (Mt. 19:12; Lc. 18:29), pueden trabajar por él (Col. 4:11), sufrir por él (2 Ts. 1:5), pero no se dice que actúen sobre el reino mismo. Pueden heredarlo (Mt. 25:34; 1 Co. 6:9s., 15:50), pero no pueden otorgarlo a otros.

El Misterio del Reino

La presencia del reino en la historia es un misterio (Mr. 4:11). Un misterio es un propósito divino escondido por muchos siglos pero al fin revelado (Ro. 16:25s.). La revelación del AT miraba hacia una sola manifestación del reino de Dios cuando la gloria de Dios llenaría la tierra. Dn. 2 presenta cuatro reinos humanos y, entonces, el reino de Dios.

El misterio del reino es éste: antes de esta consumación escatológica, antes de la destrucción de Satanás, antes del siglo venidero, el reino de Dios se ha introducido en este siglo e invadido el reino de Satanás en poder espiritual para dar a los hombres de antemano la bendición del perdón (Mr. 2:5), la vida (Jn. 3:3) y la justicia (Mt. 5:20; Ro. 14:16), cosas que pertenecen al siglo venidero. La justicia del reino es una justicia interior y absoluta (Mt. 5:22, 48) que sólo podrá ser realizada en la medida que Dios la da a los hombres.

[Las parábolas de Mt. 13 contienen esta nueva revelación. Una parábola es una historia sacada de la experiencia diaria para ilustrar una sola verdad fundamental; los detalles no deben tomarse como si fuera una alegoría. El reino ha llegado entre los hombres, pero no con un poder que obligue a toda rodilla a inclinarse delante de su gloria; es más bien como semilla esparcida sobre la tierra que puede ser fructífera o sin fruto, dependiendo de que sea recibida (Mt. 13:3–8). El reino ha llegado, pero el presente orden no ha sido desbaratado; los hijos del reino y los hijos del malo crecen juntos en el mundo hasta la cosecha (Mt. 13:24–30, 36–43). El reino de Dios ha llegado de verdad a los hombres, no como un nuevo orden glorioso, sino como una semilla de mostaza proverbial. Con todo, no debemos despreciar su insignificancia. Este mismo reino será algún día un gran árbol (Mt. 13:31–32).]

En vez de un poder que transforma al mundo, el reino está presente en una forma casi imperceptible como un poco de levadura escondida en un recipiente con masa. Sin embargo, este mismo reino llenará la tierra así como la masa leudada llena el recipiente (Mt. 13:33). La idea de un crecimiento lento o de una penetración gradual no es algo importante en estos dos últimos pasajes, ya que nuestro Señor no usó ninguna de estas ideas en ninguna otra parte. En la Escritura, el crecimiento natural puede bien ilustrar lo sobrenatural (1 Co. 15:36–37).

La venida del reino de Dios en humildad, en vez que en gloria, fue una revelación totalmente nueva y sorprendente. No obstante, dice Jesús, los hombres no deben engañarse. Aunque la presente manifestación del reino es en humildad—por cierto, Aquel que lo traía fue muerto como un criminal condenado—, es de todas formas el reino de Dios, y, al igual que un tesoro escondido o una perla de gran precio, merece conseguirse a toda costa o sacrificio (Mt. 13:44–46). El hecho de que la presente actividad del reino en el mundo produzca un movimiento que incluya tanto a justos como a impíos, no debe hacer que malentendamos su naturaleza. Es el reino de Dios; algún día hará una división entre lo bueno y lo malo en una salvación y juicio escatológicos (Mt. 13:47–50).

El Reino como los Dominios de Bendición redentiva

Un reino debe tener una región sobre la que domina. De esta forma el gobierno redentivo de Dios crea reinos o dominios donde se gozan las bendiciones del gobierno divino. Hay tanto un dominio futuro como uno presente del reino.

El Dominante futuro

Dios llama a los hombres a entrar a su propia gloria y reino (1 Ts. 2:12). En esta era, los hijos del reino experimentarán sufrimiento (2 Ts. 1:5) y tribulaciones (Hch. 14:22); pero Dios los rescatará de cada peligro y los salvará para su reino celestial (2 Ti. 4:18). Los hombres debieran asegurarse de entrar en el reino de Jesucristo (2 P. 1:11). Pablo habla con frecuencia del reino como una heredad futura (1 Co. 6:9s. ; 15:50 ; Ga. 5:21 ; Ef. 5:5).

Los evangelios describen la salvación escatológica como una entrada al reino de Dios (Mr. 9:47; 10:24), al siglo venidero (Mr. 10:30) y a la vida eterna (Mr. 9:45; 10:17, 30; Mt. 25:46). Estas expresiones son intercambiables. La consumación del reino requiere la venida del Hijo del Hombre en gloria. Satanás será destruido (Mt. 25:41), los muertos en Cristo serán levantados con cuerpos incorruptibles (1 Co. 15:42–50) que no estarán más sujetos a la muerte (Lc. 20:35s.). a fin de heredar el reino de Dios (1 Co. 15:50; Mt. 25:34). Antes de su muerte, Jesús prometió a sus discípulos una comunión renovada en el nuevo orden (Mt. 26:29) cuando ellos participarán de su comunión y de su autoridad para gobernar (Lc. 22:29–30).

Las etapas de esta consumación es algo debatido. Los Evangelios describen un solo acontecimiento redentivo en la venida de Cristo con resurrección (Lc. 20:34–36) y juicio (Mt. 25:31–46). El Apocalipsis describe una consumación más detallada. En la venida de Cristo (Ap. 19), Satán es atado y encerrado en un abismo sin fondo, ocurre la primera resurrección, y los santos resucitados participan en el gobierno de Cristo por mil años (Ap. 20:1–5). En este reino milenario de Cristo y sus santos se halla el cumplimiento de dichos como los de Ap. 5:10; 1 Co. 6:2; Mt. 19:28; Lc. 22:30. Sólo al fin del milenio (véase) se echa a Satanás al lago de fuego (Ap. 20:10) y la muerte es finalmente destruida (Ap. 20:14).

Una interpretación entiende este lenguaje en forma literal y espera dos etapas futuras en la consumación del propósito de Dios, una al principio y otra al final del milenio. Este punto de vista es llamado premilenarismo ya que espera un reino milenario de Cristo después de su segunda venida. Explica la expectación del Evangelio en términos de una revelación progresiva. Dn. 2 no preve la era de la iglesia; los evangelios no predicen la era milenaria; sólo Apocalipsis entrega un bosquejo completo de la consumación.

Otros insisten que sólo hay una etapa en la consumación y venida de Cristo que inaugurará la era venidera. La atadura de Satanás es lo mismo que Mt. 12:29; la «primera» resurrección no es corporal sino espiritual (Jn. 5:25; Ro. 6:5) y el reino de Cristo y sus santos es una realidad presente (Ap. 3:21; Heb. 1:3; Ef. 2:5–6). A esta interpretación se la llama amilenaria porque no espera un reino milenario después de la venida de Cristo. Los mil años son un número simbólico para todo el período del reinado de Cristo a través de la iglesia.

Con frecuencia se olvida que en estas dos interpretaciones la meta final es la misma—la consumación del reino de Dios en el siglo venidero. La discusión está en las etapas por las que Dios realizará su propósito redentivo y no acerca del carácter del propósito redentivo de Dios.

Un Dominio presente

Dado que el poder dinámico del reino de Dios ha invadido este siglo (véase) malo, ha creado un dominio espiritual en el cual se experimentan las bendiciones del reinado de Dios. Los redimidos ya han sido liberados del poder de las tinieblas e introducidos al reino de Cristo (Col. 1:13). Jesús dijo que desde los días de Juan el Bautista el reino de Dios ha sido predicado y que los hombres entran en él con determinación violenta (Lc. 16:16). Aquel que es el más pequeño o último en el nuevo orden del reino es llamado el más grande del orden precedente (Mt. 11:11) porque goza de bendiciones reales que Juan nunca conoció. Otras afirmaciones en cuanto a entrar a un reino presente de bendición, están en Mt. 21:31; Mt. 23:13.

El aspecto futuro del reino está inseparablemente unido al presente en Mt. 10:15. El reino ha venido a estar entre los hombres y sus bendiciones se han extendido en la persona de Jesús. Aquellos que ahora reciben esta oferta del reino con la confianza de un niño, entrarán en el reino futuro y escatológico.

El Reino y la Iglesia

El reino no es la iglesia. Los apóstoles salieron predicando el reino de Dios (Hch. 8:12; Hch. 19:8; Hch. 28:23); es imposible poner «iglesia» en lugar de «reino» en esos pasajes. Sin embargo, hay una relación inseparable. La iglesia es la comunión de aquellos que han aceptado su oferta del reino, que se han sometido a su gobierno y entrado en sus bendiciones. El reino fue ofrecido a Israel (Mt. 10:5–6), quien a causa de su previa relación de pacto para con Dios, formaba la comunidad de los «hijos del reino» (Mt. 8:12) sus herederos naturales. No obstante, la oferta del reino en Cristo se hizo sobre una base individual en términos de una aceptación personal (Mr. 3:31–35; Mt. 10:35–37) más bien que en términos de una familia o nación. Porque Israel (endurecido) rechazó el reino, le fue quitado y dado a otro pueblo diferente (Mt. 21:43), la iglesia de Cristo (Judíos y gentiles).

De esta forma, podemos decir que el reino de Dios crea la iglesia. El gobierno redentivo de Dios crea un nuevo pueblo que recibe las bendiciones del reino divino. Además, fue la actividad del gobernante divino la que trajo juicio sobre Israel. Individualmente, el reino significa salvación o juicio (Mateo 3:11; Mateo 23:37–38). Éste es probablemente el significado de Marcos 9:1. Dentro del tiempo en que vivieron los apóstoles, el reino de Dios manifestó su poder trayendo un juicio histórico sobre Jerusalén y creando un nuevo pueblo, la iglesia. Pablo anunció que Israel sería rechazado y los gentiles salvos (1 Tesalonicenses 2:16; Hechos 28:26–28). No obstante, el rechazo de Israel no es permanente. Después que Dios haya visitado a los gentiles, reinjertará a Israel en el pueblo de Dios, y «así todo Israel será salvo» (Romanos 11:24–26), recibirá el reino de Dios y entrará a sus bendiciones (véase Mateo 23:39; Hechos 3:19s.).

El reino también opera a través de la iglesia. Los discípulos predicaron el reino de Dios e hicieron señales del reino (Mt. 10:7–8); (Lc. 10:9, 17). Los poderes del reino estaban operando en ellos y a través de ellos. Jesús dijo que daría a la iglesia las llaves del reino de los cielos con poder para atar y desatar (Mt. 16:18–19). El significado de las llaves se ilustra en Lucas 11:52. Los escribas quitaron las llaves del conocimiento, esto es, la interpretación correcta del AT. La llave para entender el propósito divino había sido dada a Israel; pero los escribas habían malinterpretado tanto los oráculos que Dios les dio (Ro. 3:2) que, cuando el Mesías vino con una nueva revelación del reino de Dios, no entraron ni dejaron entrar a otros.

Estas llaves junto con las bendiciones del reino serían dadas a un pueblo nuevo, quienes, al predicar las buenas nuevas del reino, serían el medio para atar y desatar a los hombres de sus pecados. De hecho, los discípulos ya habían usado las llaves y ejercido autoridad, trayendo a los hombres el don de la paz o la sentencia del juicio divino (Mt. 10:13–15). El reino es obra de Dios. Ha llegado al mundo en Cristo; opera en el mundo a través de la iglesia. Cuando la iglesia haya predicado el evangelio del reino en todo el mundo a todas las naciones, Cristo volverá (Mt. 24:14) y traerá el reino en gloria.


Fuente principal:

George Eldon Ladd, «REINO DE DIOS», ed. Everett F. Harrison, Geoffrey W. Bromiley, y Carl F. H. Henry, Diccionario de Teología (Grand Rapids, MI: Libros Desafío, 2006), 517.

Bibliografía:

K.L. Schmidt, et al., Bible Key Words VII. Basileia (TWNT); G. Dalman, The Words of Jesus, pp. 91–146; G. Vos, The Teaching of Jesus concerning The Kingdom of God and The Church; G.E. Ladd, Crucial Questions About the Kingdom of God; W.G. Kummel, Promise and Fulfillment; C.H. Dodd, The Parables of the Kingdom; R.H. Fuller, The Mission and Achievement of Jesus, pp. 20–49; A.M. Hunter, Introducing New Testament Theology, pp. 13–51.

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