Al dios no conocido

Durante su ministerio en Grecia y Macedonia, el apóstol Pablo viajó a la gran ciudad de Atenas. Estando allí, hizo este comentario acerca del ambiente «religioso» que imperaba en la sociedad:

Hechos 17:22-23 – «Varones atenienses, en todo observo que sois muy religiosos; porque pasando y mirando vuestros santuarios, hallé también un altar en el cual estaba esta inscripción: AL DIOS NO CONOCIDO. Al que vosotros adoráis, pues, sin conocerle, es a quien yo os anuncio«

hechos

¿De qué estaba hablando Pablo? Entre los múltiples santuarios idolátricos de Atenas, había un altar dedicado, no a uno de los dioses principales de Atenas como Zeus o Atenea, sino «al Dios no conocido«.

La religión ateniense acogía la idea de que había otros dioses desconocidos para los griegos y se buscaba agradarlos y ganarse su favor.

Los atenienses levantaron un ídolo al dios no conocido por temor a perder bendiciones o recibir algún castigo. El inicio de la declaración de Pablo a los atenienses se relacionaba con su dios desconocido. Pablo no aprobaba este dios, pero usó la inscripción como punto de partida para su testimonio acerca del único Dios verdadero.

Pablo utilizó el mismo ídolo del «dios desconocido» como puerta para penetrar en la mente de los griegos. Además de los doce dioses principales y las innumerables deidades menores, los antiguos griegos adoraban a una deidad que ellos llamaban Agnostos Theos, es decir: el dios desconocido.

Pablo jamás quizo en su mente vincular al Dios verdadero con una deidad griega, él sabia que era un símil para generar un apertura en los griegos. Pero con esto Pablo generaba una maniobra arriesgada. Para muchos investigadores, Pablo sin querer provocó una especie sincretismo religioso. Muchos griegos sin duda no captarían del todo el trasfondo de lo que dijo Pablo y se produciría una asociación paulatina para introducir las ideas helénicas en el cristianismo de las décadas siguientes.

En el mundo antiguo se creía que había muchos dioses, los cuales regían diferentes partes de los cielos, como el Sol y la Luna. Unos pensaban que los dioses eran más locales, con poder solamente sobre determinado país. Otros pensaban en «el Dios no conocido» como una representación de todos y cualquiera de los dioses desconocidos para el adorador. Otros lo identificaban con un ser específico pero inidentificable situado fuera del panteón griego.

Es curioso, pero el mismo Pablo que atacaba la filosofía, sin querer años antes había generado el impulso para que los mismos griegos abrazaran el cristianismo y lo adaptaran mucho más de lo que el mismo Pablo enseñó.

  1. La mente griega estaba dispuesta a tomar prestadas ideas nuevas y buenas, incluso de los judíos.
  2. Pablo y sus sucesores estaban dispuestos a negociar, y sabían hacerlo con astucia y sagacidad; eran hábiles traficantes teológicos.

Y así de alguna forma nació el cristianismo helenizado y en los siglos posteriores su desviación se acentuó mucho más.

No era desconocida para los griegos la idea de una deidad en cuerpo humano. La idea de Jesús como una nueva deidad en cuerpo humano era algo que los griegos inevitablemente tenderían a mezclar con sus ideas pre-existentes y en los siglos siguientes surgiría la idea del culto a Jesús como el Dios Supremo. Esto ilustra que la jugada de Pablo de «hacerse gentil» para «ganar a los griegos» provocó una mutación que escapó a sus intenciones originales. Esto llevó a que en los siglos siguientes de forma mucho más directa se vinculara al Jesucristo de Pablo en reemplazo de una deidad griega solar.

No cabe duda entonces que la utilización de la ilustración del sacrificio y la expiación usada por Pablo para su público judío esparcido en la diáspora en las naciones gentiles o en Judea, con el tiempo mutó y fue interpretada por otros como una teología oficial sobre el sacrificio de Jesús. Así se construye la religión y la historia…..¡

Un altar al dios no conocido, palatine – Roma
Una poesia al tema del poeta español Gustavo Adolfo Bécquer

«Espíritu Sin Nombre» Espíritu sin nombre, indefinible esencia, yo vivo con la vida sin formas de la idea. Yo nado en el vacío, del sol tiemblo en la hoguera, palpito entre las sombras y floto con las nieblas.

Yo soy el fleco de oro de la lejana estrella, yo soy de la alta luna la luz tibia y serena.

Yo soy la ardiente nube que en el ocaso ondea, yo soy del astro errante la luminosa estela.

Yo soy nieve en las cumbres, soy fuego en las arenas, azul onda en los mares y espuma en las riberas.

En el laúd, soy nota, perfume en la violeta, fugaz llama en las tumbas y en las ruïnas yedra.

Yo atrueno en el torrente y silbo en la centella, y ciego en el relámpago y rujo en la tormenta.

Yo río en los alcores, susurro en la alta yerba, suspiro en la onda pura y lloro en la hoja seca.

Yo ondulo con los átomos del humo que se eleva y al cielo lento sube en espiral inmensa.

Yo, en los dorados hilos que los insectos cuelgan me mezco entre los árboles en la ardorosa siesta.

Yo corro tras las ninfas que, en la corriente fresca del cristalino arroyo, desnudas juguetean.

Yo, en bosques de corales que alfombran blancas perlas, persigo en el océano las náyades ligeras.

Yo, en las cavernas cóncavas do el sol nunca penetra, mezclándome a los gnomos, contemplo sus riquezas.

Yo busco de los siglos las ya borradas huellas, y sé de esos imperios de que ni el nombre queda.

Yo sigo en raudo vértigo los mundos que voltean, y mi pupila abarca la creación entera.

Yo sé de esas regiones a do un rumor no llega, y donde informes astros de vida un soplo esperan.

Yo soy sobre el abismo el puente que atraviesa, yo soy la ignota escala que el cielo une a la tierra,

Yo soy el invisible anillo que sujeta el mundo de la forma al mundo de la idea.

Yo, en fin, soy ese espíritu, desconocida esencia, perfume misterioso de que es vaso el poeta.

 Y preguntó Moisés a Dios su nombre, y este le dijo «Yo Soy el que Soy, este es mi apelativo Eternamente«. Ese Espíritu sin Nombre ese es el Dios que predicó el Apóstol Pablo a los Atenienses, quienes tenían un templo con la inscripción «Al Dios no conocido» este que los filósofos griegos recitaban en sus poetas diciendo «En el vivimos nos movemos y somos» y como relatase el mismo Apóstol en su carta a los romanos; «Pues lo invisible de su poder y deidad, son claramente visibles por medio de las cosas que son creadas«.

La Creación misma le posee, y el posee a la Creación, pues la creación misma a la Pupila de sus ojos es reducida, aquél que todo lo ve, el Gran Yo Soy.

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