Jacobo el mayor (hijo de Zebedeo)

Santiago de Zebedeo o Jacobo de Zebedeo (en griego antiguo: Ἰάκωβος Ia’kovos) fue, según diversos textos neotestamentarios (Evangelios sinópticos, Hechos de los Apóstoles), uno de los apóstoles más destacados de Jesús de Nazaret.

El primer encuentro con el Mesías lo vemos en el evangelio de Mateo:

«…[Jesús] vio a otros dos hermanos, Santiago y Juan, sentados en una barca junto a su padre, Zebedeo, reparando las redes. También los llamó para que lo siguieran. Ellos, dejando atrás la barca y a su padre, lo siguieron de inmediato…»

De los tres hombres que integraron el círculo más íntimo de los discípulos, Pedro, Jacobo y Juan, del que menos sabemos es de Jacobo. A pesar del relativo silencio del relato bíblico acerca de Jacobo, fue una figura digna de mención entre los apóstoles.

Tal vez lo más insólito acerca de su vida fue la forma y el momento de su muerte, ya que fue el primero de los apóstoles de Cristo que se convirtió en mártir. Judas y Jacobo son los únicos dos discípulos originales de cuya muerte hay registro en las Escrituras.

Jacobo fue el hermano mayor de Juan, el discípulo amado. Nacido probablemente en Betsaida (Galilea), hijo de Zebedeo y Salomé. Él y Juan eran compañeros de Andrés y de Pedro en el oficio de la pesca, junto con Zebedeo, su padre. Eran propietarios de varios barcos y contrataban empleados; por lo tanto, esta compañía pesquera debe haber sido bastante próspera.

Entre los dos grupos de  hermanos, la familia de Jacobo y Juan parece haber tenido mucho más prominencia que la familia de Pedro y Andrés. Esto se percibe por el hecho que a me-  nudo se hace referencia a Jacobo y Juan simplemente como «los hijos de Zebedeo  » (Mateo 20.20; 26.37; 27.56; Marcos 10.35; Lucas 5.10; Juan 21.2), haciendo suponer que Zebedeo era un hombre de cierta importancia. 

Es posible que el prestigio de Zebedeo se haya debido a su éxito financiero, a su  linaje familiar o a ambos. Aparentemente era un hombre de recursos. Su compañía de pesca era suficientemente grande como para emplear a un buen número de  jornaleros (Marcos 1.20).

Además, la familia entera de Zebedeo tenía suficiente status ya que el apóstol Juan «era conocido del sumo sacerdote» y por eso fue que  pudo conseguir que permitieran la entrada de Pedro al patio del sumo sacerdote la noche del arresto de Jesús (Juan 18.15-16). Hay alguna evidencia de los escritos  sobre la iglesia primitiva de que Zebedeo era levita y estaba estrechamente relacionado con la familia del sumo sacerdote. Cualquiera que haya sido la razón para  la prominencia de Zebedeo, la Escritura hace claro que era un hombre de impor-  tancia y que la reputación de su familia iba desde Galilea a la familia del sumo sacerdote en Jerusalén. 

Jacobo es una figura mucho más importante de lo que podríamos imaginar,  basados en lo poco que sabemos de él,. En dos de las listas de los apóstoles, su nombre aparece inmediatamente después del de Pedro (Marcos 3.16-19; Hechos  1.13). Esa es una buena razón para creer que fue un líder fuerte, y probablemente el segundo en influencia después de Pedro.

Después de una etapa de compañerismo y de un período de prueba con Jesús, se lo menciona como uno de los presentes durante la sanidad de la suegra de Pedro en Capernaúm. Después de esto fue ordenado como uno de los doce discípulos de Cristo, y desde ese momento ocupó un lugar prominente entre los apóstoles. Junto con Pedro y Juan, integró el círculo más íntimo de los discípulos. Estos tres, sin los demás apóstoles, estuvieron presentes durante la resurrección de la hija de Jairo, durante la Transfiguración y durante la agonía en el jardín de Getsemaní.

Si hay una palabra clave que se aplica a la vida del apóstol Jacobo, esta es pasión.  De lo poco que sabemos de él, es obvio que fue un hombre de un tremendo fervor e intensidad. De hecho, Jesús dio a Jacobo y Juan un sobrenombre. Los llamó Boanerges, que quiere decir «hijos del trueno». Eso define la personalidad de Jacobo en términos muy vívidos. Era celoso, atronador, apasionado y ferviente.

Nos  recuerda a Jehú del Antiguo Testamento, que es conocido por conducir su carro  impetuosamente (2 Reyes 9.20) y quien dijo: «Ven conmigo, y verás mi celo por YHWH» (v. 16), entonces aniquiló la casa de Acab y limpió la tierra de la adoración a Baal. Pero la pasión de Jehú fue una pasión descontrolada y su celo por el Señor  se vio manchado con egoísmo, ambición humana, y las mayores crueldades sangrientas.

La Escritura dice: «Mas Jehú no cuidó de andar en la ley de YHWH Dios de Israel con todo su corazón, ni se apartó de los pecados de Jeroboam, el que había hecho pecar a Israel» (2 Reyes 10.31). El celo del apóstol Jacobo estaba  mezclado de una ambición similar y tendencias sanguinarias (aunque en dosis  mucho más leves), y él tal vez haya estado cayendo igualmente por un camino de ruina cuando Jesús se encontró con él. Pero por la gracia de Dios, fue transformado en un hombre de Dios y llegó a ser uno de los discípulos líderes. 

Se lo conoció en la tradición cristiana como Santiago el Mayor para distinguirlo de otro miembro del grupo de los doce, Santiago el Menor. Nacido probablemente en Betsaida (Galilea), fue hijo de Zebedeo y Salomé, y hermano de Juan.

Jacobo de Zebedeo perteneció al llamado «círculo de dilectos» de Jesús que estuvo con él en ocasiones especiales: en la resurrección de la hija de Jairo, en la transfiguración, y en el huerto de Getsemaní, donde Jesús se retiró a orar en agonía ante la perspectiva de su pasión y muerte. También fue testigo privilegiado de las apariciones de Jesús resucitado y de la pesca milagrosa en el mar de Tiberíades.

Según el libro de los Hechos de los Apóstoles, Pentecostés encontró a Santiago en espera orante, siempre como uno de los máximos referentes de la primera comunidad cristiana, junto con Simón Pedro y Juan.

El final de la historia de Jacobo desde una perspectiva terrenal se registra en Hechos 12.1-3: «En aquel mismo tiempo el rey Herodes echó mano a algunos de la iglesia para maltratarles. Y mató a espada a Jacobo, hermano de Juan. Y viendo que esto había agradado a los judíos, procedió a prender también a Pedro». 

Recuerde que este es el único lugar en la Escritura donde Jacobo aparece mencionado solo, incluso aparte de su hermano. No hay mayores detalles sobre el  martirio de Jacobo. La Escritura dice que Herodes fue el que lo mató y que el instrumento de ejecución fue una espada (lo que hace suponer que fue decapitado). 

Este Herodes no es Herodes Antipas, el que mató a Juan el Bautista y enjuició a Jesús; este era su sobrino y sucesor, Herodes Agripa I. No sabemos por qué este Herodes fue tan hostil hacia la iglesia. Por supuesto, todos sabían que su tío había participado en la conspiración para matar a Cristo, de modo que la predicación de  la cruz tiene que haber sido motivo de vergüenza para la dinastía herodiana (cf.  Hechos 4.27).

Además, es claro que Herodes quería aprovecharse de las tensiones  entre la iglesia y los líderes religiosos judíos para sacar ventaja política. Comenzó con una campaña de hostigamiento contra los cristianos hasta llegar al asesinato. Cuando vio cuánto complacía esto a los dirigentes judíos, puso sus ojos en Pedro. Pedro escapó milagrosamente y poco después Herodes mismo murió bajo el  juicio de Dios.

La Escritura dice que después que Pedro hubo escapado, Herodes hizo matar a los guardias de la prisión y fue a Cesarea (Hechos 12.19). Estando allí, aceptó la clase de adoración que le corresponde solo a Dios. «Y el pueblo aclamaba gritando: ¡Voz de Dios, y no de hombre! Al momento un ángel del Señor le hirió, por cuanto no dio la gloria a Dios; y expiró comido de gusanos» (vv. 22-23).  De esta manera, la amenaza contra la iglesia, auspiciada por Herodes con su cam-  paña de hostigamiento y muerte, llegó a su fin.

Pero es notable que Jacobo fuera el primero de los apóstoles en ser asesinado. (Jacobo es el único apóstol cuya muerte ha quedado registrada en la Escritura). Claramente, Jacobo era todavía un hombre de pasión. Su pasión, ahora bajo el control del Espíritu Santo, había sido tan determinante en la propagación de la verdad que provocó la ira de Herodes. Obviamente, Jacobo estuvo donde siempre esperó estar, y donde Cristo lo había entrenado para que estuviera: en la línea de vanguardia mientras el evangelio avanzaba y la iglesia crecía.


(Haz click aquí si quieres estudiar sobre los demas discípulos del Mesías en los estudios: Sobre los doce discípulos de Yeshua ¿Quienes fueron?)

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